jueves, 9 de diciembre de 2021

Bob Hope, comediante



 A la memoria de Vicente Godoy.

 Cuando vine al mundo en 1953, ya Bob Hope era una figura consolidada del espectáculo, tenía ya cuatro décadas incursionando en las tablas, con los espectáculos de vaudeville, donde cantaba, bailaba, hacía chistes y personificaba figuras públicas, había sido un éxito en Broadway con algunas comedias y musicales, para ese año ya era la voz radial más popular e importante de los EEUU, con un programa de variedades que se llamaba La Hora Pepsodent, todos los martes en la noche por NBC, ya había filmado sus películas de aventuras con Bing Crosby (entre ellas la de Marruecos y la de Singapur) y que se habían convertido en las películas más taquilleras de Hollywood, era la figura predominante de la USO, una organización sin fines de lucro que montaba el entretenimiento de las tropas norteamericanas en el extranjero, luego de la Segunda Guerra Mundial donde tuvo que viajar por los teatros bélicos de Europa y el Pacífico, ahora le tocaba ir a Corea y muy pronto lo haría en Vietnam y luego en la Guerra del Desierto, a Irak.

Cuando niño, lo que pude ver en televisión a blanco y negro fueron algunas de sus películas, no muchas, pero igual que me pasaba con Los Tres Chiflados, El Gordo y el flaco, Abbot y Costello y Lucie Ball, verlos en pantalla me desternillaba de la risa, guardo muy buenos recuerdos de aquellos momentos.

Siempre me pareció que Bob Hope era un personaje muy cómico, tenía unas facciones muy graciosas y su interpretación eran siempre la del chico de la ciudad, voluntarioso pero cobarde, enamoradizo pero nada sutil, muy vivo pero poco inteligente, rápido de mente pero muy confuso, tenía un porte elegante y sabía moverse… los ingredientes perfectos para meterlo siempre en problemas, que por lo general eran en lugares exóticos y con culturas diferentes, y que gracias a su suerte y esa manera urbana de ver la vida, podía salir de complicados trances sin necesidad de usar la violencia.

Las películas que hizo junto al conocido cantante Bing Cosby, trataban sobre la amistad de estos dos aventureros siempre enredados en asuntos de faldas, compitiendo entre ellos, huyendo de situaciones que comprometían la libertad de ambos (por lo general compromisos matrimoniales) en una escena típica, Bob convida a Bing a que lo siga para huir de un embrollo, atravesando un terreno lleno de peligros “…sígueme, pero tu ve adelante” le dice.

Cuando tuve la oportunidad de vivir en USA, una de las cosas que hice fue investigar sobre la vida de Bob Hope y coleccionar lo que consiguiera de su trabajo, coleccioné sus películas, sus programas de televisión y sus audios de radio, me leí todos los libros que encontraba sobre él… fue cuando me enteré de que mi admirado Bob Hope tenía una faceta oscura y oculta, algunas de estas informaciones y opiniones lo ubicaban entre grupos de conspiradores, de espionaje de estado, e incluso lo identificaban como uno de esos seres reptilianos, híbridos entre humanos y extraterrestres; fue un duro golpe para un admirador como yo encontrarme con esta información que lo retrataba como el propio demonio, me costó asimilarla, fue tiempo después que pude integrarla en uno de los personajes más interesantes y complejos de la historia del entretenimiento.

Y porque es navidad y me propongo a hacer de lo que queda del mes algo ligero y alegre, no les voy a contar sobre ese lado horrible de Bob Hope que encontré en algunos círculos de iniciados; si reúno el estómago y la voluntad suficiente, en algún momento del próximo año les contaré esa otra historia de un verdadero Dr. Jekill y Mr. Hide, pero esta historia que están leyendo es su leyenda dorada, la historia que me hubiera gustado preservar de mis recuerdos de infancia, del comediante que admiraba y que me hizo pasar tan gratos momentos, y que es la versión para el consumo popular en los EEUU.

Varios aspectos de su vida que en un rápido boceto nos pintan al personaje, para finales de los años cincuenta y principio de los sesenta era uno de los hombres más ricos en los EEUU, no solo fue uno de los artistas mejores pagados de la industria del entretenimiento, sino que sus inversiones en bienes raíces pronto lo llevaron a ser la persona privada con más propiedades en el estado de California, su olfato para los negocios, sus contactos y el dinero que ganaba, lo invertía en las propiedades más valiosas, sobre todo al sur de California, que revendía con enormes ganancias a empresas de desarrollo urbano.

Esto no fue de gratis, se trataba sin duda de uno de los hombres más ocupados de su tiempo, no solo en su línea de trabajo como cómico sino como presentador de eventos nacionales e internacionales, fue el anfitrión de los premios Oscar de la Academia con más apariciones en la historia de este premio,  William Faulkner, es famosos escritor y premio Nobel de literatura, que se lo encontraba a cada momento en los aeropuertos viajando por sus compromisos laborales, dijo de Bob Hope que era el trabajador más insigne que había conocido.

Sus programas navideños batieron el record de los más vistos en el mundo, en una ocasión condujo un telemaratón para recaudar fondos, y bajo su batuta recogió en un solo día, 70 millones de dólares para la construcción de un hospital para niños, no hubo profesional que hiciera más por popularizar el deporte del golf en el mundo, que Bob Hope, jugó con los mejores de su tiempo en los greens  más espectaculares del planeta, entre sus logros se incluye la creación de una liga de golfistas ciegos (no es broma).

Era uno de los hombres de relaciones públicas mejor conectados del mundo político, presidentes, congresistas, gobernadores, jefes policiales, militares de alta jerarquía atendían sus llamadas, los industriales e intelectuales más importantes lo invitaban a sus reuniones, el mismísimo Henry Kissinger mientras fue Secretario del Departamento de Estado decía que la agenda personal de Bob Hope valía oro en polvo, allí estaban los teléfonos de la gente que movía el mundo.

Fue uno de los civiles más condecorados y honrado por países e instituciones, los británicos le dieron sus más altas honores, igual que en Norteamérica, fue investido por las ordenes laicas más importantes de los jesuitas y por el Vaticano, recibió decenas de títulos honorarios de universidades y academias (Según el libro Guiness de los Records, fueron 54 doctorados honorarios) y en el plano de los reconocimientos por su labor humanitaria no ha tenido competencia, si bien es cierto nunca ganó un Oscar por su actuación, sí recibió dos premios por su carrera cinematográfica, dos premios especiales de la Academia y una quinta estatuilla por su labor humanitaria.

Aunque ya para los años 70 su carrera artística estaba en pleno declive, su figura y reputación crecían y fue honrado como pocas figuras públicas en los EEUU, un importante aeropuerto lleva su nombre, varios barcos de guerra, escuelas, bibliotecas, parques, avenidas. Bob Hope murió a los cien años de edad en el 2003.

 

Aunque Leslie Townes Hope nació en Inglaterra, de muy pequeño se vino a América con su familia, terminaron viviendo en uno de los barrios pobres de Cleveland, su padre era un maestro masón (picapedrero, especializado en catedrales y monasterios), joven todavía le gustaba imitar al genio de la comedia en las películas mudas, Charlie Chaplin a quien décadas más tarde conoció en persona y reconoció en él, a un cómico con un muy buen sentido del tiempo.

Este rasgo que Chaplin detectó en Bob Hope es de suma importancia para las presentaciones en vivo de un cómico, y es algo que solo se aprende confrontando a la audiencia, afortunadamente para los “stand up comics” que nuestros día, Bob dejó en muchas de sus entrevistas, presentaciones y biografías un rastro de migas de pan, consejos y técnicas que aprendió en el oficio sobre cómo manejar al público, manejar el silencio, crear expectativas, calcular los tiempos de reacción de la audiencia, crear los espacios de comprensión de los chistes, manejar los dobles y hasta triples sentidos de algunas bromas, entradas y salidas, introducciones y hasta como convertir un mal chiste en uno que haga reír.

Bob Hope era un profesional en todo el sentido de la palabra, aprovechaba cada momento poniendo a prueba sus experimentos con el humor y el manejo de su público, cuando podía practicaba dos y tres veces para saber que bromas servían, que gestos ayudaban, sabía “calentar” un auditorio, llevarlo a la euforia y arrancarle aplausos que no merecía, podía enfrentar el rechazo de su audiencia y esto no solo con público en vivo, sino también por medio del micrófono y luego, ante las cámaras, sabía muy bien que funcionaba en las tablas, en los estudios de grabación y en los sets cinematográficos.

De muy joven estudió con los mejores maestros del canto y del baile, en los teatros de la calle, bailó “tap” como un negro y no tenía rival dando los pasos de un “continental” vestido de frack, cantaba villancicos como un ángel y no se amilanaba cuando acompañaba al “Rat Pack” en números en las Vegas, compositores como Cole Porter e Ira Gershwin le escribieron éxitos discográficos memorables, sus diálogos y actuaciones junto a Bing Crosby se hicieron tan naturales, que mucha gente creía que los actores improvisaban en algunas escenas, pero todo estaba fríamente calculado al detalle, para lograr esa naturalidad mágica que se veía en pantalla.

Bob Hope desarrolló la técnica de ametrallar al público con chistes contados a toda velocidad, donde iban muchos malos y pocos buenos, y la gente no paraba de reír, fue pionero en comentar sucesos del día en introducciones cómicas cargadas de crítica política, era un maestro en contar chistes de doble y triple sentido y esperar en silencio que el público lo captara, se les quedaba mirando hasta que reaccionaban en carcajadas estruendosas, eran segundos que ponían a directores y productores con los nervios de punta.

Cuando sus chistes no llegaban a su auditorio convertía aquel silencio en una crítica pícara a su persona o a los productores y los hacía reír, técnica que luego sería usual en presentadores de televisión como Johnny Carson, su gestualidad y confianza en su persona como conductor de eventos fue copiada por maestros de ceremonias como Dick Cavett; fue un experto en hacer de accidentes, situaciones inesperadas, de sus errores y fracasos en el escenario instrumentos de humor que retomaban el ritmo de los shows como si estuvieran en el libreto, “Al público hay que demostrarle quien está en control… y tratarlos como amigos de toda la vida” acostumbraba a decir al enfrentar estadios llenos de gente.

Como todo los grandes artistas de su generación fue un sobreviviente, tuvo que luchar duro y desde muy temprano por llevar comida a su casa, hizo de todo, hasta fue boxeador amateur y competía en gimnasios locales, en su libro Bob Hope, su propia historia, tal como le fue referida a Pete Martin (1963) recuerda: “Yo era el único boxeador en la historia de Cleveland que tenía que ser cargado por otros para salir y entrar al rin”.

A los 19 años se pudo comprar su primer smoking (de segunda mano) y publicitarse en la revista del espectáculo Variety con un pequeñísimo anuncio clasificado, anunciando que se dedicaba a entretener reuniones, rematando con la frase “tengo smoking y estoy dispuesto a viajar” lo que significaba que estaba listo para atender reuniones de cualquier tipo, cumpleaños, graduaciones, bodas, aniversarios… donde fuera, y que podía cantar, bailar, contar historias y hacerlo con mucha clase.

Muy pronto se incorporó a diferentes grupos de artistas con quienes compartía presentaciones que apenas pagaban por su manutención, compartía escenarios con payasos, malabaristas, animales y sus entrenadores, cómicos, cantantes y bailarines, iban de ciudad en ciudad viajando como si fueran un circo y presentándose en teatros de mala muerte con un público bastante rudo.

A fuerza de constancia y preparación se fue destacando como cantante y bailarín hasta que un día el dueño del local le pidió, al final de la función, que saliera y le informara al público el programa que tenían preparado para el día siguiente.

Aprovechó para contar algunos chistes que tenía preparados, hizo algunos comentarios graciosos y al público le gustó, el dueño del local lo contrató para que cerrara las funciones y no pasó mucho tiempo antes de que un agente artístico lo entrevistara.

Poco a poco fue surgiendo contratado para integrar equipo con otros artistas y haciendo diferentes rutinas, se cambió el nombre de Leslie por Bob, minimizó el canto y el baile y se concentró en los comentarios graciosos y los chistes, e hizo algo que le dio una gran ventaja, contrató a un equipo de escritores para que estuvieran creando diálogos, comentarios y chistes, fue una costumbre que perduró durante su carrera y llegó a tener hasta ocho escritores creando para sus rutinas.

Al cabo de pocos años estaba actuando en Broadway en papeles secundarios y ganando suficiente dinero, tenía todo lo necesario para triunfar en las comedias, bailaba bien, tenía buena voz, era gracioso y muy inteligente.

Su gran oportunidad vino en 1932 cuando interpretó Ballihoo of 1932, un show de variedades donde destacó por su capacidad de improvisación sobre un libreto flojo y sin sustancia, sus comentarios y chistes ganaron al público y a los críticos, inmediatamente los cazatalentos lo andaban buscando.

En 1934 actuó en la obra Roberta, allí conoció a su futura esposa y compañera de toda la vida, la también cantante Dolores Reade, la obra era mucho más sofisticada que las anteriores y fue un éxito de taquilla, su nombres estaba en la boca de algunos productores hasta que le llegó su oportunidad de brillar por cuenta propia, el investigador Alan Gevinson, de la Biblioteca del Congreso, en su recuento del homenaje que le hicieron a Bob Hope en el Club Nacional de la Prensa en 1980, recuerda:

 

Bob logró un papel en el espectáculo de Ziegfeld Follies de 1936, recordando aquellos espectáculos de Ziegfeld de años anteriores que reproducía una época  esplendorosa. Los hermanos Shubert fueron los productores junto con Billie Burke, la viuda del gran Florenz Ziegfeld, el show estaba dirigido nada menos que por Vicent Minnelli, la coreografía era de George Balanchine, la música de Vernon Duke, las letras de las canciones de Ira Gershwin… el reparto estelar incluían a Fanny Brice, Gertrude Niesen, Josephine Baker, Edgar Bergen y Charles McCarthy… Hope le cantó la canción I Can´t Get Started a Eve Arden, que tuvo la suerte de convertirse en el hit de la obra.

 

Dos cosas ocurrieron casi simultáneamente, el interés de la radio por un conductor con todas las habilidades de un Bob Hope, y la necesidad de sangre nueva para las producciones de los estudios Paramaount, de Hollywood, sobre todo, talentos para sus comedias, y Bob cazó estos dos pájaros en el aire y con un solo disparo.

Para 1938 Bob Hope ya era una de las principales celebridades de los medios norteamericanos, sus películas eran un éxito de taquilla y su programa de radio el más escuchado en el país, con una audiencia de más de 23 millones de seguidores, de modo que, cuando en 1940 la USO buscó la persona indicada para convertirla en el anfitrión de sus espectáculos para las tropas estacionadas en los frentes de guerra, Bob Hope calzaba el molde a la perfección.

Fue uno de los trabajos mejor pagados de su tiempo, pero conllevaba igualmente grandes riesgos y un ritmo de trabajo agotador, empezando por los viajes a regiones inhóspitas y no siempre en las mejores condiciones, el troupe de artistas que lo acompañaba era trasladado en aviones militares, en barcos de guerra, muchas veces en condiciones mínimas de seguridad, con ataques alemanes a las bases donde se producían los shows, o con cero visibilidad al aproximarse a las pistas en las islas en el pacífico.

23 personas pertenecientes al elenco y al equipo de producción, perecieron en diversos accidentes durante los cincuenta años de estos tours a las bases militares; en Vietnam los comunistas volaron el hotel donde estaba llegando el equipo, no hubo sobrevivientes, afortunadamente Bob y su gente llegaron retrasados por media hora y se salvaron, “A los que no le gusta mi show siempre andan tras de mí” declaró a la prensa.

Pero el tiempo es implacable, y con la edad se pierde la energía y para un cómico, la energía lo es todo, el humor sin energía se transforma en tragedia y produce lástima, lo cual es fatal para un comediante, luego de cumplir los 70 años Bob empieza a declinar, pierde su ventaja como innovador, ya no es gracioso, solo le quedan los honores y los recuerdos.

El periodista Adam Gopnik escribió un interesante artículo sobre la carrera de Bob Hope para la revista The Newyorker, titulado La Fábrica de Risas (2014) en el mismo dice:

 

Cuando Groucho hizo su última aparición en el Carnagie Hall, sus comentarios eran frágiles, pero sus canciones (“Show Me a Rose”) eran bellas. De las apariciones que sobrevivían de Bob Hope, eran sus canciones las más recordadas y parecían muy puras. A parte de las canciones de Cole Porter, Hope tenía dos hermosas baladas escritas especialmente para él: “Two Sleepy People” de Frank Loesser y “Thanks for the Memory” de Leo Robin, que era el tema que identificaba a Hope.  Ya en una fecha tan avanzada como 1985, cuando cantaba la versión especial hecha para Navidades, Hope parecía volver a la vida mientras la cantaba: a pesar de que su cuerpo se veía anciano, atrapado en el momento, su voz todavía se elevaba en aquellos ritmos que conjuraban otra vez aquel joven comediante, el cantante y bailarín que una vez deslumbró a Broadway. Solo por eso, habría que quererlo aunque fuera un poco.

 

saulgodoy@gmail.com

 

 

 

  

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