Cuando los negros de Curimagua bajaron de la Sierra aquel seco mayo de 1795, la mayoría de ellos estaban borrachos por la ingesta del licor de pecaya y ron, excitados por el olor a miedo y a sangre de su terrible despertar a la libertad.
Acababan
de saquear las haciendas donde habían trabajado como esclavos durante toda su
vida, habían quemado las casas, violado a las mujeres blancas, sus machetes
estaban todavía húmedos de sangre patricia cuando dieron cuenta del presbítero
Dr. Nicolás de Talavera a quien encontraron en el Camino Real hacia la ciudad
de Coro.
Bajaron
hasta la Aduana de Caujarao y la asaltaron, mataron a tres funcionaron e
hicieron huir al resto de los soldados, quemaron el infame edificio que por
tanto tiempo les había robado sus escasas pertenencias obligándolos a pagar
tributo a un Rey que los había engañado con un documento que supuestamente les
daba su libertad y que misteriosamente había desaparecido.
A
la cabeza de la turba de unos 150 negros y mulatos iba el esclavo Juan
Cristóbal Acosta, hombre de confianza de José Leonardo Chirino, líder del
alzamiento, quien se había quedado en la Sierra a la espera de más refuerzos de
las haciendas y caseríos aledaños, las instrucciones eran claras, tomar Coro a sangre y fuego, en la ciudad estaría
esperándolos el mulato José Caridad, con más hombres en armas y el apoyo de los
corsarios franceses que llegaría de Curazao.
Con
la ciudad bajo su dominio José Leonardo Chirino impondría la Ley de los
Franceses por la cual, todos los esclavos serían declarados hombres libres, se
constituiría una República, se abolirían los impuestos, se pasaría por cuchillo
a todos los hombres blancos, y sus mujeres e hijas serían repartidas entre la
tropa para que fueran sus esposas o concubinas.
En
Coro la situación era desesperada, buena parte de su población había salido
desde la noche anterior en una desordenada huída hacia la población de Tucacas,
entre ellos muchos de los más importantes varones de la ciudad, que en el
desespero habían reunido sus más valiosas pertenecías, y en carretas y en sacos
sobre mulas, dejando en la polvorienta carretera un rastro de candelabros de
plata, joyas y vestidos abandonados.
Para
colmo de males, el Gobernador estaba fuera de la ciudad en gira administrativa,
quedaban muy pocos soldados, sin parque de armas y sin oficiales con
experiencia, fue gracias a la valentía del abogado Don Pedro Chirinos y de
algunos miembros de otras familias ilustres de Coro que se organizó una rápida
defensa, y en las primeras horas de aquella mañana del 12 de Mayo, los pocos blancos
que quedaron en la ciudad, enfrentaron a más de trescientos negros que llegaron
a cumplir con su destino.
La
batalla duró poco, los negros perdieron, se desbandaron y lo que vino fue una
de las cacerías humanas más despiadadas que se recuerde en nuestra historia
patria; uno a uno fueron encontrando a los rebeldes, los degollaban o los
fusilaban en el acto, torturaban a los prisioneros para que confesaran el paradero
de sus secuaces, José Leonardo Chirino estuvo huyendo casi tres meses hasta que
finalmente cayó prisionero.
Fue
ejecutado en Diciembre de 1796, luego de un juicio largo y extraordinariamente
bien documentado que se llevó a cabo en Puerto Cabello y luego en Caracas,
donde quedó claro que una serie de increíbles malos entendidos, fantasías,
mentiras y supuestos, habían sido los ingredientes fundamentales de aquel
alzamiento.
La
fantasía y las falsas esperanzas era un ingrediente de aquella aventura revolucionaria
de la que muy pocos hablan, se esperaba un contingente de negros del Caribe que
llegarían por mar para unirse al alzamiento, igualmente se contaba reclutar en
las haciendas de la Sierra un número mayor del que realmente existía viviendo
en la zona, había elementos mágicos, leyendas de documentos y personas que
nunca existieron, el expediente está lleno de declaraciones de gente alucinada,
seguramente espoleada por la ilusión de zafarse del yugo de los amos blancos y
criollos.
Chirino
fue torturado, ahorcado, descuartizado y sus restos exhibidos sobre piquetas y
en jaulas a la entrada de la ciudad de Coro para escarmiento de la población
negra.
Fue
un caso que llamó la atención de la corte española y que preocupó grandemente
al Rey del imperio, quien tomó interés personal en el asunto; acosado por la
guerra contra Francia, por las cada vez más atrevidas aventuras de ingleses y
holandeses en contra de sus posesiones en América, por los aires
revolucionarios que prendían llamas de insurrección entre los esclavos en el
Caribe, y sobre todo, por el ejemplo exitoso de Haití, que tenía a una gran
población de esclavos, una gesta que pudiera ser emulada por gente oprimida en
las colonias españolas, esperanzada con una revolución libertadora.
La
historia de la rebelión de los negros de Coro es una historia de injusticias y
explotación, de los criollos sobre los negros, de los peninsulares sobre los
criollos, de una corte y sus nobles sobre el pueblo llano español.
Pero
esta rebelión de Coro no fue la primera, ya venían dándose diversos alzamientos
de negros y blancos en contra de la imposición de una voluntad oprobiosa, de la
dominación del hombre por el hombre: la rebelión del zambo Andresote en
Yaracuy, la de Juan Francisco de León, el alzamiento de las comunas en los
Andes, son todas antecesoras de la de José Leonardo Chirino.
La
lección que se saca de aquellos acontecimientos es que ningún régimen que
oprima a los hombres puede subsistir, no importa si tiene mucho oro y armas, o
si lo hace por amor socialista, al final siempre aparecerá gente como José
Leonardo Chirino, que por una razón u otra tratará de llevar justicia a los
suyos y empezará a cortar cabezas.Es
interesante observar que, escasamente, a un año de estos acontecimientos, se
dio en La Guaira la rebelión de Gual y España, ya no eran negros y esclavos,
ahora eran blancos y gente ilustrada, luego vino el intento de invasión de
Francisco de Miranda.
Finalmente,
13 años después, fueron los caraqueños los que declararon su independencia,
entre esos revolucionarios estaba el joven Simón Bolívar.
Y
cosa curiosa, gracias al alzamiento de los negros de la Sierra, el Rey Carlos
IV aprobó una serie de inversiones para Coro, que resultaron en mejoras para la
defensa de la ciudad, para el puerto; se construyeron sistemas de riego para
las haciendas, carreteras y edificios públicos, el cobro de los impuestos fue
menos compulsivo que en otras provincias, se otorgó tierras para los negros
libres, los indios fueron beneficiados con un trato más humano, se logró una
serie de concesiones para el comercio con las islas.
La
ciudad salió de su letargo y se convirtió en una importante plaza para los
negocios.
Quizás
ésta fue esta una de las razones por la que Coro, fue la provincia más reacia a
unirse al movimiento independentista de Venezuela. – saulgodoy@gmail.com
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