“El único recurso
que tiene una nación, cuando sus instituciones son destruidas, la tierra
invadida, y cuando hay que escoger entre la vida y la muerte, es retornar al
pasado. Esta sería la responsabilidad de aquellos que deben dar las directivas
y buscar programas de acción”.
Paul de Man,
1940, Periodismo de Guerra.
Para el mes de
Mayo de 1940 el Rey Leopoldo III de Bélgica rinde su ejército ante el avance de
las fuerzas de ocupación Nazi; en ese momento trabajaba en el principal
periódico de Bruselas, Le Soir, como
periodista en temas culturales, principalmente música y literatura, un inquieto
joven de nombre Paul de Man (1919-1983).
El muchacho era sobrino de Hendrik de Man, jefe del
partido de los trabajadores de Bélgica, un marxista convencido y un pacifista,
pero que cayó en las redes del nacionalsocialismo y su promesa de llevar a cabo
la esperada revolución socialista en Europa, por medio de un gobierno fuerte y
autoritario. Varios episodios trágicos sacudieron la vida familiar de Paul, de
modo que su tío, sintiéndose responsable por su sobrino, lo tuteló muy de
cerca.
Paul había hecho estudios para seguir una carrera científica,
pero las humanidades le atraían de tal manera que, para el momento de inicio de
nuestro comentario, trabajaba en el periodismo como crítico de arte y hacía
importantes reseñas sobre libros y eventos culturales.
Pero dejemos que sea Keneth Archer, en su artículo sobre
el trabajo periodístico de de Man en la guerra, quien nos ilustre sobre cómo el
joven periodista asumió aquella invasión a su país, en su escrito titulado La ceguera moral de Paul de Man (1989),
cuando nos relata:
El
28 de Octubre sale una ordenanza que requiere que todos los judíos carguen
consigo tarjetas de identificación y se les prohíbe prestar servicio civil como
abogados, maestros, periodistas y se les expulsa de la radio, esta ordenanza se
hacía efectiva a partir del 31 de Diciembre. En vísperas de Navidad, apenas
semanas para que se hiciera efectiva la prohibición, sale el primer artículo de
de Man en Le Soir. Para el 4 de Marzo,
1941, De Man escribió uno de sus más llamativos artículos “Les juifs dans la Litterature actuelle” en el que, después de
apartarse del antisemitismo vulgar, ofrece su propia versión: “Habría mucha esperanza para nuestra
civilización si permitiéramos ser invadidos por una fuerza extranjera sin
ofrecer resistencia. Conservando toda su originalidad y carácter intactos, a
pesar de la influencia Semítica en todos los aspectos en la vida europea, esto
ha demostrado que su naturaleza estaba sana en su centro. Pero además, uno
puede ver que una solución al problema judío que implica la creación de una
colonia judía aislada de Europa, no traería consecuencias deplorables para la
vida literaria del resto de nosotros. Se acabaría, eso sí, los valores
mediocres de algunas personalidades y permitiría, como sucedía en el pasado,
que nos desarrolláramos de acuerdo a nuestros propios principios”.
Éste fue apenas uno de los más de 200 artículos que
escribió de Man entre 1939 y 1943, pero, advierto, su campo de escritura se
circunscribía al arte, de modo que no era un panfletista del antisemitismo,
aunque sí conformó su escritura para la complacencia de sus nuevos amos.
Pero la situación en Bélgica se complica, la resistencia
crece y se hace más violenta, Le Soir
se atreve a llamar a esa resistencia “falso patriotismo”, idea que de Man
apoya; para 1942 ya se ven las señales de una posible derrota para el nazismo
en Europa, sobrevienen la batalla de Stalingrado, la derrota de Rommel en
El-Alamein y las primeras tropas norteamericanas desembarcan en el Norte de
África, la derrota de Hitler era cuestión de tiempo.
Paul otea en el horizonte un cambio en el destino y
renuncia al periódico, se retira a su pueblo natal Antwerp para traducir la
novela Moby Dick, al poco tiempo se
entera que su sucesor fue ejecutado en la calle por la resistencia.
Fue juzgado en Bélgica, junto a otros muchos
colaboradores, pero no fue condenado; lo salvaron testimonios de algunos judíos,
que ayudó a escapar de Bélgica y otros quienes ocultó de los nazis. Después de
la guerra, trató de entrar en el negocio de publicar libros de arte, creó una
empresa, pero abrumado por la deudas en que incurrió y por la falta de mercado,
quebró. En cuanto pudo, tomó sus maletas y se fue a los EEUU, en lo que para
algunos observadores de su vida, fue más una huida; llegó a New York en 1948,
tenía 27 años, se había casado y tuvo tres hijos, pero a su esposa la envió a
Argentina con los niños, la idea era que tuviera la oportunidad de rehacer su
vida, encontrar un empleo estable y luego ellos se reunirían con él en el
norte.
Hay un autor británico, Martin Mcquillian, que se ha
convertido en un experto en la obra de Paul de Man; uno de sus trabajos es una
muy buena introducción a su vida y obra, Paul
de Man (2001), una guía para principiantes sobre este difícil personaje en
el mundo de la crítica literaria, en la misma nos refiere sus pasos en el mundo
académico norteamericano:
Después
de pasar un tiempo trabajando como secretario, crítico freelance, y como profesor de francés, decidió completar su
educación, que fue interrumpida en Bélgica por la guerra. Logró doctorarse en
1960, en la Universidad de Harvard, con una tesis titulada “Mallarmé, Yeats y el problema post-romántico”. Durante este
trabajo toma interés por la filosofía europea del momento (principalmente por
la obra de Martin Heidegger), su estilo crítico parece encontrar perspectiva
entre una lectura muy cerrada de las obras y su lugar en la historia de la
literatura.
De
Man ocuparía su atención posteriormente en criticar en profundidad las
implicaciones éticas y políticas de este tipo de crítica, y lo reflejaría en su
obra póstuma, La Ideología Estética.
Luego de su exitosa defensa de su disertación doctoral, se mudó a la
Universidad de Cornell, en donde se quedó hasta finales de los sesenta, también
visitaría, como profesor invitado, la Universidad de Zurich, y de 1968 a 1970
fue profesor de Humanidades en la Universidad Johns Hopkins, en Baltimore. Después
de 1970, de Man se mudó permanentemente a la Universidad de Yale, donde cosechó
gran parte de su fama. En 1979 ganó su nombramiento como Sterling Professor de
Literatura Comparada y Francesa, título que conservó hasta su muerte.
Pero vamos a agregarle algo
de sal y pimienta a esta historia, digamos que al año de estar en territorio
norteamericano, de Man contrajo nuevas nupcias con una alumna suya, sin decir
nada de su estado marital, es decir, incurrió en bigamia y prestó falso
juramento; su primera esposa, pasado un tiempo y cansada de esperarlo, se
presentó de sorpresa en la Universidad para descubrir que su marido tenía una
nueva esposa y que estaba embarazada.
De Man incurrió en
falsificación de documentos que probaban su estatus educativo para poder entrar
en tan prestigiosas universidades; tuvo
serios problemas con sus caseros, al principio, siendo profesor de una de estas
casas de estudio, no pagó la renta de su casa por cerca de un año, hasta que
fue demandado y casi puesto “de patitas en la calle”. En Harvard, un pitazo anónimo
alertó a las autoridades sobre el colaboracionismo de Paul durante la guerra, y
en las investigaciones mintió sobre su papel en la misma, pero todo, misteriosamente,
se conservó en secreto, y no fue molestado.
Paul de Man fue un extraordinario
investigador y teórico, su mente podía enfocarse en problemas altamente
abstractos y poner los asuntos de interés bajo enfoques novedosos, formó parte
de un “dream team” de académicos en
la Universidad de Yale, este grupo de profesores estaba formado por expertos en
la literatura romántica; allí estaban Harold Bloom, Geoffrey Hartman, J. Hillis
Miller y, junto a de Man, hicieron una renovación de la crítica literaria
anglosajona, cuando ya nadie daba un centavo por ella, utilizando las herramientas del
estructuralismo y luego de la deconstrucción, elaboradas por el filósofo de
origen argelino, Jacques Derrida.
Pero en su descargo tenemos
que decir que se trataba de una de las mentes más brillantes de su tiempo, su
cultura era enorme, contribuyó de Manera significativa para el desarrollo de la
crítica literaria moderna, sus investigaciones sobre las raíces de la cultura
contemporánea tienen un enorme valor, y sus textos son estudiados, y comentados
en todo el mundo; a pesar de todos sus defectos y errores, de Man, elaboró unas
de las tesis más robustas sobre la importancia del lenguaje en la conformación
del conocimiento.
En lo personal, es uno de
mis autores favoritos en el tema del lenguaje y las comunicaciones; durante
mucho tiempo me resultó un autor imposible de penetrar y comprender, porque no
es fácil de leer, pero desde hace unos años, y contando con mi empeño de volver
una y otra vez sobre sus libros, he podido apreciar su sistema de ideas, sobre
todo su filosofía, la cual no comparto, pero me parece interesantísima, y me ha
ayudado a ser un mejor profesional de las comunicaciones.
Ya hemos mencionado a Paul de
Man en nuestros escritos en más de una ocasión, y estaba en deuda con un incursión
de su obra, que es no solo compleja y de gran aliento, sino fundamental para la
comprensión del postmodernismo, del movimiento deconstruccionista, del nuevo
marxismo, pero sobre todo, de la llamada Teoría Crítica, de la cual es uno de sus fundadores.
Un pensamiento como una Gorgona de mil cabezas.
Si existiera un decálogo de
las diez ideas más peligrosas del mundo actual, estoy seguro de que su idea de
que el mundo existe por obra y gracia del lenguaje, tiene que ser una de ellas,
porque nos convierte a cada uno de nosotros en solipsistas irredentos, creando
a nuestro paso la existencia, como si fuera un palimpsesto, texto sobre texto,
sobre texto… todo se reduciría a la escritura y la lectura o, en su defecto, a
las imágenes (símbolos) y argumentos… y nuestras vidas transcurren como si
fuéramos parte de una interminable serie de Netflix.
Nuestra memoria, la
historia, las leyes por las cuales nos regimos, la vida misma, son una creación
de nuestro lenguaje, con sus fortalezas
y debilidades, principalmente con sus aporías (absurdos) y múltiples
contradicciones, que a su vez tienen una ingente cantidad de interpretaciones y
sentidos, con lo cual la verdad se convierte en una ilusión, nada existe fuera
del texto, esto último lo remarcó Derrida hasta el cansancio, es el
“abracadabra” de los deconstruccionistas.
Para comprender mejor las
profundidades donde buceaba De Man en su trabajo, debemos abrir un poco el
ámbito de las comunicaciones, todo lenguaje reclama para sí la verdad, el estar
en lo correcto, y una sinceridad que va implícita en el habla humana, toda
estrategia de comunicación se basa en la razón, pero los que estudiamos la
Teoría Crítica sabemos que esas metas no son fáciles de lograr, la interacción
social es muy delicada y, por lo general, tiende al error, al caos, a los malos
entendidos, esto pasa no solo cuando hablamos o pensamos, también ocurre cuando
leemos y escribimos.
Quienes
verdaderamente ejercen la crítica no se quedan solamente en el mundo de los
significados (semántica), sino que se sumergen mucho más abajo, en las
estructuras del lenguaje donde existe todo un zoológico de elementos exóticos y
muy particulares, piezas muy pequeñas de las frases y oraciones (morfemas) que,
como muelles, engranajes y resortes, interactúan entre sí para producir ciertas
formas y efectos, las cuales muchas veces no se dicen ni nos percatamos de
ellas, pero están allí.
Esto
sucede sobre todo en la poética, pero igual ocurre en un decreto
constitucional, en un informe científico o en el fraseo de una oración religiosa
para pedir a Dios perdón, todos ellos son textos llenos de nombres, pronombres,
adverbios, verbos, adjetivos demostrativos, preposiciones, signos de
puntuación… en ellos hay negaciones, afirmaciones condicionantes, preguntas,
referencias, notas… con estas palabras hacemos referencias al mundo físico, a
categorías de objetos, a sus cantidades, se crean tautologías, referencias a
condiciones del tiempo, detalles de los espacios y, mucho más difícil, a
sentimientos .
Todos
estos elementos están correctamente ordenados y a disposición de los lingüistas,
que los utilizan cuando analizan las intenciones de los autores o cuando se
hacen interpretaciones de lo que se dice en sus obras.
Según el
investigador John Phillips, en su ensayo La
Semiología y la Retórica en Paul de Man:
El significado del sentido literario (y, por extensión,
de todo significado) debe buscarse en la retórica más que otra cualquiera
dimensión (forma, contenido, referencia, gramática, lógica, etc.). Pero una
lectura sobre la retórica no garantiza ninguna autoridad sobre las
interpretaciones. Por lo que no hay autoridad que pueda garantizar una lectura.
Esto no significa que un texto puede leerse de cualquier manera. Más bien nos
obliga a tomar en cuenta todas las posibilidades y límites de la lectura (y de
la escritura). Un nombre para estas posibilidades y límites pudiera ser la
deconstrucción.
De Man sostenía la preeminencia
de la interpretación figurativa sobre la literal en los textos, su teoría
afectaba profundamente no sólo la lectura sino también la escritura, lo que
condicionaba de Manera singular la interpretación de la historia y de los
textos legales.
El grupo de Yale era bastante
atípico pues contaba con miembros que propugnaban un deconstruccionismo a fondo,
pero había profesores, como Harold Bloom, que era todo lo contrario, un
archiconservador que promocionaba las formas clásicas y las aproximaciones
formales a los textos que eran objeto de estudio.
Hartman introdujo el análisis
freudiano a la poética y tuvo un mayor acercamiento hacia el modelo de
deconstrucción de Derrida, quien, aunque no era un miembro formal del grupo,
influyó en gran medida en sus respuestas críticas.
En 1983 muere De Man afectado
por un cáncer, pero en 1987 se destapa el “affaire De Man” un escándalo, que se
produce cuando un investigador consigue los textos de juventud del escritor en
la Bélgica ocupada por los nazis, el rechazo hacia la memoria del insigne
crítico fue casi unánime, pero el mismo Jacques Derrida se tomó muy en serio la
cruzada de salvar el honor de su amigo y contertulio en los años dorados del
deconstruccionismo en América.
A partir de esta intervención,
se han desarrollado una serie de hipótesis sobre los múltiples secretos de Paul
de Man, uno de las más interesantes es que de Man desarrolla toda su teoría de
la lectura y la resistencia con el propósito de negar su pasado; según esta
tesis, se preparó toda su vida para construir las herramientas y las
estrategias para hacer de su pasado una alegoría, para recurrir al expediente
del relativismo y la imposibilidad de demostrar la verdad por medio de la
historia y la historiografía.
Si esto fuera verdad, debo decir
que de Man, para negar su debilidad ético-moral, logra desarrollar unas ideas
que, aún hoy, tienen a juristas e historiadores buscando salidas y respuestas a
unos problemas epistemológicos que los mantienen atrapados en un corral. Su
obra es revolucionaria, pues va en contra de la construcción objetiva del
mundo, de la razón y la lógica; y es un autor plenamente postmodernista y muy
peligroso para quienes nos sentimos herederos de la ilustración.
Para quienes les interese leer a
este indomable autor les recomiendo para empezar La Retórica del Romanticismo y Alegorías
de las lecturas, si logran morder estos textos y digerirlos, entonces
pueden ir a mayores, y tratar de bailar pegados con el resto de su obra…
suerte. - saulgodoy@gmail.com
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