Por el renacer de RCTV
Maduro y el chavismo son fenómenos políticos que dependen
en buena medida de su apariencia mediática y, en esa puesta en escena, son
importantes los símbolos de los que se rodean, su forma verbal y jurídica, en
pocas palabras, su fuerza es discursiva y conforma esa nueva expresión política
llamada “telepopulismo”.
De allí su gran necesidad de controlar todos los medios
de comunicación social, muy a propósito para dar la impresión de que se trata
de un una expresión colectiva, unánime, de un pensamiento único, propio de un gran
movimiento masas, y es la razón por la que esos “Shows de poder” requieren grandes auditorios llenos con público, de
una gran muchedumbre, enardecida por la presencia de sus líderes… son
presentaciones moldeadas al estilo de los multitudinarios programas
evangelistas, que son muy populares en USA, con intermedios musicales, prédicas,
entrevistas y alguno que otro “milagro”.
En esas construcciones semánticas, visuales, de actos de
calle y propaganda, que son las ostensibles bases de su poder, el líder actúa
como autoridad religiosa y su organización política como una secta, pero lo más
significativo es que estos actos se trasmiten en cadena nacional, ocupan todo
el espacio-tiempo radioeléctrico del país, para de manera hegemónica penetrar a
profundidad y dejar sentado en la audiencia que el gobierno existe y trabaja
por el pueblo.
Antes, los gobiernos se conocían por sus obras, por sus
políticas públicas y los logros en el bienestar de la sociedad, de esa manera
era que los ciudadanos se enteraban de que tenían un gobierno trabajando para
el país; a partir de Chávez, los actos de gobierno, las reuniones de ministros
y la inauguración de las obras por televisión, en vivo y directo, y en cadena
nacional, era la prueba de que el gobierno estaba en funciones. Estábamos ante el reality
show de la administración pública. Y como todos los reality shows llevan una gran producción detrás, de modo que la
gente crea que, efectivamente, el gobierno estaba trabajando… la verdad era
otra, pero, para los efectos, no tenía importancia.
Se trata de programas muy costosos y difíciles de
producir para alcanzar el efecto deseado por el gobierno y, como muchas veces
sucedía, todo lo que parecía espontáneo estaba rigurosamente planificado: la
mayor parte de las obras inauguradas eran de utilería, no existían, o
simplemente se contentaban con poner la primera piedra, en medio de un gran
alborozo, entre promesas, maquetas, discursos y niños declamando las bondades
del régimen al mejor estilo cubano.
Lo primero que debemos señalar es que el público que
aparece en cámara es pago, o está allí obligado bajo amenaza de perder algún privilegio
obtenido del gobierno; en los casos de asistencia de poco público se utiliza en
esos reality a efectivos de las FFAA,
convenientemente vestidos de civiles, para gritar las hurras a la obra de
gobierno.
No pocas veces se cortaba la cinta de un nuevo pabellón
en un hospital completamente equipado y funcionando y todo era un montaje, los
camiones traían y se llevaban los equipos para otras obras que eran puestas en
servicio; eso ocurría también con la maquinaria agrícola, con el equipamiento
militar, con las patrullas, con las casas de habitación que se entregaba, de modo
que podía inaugurar en pantalla una urbanización completa, donde sólo estaba
habitable la casa modelo donde hacían el show, el resto era un montaje, con
múltiples pases remotos a otros escenarios y personajes, un circo rodante…
El estilo Chávez y
los demás.
El discurso se generaba en la cabeza de Chávez y bajaba
en una sola versión hasta la base de la pirámide, donde se multiplicaba y se
hacía creer que era así como pensaba y actuaba el pueblo.
Esta manera de hacer política era exitosa con Chávez,
quien fue una personalidad televisiva, pero luego de su desaparición, la
fórmula, que ha querido ser copiada por sus sucesores, ha fracasado de manera
rotunda; ni siquiera con la hegemonía en los medios de comunicación que
heredaron del Teniente Coronel, han podido conquistar los grados de popularidad
del líder eterno, razón por la cual sus apariciones, discursos y programas son
el refrito cotidiano en los medios revolucionarios.
Al no tener el carisma televisivo, ni la fuerza
discursiva, ni el respaldo económico que sí tenía Chávez en su momento, todo lo
que dicen y hacen Maduro y Cabello en pantalla, se revierte en su contra… se
ven falsos, como malos imitadores, no tienen nada qué enseñar y menos aún qué
dar, y como han acostumbrado al pueblo a gobernar por televisión, sus shows no sólo han bajado de audiencia,
sino que se han convertido en una molestia y en foco de críticas al gobierno. Cuando
los comparan, pierden.
Lo peor de este bajón de audiencia es que obligan a las
instituciones públicas a tener siempre encendido el televisor en los canales
que controla el estado, lo que sucede en las instituciones militares es
simplemente una muestra de autoritarismo: los televisores permanecen sintonizados
con la señal ideológica del chavismo en una operación continua de lavado de
cerebros.
El verdadero papel de estos reality show, su papel principal, es encubrir la realidad. Bajo la
premisa de que se nos enseña la realidad del país y lo que es ser un
“socialista”, apenas son canales de propaganda para adelantar la visión
gloriosa del comunismo; el caso de los canales de televisión en mano del Estado
venezolano es todavía más obvio y peligroso: son medios de comunicación
dirigidos por cubanos y colaboracionistas venezolanos y de otras nacionalidades
para implantar la dominación ideológica de un país extranjero en nuestra
patria.
No cabe la menor duda de que es parte de una invasión que
utiliza, en lugar de un asalto anfibio o por aire, las misiones sociales, las
leyes restrictivas de la libertad, las milicias indoctrinadas, una economía de
sobrevivencia y una televisión socialista, actuando al unísono, con el fin de
robarnos nuestra más preciada posesión, la libertad.
Con una pequeña
ayuda de los camaradas
Hay una organización experta en la manipulación mediática
que, desde La Habana, dirige a los cubanos infiltrados en los medios estatales
venezolanos, aportando su experiencia en el control social de la dictadura más
antigua del continente, beneficiaria del conocimiento y décadas de
entrenamiento soviético en el control mental y espiritual de las masas, tan
usados durante la Guerra Fría para paralizar y aturdir el sentido crítico de
las personas, para confundirlas en sus valores y visión del mundo.
Los diferentes ministerios y organismos públicos que se
ocupan de regular, vigilar, castigar y censurar los medios de comunicación
privados en nombre del dictador venezolano, están llenas de expertos en
inteligencia y contrainteligencia, de psicólogos de masa, semiólogos e
ingenieros sociales (todos expertos en guerra psicológica); una de sus tareas
es hacernos creer que el país se encuentra amenazado por fuerzas malignas
imperialistas, por conspiraciones internacionales ocupadas las 24 horas en
destruir la revolución, y que todos los problemas del país son diseñados y
provocados en esos laboratorios por extranjeros que quieren es apoderarse del
país y sus riquezas.
Igual que hacía Chávez, el dictador Maduro, utiliza el
folklore y el costumbrismo venezolano para disfrazar su entreguismo a Cuba, la
programación socialista está llena de motivos autóctonos, de mucha arpa, cuatro
y maracas, para hacernos creer que “ser venezolano” es únicamente ser campesino
u obrero cooperativista, o comunidades rurales absolutamente dependientes del
Estado, o etnias indígenas crudamente explotadas por los neocolonialistas
bolivarianos para perpetuarlos en su indigencia, o estudiantes confundidos
repitiendo el catecismo anti-imperialista… es la misma receta cubana de una
“Cultura popular” al servicio del nacionalismo y la adoctrinación comunista y,
me temo, en manos de los carteles del narcotráfico.
El problema con Maduro es que no es venezolano y, además,
carece de la cultura elemental necesaria en un comunicador social, de manera
que todas sus expresiones lucen fuera de lugar… cuando toca el tambor, cuando
baila, cuando maneja el autobús y se pone el casco obrero o se viste con la
bandera nacional, ninguno de esos disfraces encaja en su persona.
Para compensar su falta de naturalidad se apuntalan con nuestros
poetas, artistas plásticos, músicos, deportistas e escritores nacionales, un
disfraz muy a propósito para avanzar precisamente en la desnacionalización del
venezolano; toman temas y motivos que son íconos de nuestra cultura, que apelan
a la identidad colectiva del país, como por ejemplo “Florentino y el Diablo”, o
nuestros héroes patrios, o las leyendas de nuestros pueblos, para hacernos ver
que ellos, entreguistas y traidores, son los patriotas, los auténticos
venezolanos.
La estrategia consiste en ir, poco a poco, encontrando
los puntos comunes entre la cultura cubana y la venezolana y, si no existen, los
crean, tal como hace el dictador cada vez que habla del sacrificio y la
hermandad cubana, confundiéndolos, amalgamándolos, en una sola cultura
americana, utilizando la llamada doctrina bolivariana con fines de integración
ideológica, para luego, por medio de la integración latinoamericana, lanzar sus
programas internacionales de ayudas, con la dádiva petrolera, e ir construyendo
zonas y regiones tolerantes a las actividades de la ultra izquierda.
Nacionalismo para
todos
El otro aspecto a resaltar es el esfuerzo que hacen esos
medios de comunicación en apropiarse de los símbolos patrios para identificar
los actos del gobierno comunista con el espíritu nacional: el himno, el escudo,
la bandera, que ya han modificado para sus propósitos, la iconografía del
Libertador Simón Bolívar presidiendo los actos y “cadenas” del dictador y sus
funcionarios, tratando de darle un carácter sagrado a sus atropellos a las
libertades públicas, a su intento por colectivizar la sociedad, asesinando la
iniciativa individual, prohibiendo y satanizando un pensamiento distinto al
chavista.
No olvidamos la admonición que hacía el periodista
comunista, Ignacio Ramonet, en los años ochenta acerca de la hegemonía
comunicacional: “Ya nadie ignora que los
grandes medios de producción de comunicaciones audiovisuales están ahora
controlados, financieramente, por grupos bancarios, por conglomerados o
empresas estadales que asimilan la influencia de los partidos políticos en el
poder”.
Las afirmaciones que hace el dictador de que ahora sí
somos soberanos, nacionalistas, libres, autónomos, cada vez que toma medidas
restrictivas de la libertad y de nuestra independencia, tienen el propósito de
ocultar la verdad; mientras más se descubre la complicidad del gobierno con el
crimen internacional la contradicción de hace más evidente. Todo es parte de
ese lenguaje del totalitarismo, que manipula la realidad con la mentira y que
llena horas de programación con propaganda gubernamental, propaganda que sólo
sirve para engrandecer al autócrata y su plan de desnacionalización.
De esa manera, muchos programas de radio y televisión sobre
las empresas del Estado nos presentan una eficiencia que no existe; y es
absolutamente deleznable la presencia de personalidades extranjeras invitadas
que se la pasan hablando mal de los venezolanos demócratas. Se gastan horas
útiles de programación para inculcarnos odio contra otros pueblos, sobre todo
contra USA, y nos hacen ver una historia interesada y parcializada con el
proceso comunista, presentando figuras de bandidos y terroristas como héroes y
modelos a seguir, programas infantiles creados en laboratorios ideológicos para
manipular a nuestros niños, una cantidad grande de transmisiones destinadas a
enseñarnos a unas FAN domesticadas, entregadas a las campañas sociales de los
comunistas.
En cuanto a los programas de información y noticias,
parten de la idea de que mientras menos esté enterado el pueblo de su realidad,
mejor; la desinformación es parte fundamental de su esfuerzo para anularnos
como personas y como país.
Yo no creo en el socialismo, tengo suficientes argumentos
para demostrar sus falacias e inconsistencias, puedo descubrir cómo opera su
mecanismo lógico-retórico para hacer aparecer la realidad de modo que favorezca
su pervertida visión del mundo - y digo “pervertida”, porque detrás de un
supuesto amor al hombre, a la igualdad y a la justicia, se oculta el siniestro
rostro del autoritarismo y el totalitarismo – se trata de una ideología
pervertida, porque utiliza a los pobres y la pobreza para engañar a la gente y
hacerlas creer que su “verdad” es la única y la más justa.
El chavismo es parte del crimen organizado que se hace
pasar por un imperialismo de izquierda, que responde a unos intereses transnacionales,
a un poder político, que tiene sus reuniones internacionales, sus foros, sus
congresos, sus carteles, que aúna naciones socialistas y mandatarios cuyo único
fin es apoderarse de la región. Para lograr esta meta, actúan como una gran
hermandad, se protegen entre sí, se otorgan financiamiento, apoyo militar y
diplomático y, en retorno, esperan
hacerse con el poder indefinidamente, manteniendo poblaciones enteras sometidas
a su designio, mercados para sus economías centralizadas y bajo el peor de los
capitalismos, el de Estado; es una forma de pensamiento y acción que necesita
de la explotación de los pueblos, del dominio de las conciencias y del
predominio del terror.
En una verdadera democracia se debería tener la
oportunidad de expresar nuestros puntos de vista, de discutir, debatir y
demostrar nuestra posición, sin temor a represalias, para que la gente pudiera
formarse su propia opinión; pero no, dentro del plan chavista no podemos, los
medios de comunicación están en veda, en manos de los comunistas, y la opinión
está embargada por aquellos medios administrados (secuestrados) por el Estado,
adquiridos en transacciones de dudoso origen, pretendiendo representar a todos
los venezolanos… Todo en poder de un gobierno que nos quiere hacer creer que es
ecuánime, imparcial, justo, humanista y que le gusta la discusión de las ideas.
Esto es falso de toda falsedad, este gobierno se ha declarado
socialista, excluyendo toda otra visión del mundo y posición política; la
discusión de ideas sólo contempla “sus ideas”, no otras; la existencia de los
presos políticos y tanta represión contra las protestas sólo demuestra su
talante intolerante y antidemocrático.
Una estrategia
comunicacional para Latinoamérica
El chavismo se ha declarado, rimbombantemente, representante
del “pueblo”, de toda la nación, cuando en realidad sólo cuenta con sus bandas
armadas, unos colectivos ruidosos y provistos de armas y protección, prestos
para aparecer en cuanta ocasión se necesite reafirmar que son muchos y están de
acuerdo con el régimen y su líder (para eso los visten de rojo, para que no
haya duda que son ellos). Es el viejo truco leninista de cómo unos pocos pueden
aparentar una gran mayoría, para efectos de infundir temor y desanimar la
oposición.
La hegemonía comunicacional es una necesidad para esos
enemigos de las sociedades abiertas, que han utilizado la democracia y sus
libertades para posicionarse como movimientos democráticos y hacerse con el
poder; luego deconstruyen el Estado y la sociedad entera, para emascularla y
hacerla dependiente de los mecanismos de opresión y subyugación. Su necesidad
de controlar la sociedad requiere hacerla incapaz de trabajar, comer,
divertirse, pensar, y hasta sostener relaciones personales sin la mediación del
Estado, obligándola a pedir permisos, a tramitar autorizaciones, pases,
cartillas, credenciales o hacer enormes colas para obtener lo esencial para la
vida.
Para hacer esto posible no puede convivir con la crítica,
ni con la oposición, ni con nada que contradiga su autoridad; el que piense
diferente, quien sea independiente en medios, ideas y acción se convierte en
enemigo de la humanidad, en traidores… esto está ocurriendo en Cuba, Venezuela,
Ecuador, Nicaragua y Bolivia, en especial hay que ponerle mucho cuidado al
Presidente del Ecuador, Rafael Correa, declarado enemigo de la libertad de
prensa y opinión, quien en nombre de la soberanía y los “intereses” de su
pueblo, está adelantando legislación y supuesto valores éticos que justifican
la muerte de la libertad del pensamiento y su expresión.
Por ello es importante que todos esos periodistas,
técnicos, gerentes, productores, artistas y hasta los empresarios patrocinantes
de los medios de comunicación en manos de los comunistas, no se conviertan de en
colaboradores en el crimen de convertir en zombis a los latinoamericanos, para
que los gobiernos chavistas-castristas puedan seguir delinquiendo y sembrando
el caos en la región, hay que resistir, hay que negarse a ser parte de este
crimen en contra de la humanidad.
Los secuaces…
La única manera que tiene el Estado autoritario,
disfrazado de democracia, para acallar a los medios de comunicación libres e
independientes, es utilizando sus órganos jurisdiccionales, en primer lugar, a
través de un Tribunal Supremo de Justicia que legitime el asalto a los derechos
fundamentales de la sociedad, al derecho a estar oportunamente informados, y la
agresión a los dueños de los medios y a las instalaciones físicas de sus empresas de comunicación, en nombre de
la verdad.
En el plano de la administración de la Justicia siguen los
tribunales, que se encargan, junto con la Fiscalía, la Contraloría y la Guardia
Nacional, de atormentar y perseguir a los periodistas, impidiéndoles que
realicen su trabajo, negándoles acceso a las fuentes de la información oficial,
confiscándoles equipos y agrediéndolos con fines de “seguridad”.
Los organismos encargados de la recaudación de impuestos,
operaciones de telecomunicaciones, los que entregan divisas para la compra de
equipos e insumos, los que velan por la integridad de menores, los que
controlan los contenidos, tiene entre sus funciones principales la de entorpecer
y retardar las operaciones rutinarias de los medios privados y libres,
presionándolos y amenazándolos con multas, cierres, confiscaciones, prohibiciones
de salida del país, demandas multimillonarias, apenas digan algo que incomode
al régimen.
Pero, además, hay un grupo diverso de organizaciones
civiles, comunales, de control social, gremiales y veedores de toda especie,
adeptos al gobierno, quienes son los encargados de interponer denuncias, acusaciones
y ejercer la “presión popular” para que las acciones judiciales y
administrativas tengan un sustento… que no es otro que la mala voluntad del
líder incapaz, herido en su ego.
Y si las cosas hay que llevarlas a los extremos. Disponen
de los grupos violentos y desadaptados que, armados y en gavilla, atacan a
profesionales de la comunicación e instalaciones, mientras las autoridades
miran hacia otro lado. Los comunistas no
van a detenerse hasta lograr silenciar a todo el país, así signifique empezar a
desaparecer a periodistas valientes, demócratas, y que están dispuestos a dar
sus vidas por la verdad y la dignidad.
Quítele usted al chavismo su poder comunicacional, y el
régimen se derrumbará en cuestión de horas. Acuérdese que si se quiere acabar
con alguien poderoso, hay que quitarle lo que le da el poder. – saulgodoy@gmail.com
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