Hay vidas estrambóticas que se salen de lo común, y que
por lo general vienen con las épocas que permiten y celebran este particular
tipo de anomalía, son vidas en donde sus actuantes ponen a prueba muchos de los
valores y creencias de una sociedad en un momento particular de su historia.
Es el caso de nuestro invitado de hoy, el señor Laurence
Oliphant (1829-1888), uno de esos dignos especímenes de la época victoriana en
Inglaterra, en medio de un siglo XIX, una sociedad y una cultura debatiéndose entre
las fuerzas del progreso, de un vigorosos impulso de las ciencias y una pacata
moral, llena de prohibiciones y falsas posturas, de hipocresía, de muchas
creencias espirituales, de búsquedas y de fraudes, de Imperio y gestas
colonialistas, de mucho espionaje y aventuras.
Hay un libro que les recomiendo para quienes buscan la
historia de las creencias espirituales, esa controvertida necesidad del hombre
por paz y realización de anhelos que no son de este mundo, se trata de la obra
de El Mandril de Madame Blavatsky de
Peter Washington en el que nos expone la inquieta atmósfera de las creencias
religiosas que asaltaron a la capital del más formidable imperio, en medio de
teorías y descubrimientos que evidenciaban graves insuficiencias en las
creencias espirituales establecidas, y que dieron pie a la aparición de lo que
Washington llama “el Gurú Occidental”, o sea, al líder de una secta, movimiento
religioso o sociedad secreta, que se reunía en torno a una persona, sus ideas y
estilo de vida y que marcaron de manera definitiva a muchas vidas.
Pero este Gurú ya no era oriental o de otros exóticos
lugares, se trataba ahora de hombres y mujeres surgidos de la sociedad
occidental con propuestas y ofertas espirituales tan fantásticas o más que
aquellas que venían de Jerusalén, el Lhasa, o de los fértiles valles del Indo,
por primera vez teníamos a nuestros propios profetas y santones vendiendo la
salvación desde la industrialización acelerada que afectaba al mundo.
Las religiones tradicionales estaban seriamente
cuestionadas ante la aparición de las ideas evolucionistas de Charles Darwin,
los adelantos en medicina, transporte, comunicaciones, así como el gran empujón
económico producto de un intercambio comercial global, aparecieron estas
propuestas de comunidades y órdenes, más bien sectas religiosas, que apartados
del mundo, trataban de construir estilos de vidas muy diferentes a los que
ofrecía la modernidad, allí contamos a las sociedades utópicas como Armonía
fundada por Robert Owen, y hasta religiones para grandes masas como la de los
Mormones.
Filosofías como la de Gurdjieff, Emmanuel Swedenborg y
Franz Anton Mesmer, la corriente de médiums y espiritistas como las de las
hermanas Fox, del celebrado Daniel Douglas Home, hicieron de sus ideas y artes
que las sesiones de espiritistas fueran el entretenimiento por excelencia de la
nobleza y las clases pudientes de Europa, incluso se llegó a desarrollar la
idea de un “cristianismo científico”, de modo que nos encontramos en una época
de contradicciones y contrastes, del que resultaron no solo interesantes
experimentos sociales sino ideas religiosas descabelladas, por decir lo menos.
Perteneciente a una de las familias de alcurnia de
Escocia, Lawrence nació en Suráfrica, mientras su padre cumplía con el cargo de
Abogado del Imperio, luego fue trasladado a Ceilán como representante de la
justicia Británica, allí, su padre, Sir Anthony Oliphant, introdujo por primera
vez la planta del té a Ceilán, trayendo de China 30 arbustos que prendieron y
conquistaron aquellas tierras para hacerse de un producto de fama mundial.
A partir de aquel momento empiezan los viajes y las
aventuras para el joven Lawrence quien inicia su periplo como acompañante de
una misión oficial al lejano Tibet, y con esta aventura inaugura su colección
de libros como turista incidental, que según el escritor de libros de viajes
canadiense Soren Guager, en su interesante artículo, On Laurence Oliphant: The
Most Interesting and Banal Travel Writer of All Time (2016) nos informa que estos escritos
apuntan más bien a informes para la burocracia colonial inglesa, una larga
descripciones sobre producción agrícola, economía, el estado de los caminos y
formas de transporte, descripción de los mercados, aunque de vez en cuando
tenemos sus observaciones prejuiciadas, sobre formas de vida más primitivas que
la de los británicos, con las que mide toda manifestación cultural y mercantil,
siempre saliendo perdedores los nativos que lo acogen como visitante.
Por
ejemplo, en el libro de Oliphant Las
costas Rusas en el Mar Negro (1853) nuestro personaje se traslada por lugares
que para le época, era como ir de visita al lado oscuro de la Luna, nombres
como Dubrovka, Novo Tcherkask, Taganrog, Kerch, nos descubren una Rusia
totalmente extraña para occidente e inconcebible para la época en que estuvo
allí.
Pero no contento con esto, se inició en las
actividades diplomáticas del Imperio y se involucró en misiones de inteligencia
para la corona británica, Peter Washington resume el cúmulo de situaciones de
la que fue parte:
Entre
las aventuras de Oliphant figuran: Asistente del conde de Elgin cuando este
noble fue gobernador general de Canadá; formo parte de la primera misión
británica al Japón (en la cual varios miembros del grupo fueron asesinados a
golpes de hacha por fanáticos antioccidentales); tomó parte en la expedición de
1857 contra los chinos (también capitaneada por Elgin), durante la cual se
incendió el Palacio de Verano como represalia por la negativa china a permitir
el escandaloso comercio de opio del gobierno británico; interfirió en los planes
de Napoleón III para unificar Italia; informó de la guerra francoprusiana desde
el cuartel general alemán; intervino en una docena de intrigas menores,
financieras y diplomáticas, en los Balcanes y Europa Central; en la construcción
de los ferrocarriles en Oriente Medio; en la financiación de un cable submarino
transatlántico; en conspiraciones contra el Imperio Otomano; en los intentos de
arreglo para la sucesión española. Y, la tarea más ambiciosa, el
establecimiento de una patria judía en Palestina. Fuera del cerrado círculo de
la alta sociedad, Oliphant adquirió fama como periodista y autor de libros de
viajes y novelas.
De su sangrienta aventura por
Japón, donde unos Ronin querían
rebanarlo con sus espadas samurái, fue malherido, de aquel encuentro perdió el
uso de una de sus manos, motivo por el cual, cuando sintió que su gesta de
aventurero había llegado a su fin, renunció a sus misiones y se postuló para el
Parlamento y ganó su curul en la que sirvió a tiempo completo.
Fue cuando conoció al carismático
líder religioso Thomas Lake Harris, un compatriota suyo que estaba fundando un
nuevo movimiento religioso en los EEUU, y en el cual, hizo primero de profeta,
y luego, en la apoteosis de su fama y poder, como representante divino de Dios
en la Tierra.
Bart Casey publicó en el año 2015 su
libro The
Double Life of Laurence Oliphant, el
cual no he tenido la oportunidad de leer, excepto por algunos extractos (ya lo
tengo encargado y lo estoy esperando), y en el cual nos brinda un retrato
fidedigno, hecho por gente que conoció a este irresistible personaje, de una
personalidad autoritaria, un psicólogo natural, conocedor a profundidad de la
naturaleza humana, un manipulador par
excelence, y un estafador.
Harris había desarrollado un corpus
religioso de complicados argumentos, Harris era un predicador de la Iglesia
Universal, basada en la doctrina de Swedenborg a la que llevó más allá de lo
que el filósofo sueco había pretendido, retomamos a Washigton en esta
explicación:
La interpretación espiritual fue
seguida de un buen número de curiosidades, como la descripción de la vida en
otros planetas; la afirmación de que Harris era el hombre fundamental de quien
dependía la salvación de la raza humana; la creencia en la respiración
sincronizada como clave de la gracia (lo cual quizá provenga de la noción
cabalística que establece que la Creación es el resultado de la inspiración y
expiración divinas); un Dios bisexual… Pero fue la doctrina de los homólogos la
que dio fama a Harris. Esta doctrina, que era la versión que Harris hizo de la
Clave, procede de la noción swedenborgiana de Davis de los principios masculino
y femenino unidos en el Hombre. Cuando escribió su Arcana, el pesar de
Harris por la pérdida de su madre y de su esposa se había desvanecido gracias a
su encuentro con lo que él llamaba su Reina Azucena o Reina Azucena del
Conyugal, una inmortal novia espiritual con quien dormía por las noches,
sin duda para sorpresa de Emily Waters, su segunda esposa ante el mundo.
Habiendo encontrado su propio homólogo, Harris se dedicó con entusiasmo a
ayudar a sus seguidores para que hicieran el mismo descubrimiento. Esto exigía
que los adeptos se echaran en brazos de Harris. La fuerza que entonces fluía de
él producía en ellos una visión del amor de Cristo de la que surgía la
respectiva Reina Azucena, aunque mejor sería decir Rey Azucena, porque los
seguidores a quienes Harris abrazaba, siempre eran mujeres.
Harris había fundado su primera
comunidad en Virginia, pero sus seguidores le dieron un golpe de estado por
déspota, y la comunidad se disolvió, luego fundó otra en New York, donde
aprovechando las fortunas personales de algunas de sus seguidoras, pudo fundar
una comunidad espaciosa, con comodidades y hasta lujo, obligaba a sus miembros
a trabajar en negocios productivos, les permitía abandonar la comunidad para
que se integraran al mundo y produjeran para la secta, inversiones como la
crianza y venta de vinos finos, inversiones en la bolsa, los obligaba a
brindarle a la comunidad períodos de trabajo manual, como la atención de los
campos y jardines, mantenimiento y reparaciones de la mansión, atención a los
establos, de modo que nunca sufrió por la falta de mano de obra esclava.
La relación de Lawrence y Thomas fue
complicada, el escocés estaba buscando una manada y un macho alfa a quien
entregarle su voluntad, estaba en un punto de su vida que necesitaba alguien
que lo dominara, y Thomas Harris era el perfecto dictador, al punto que lo
obligó por largas temporadas a realizar los trabajos más denigrantes y duros en
la comunidad, al principio se resistió a admitirlo, pero finalmente cedió,
Lawrence obtuvo un permiso y trabajó como reportero del The Times cubriendo la
guerra Francoprusiana, luego fue corresponsal en París donde conoció a su
esposa Alice le Strange, una joven solvente y de buena familia y tanto la madre
como la nueva esposa de Oliphant, se mudaron a New York, con La Hermandad de la
Nueva Vida, en Brocton, a orillas del lago Erie.
Lawrence se había casado pero no
sostenía relaciones sexuales con su esposa, Harris lo había convencido que su
esposa no era su pareja de vida, sino un espíritu de los cielos con quien hacía
el amor, y esto es interesante, Harris tenía sesiones con sus adeptos a los que
ponía a ejercitar unas respiraciones rítmicas y profundas hasta obtener el
orgasmo con sus parejas espirituales, Harris se encargó de satisfacer sus
apetencias con la esposa de Lawrence, lo que generó problemas.
Este tipo de relaciones homoeróticas
que surgen en estas sectas son comunes en la historia política, de hecho, es la
misma relación que surge entre Chávez y Fidel, en el caso venezolano, y la que
se establece entre la plana mayor del partido socialista único y el Comandante
Eterno; en los círculos políticos de nuestro país, es muy común esta relación de
dominación de personas de carácter autoritario sobre otros que prefieren el rol
femenino y sumiso.
Sobre todo en las nuevas generaciones
este tipo de relaciones con los líderes de las organizaciones políticas es algo
normal, es uno de los secretos a voces en nuestra cultura urbana, la diferencia
radica que en la intervención de grupos de las Fuerzas Armadas, se han
introducido elementos sadomasoquistas en algunos de sus ritos, incluyendo
sacrificios humanos y tortura, tal y como corresponde a sectas afro caribeñas,
visto en comparación con el caso de nuestro personaje Lawrence Oliphant y su
relación con Thomas Harris, el escocés era un inocente ingenuo.
Llegado el momento de la ruptura de
relaciones con Harris, entre otras cosas porque el líder de la secta había
fundado otra comunidad, esta vez en California, y no quería que los Oliphants
estuvieran con él, Lawrence reclamó las sumas de dinero y las joyas de su madre
que le habían dado a Harris, el asunto se tornó desagradable, para pagar las
deudas tuvo que vender a Brocton y llevarse su gente a la costa oeste.
Lawrence decide en 1879 iniciar su
propio proyecto comunitario en Palestina, tenía en mente un desarrollo
agrícola, pero visto el enorme problema de los judíos desplazados y refugiados
de todos los rincones del mundo, antes de que nadie pensara en una reubicación
y la fundación de un estado judío, Lawrence se puso en campaña para recolectar
fondos y comprar tierras en Galilea.
Fue así como fundaron la comunidad de
Monte Carmel que fue todo un éxito, el trabajo duro pareció inspirarlo pues
escribió una gran cantidad de libros y material de índole espiritual, Lawrence
estaba desarrollando su propia doctrina religiosa sobre las ideas de Harris;
durante ese tiempo su secretaria fue nada menos que Naftali Herz Imber, quien
daría la letra al actual himno de Israel y donde el matrimonio Oliphant influyó
en la música, esto, mucho antes de que la canción se convirtiera en uno de los
símbolos del futuro estado, de modo que la memoria de Lawrence es honrada en Israel
como un cristiano sionista que fue fundamental en la historia de ese país.
Su esposa muere en 1886 y escribe uno
de sus obras más famosas, Sympneumata,
un libro que impactó a la mismísima reina Victoria y con quien se reunió para
escucharle sus ideas de sostener relaciones sexuales con espíritus y establecer
comunicaciones con hadas.
En 1888 vuelve a viajar a los EEUU y
contrae nupcias con la nieta del gran utopista Robert Owen, pero ya su salud
estaba resentida, Lawrence muere en Inglaterra camino hacia Haifa.
Este hombre extraordinario fue un
autor famoso en su época, escribió la novela Piccadilly (1870) considerada por algunos entendidos como un auténtico
best seller para la época, y aunque
no es un personaje muy conocido para el público en general, el escritor de
ciencia ficción William Gibson lo tuvo como personaje en una de sus más famosas
novelas, The Difference Engine
publicada hace más de veinte años, que trata del descubrimiento en aquellos
tiempos victorianos, de unas tarjetas de computación perforadas y toda una
cadena de homicidios que se desatan por este hallazgo. –
saulgodoy@gmail.com
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