A todos mis
lectores, que tengan una Feliz Navidad
Tuve durante mucho tiempo un vacío de información que me
hizo ver el chamanismo como un producto autóctono de América, creía, en mi
ignorancia, que los chamanes solamente existían en nuestro continente, estaba
muy marcado por los chamanes de la bahía de Baffin en tierra de los esquimales,
los yanomami en Venezuela y Brasil, por el yaqui Don Juan en el desierto de
Sonora, por los recolectores de hongos de Palenque, los curanderos apaches, los
brujos Jíbaros de las selvas ecuatorianas, las machi de los mapuches en la Tierra del Fuego (América toda es
tierra de chamanes, eso es un hecho).
No fue sino a finales de siglo que caí en cuanta lo
equivocado que estaba, descubrir que los primeros chamanes pertenecían a la
región del sub-ártico, a las tribus tungus de los pueblos uralaltaicos, en lo
que hoy es la Rusia siberiana, fue una sorpresa inesperada, a este respecto nos
informa el sabio mexicano, Roberto Martínez Gonzáles, en su imperdible ensayo, El Chamanismo y la coporalización del
chamán, 2009:
La
primera descripción de una sesión chamánica de la que se tiene noticia proviene
de las observaciones que, hacia 1557, hizo el viajero inglés Richard Johnson
entre los samoyedo. Sin embargo, no fue sino hasta 1661 que, con el relato del
exilio en Siberia de Avvakum Petrovich, comenzó a popularizarse en occidente el
término chamán. En los siguientes dos siglos observamos una serie de cambios
semánticos radicales que llevaron a dicho vocablo del lado de lo demoniaco al
de la charlatanería, y después al de la locura, de poseído por el diablo pasó a
truquero y luego a histérico, epiléptico o psicótico. El caso es que, aunque ya
había suscitado gran interés entre los intelectuales de los siglos XVII y
XVIII, para fines del siglo XIX, “chamán” seguía sin tener una definición
precisa, sin embargo, ya era usado de manera profusa en los cinco continentes.
En los textos de inicios del siglo xx, “chamanismo” se encuentra vinculado a lo
primitivo y la idea de un contacto directo con los espíritus.
Esta revelación me hizo sumergirme en la historia del
chamanismo en Asia y me encontré con una antigua tradición en India, Nepal,
Tíbet, China, Corea, Malasia y por supuesto en Rusia, donde, por cierto, el
régimen comunista persiguió duramente al chamanismo hasta casi extinguirlo por
considerarlo contrario a la ideología imperante, y una superstición que estaba
en la obligación de suprimir, esta persecución y eliminación de los chamanes lo
que hizo fue crear problemas graves en las tribus y pueblos del interior, la
vida comunitaria se hizo conflictiva y muchas de estas etnias, al no contar con
sus propios controles sociales y por la influencia del alcohol y la violencia,
casi desaparecen, el caso de los mongoles es uno de los más estudiados.
Y en esta tarea inmensa y difícil de precisar el concepto
del chamanismo, para poder estudiarlo con propiedad y diferenciarlo de
otrostipos de prácticas religiosas, fue sin duda gracias al erudito Mircea
Elíade, natural de Bulgaria, quien quizás, sin saberlo, estaba construyendo una
categoría distinta en el inmenso árbol
del conocimiento antropológico-religioso, categoría ésta que no estaba exenta
de impurezas, errores, vacíos, pero que por décadas sirvió para encaminar las
investigaciones sobre la espiritualidad de las sociedades primitivas.
Lo que Mircea intentó en su obra: El Chamanismo, técnicas arcaicas para el éxtasis (1964), no fue
otra cosa que una especie de Teoría General del Chamanismo, tomó de diversos
estudios antropológicos y etnográficos ejemplos de la intervención de ciertos
operadores espirituales que no necesariamente eran sacerdotes o iluminados, y
que tenían que ver más con el alivio de dolencias, curación asuntos del alma,
aunque esto no quitaba que algunos prácticos estuvieran involucrados en cambiar
el estado del tiempo, aumentar las cosechas o invocar el espíritu de animales
que servían de alimento a la tribu… los chamanes eran individuos que lidiaban con
ciertos comportamientos desviados, desequilibrios, traumas y que afectaban el
orden en la tribu, con espíritus demoníacos fuera de control, y almas perdidas
que necesitaban de orientación en otros planos de existencia.
Es de allí que su actividad se solapa muchas veces con la
magia y que su rol se confunda con el brujo, el sabio Max Weber cuando
analizaba a las sociedades primitivas destacaba el papel que jugaban estos
hierofantes en normalizar los tratos y relaciones dentro de los clanes, sobre
todo en el trato con lo desconocido y los misterios.
Eran más bien técnicos de reparación espiritual de
necesitaban de un aprendizaje, de unos ritos de iniciación y tenían ciertas
características que los hacían diferentes al resto, empezando por los sueños
premonitorios que los asaltaban, por la capacidad que tenían de que sus almas
abandonaran su cuerpo y viajaran para solucionar problemas en otros mundos, por
sus artes curativas de dolencias físicas, y para ello se involucraban en
ciertos ritos, preparación de medicinas, conjuros, además de ser los custodios
de la memoria de su pueblo.
El reconocido antropólogo francés y uno de los fundadores
del estructuralismo, Claude Levy-Strauss, mencionaba a los chamanes de la tribu
como las personas que proveían a los enfermos del lenguaje preciso de los males
que los aquejaban, sin ellos era imposible saber de sus dolencias y síntomas,
eran por medio del chamán que expresaban sus dolencias.
Pero a medida que los estudios de la antropología van
evolucionando, se especializan, y aparecen nuevas técnicas y conocimientos,
este intento de teoría general del chamanismo propugnada por Mircea fue
perdiendo sustento, aparece lo que podríamos llamar una Teoría Crítica del
Chamanismo, y se inicia una revisión completa de los conceptos tenidos por
ciertos hasta el momento, sobre todo de las disciplinas asociadas a la
psiquiatría y a la neurobiología.
Uno de los problemas fue que el chamanismo se escapa de
los ámbitos académicos y científicos y gracias a personajes como el autor
Carlos Castaneda, se populariza, y entre de sopetón en esa corriente religiosa
de la Nueva Era, donde queda transformado en una especie de instrumental de
auto-ayuda, de modo que no es extraño encontrar en cualquier librería manuales
de cómo convertirnos en chamanes en 10 rápidas lecciones; el chamanismo es muy
popular para quienes gustan explorar estados mentales alterados, que involucran
ritos donde se usan drogas psicotrópicas, lo encontramos en grupos que indagan
en las lecturas del porvenir y que gustan de estilos de vida amistosos con el
ambiente.
El chamanismo se ha convertido en una de las más
atractivas formas de curación y alivio de dolencias fuera de los círculos de la
medicina alopática, es utilizado como herramienta terapéutica en grupos para
manejar tragedias y traumas, y estoy hablando de países altamente desarrollados
como Noruega, Inglaterra, los Estados Unidos, no digamos nada de los países
asiáticos, de China y Rusia, donde hay un verdadero redescubrimiento de estos
conocimientos ancestrales.
El caso de Noruega es muy interesante, es notable la
influencia del movimiento chamanista norteamericano que desde los años 60 del
pasado siglo ha elaborado un abundante material de observaciones antropológicas
sobre los indios de las praderas, sobre estas creencias y propulsado por las
corrientes del New Age, se han elaborado
toda una serie de creencias y folklore que
tratan de ayudar a las personas y a las comunidades a encontrar cierto
equilibrio en sus vidas, se escribieron obras como la de Michael Harner, The way of the Shaman, que se hicieron
muy populares y le daban un carácter universal al fenómeno del chamanismo.
Impulsados por estos precursores, los noruegos buscaron
en su propio folklore las raíces de un chamanismo autóctono, y lo encontraron
en los pueblos lapones y otras comunidades originarias, y surgió un
renacimiento de prácticas que en muchos pueblos noruegos y durante sus ferias
agrarias en el interior del país tenían gran acogida.
En el 2012 el gobierno de Noruega aprobó al chamanismo
como una de las religiones oficiales del país y hoy es una pujante área de
servicios y empresas que ofrecen una gama de productos, pero esto no sucedió
sin que se dieran unos interesantes y difíciles debates sobre lo que era
religión, y si el chamanismo podía ser considerado una religión o una mera
técnica, tal y como lo proponía Mircea Elíade.
En su estudio seminal titulado: El Chamanismo como la neuroteología original (2004), del profesor
Michael Winkelman, de la Universidad de Arizona, precisa aún más el concepto de
chamanismo enumerando sus características más notables:
Busca el éxtasis, como una experiencia de estado alterado
de conciencia en viajes espirituales o travesías del alma. Usan los cantos, la
música, tocan el tambor y bailan. Desarrollan facultades adivinatorias, de
diagnosis y profecías. Por medio de estados alterados de conciencia, utilizando
visiones, pueden experimentar renacimientos y experiencias cercanas a la
muerte. Logran establecer relaciones con entes espirituales para sus procesos. Pueden
detectar la introducción de objetos dañinos o ataques espirituales por parte de
brujos. Ejercen influencia sobre procesos terapéuticos del alma o de los
espíritus de animales. Pueden controlar los espíritus animales y convertirse en
ellos. Poseen un liderazgo carismático en su comunidad. Son capaces de hacer
daño por medio de la magia. Ayudan a los cazadores a encontrar a sus presas.
Pero quizás uno de los puntos principales que Winkelman
trae a colación es la importancia del arte rupestre en las cavernas y cuevas, y
como la actividad chamánica generó esta importante manifestación, tanto en las
representaciones artísticas del hombre primitivo, como en las funciones que
esas pinturas y dibujos tenían, y los ritos que se hacían en su entorno, todo
el temprano paleolítico superior estuvo marcado por estas importantes
actividades que unían al grupo humano y ponía en relieve las necesidades
grupales.
Durante los años ochenta, el arqueólogo David Lewis-
Williams propuso un marco de comprensión chamánica para tratar de entender el
significado del arte rupestre que se encontraba en las montañas de Drakensberg,
en Suráfrica, para ello, aplicó el conocimiento etnográfico obtenido hasta el
momento de los chamanes que operaban en la región del Kalahari, unos chamanes
bien especializados en la consecución de la lluvia, seguimiento de manadas de
animales y relación con una densidad específica de habitantes en el territorio,
de esto se deriva una cosmología, que aunada a las narrativas existentes y
recogidas por investigadores desde el siglo XIX, dieron como resultado el marco
de análisis conceptual conocido como el Lewis-Williams, que se hizo famoso.
El problema es que este marco de análisis que se ha
venido utilizando para descifrar significados, en especial la “metáfora del
trance”, el método Lewis-Williams se hizo herramienta común en el estudio del
arte rupestre en otras regiones del mundo, se duda, pueda ser confiable en el
análisis de petroglifos en Mesoamérica, o en las riveras del Orinoco, o aún, en
la misma Siberia, pues aunque el chamanismo conserva algunas características
válidas en el mundo, hay otras que varían de manera fundamental.
Pero aún hay otro problema, y es la distancia cronológica
de cuando este arte fue creado, en aquellos tiempos las condiciones del
terreno, del ambiente y aún las humanas han podido ser otras muy diferentes, y
el chamanismo ha probado ser una práctica adaptable y con tendencia a los
cambios.
Hay otros puntos controversiales que no han sido
resueltos, uno de ellos es la insistente versión de que los chamanes en general
muestran un comportamiento anormal al resto de la tribu, una importante
cantidad de observadores han distinguido en estos individuos claras señales de
neurosis, esquizofrenias y otros desordenes psicóticos, algunos han sido
diagnosticados con epilepsia, otros, como es el caso de los chamanes en pueblos
esquimales, presentan signos inequívocos de la llamada histeria ártica; en el
momento que estos chamanes buscan un estado de excitación máxima provocados por
la danza o la música, o una combinación de ambos, entran en un paroxismo en el
que ocurren la mayor parte de sus viajes al mundo de la muerte o de los sueños.
Según algunos estudiosos, entre ellos Homayun Sidky del Departamento
de Antropología, de la Miami University, el problema fundamental de la
aproximación de Mircea Elíade, que a pesar de sus detractores, sigue siendo un
trabajo referencial sobre el tema, de
acuerdo a las críticas su enfoque era exclusivamente dentro de la historia de
la religión, el material sobre el cual basó sus alegatos no era confiable, su
argumentación se extralimitó de la información que tenía disponible, él como
profesional, nunca hizo trabajo de campo en las regiones sobre las que basaba
sus observaciones, pero tanto su obra, como la reputación sobre su rigor
científico de su trabajo excedieron los
límites de la prudencia, y es hoy cuando se está en plena revisión de la
verdadera naturaleza del chamanismo.
El chamanismo tiene hoy en día diversas connotaciones, en
su libro, El retorno de los chamanes
(2015), sobre la política actual en Europa, el español Victor Lapuente se
refiere como chamanes a los políticos habladores, que utilizan la retórica
política para embaucar a sus constituyentes en modelos del estado bienestar, en
políticas ineficientes, ineficaces e inequitativas, los chamanes son para
Lapuente quienes controlan la retórica política de un país, que ofrecen una
explicación sobre los problemas que nos afectan a todos pero su receta es la
utilización del estado en políticas interventoras, invasivas, grandes y
costosas que asfixian al pueblo.
En lo personal y sobre el caso de mi país, Venezuela,
creo que lo que estamos necesitando en este preciso momento histórico es,
justamente, un chamán, un reparador del alma nacional, alguien quien nos cure
de incurrir en tantos desaciertos y errores, alguien que sueñe y nos diga como
sortear el camino hacia un futuro posible y equilibrado, ya tenemos abundante
habladores de “paja” y ladrones que nos han robado el sueño y la esperanza, mi
idea de un chamán para el país es mucho más vital e íntegro que el concepto de
Lapuente, y creo que en esto va mucha de las tradiciones que diferencian a
Europa de América.
No quiero terminar sin referirme a un libro que leí este
año de la escritora rusa, Olga Kharitidi, El
Círculo de los Chamanes, que viene muy a propósito del tema que estamos
tratando, la Dra, Kharitidi es una psiquiatra al servicio del estado y que
trabajaba en el hospital psiquiátrico de Novosibirsk en la Siberia profunda,
una ciudad dormitorio para trabajadores de la industria pesada, grande,
congestionada y fea; el destino fue generoso con esta mujer, que gracias a éste
libro se convirtió en una de las estrellas literarias de Rusia, hoy, una autora
de bestsellers de fama internacional,
invitada a los programas de televisión más prestigiosos del orbe.
Este libro que la catapultó al éxito es, precisamente, su
relato de uno de los casos más extraños en su carrera diagnosticando y curando
pacientes con problemas mentales; tratando de ayudar a un paciente y a una
amiga, acepta asistir a una curación chamánica en las agrestes montañas de
Altai, uno de los lugares más inhóspitos del planeta, con unos vetustos bosques
donde moran osos y lobos salvajes, lejos de todo vestigio de civilización y de temperaturas
extremas.
Allí es testigo de una de varias curaciones y eventos que
sacuden toda su formación científica y materialista, y recobra para ella el
sentido milagroso de la vida; Kharitidi escribe muy bien, cuando menos su
traducción al castellano fue hecha con cuidado y buen gusto, me imagino que si
Gabriel García Márquez hubiera escrito algo sobre Siberia, sería algo muy por
el estilo.
Si quieren una lectura entretenida e informada sobre el
tema que estamos tratando en este artículo, el libro de la Dra. Kharitidi se
consigue en las buenas librerías y con cierto esmero, en internet; que tengan
todos unas felices fiestas navideñas, y cuídense del omicrón (y de la omicrona)
que anda por allí. - saulgodoy@gmail.com
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