domingo, 29 de marzo de 2020

Una verdad inocultable



Hay verdades que son tan obvias y de una enormidad tan descomunal que no pueden ocultarse así se utilice la retórica más convincente y la propaganda más intensa, aquella máxima goebbeliana de la propaganda nazi que postulaba: “una mentira dicha mil veces se convierte en verdad”, indudablemente tiene sus límites, su efectividad se diluye no sólo en el tiempo, sino que las propiedades de adherencia que tienen estas engañifas prefabricadas en las mentes del público, se pierden, y los memes caen al piso como hojas secas.
Llegó un momento en que la cancillería del Tercer Reich ya no pudo sostener que sus intenciones para con sus vecinos europeos eran pacíficas y de respeto al principio de la no intervención; cuando sus tropas se movilizaron y tomaron la Renania, en 1936, aquel movimiento ha debido encender las alarmas en Europa, pero la propaganda manejada por Goebbels y los mismos discursos del Führer, que enmascaraba sus planes de ocupación de lo que él llamaba, “su espacio vital”, adormecieron a los líderes democráticos, quienes dieron fe a las mentiras elaboradas por aquel aparato de propaganda, que pagaba editoriales en las primeras páginas de los diarios del mundo, que hacía traducir las arengas pacifistas de Hitler, que utilizaba a periodistas para que mostraran una Alemania dedicada a sus asuntos internos y a la concordia.
Ni siquiera cuando se anexaron Austria y Checoslovaquia despertaron alguna inquietud, y cuando hubo la invasión a Polonia y, poco después, a Bélgica, Holanda, Luxemburgo y Finlandia, ya era muy tarde, la Segunda Guerra Mundial había comenzado.
Lo mismo ha estado sucediendo en Latinoamérica con los gobiernos, primero de Chávez y luego de Maduro; el socialismo del siglo XXI, que ha cabalgado encima de un prodigioso aparato de propaganda mundial, predicando paz, amor, solidaridad y democracia revolucionaria, le permitió al comunismo internacional, sobre todo al castrocomunismo, avanzar en el continente Americano casi sin ninguna oposición, pero esta vez, y aquí llamo la atención, con la concurrencia de las mafias criminales del narcotráfico, el terrorismo fundamentalista, enemigo de occidente, y la guerrilla armada más extremista de la región.
Casi que celebrándolo, el mundo asistió al asalto y la demolición de la democracia en Venezuela, considerándolo un asunto local sin mayores consecuencias, pero igual que una pandemia de coranavirus, el socialismo del siglo XXI penetró profundamente en toda Latinoamérica y el Caribe, contagió a los EEUU y Canadá, llegó a Europa y tomó por asalto a España, contagió a Italia y a Francia, contagió a Suráfrica y mutó en el Medio Oriente entre las facciones extremistas islámicas; logró con éxito posicionarse en puestos claves en las principales organizaciones multilaterales en la región y en muchas oficinas importantes de instituciones mundiales, sobre todo en el tema de derechos humanos, donde sabían, estaba su talón de Aquiles.
Esto demuestra que la propaganda engañosa, cuya intención es substituir la realidad por una versión interesada y tendenciosa de la misma, sigue funcionando… hasta un punto, y ese punto es cuando la verdad es tan pesada e incontrovertible, que la propaganda deja de ser eficaz, e incluso, contraproducente hacia los intereses que la promueven, como es el caso del chavismo.
Ya es muy tarde para Venezuela, Nicaragua, Cuba, México y, si los descuidamos, para Colombia y Chile, donde el socialismo del siglo XXI sigue cobrando víctimas y promoviendo desmanes; España tiene la fortuna de que aún tiene una derecha fuerte y en alerta, pero para los que lamentablemente se han contagiado y están en desahucio, la intervención tiene que ser heroica y definitiva.
Es lo que está sucediendo con las medidas tomadas por el Departamento de Justicia de los Estados Unidos de Norteamérica contra Maduro y su pandilla de malhechores; le puso precio a sus cabezas y los busca para llevarlos a la justicia, y están siendo fundamentalmente acusados de dos crímenes que la sociedad norteamericana no perdona, que les inunden el país con drogas para dañar a su juventud, y que utilicen su aparato económico para corromperlo con dinero sucio.
Y esto fue lo que hicieron los narcotraficantes del Cartel de Los Soles, una banda de militares en conchupancia con la guerrilla colombiana, para llevar drogas a los EEUU y blanquear esos capitales, producto del crimen en inversiones y cuentas millonarias en instituciones norteamericanas, una organización de delincuentes asociados al alto gobierno de Venezuela, que utilizó todos los privilegios diplomáticos y las empresas petroleras y comerciales de la nación, para traficar con sustancias ilícitas y peligrosas.
Estuvieron todos estos años atacando a la potencia económico y militar más grande del mundo, día tras día, insultando su estilo de vida y gobierno, burlándose de sus principios y valores, despreciando a sus líderes, haciéndole daño a su pueblo, creyendo que porque eran socialistas y pertenecían a los revolucionarios del mundo iban a salir impunes de sus actos…
Es un hecho que, a través del tiempo, los órganos de seguridad de las principales naciones del mundo civilizado han ido capturando, investigando y desmontando algunas de esas conexiones y actividades criminales que funcionan como transnacionales, y que, gracias a la corrupción, el chantaje y el asesinato, han logrado infiltrar otros gobiernos e instituciones que les sirven de mampara, creando una red de alcances mundiales.
Cuando el crimen se asocia a los gobiernos, o peor, cuando el crimen se hace gobierno, se convierte en una animal muy peligroso para la paz y el orden mundial; es verdaderamente lamentable, y da pena ajena, como una institución como las Fuerzas Armadas Nacionales de Venezuela se transformó en un reducto de hampones ocultos tras los uniformes, los símbolos, la tradición y las armas de nuestro país; se trata de criminales que son capaces de violar, torturar y secuestrar a ciudadanos nacionales y extranjeros con el fin de proteger sus bastardos intereses.
Pero esto ha ocurrido a todo nivel, en nuestros círculos diplomáticos, en nuestras empresas petroleras, en nuestro sistema educativo, en nuestras industrias y comercio, en los partidos políticos, en el sistema financiero, en nuestros órganos de seguridad y documentación… todo nuestro aparato estatal y una buena parte de nuestro sector privado está podrido por la corrupción, el peor daño que el chavismo le ha propinado al país no fue arruinarlo económicamente, sino haberlo envenenado en su moral.
Nos encontramos entonces en una etapa muy difícil y peligrosa de esta sangrienta y penosa historia; Venezuela aún cuenta con una reserva moral, que no se ha doblegado ni bajado la cabeza ante las ofertas de traición a nuestra civilidad, pero muchos de los políticos de la mal llamada oposición venezolana han cohabitado y ayudado a que esta situación se haya prolongado más de lo necesario y soportable; esos políticos y sus partidos se enfrentan ahora al terrible dilema de tener que deslindarse de quienes fueron sus socios y para quienes hacían el llamado a entregarnos en las manos de este cartel de narcoterroristas para que nos gobernaran, pero ahora se les ataruga la lengua buscando las excusas.
La verdad prevalece, ahora con todo su peso, los expedientes de la DEA y de los demás órganos de investigación norteamericanos están soportados por pruebas recabadas durante años de paciente investigación, y lo que dicen esos expedientes está reflejado en la realidad venezolana, pero ahora desnudos y en la mira pública; los implicados siguen mintiendo, utilizan ese aparato de propaganda para tratar de disimular lo que es obvio, para ideologizar el tema y buscar salidas por la tangente… ahora veremos cómo van a querer seguir arropándose con la bandera nacional, llamándose patriotas, diciendo que ellos son la verdadera Venezuela, descalificando a sus acusadores y elaborando excusas, señalamientos, traiciones, delaciones, vamos a presenciar el derrumbe de un régimen fétido y violento sostenido por un inmenso engaño.
Visto de esta manera, que es la única manera de ver nuestra realidad, ya no tenemos gobierno, no hay instituciones, sino un grupo de criminales aterrorizados y sus bandas armadas haciéndose pasar por revolucionarios atrapados y dispuestos al sacrificio máximo, por unos ideales que se resumen en trapos costosos, colonias, relojes, carros, licores, cuentas bancarias llenas de dinero ensangrentado, mansiones y apartamentos de lujo, yates y putas prepago… todo a costa de la vida de millones de venezolanos, que han perdido sus existencias en la miseria, la enfermedad y la violencia más inmerecida de que se tenga memoria.
Apoyar a estos criminales, asociarse con ellos, es simplemente repugnante. Creo, en lo personal, que a nuestro país le ha llegado la hora de la verdad, de las decisiones que hacen a los seres humanos ser lo que son, entes libres, racionales y principalmente con ética, capaces de embarcarse en posiciones trascendentales que los diferencien del barro y del limo del cual vinimos.
Venezuela encara una verdad que todos conocíamos desde hace mucho tiempo y sobre la cual nos hacíamos “los chinos”, nuestro país se había convertido en la cueva del cuento de Alí Babá y los Cuarenta Ladrones; ahora que los tenemos identificados, con sus fotos rodando por el mundo y buscados con recompensas por su captura ¿Qué vamos hacer?      -     saulgodoy@gmail.com




 

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