martes, 20 de agosto de 2024

Los que colaboran con el régimen.

 



El tema que vamos a tratar es delicado, la mayor parte de los colaboracionistas creen que están haciendo un bien, que lo que hacen, que es traicionar a su país y colaborar para que un gobierno opresor y criminal haga su trabajo, se lo debemos agradecer el resto de los ciudadanos que no hacemos nada; piensan que son personas proactivas y que sirviéndole a la tiranía están haciendo patria, o que por lo menos impiden que todo se pierda.

Los encontramos en todos lados y a todo nivel, desde simples oficinistas en los ministerios, hasta importantes empresarios, renombrados políticos que se llenan la boca con un discurso progresista, hasta de militares que juran estar cumpliendo con la Constitución y defendiendo a la patria, y la cosa pasa por artistas, influencers, periodistas, atletas, músicos, órdenes religiosas, rectores de universidades y personas comunes, con familias, que se levantan muy temprano para bregar por el sustento diario.

Ser un colaboracionista significa aportar conscientemente algo al esquema de gobierno y sujeción que explota, domina y pervierte a la nación entera, en provecho de un pequeño grupo de dirigentes o jefes que necesitan tener bajo control a toda la población de un país, y lo hacen utilizando la fuerza, el miedo, la propaganda y otros medios de persuasión, algunos coactivos, a manera de premios o, simplemente, concediendo los medios de satisfacer necesidades básicas de vida.

Dentro de un sistema totalitario implantado y con un estado controlador en funciones, es muy difícil no ser colaboracionista; cuando los medios de vida dependen del estado, esa vida se torna en esclavitud y obediencia, todo lo contrario a una democracia, donde las personas viven en libertad y sobreviven y triunfan gracias a su propio esfuerzo e inventiva en un mundo de oportunidades. Eso es todo lo contario a vivir sujetos a cartillas de racionamiento, bolsas CLAP, bonos, cupos para la gasolina, planes colectivos de empleo y vacaciones, tarjetas bancarias que llenan cada mes si has sido un buen cooperante.

Pero usé la palabra “conscientemente” para diferenciar a las personas que no tienen idea de su propia dependencia al amo, personas de poca educación que nacen y mueren sujetas a un régimen en una total necesidad de ser mantenidas, que no tienen las luces ni la voluntad de renunciar a las cadenas que las sujetan, a esos “regalos” del estado benefactor, obligados a hacer la voluntad de los jefes, a marchar cuando ellos lo ordenen, a gritar su amor por la patria (porque se asocia gobierno con patria) que los sostiene e, incluso, a dar la vida por ellos.

Aquellos que sí saben lo que hacen, que tuvieron la suerte o lograron con mucho sacrificio una educación y que se dan cuenta de cómo funciona el mundo, se convierten en cooperantes ante un régimen totalitario y violento, que sabe cómo utilizar el garrote y la zanahoria para conducir a sus rebaños, y lo hacen a voluntad, racionalizando la situación, buscando las excusas adecuadas para hacerse parte de la situación. Así se convierten en los perfectos colaboracionistas, aquellos que tienen las razones, incluso humanitarias y llenas de “buena voluntad” (Ya dijo Samuel Johnson que “el camino del infierno está empedrado de buenas intenciones”)… Ésas son las personas que de un momento a otro se enriquecen, ocupan importantes cargos, sus empresas se destacan entre otras, pues son favoritas del gobierno, sus personas se convierten en ejemplo de buenos ciudadanos y exitosos hombres de empresas, sus fotos e historias aparecen en todos los medios que apoyan al régimen, son los perennes invitados a los programas de opinión y dictan pautas del buen vivir.

La naturaleza humana es una compleja amalgama de virtudes y pecados, de tendencias a hacer el bien y un irresistible atractivo hacia lo prohibido y lo oscuro; el hombre puede en determinado momento estar arrebatado por los más sublimes sentimientos y propósitos, y caer al próximo minuto en los charcos más inmundos del comportamiento animal, lo único que nos da un rumbo ante las contradicciones de la vida son los principios, la ética o, como dijo Sócrates, vivir la vida en constante revisión, conocerte a ti mismo, porque si se los dejas a los demás, te convertirás en una marioneta, en el oscuro objeto de placer del otro.

No hay ninguna duda de que hay un poderoso atractivo en tener fortuna, en disfrutar una vida llena de placeres y rodearse de comodidades… siempre y cuando ésta sea legítima, bien avenida, producto del esfuerzo y el ingenio propio; pero si resultare ésta una consecuencia de hacerle daño a mi prójimo, de abusar de mi vecino, o de debilitar y embrutecer a los demás, entonces hay un problema grave, porque no importa cuántas veces repita que lo hice por el bien común, que si no lo hubiera hecho hubiéramos perdido al país, o los negocios, o los espacios… cuando un colaboracionista empieza a disculparse, termina pidiendo, por lo general, que le demos las gracias por lo que hizo o dejó de hacer.

Debemos hacer la obligada mención de que, en el caso venezolano, la prevalencia del régimen chavista-madurista es posible gracias al decidido apoyo e intervencionismo del gobierno cubano, quien tiene el know how de como funciona el esquema totalitario y la estructura para sostenerlo, de modo que quienes actúan directamente, como parte del PSUV, de las Fuerzas Armadas al servicio de esta ignominia y los colaboracionistas, están todos incursos en el delito de traición a la patria. No hay perdón para quienes se plegaron a un presidente extranjero, indocumentado y agente fiel al castrocomunismo habanero.

 El colaboracionista se deja utilizar por la estructura política del régimen, a diferencia del creyente o militante del gobierno opresor, que lo hace por voluntad propia y es parte del aparato explotador del país; el colaboracionista se pone a disposición de los jefes del oprobio a cambio de negocios, poder, imagen (fama), favores, ascensos… y como colaboracionistas que son deben contribuir a crear la ilusión en la gente de que todo marcha normalmente, que no hay nada de qué preocuparse, que la pérdida de derechos y libertades es necesaria para el avance del país y que en algún momento todos seremos más felices. Es como si el futuro fuera para nosotros cuando el presente es de ellos.

El colaboracionista es el rostro satisfecho de la sociedad bajo las circunstancias de una tiranía, es el ejemplo de que si no te metes en problemas con el sistema puedes llevar una vida exitosa y tranquila, es el ejemplo que utilizan los gobiernos autoritarios e invasores para demostrar que resistir es una quimera. El colaboracionismo es parte de un inmenso engranaje cuya función justifica el estado de cosas anormales y extraordinarias que suceden, apacigua a los críticos, cancela las oposiciones, reconduce los descontentos.

El investigador español David Alegre Lorenz, en su muy bien documentado libro Colaboracionistas, Europa Occidental y el Nuevo Orden Nazi (2022), nos explica:

En casi todos los casos, la decisión de cooperar con el ocupante tuvo mucho que ver con un cálculo racional de costes y beneficios repetidos en infinidad de circunstancias por individuos de todas las escalas sociales, y que por tanto partían de situaciones muy diversas. Unas veces se explicaría por el deseo de mantener activos sus negocios y sus actividades económicas, en tanto que fuente personal de ingresos y riqueza, caso de industriales y capitalistas de todo el continente, o incluso por el deseo de evitar males mayores al propio país, caso de ciertas élites tradicionales, convencidos de que cooperar era la mejor garantía para evitar que los alemanes tomaran todo el control. También hubo, dentro de la derecha contrarrevolucionaria en general, quienes vieron una oportunidad histórica irrepetible para ganar posiciones de poder e influencia sin precedentes, al tiempo que desplegaban sus propias agendas políticas a la sombra de las potencias agresoras

 

En este sentido, encontramos en nuestro propio patio partidos políticos y candidatos que se han prestado al juego del gobierno opresor, empresas y empresarios que le han allanado el camino a la propaganda del régimen. Organizaciones y directivos, sobre todo en el campo de las comunicaciones y el entretenimiento, que fueron cómplices de tapar los crímenes de estado al momento que ocurrían, que dejaron al pueblo sin información veraz y oportuna que hubiera evitado víctimas y mayor represión.

 

La resistencia es el camino natural a seguir cuando un pueblo ve sus derechos elementales conculcados por autoridades espurias; las protestas, las críticas, la denuncia, la movilización, son expresiones legítimas de acción ciudadana en democracia, las imposiciones de funcionarios extranjeros y abusadores de oficio están absolutamente fuera de lugar en un estado de derecho, y es terrible descubrir que quienes deberían llevar la voz cantante contra estas violaciones, están comprometidos con el régimen y silencian la situación, porque son colaboracionistas.

Castigar y luchar contra el colaboracionismo es un deber; proscribir y señalar a quienes han participado en que se redujera nuestra condición humana, es un trabajo necesario que redundará en desterrar una práctica dañina y peligrosa para nuestra sobrevivencia como sociedad.

 

Creo necesario y oportuno iniciar una discusión pública sobre lo que el país ha sufrido y porqué; silenciarlo, acomodarlo a intereses bastardos es cuchillo para nuestra propia garganta y garantía de que la semilla del colaboracionismo sigue viva y amenazante. No es odio lo que estoy proponiendo, el odio desgasta y es negativo, pero debemos poner el foco en este problema para que en el futuro los venezolanos de personalidad débil y poco formada no caigan en estos modelos de comportamiento. Alegre Lorenz en su libro sobre aquellos años horrorosos del dominio nazi sobre Europa, nos recuerda una verdad del tamaño de una catedral:

 

De hecho, la mayoría de los que optaron por alinearse con el ocupante hubieron de ser consecuentes con su decisión hasta el final, porque pronto se puso de manifiesto que a ojos de sus convecinos se habían convertido en traidores. Esto comprometió la integridad de familias enteras, marcadas por el colaboracionismo de uno o varios de sus miembros, sobre todo cuando los movimientos de la resistencia ganaron en osadía y determinación, haciendo de los fascistas autóctonos y de sus simpatizantes el objetivo preferente de sus violencias. Por mucho que fueran sus aliados, las autoridades alemanas pusieron en situaciones muy comprometidas a los colaboracionistas: nunca contaron con ellos para diseñar las políticas de ocupación; no dudaron en utilizarlos como ejecutores y facilitadores de cara a promover y defender los intereses del Reich allá donde resultaran útiles; los abandonaron sin dudarlo cuando no entraban dentro de sus cálculos, lo cual servía de paso para poner de manifiesto su dependencia; y, por supuesto, fomentaron las divisiones en el seno de sus organizaciones con el único fin de reforzar la posición dominante de Alemania. Para legitimar este proceder, las autoridades del Reich invocaron el derecho de conquista y su supuesta superioridad racial-cultural sobre las sociedades sometidas. Es más, muy a menudo los nuevos amos del continente forzaron a sus aliados a adoptar discursos y políticas que socavaban su propia credibilidad o que iban en contra de los principios que habían predicado en el periodo de preguerra, situaciones que estos últimos acataban por convicción, por falta de alternativas o con la esperanza de que la obediencia y la sumisión acabaran siendo premiadas con el poder en sus países.  

 

 

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