jueves, 14 de mayo de 2015

El Estado y nosotros


Cuando nacimos ya existía el Estado, un ente omnipresente y poderoso que no solo se ocupaba de mantener en buenas condiciones las calles y avenidas, en recoger la basura, en pagarle a los policías, sostener un ejército supuestamente para defendernos de los enemigos, en mantener los servicios de puertos y aeropuertos, también se encargaba de administrar los hospitales, las escuelas públicas, las universidades, los mercados, los tribunales… y en nuestro caso, dueño de la industria petrolera, que era y sigue siendo nuestra gallina de los huevos de oro.
El Estado se inmiscuye en gran parte de nuestra vidas, nos proporciona los documentos para una identidad, registra nuestras transacciones, titula nuestra propiedad, regulariza nuestras relaciones sociales, administra la justicia, hace las leyes, nos da trabajo, imprime el dinero, nos cobra los impuestos, nos permite viajar o no, nos quita la libertad, nos inhabilita de nuestros derechos y hasta nos puede declarar incapaces y dementes.
El Estado es manejado por unas personas que se llaman funcionarios públicos, los cuales algunos son elegidos por medio de nuestro voto, otros nombrados por los que ganan las elecciones, pero al final, justifican su existencia bajo el argumento de que están allí, en sus cargos, manejando el poder de la coerción y las leyes, para nuestro bienestar, para servirnos.
Desde que nuestros ojos vieron la luz, el Estado ha estado allí, funcionando de acuerdo a unas normas que lo regulan y condiciona su relación con nosotros los ciudadanos, esas normas están contenidas en una especie de pacto social que se llama Constitución,  la Carta Magna, y supuestamente era la forma que habíamos escogidos todos los ciudadanos, de cómo iba a funcionar nuestra sociedad convertido en nación. Para acceder al Estado y ejercer ese gran poder sobre el resto de los ciudadanos, había que competir en unas elecciones que el mismo Estado organizaba, quienes quería ocupar esos cargos públicos debían, entre otras fórmulas, constituirse en partidos políticos, unas organizaciones cuyo fin fundamental es ganar elecciones y hacerse con el poder, supuestamente se tratan de hombres y mujeres con una supuesta vocación de servicio público, preparados para ejercer los cargos para los que compiten, que están dispuestos a cumplir con la constitución y hacerla respetar, cuyo máximo interés es el bien común.
Nuestra carta magna dice que el Estado es democrático, pluralista y que su acción se desenvuelve en un marco de libertades, entre las que destacaba la libertad de opinión e información, el respeto por la propiedad privada, el libre desenvolvimiento del individuo en cuanto a escoger la educación para nuestros hijos, la actividad de industria o comercio en la que trabajaríamos y libertad para nuestras creencias y prácticas religiosas.
Por supuesto, no todo se cumple idealmente, por un lado se encuentra los textos de la ley y por otro marcha la realidad del país, y con la revolución del socialismo del siglo XXI la brecha entre ambos mundos ya ni se tocan, cada uno anda por su lado, se cometen injusticias, se profundizan las grandes diferencias sociales, se abusaba del poder, la corrupción y la impunidad florecieron, se hacen trampas en los procesos electorales, y el Estado, al ser dueño de la principal riqueza del país fue concentrando poder y abarcando cada vez más dominio e injerencia sobre la vida de los ciudadanos.
Muy pocos se cuestionaron la naturaleza y el porqué del Estado, mientras permitiera que los venezolanos tuvieran sus propias vidas, no tuvieron problemas con el Estado, lo veíamos como un mal necesario y siempre teníamos la esperanza de que un próximo gobierno pudiera hacerlo mejor que el actual.
Pero entonces los “revolucionarios”, bajo el supuesto de que la mayoría de los venezolanos queríamos un cambio, se embarcaron en la tarea de transformarnos literalmente la vida.
Empezaron por reescribir la constitución por medio de una constituyente, haciéndola mas “social” que individualista, haciendo privar los intereses colectivos por encima de los particulares, dándole mucho más poder a un funcionario público, el Presidente, del que la prudencia aconsejaba, para conducir la vida del país.
No contentos con esto, se dedicaron con ahínco a que el Estado se convirtiera en un ente interventor en espacios que antes estaban fuera de su jurisdicción, regularon lo que era nuestro libre derecho de elección, no solo en la actividad económica, sino en cómo gastábamos nuestros ingresos, controló todos los precios de los bienes y servicios que podíamos adquirir, implantó un control de cambios que nos negó al libre acceso a las divisas, nos reguló la manera de manejar nuestras propiedades, las industrias y comercios, nos exigió nuevos impuestos y quiso hasta obligarnos a cómo educar nuestros hijos.
Para colmo de males, quieren implantar el socialismo como ideología única, obligándonos a los ciudadanos a contribuir compulsivamente a los fines del Estado y no al revés, de esta manera vimos como un grupo de personas se adueñaba del Estado y lo utilizaba para sus fines, que nada tenía que ver con lo que los ciudadanos querían.
Hicieron del Estado una organización odiosa, hostil, violenta, ineficiente, ladrona y perversa que buscaba explotarnos y obligarnos a servirles bajo la excusa de la Justicia Social y la lucha contra la pobreza.
No contentos con esto, pretenden que los fondos públicos sean usados para promover sus intereses, para mantener sus partidos políticos socialistas y únicos, dándole dinero a un solo grupo social para perpetuar a un hombre en el poder y para que un grupito se enriquezca con  nuestra aquiescencia.
Esta situación nos ha hecho repensar el papel del Estado, incluso cuestionarnos si el Estado es realmente necesario; confrontamos una tiranía disfrazada de democracia, a un grupo del crimen organizado que ha hecho del Estado su forma de vida.
Ahora tenemos a un Presidente extranjero que llegó al poder por medio del fraude, que actúa de manera criminal, violando la Constitución, utilizando la fuerza pública para lograr sus propósitos personales, enviando a prisión a nuestros líderes políticos por medio de procesos judiciales ficticios, tenemos un hombre, cuyo nombre es Nicolás Maduro, un funcionario público de escasísima cultura y preparación, violento, grosero, traidor a la patria quien es mantenido en el poder por la colaboración criminal del presidente cubano Raúl Castro y la complicidad de nuestras fuerzas armadas.
Igualmente contamos con Gobernadores y Alcaldes socios de la guerrilla, a funcionarios importantes como el presidente de la Asamblea Nacional  y otros que se ocupan de la seguridad ciudadana incursos en delitos internacionales, a unos Ministros acusado de exterminios masivos, a magistrados del tribunal supremo asociados a fraudes electorales.
Todos esos funcionarios del chavismo que debería estar detrás de las rejas, respondiendo por sus actos en los tribunales de justicia, son ahora, quienes nos mal gobiernan, los que están desahuciando al país, arruinándole la vida a todos los venezolanos.
 ¿Puede esta situación mantenerse indefinidamente?... ellos creen que sí, y para ello nos recuerdan a cada momento que tienen las armas y que las van a usar en nuestra contra si intentamos detener “su revolución”, se creen los únicos garantes de esta precaria paz con sangre, y porque tienen intervenido todo el aparato electoral del país, piensan que en democracia, nada ni nadie podrá tocarlos y seguirán parasitando del país.
En el campo de la oposición, la actitud no es muy diferente, nos aseguran y juran que ellos si son honestos y que harán del Estado un árbitro de la mentada Justicia Social, pero en el fondo su interés es el mismo, controlar el Estado, nadie habla de organizarnos de otra manera, de reducir al Leviatán y sacudirnos la tiranía de la burocracia oficial.
¿Qué fue lo que le sucedió a nuestro país? ¿Cómo es posible que un estado degenerara en esta condición de cleptocracia (gobierno de ladrones)?
En mi opinión son dos los fallos fundamentales, uno conceptual, el modelo de estado que escogimos no fue el mejor, puede que en papel sea una maravilla y que todo el mundo piense que basta con que políticos honestos se encarguen de la gestión, para que todo cambie, lamento informarles que eso no es así, nuestro modelo de estado es centralista, interventor, presidencialista, socialista, paternalista (machista), benefactor, militarista, historicista e idiotamente democrático, porque hay muchas maneras de ser democráticos, a nosotros nos gusta la manera idiota de ser democráticos, es decir una tumultuosa y popular orgía de popularidad y derechos hasta para con los enemigos de la democracia, es un traje a la medida para el caos y la miseria.
El otro factor es el humano, somos demasiado sentimentales y pasionales para tomar las decisiones correctas en el momento oportuno, como se dice ahora, no tenemos inteligencia emocional y la inteligencia formal, la que se basa en conocimiento, disciplina y racionalidad, está relegada a una ínfima minoría, de la cual unos cuantos decidieron salir del país, otros tienen miedo de ejercerla y los que sí dicen algo por defender la civilización, los llamamos “radicales”.
Bajo esta perspectiva y mientras no nos pongamos de acuerdo en el modelo correcto de estado para nuestro pueblo, vamos a seguir padeciendo el yugo de los más violentos y “vivos”. – saulgodoy@gmail.com





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