sábado, 28 de marzo de 2020

Un conservador extraordinario




Dedico este artículo a tres amigos de la infancia, dos de ellos excelentes médicos, el Dr. Vicente Pérez Dávila, quien conoció a mi padre desde que éramos niños y fue su cardiólogo por muchos años, y el Dr. Francisco Bruni, quien fue el último que le atendió, ambos se ocuparon de brindarle calidad de vida en su salida del mundo, y a mi amigo el abogado Federico Carmona, quien el día de los servicios funerarios, me auxilió durante las difíciles condiciones en que se encontraba Caracas para ese momento de cuarentena social. Con esta dedicatoria no estoy diciendo que ellos comulguen con mis ideas políticas, sólo les dedico lo más depurado de mi esfuerzo como intelectual, así como ellos lo hicieron conmigo, cada uno en su generosa dimensión.

Soy de los que piensan que la formación de un filósofo no está completa sino tiene una visión estética del mundo que soporte el resto de las ideas que acumulan durante su aprendizaje; sin un claro horizonte de la belleza y porqué importa, no hay manera de que la ontología, la metafísica, la teología, la política, la ética y el pensamiento analítico tengan un orden funcional que les permitan pensar ordenadamente, porque el orden en el pensamiento, la lógica, es principalmente hermosa y equilibrada, aún dentro del caos y la complejidad.
Roger Scruton es uno de mis filósofos favoritos; este pensador británico, fallecido en Enero de este año, me ha acompañado desde hace ya varias décadas, principalmente con su libro La Experiencia Estética (1983), que me dio luces sobre lo que sería el inicio de la búsqueda de mis propios patrones estéticos, sobre todo con la música y la arquitectura.
Pero Scruton es mucho más que solo estética, fue uno de los pensadores políticos más consistentes de nuestros tiempos, un crítico duro y demoledor contra el socialismo y el liberalismo desatado, y uno de los más importantes conservadores del mundo, cuya obra ya es cimiento de ideas y conceptos claves para los partidos conservadores incluso en nuestra América.
Para el público en general no es ninguna sorpresa que sus argumentos choquen de frente con la ideología socialista, a la que considera absolutamente contraria a la naturaleza humana, excepto cuando se trata de situaciones excepcionales como guerras y epidemias, donde las metas colectivas privan sobre las del individuo; sorprende a muchos que también sea un crítico acérrimo de ese concepto de libertad absoluta que algunos predican para el mercado, que lo consideraba una traición contra el hombre civilizado, porque la libertad del mercado tiene que ser responsable.
En este punto es conveniente decir que, desde los tiempos de Burke, el famoso conservador del siglo XVIII en Inglaterra, la idea de que la vida en sociedad estuviera constreñida a un supuesto contrato social no sólo es injusto sino peligroso, porque no toma en cuenta a los muertos y a los que aún no nacen, de modo que el grupo humano que vive en ese momento determinado, pueda prescindir de las tradiciones y de la cultura y las instituciones creadas por las anteriores generaciones, ignorando igualmente las consecuencias de sus actos sobre las generaciones que vendrán detrás de ellos.
Una sociedad que actúa como si ella vino al mundo sola y sin ayuda de quienes los antecedieron, de quienes les brindaron las condiciones y la cultura que hereda y le permite vivir, que tampoco tienen el cuidado y la preocupación de entregarle a las generaciones que aún no nacen un mundo mejor, que no es otra cosa que medir sus necesidades y prever para el futuro, simplemente está condenada a comportarse de manera unilateral y salvaje, imponiendo un criterio ciego y egoísta que la condenaría a su desaparición.
En su famoso artículo Conservadurismo, nos dice Scruton, con su particular claridad, de qué se trata ser un conservador:

Una respuesta simple es que la palabra significa lo que dice. Ser conservador trata de conservar las cosas: no todo, por supuesto, pero sí las cosas buenas que admiramos y queremos preservar, y que, si no las cuidamos, podemos perderlas. Estas cosas son nuestros más importantes bienes colectivos: la paz, la libertad, las leyes, la civilidad, la seguridad sobre la propiedad y la vida en familia. Para todos esos bienes dependemos de la cooperación con los otros, ya que es imposible conseguirlos de manera individual. El trabajo de destruir estos bienes es rápido, fácil y emocionante; el trabajo de crearlos es lento, laborioso y hasta aburrido. Esa es una de las lecciones del siglo XX. Es también la razón porque los conservadores sufren de tantas desventajas al enfrentar la opinión pública. La posición de los conservadores es auténtica, pero no despierta entusiasmo; en cambio, la de sus oponentes es excitante pero falsa.

Para Scruton, ser conservador es más una actitud que un pensamiento, una actitud ligada al terruño, a su historia, a sus tradiciones… es sólo entendiendo y valorando lo que uno tiene, como las personas empiezan a querer lo que les pertenece, y aplica el término “oikofilia” (el amor al lugar) y todo lo que se quiere permanezca lejos de cualquier intento de reforma o cambio.
El socialismo y el liberalismo, al contrario de los conservadores, quieren encontrar la fórmula de una “buena sociedad” dirigida sólo por la razón, para ello consideran dispensables todos los nexos locales, las historias que vienen del pasado, todo lo que ate a la tierra y a las costumbres debe cambiarse; de allí que una de las grandes ventajas de la política conservadora, desde tiempos inmemoriales, es que las soluciones a los problemas políticos deben resultar de un consenso, en donde todas las posiciones encontradas tengan que reconciliarse, descartando la imposición por la fuerza.
El meollo de la ideología conservadora es el respeto al gobierno de las leyes, por lo que se habla del derecho a la obediencia, para ser verdaderamente libres debemos obedecer la reglas establecidas en democracia; la obediencia es el cemento que mantiene unida a la sociedad, de lo contrario todo se dispersa en un desorden donde todos hacen lo que les da la gana.
La lealtad y el apego al lugar de origen son la raíz fundamental de la nacionalidad y del gobierno que se basa en la libertad y el derecho; tratar de elevar el concepto de nación sobre el de la gente, como pueblo, siempre acarrea amenazas a la paz social; tanto la actividad productiva como el capital social, el medio ambiente y la cultura local deben conjugarse en un todo armónico… tratar de buscar nuevas fórmulas de convivencia, inventar nuevas instituciones contrarias a la naturaleza humana e intentar crear un nuevo hombre, lo que llaman es al desorden y la violencia.
Al contrario de lo que cree la gente de izquierda, que piensan que el Estado existe para asumir las cargas sociales y distribuir los bienes, porque en su criterio los mismos se encuentran injustamente distribuidos, no como resultado de la naturaleza humana, sino por el robo perpetrado por los dueños de los medios de producción, y como toda su política gira en torno de imponer una “justicia social”, los conservadores creemos que la política es mucho más sutil y variada, más honesta… el eje sobre el que giran estas ideas de la derecha es la vida en sociedad, como el medio y vehículo necesario para nuestro crecimiento como personas. La defensa de la nación es entendida como protección hacia ese ámbito de solidaridad entre gente con sentido común, lo que implica políticas que garanticen los derechos individuales, que convierten al país en sujeto de derechos y deberes internacionales, con un ecosistema tanto cultural como ecológico, que debe ser objeto de prácticas sustentables, con un estado que no moleste las interrelaciones de sus ciudadanos en la procura de sus medios y estilos de vida… son todas esas cosas buenas de las que nos habla nuestro filósofo.
En su libro, Como ser Conservador (2014), Scruton nos explica:

En la situación en la que nos encontramos los herederos de la Civilización Occidental… somos muy conscientes de cuáles son esas cosas buenas. La oportunidad de vivir nuestras vidas como queremos; la seguridad de una ley imparcial, mediante la cual se responde a nuestros agravios y se  rectifican los daños; la protección de nuestro entorno como activo común, que no puede ser incautado o destruido por el capricho de poderosos intereses; la cultura abierta e inquisitiva que ha moldeado nuestras escuelas y universidades; los procesos democráticos que nos permiten elegir a nuestros representantes y aprobar nuestras leyes: éstas y muchas otras cosas nos son familiares y las damos por supuestas. Todas están amenazadas. Y el conservadurismo es la reacción racional a esa amenaza. Quizá sea una reacción que exija mayor comprensión de la que una persona normal esté dispuesta a dedicarle. Pero el conservadurismo es la única reacción que responde a las realidades emergentes.

Y es que las amenazas vienen de múltiples orígenes, religiosos, militares, ideológicos, políticos, naturales… y, en tiempos de globalización, estos factores se multiplican y viajan a grandes velocidades, utilizan variados medios de comunicación para inducir al error. Scruton se refirió explícitamente a nuestro país cuando escribió lo siguiente en el artículo Conservadurismo, reseñando la intromisión del estado en las economías de mercado:

Los mercados funcionan sólo cuando las trampas son castigadas y los acuerdos son obligantes. Ellos dependen de la responsabilidad legal, que es el punto más importante en la agenda conservadora. Los mercados dependen del estado de derecho, que a su vez promueve las virtudes de las leyes- cumplimiento y honestidad. Todos nosotros nos involucramos en  negociaciones en los mercados, empezando  porque cada uno de nosotros despliega su capacidad laboral tratando de obtener las mayores ventajas, lo que significa que intercambiamos nuestra plusvalía por las cosas que necesitamos. Los mercados expresan nuestros deseos de consolidar nuestras relaciones con los otros por medio de los acuerdos. Un estado que trate de reemplazar la economía de mercado está corriendo el riesgo de destruir esa confianza social y, al mismo tiempo, quitándole a la gente la oportunidad de satisfacer sus más urgentes necesidades, tal como sucede hoy en Venezuela.

La mayor parte de los partidos conservadores que existen en el mundo no expresan una ideología determinada, más bien trata de mantener un estado de cosas que han resultado y que son buenas para la vida de la nación; la mayor parte de esas cosas son costumbres, lenguaje, instituciones, creencias, cultura, que los han identificado como un grupo humano único y separado de los demás, por ello se hace tan conspicuo el socialismo, cuya promesa es cambiarlo todo, rehacer la patria, la familia, los símbolos patrios, las costumbres democráticas por un colectivismo fatuo y pobre, crear un hombre nuevo, instaurar un nuevo orden, donde irrevocablemente unos pocos gozan de todos los privilegios y una mayoría es explotada y oprimida, con el pretexto de la justicia social y la igualdad para todos.
Scruton es un personaje muy interesante en la historia contemporánea inglesa, un individuo que creía de manera absoluta en la libre expresión, que no era políticamente correcto, y cuyas ideas, algunas de ellas radicales, lo metieron en problemas; fue acusado de homofóbico, islamofóbico, antifeminista, sinofóbico (no le gustaban los chinos), por unas declaraciones suyas fue perseguido por el multimillonario socialista George Soros.
Fue uno de los filósofos más demandado en los tribunales, expulsado de los periódicos donde escribía, perseguido por la izquierda, por los ambientalistas, por la liga anti tabáquica, tuvo un famoso impase con el grupo de rock Pet Shop Boys, a quienes criticó por su calidad musical, lo que provocó una demanda que perdió y tuvo que pagar daños; ha sido expulsado de puestos en el gobierno, reenganchado, vuelto a expulsar… escribió más de 50 libros y era un invitado permanente de  programas de opinión, donde era temido por sus ideas, con una gran audiencia ávida por sus palabras.
También organizó la resistencia anticomunista en Polonia, Checoeslovaquia, Hungría, de donde fue expulsado, luego premiado con medallas al valor; fue un enemigo acérrimo del régimen soviético y estuvo vetado en las universidades, donde tenía gran cantidad de seguidores; fue hecho caballero por la corona británica, fue amigo y colaborador de Margaret Thatcher.
Cuando falleció, Mario Vargas Llosa dijo de el: “Fue uno de los hombres más educados que he conocido. Podía hablar de música, literatura, arqueología, vinos, filosofía, de Grecia, de Roma, la Biblia y mil otros temas como más que un experto, aunque no era un experto en nada, porque, de hecho, era un humanista en el estilo clásico… la desaparición de Scruton deja un terrible vacío entre nosotros.”    -    saulgodoy@gmail.com

1 comentario:

  1. Gracias Saul por la dedicación de este muy interesante artículo. Tuve el privilegio de conocer y conversar mucho con tu padre, hombre digno, trabajador y sobre todo buen ser humano que irradiaba los valores más altos de una buena familia venezolana. Tuve el gusto de cuidar de su juvenil salud cardiovascular hasta su muy avanzada edad. Que Dios lo tenga en su gloria. Un abrazo querido amigo.

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