martes, 23 de noviembre de 2021

Los mercaderes del terror climático

 



Lo que más determina la vulnerabilidad de las diversas naciones a las inundaciones depende sobre todo de si tienen o no sistemas modernos de control de aguas e inundaciones, como mi ciudad natal de Berkeley, en California, o, al contrario, como el Congo.  Cuando un huracán golpea Florida, puede que no mate a nadie, pero cuando esa misma tormenta azota Haití, pueden morir miles de personas instantáneamente ahogadas y posteriormente a causa de epidemias como el cólera. La diferencia es que Florida se encuentra en una nación rica, con edificios y carreteras reforzadas, pronósticos meteorológicos avanzados y gestión de emergencias. Haití, por el contrario, es una nación pobre que carece de infraestructuras y sistemas modernos.

 Michael Shellemberger, No hay apocalipsis, 2020

 

Los catastrofistas son una secta dura de roer, no se conforman con evidencias ni estudios científicos, no responden al sentido común, consumen la data que le proporcionan los expertos y la convierten en argumentos para el fin del mundo, ése que para todos ellos, está a la vuelta de la esquina, y esta actitud de urgencia ante el desastre inminente es el combustible para el pánico mundial, que alientan en masivas marchas, protestas y debates televisivos, donde en episodios de histeria, concluyen que el cielo se cae en pedazos sobre nuestras cabezas.

El pánico desatado sobre el cambio climático es un claro ejemplo de la exitosa estrategia de los grupos extremistas ambientalistas; el miedo es un excelente propulsor de la opinión pública, entre otras cosas, porque no permite pensar, basta algunos memes bien colocados, algunos “influencers” apropiados, como artistas de Hollywood, rockeros, políticos populistas de cartel, una agenda progresista y socialista y una buena bolsa de dinero financiando eventos globales, para que la gente, actuando en su condición de “rebaño inmunizado”, piense que, efectivamente, nuestros días están contados… a menos que hagamos lo que ellos dicen.

Y en esencia, ¿Cuál es el mensaje de esos ambientalistas en los últimos días? Pues, es sencillo, “Sólo el comunismo salva”, la destrucción del planeta está ocurriendo porque el sistema capitalista global la está provocando, un sistema de vida basado en el consumismo sin límites, en el derroche de los recursos, en la explotación del trabajo y los trabajadores, en la desigualdad promovida por las diferencias de clases, en el credo empresarial de que el crecimiento no tiene límites, esas y otras son las condiciones que el capitalismo salvaje ha impuesto a la humanidad y que ha provocado esta última y terrible era antropocénica, la destrucción de nuestro planeta por la mano del hombre.

Pero ojo, el mensaje de los comunistas es el mismo desde que Karl Marx le dio forma en el siglo XIX; lo que ha cambiado es el disfraz, ahora los comunistas son postmodernistas, ecologistas, feministas, anticolonialistas, anti patriarcales… en una palabra, antisistema, y al servicio de un comunitarismo globalizado, que propugnan por un gobierno mundial que imponga estilos de vida más “slow” y básicos, donde la competencia por los recursos sea eliminada y, en su lugar, “estados benefactores” se ocupen de proveer lo principal para la sobrevivencia de la gente, para que ésta vegete en paz y en orden, en el lugar que se le asigne.

Pero para vender esta fórmula de la máxima felicidad socialista (especialmente para las élites dominantes) se necesita poner a la gente al borde  de sus asientos, nerviosos y atentos a las instrucciones de personas tan estridentes y radicales como la joven Greta Thunberg, lideresa de los movimientos ecológicos europeos, que se ha dedicado a gritar “¡Fuego!” en cada concentración a la que acude, tal como lo hizo de Davos, donde dijo: «No quiero su esperanza... Quiero que sientan pánico. Quiero que sientan el miedo que yo siento todos los días. Quiero que actúen. Quiero que actúen como lo harían ante una crisis. Quiero que actúen como si la casa estuviera en llamas, porque lo está». O de la socialista norteamericana Alexandría Ocasio-Cortez y su proyecto The Green New Deal, con el que pretende “…asegurar la reparación de las opresiones históricas y actuales de los pueblos indígenas, las comunidades de color, las comunidades migrantes, las comunidades desindustrializadas, las comunidades rurales despobladas, los trabajadores pobres y de rentas bajas, las mujeres, los ancianos, los sintecho, los discapacitados y los jóvenes”, o de la activista boliviana Angélica Navarro Llanos, quien pidió ante el foro climático de la ONU “un plan Marshall para la Tierra”.

Los ambientalistas radicales no se andan por las ramas, la urgencia de nuestra situación climática, según ellos, implica medidas heroicas, cambiar radicalmente la manera como vivimos y trabajamos, rendir nuestras libertades fundamentales por el bien de la colmena, imponer una disciplina y un totalitarismo para cambiar el patrón energético del planeta, detener de un frenazo la civilización tal como la conocemos e imponerle una nueva dirección, hacia la utopía verde comunista, pero hay que hacerlo ya, no hay tiempo que perder.

Conozco personas que han decidido dejar de tener hijos para no contribuir con el inminente desastre, muchos de los niños y jóvenes de hoy, están creciendo bajo la amenaza de que sus vidas se verán truncadas en muy pocos años por un desastre ambiental, que acabará con la vida en la Tierra.

Una buena parte de los argumentos que los socialistas verdes necesitan para montar su caso viene del llamado Panel intergubernamental sobre el cambio climático (IPCC, en sus siglas en inglés) que es apéndice de la ONU, y que en el año 2007 publicó un reporte que decía que el calentamiento global era causado por las emisiones humanas de carbono exclusivamente, tesis que ya venía promoviendo el ex vicepresidente de los EEUU y ambientalista radical, Al Gore.

El IPCC no es una organización científica que realiza su propia investigación sobre el clima, sino un grupo de “expertos” que se ocupa de hacerle seguimientos a ciertas investigaciones y trabajos publicados, y sobre los cuales, realiza unos reportes que se amoldan a su propia agenda política, para el momento que aparece su resporte sobre el calentamiento global de las pocas voces que se alzaron para cuestionar la legitimidad del IPCC, fue la del presidente de Checoslovaquia para el momento, Klaus Václav, quien dijo: “El IPCC no es una institución científica: es una organización política, una especie de organización no gubernamental de tinte verdoso, no es un foro de científicos neutrales o un grupo balanceado de expertos. Esta gente son científicos politizados que ha llegado a una opinión parcializada en una tarea política.”

Y ha sido luego de este reporte que se ha montado una operación internacional para desarrollar todo un aparato normativo, de impuestos, de regulaciones y control para “salvar el planeta”

Bjorn Lomborg, en su libro, Falsa Alarma (2020) nos dice:

 

Fuentes noticiosas nos refieren “la inminente incineración del planeta” y los analistas sugieren que el calentamiento global puede extinguir a la humanidad en pocas décadas. Recientemente, los medios informaron que la humanidad apenas cuenta con una década para rescatar el planeta, haciendo del año 2030 la fecha tope para salvar la civilización. Por lo que tenemos que transformar radicalmente cada una de las grandes economías para terminar con el consumo de los combustibles fósiles, reducir las emisiones de carbono a cero, y establecer la totalidad de la actividad económica sobre bases renovables. Los niños viven con miedo y hacen filas en la calle para protestar. Los activistas acordonan ciudades y aeropuertos para llamar la atención de que la población de todo el planeta enfrenta “carnicería, muerte y hambrunas”.

 

La tesis fundamental de los ambientalistas apocalípticos es que el hombre arroja anualmente a la atmósfera toneladas de gases invernadero, principalmente producto del consumo de combustibles fósiles, que es la principal fuente de energía en el mundo; esta cantidad de gases (principalmente dióxido de carbono) en una parte son procesados por los océanos y la vegetación, pero una buena parte quedan en la atmósfera produciendo el llamado efecto invernadero, cuya consecuencia más notable es el aumento de la temperatura global.

Mucha gente no entiende lo complejo que resulta calcular una variación de temperatura en una región determinada, hay demasiados factores jugando para que esto ocurra, priorizar unos sobre otros ya introducen factores artificiales, lograr un estimado semanal es una tarea titánica, hacerlo mensual es casi imposible, piense usted en aquellos pronosticadores que pretenden hacerlo anualmente, o peor, calcular con cierto grado de precisión cambios de temperatura en una década, eso es lo que pretenden los ambientalistas apocalípticos.

Este incremento en la temperatura del planeta traerá como consecuencia el derretimiento de los hielos en los polos, una significativa elevación de los océanos, un aumento de las condiciones extremas del clima lo que implica supertormentas, inundaciones, incendios, sequías, igualmente traerán nuevas plagas y epidemias, desaparición masiva de las especies vivientes, imposibilidad de sostener la producción mundial de alimentos, se dispararán migraciones masivas, se multiplicarán los conflictos entre las naciones…

Pero debo advertirles, éstas son meras suposiciones, se trata de un escenario catastrófico soportado, en la mejor de las veces, por proyecciones, modelos computarizados, prospecciones y paranoias, que muchas veces entran en contradicción con los datos científicos que supuestamente apoyan estas visiones de horror, que tienen por detrás, aupándolas, financiándolas  y dándoles todo el apoyo político, grupos interesados en introducir cambios violentos e irreversibles en la manera como nos hemos organizado hasta el momento los humanos.

Los eventos atmosféricos como tormentas, mareas, inundaciones no se salen fuera del comportamiento normal de sus ocurrencias históricas, incluso los incendios, a pesar de su ferocidad y destrucción, no se han incrementado, los deshielos de glaciares se comprenden dentro de patrones geológicos que están dentro de la normalidad.

Son discursos apocalípticos que ya tienen tiempo en el ambiente, pero que han arreciado en el tono y la frecuencia, con el fin de imponerle al mundo una agenda de cambios que tiene un único interés: llevar al poder a unos grupos socialistas que tienen toda la intención de crear una nueva élite mundial de líderes autoritarios y controladores de sus países, con el fin de imponer el modelo comunista, bajo la apariencia de un Nuevo Orden Mundial.

En este grupo hay banqueros, financistas, partidos políticos, personalidades totalitarias que le han apostado a las nuevas tecnologías alternativas, que necesitan cerrarle el paso a la economía basada en el petróleo (incluyendo el carbón y el gas) y le han apostado a las llamadas energías limpias o renovables, que son mucho más costosas e ineficientes que la de los combustibles fósiles, por lo que requieren subvenciones, inversiones y ayudas fiscales de los gobiernos que las promueven, pero que evitan la producción de los gases invernaderos.

En la reunión sobre cambio climático recientemente celebrada en Glasgow, Escocia, por fin sus promotores se dieron cuenta que no bastaba en encarecer los combustibles “sucios”, sino que había que abaratar los “limpios”, y como todo estas conversaciones se basa en políticas impositivas, lo que viene es un alza general en los impuestos para que sea la gente, el pueblo, el que financie el desarrollo tecnológico de los inversiones socialistas.

La tranca de la actividad petrolera en Venezuela, protagonizada por un gobierno comunista, es parte de ese libreto mundial, y es muy lamentable que una buena parte de venezolanos esté de acuerdo y comulgue con esta treta comunista de cancelar “para siempre” al país con las reservas petroleras más grandes del mundo, incluso gente que ha vivido y trabajado buena parte de sus vidas en la industria, y que ahora apuestan a su definitivo cierre, “dejar de ser una economía rentista”- le dicen no sin cierta satisfacción.

Pero esto no será posible, simplemente, porque lo que proponen los ambientalistas radicales y el socialismo internacional es inviable; no hay en el horizonte, a mediano plazo, un sustituto al petróleo, el tercer mundo y los países en vía de desarrollo, que son los que menos deuda ambiental tienen en las cuentas que manejan los del primer mundo, serían los que van a correr con la mayor carga de sacrificios y penas para complacer ese alocado plan.

Ya los precios petroleros se están encareciendo, lo que mitigará su uso desordenado, las tecnologías híbridas en vehículos y maquinarias harán la diferencia en el consumo de estos combustibles, esos horrorosos e ineficientes parques eólicos tendrán que ser rediseñados, los autos eléctricos siguen siendo una solución muy costosa para el mundo, la tecnología de la energía solar todavía está en pañales, de hecho todas las tecnologías de energías alternativas se encuentran en su etapa de incubación, lo que significa, entre otras cosas, que necesitan una enorme cantidad de capital para su desarrollo comercial.

Pero quizás, lo más importante sea que las cuentas de las emisiones de gases y el calentamiento global están muy mal sacada; el CO2 no es el principal enemigo, de hecho, la vida sin carbono sería imposible, nosotros consumimos y transformamos unas 14 toneladas de CO2 durante nuestras vidas, simplemente respirando, las plantas dependen de este gas, para la abundancia de la producción agrícola un incremento del carbono en la atmósfera sería un gran estímulo.

En cuanto al incremento de la temperatura, aún si llegáramos a los 5º Celsius, la vida humana podría continuar con ciertos ajustes, al igual que la vida en el planeta, pero para los agoreros apocalípticos 1.5 º de diferencia es ya el fin del mundo; pero, como hay una agenda, como hay intereses multimillonarios en juego, porque hay una apuesta política muy fuerte, están presionando para que los cambios se produzcan ya, sin ninguna consideración sobre la verdad, y esto tiene consecuencias.

Bjorn Lomborg, nos recuerda:

 

Esta obsesión particular con el cambio climático significa que ahora vamos a gastar billones de dólares en políticas inefectivas y terminemos desperdiciando trillones. Al mismo tiempo, estamos ignorando por un gran margen los más urgentes y más manejables retos. Y estamos asustando a los más jóvenes y ancianos de manera cruel, lo que es no solo incorrecto sino moralmente impropio. Si no le damos un parado a esta actual falsa alarma climática, a pesar de las buenas intenciones, es muy posible que dejemos al mundo mucho peor de lo que ya está.

 

Termino diciéndoles que, en lo personal, sí creo que estamos confrontando un problema de cambio climático, que efectivamente es probable un aumento de la temperatura global y que es muy posible que el hombre y su actividad en el mundo tengan que ver con estos cambios, soy de los que cree que tenemos tiempo para confrontar estos problemas con racionalidad, que no estamos en una urgencia planetaria, pero si nos dejamos llevar por los alarmistas, por la histeria y los comunistas, de seguro vamos a agravar un problema que podemos solucionar con inteligencia y disciplina.

Tengo décadas involucrado en la problemática ambiental, lo cual no me hace un experto, pero he tenido oportunidad de ver el panorama completo y debo admitir que el ambiente, como muchos otros temas que conciernen a la humanidad, está enormemente influenciado por la ideología; las tormentas, las sequías, los incendios, los deshielos que está experimentando el planeta tienen causas complejas, difíciles de resumir en un modelo o proyección computarizada, cuando hablamos de fenómenos globales, nos estamos refiriendo a enormes y monumentales eventos donde concurren multitud de factores, algunos conocidos y otros no.

De las cosas que si he aprendido en mi actividad conservacionista es que los problemas ambientales tienen utilidad política y son utilizados para esos fines, la comunidad científica no está ajena a estas influencias y puede ser manipulada sobre todo en asuntos donde está involucrado un tiempo geológico, que supera con mucho al tiempo humano; nuestro planeta tiene su historia climática, y si bien es cierto que los humanos hemos introducido elementos que no estaban presentes anteriormente en su funcionamiento, desconocemos hasta el momento el poder de adaptación, rescilencia y soporte del planeta.

Podemos adaptarnos a los cambios, tenemos una gran herramienta que es la tecnología que nos permite en gran medida corregir los problemas creados, pero no podemos permitirnos volvernos locos ni dejarnos llevar por el miedo, lo que más necesitamos en estos tiempos de incertidumbre, es calma y cordura.   -    saulgodoy@gmail.com

 

 

 

 

 

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