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martes, 27 de septiembre de 2016

Un hombre predestinado



¿Qué tienen que ver Roskolnikov, el asesino de la novela Crimen y Castigo de Dostoievski, Pierre Bezuklov, el héroe de la obra La Guerra y la Paz de Tolstoi, y Hugo Rafael Chávez Frías?
Bien traída por los pelos tal comparación, pero a quienes gustamos de la lectura, es inevitable hacer este tipo de triangulaciones, si no, ¿Para qué sirve leer tanto?, de modo, amigo lector, amiga lectora, tómenlo como un divertimento producto del ocio creativo.
En su monumental biografía sobre Tolstoi (1982), el historiador A. N. Wilson nos llama la atención sobre un detalle muy particular: “Biógrafos e historiadores de la literatura no han destacado el hecho que las obras maestras de Dostoievski y Tolstoi fueron publicadas al mismo tiempo, en el mismo periódico y por el mismo editor.”
Efectivamente, ambas obras fueron publicadas por entregas en el periódico Russkii Vestnik (El Heraldo de Rusia) en 1866, una publicación de la ultra derecha muy popular entre los terratenientes y la noblesa, su editor Mikhayl Nikiforovich Katkov, compró y publicó la gran novela caucásica de Tolstoi, Los Cosacos, con bastante éxito y en vez de publicar novelas traducidas de Dickens, quería seguir publicando novelas rusas.
Lev Tolstoi
Estaba en contacto con ambos escritores, y aceptó por un lado la oferta de Dostoievski de su proyecto de Crimen y Castigo, el escritor se encontraba huyendo de sus acreedores y deudas de juego y necesitaba urgente el dinero de avance, y Tolstoi, también ludópata, aunque mucho más temperado por su reciente matrimonio con Sofya Andreyevna Bers y su búsqueda existencial sobre el sentido de la vida, quien además era un pésimo administrador de su granja y la escuela que dirigía en su heredad de Yasnaya Polyana, a la que tenía al borde de la quiebra, razones por las cuales también necesitaba el dinero y como ya estaba terminando la primera parte de su novela sobre la invasión de Napoleón a Rusia que llevaba por título tentativo, La Historia de 1812, y Katkov la publica en el número de febrero de 1865.
Aquellas novelas por entregas era una manera rápida que tenían los escritores de hacer dinero antes de publicar el libro como tal, la podían entregar por partes mientras las escribían, y por lo general, terminaban siendo revisadas y estructuradas de manera diferente cuando la publicaban en el formato de libro.
Dostoyevski
Justamente ese año salió publicada en un periódico de la competencia de Katkof, El Contemporáneo, la obra que Napoleón III había escrito, La Historia de Julio Cesar, donde sostenía la tesis que hombres como César, Carlomagno y su abuelo, el mismísimo Napoleón, eran hombres providenciales que abrían los caminos que la humanidad transitaría, completando en pocos años lo que tomaría centurias, estampando con su genio a toda una era.
Esto trajo toda una discusión en los círculos intelectuales  de Europa y Rusia sobre estos hombres predestinados, que por cierto, fue una de los argumentos centrales de Dostoiesvski en su novela. Manuel Vázquez Montalbán en un prólogo que escribió para Crimen y Castigo explica: “Son muchos los autores que han señalado el hecho de que el héroe histórico de Raskolnikov sea Napoleón, un héroe romántico, la apología máxima del individualismo… -Quería llegar a ser Napoleón- le dice Raskolnikov a Sonia- por eso la maté-… Según parece, Dostoievski se inspiró en un criminal real conocido en Siberia, un tal Orlov, un hombre que había degollado a muchos viejos y niños… -Aquel hombre- dice Dostoievski- tenía un ilimitado control sobre sí mismo, despreciaba la tortura y los castigos, y no temía a nada ni a nadie en la tierra.”
Como explica Vázquez Montalbán, Raskolnikov es un superhombre nietzschiano incompleto, mata porque cree y se siente como un hombre predestinado, igual que Napoleón que sin temblarle el pulso mandaba a sus ejércitos a la muerte, con la misma frialdad podía asesinar a una vieja prestamista, el problema está en que lo asaltaron las dudas y la culpa, y para expiar su pecado confiesa su horrible crimen al detective Porfity Petrovich.
Casinos Assens ve la figura de Raskolnikov: “…un amoral, un nihilista, un intelectual emancipado de estas supersticiones de la piedad y el remordimiento. Y podía ser también paradójicamente un redentor.”
Para Tolstoi, Napoleón y la cultura francesa llegaron a ser modelos a imitar, en su juventud se convirtió en un francófilo, luego descubre la mortandad y la destrucción que significó aquella invasión para Rusia, la enorme gesta que tuvo que hacer su pueblo para detener al Señor de la Guerra que venía de occidente y pensando en escribir este gran episodio nacional, para enlazarlo luego con su narración de Los Decembristas, Tolstoi se planteó la posibilidad de hacer la historia de lo sucedido en su patria de 1805 a 1812 que termina cuando Napoleón es derrotado por el invierno ruso, pero luego, todos esas nociones liberales que los jóvenes oficiales conocieron de sus contactos con los franceses, y que impulsaron los intentos de reformas que traerían los vientos revolucionarios, tenía que contar los sucesos de 1825 y los de 1856, la obra se le complicaba.
El tema de los hombres providenciales nos toca a los venezolanos muy de cerca, el presidente Chávez nos quiere ser vendido como uno de estos paradigmas sin los cuales no podríamos entender nuestro avatar, un mesías, un militar que trasciende a la historia como Bolívar o Napoleón, un hombre que se creyó estaba más allá del bien y del mal y quiso cambiar el mundo, arruinándole la vida a millones de seres humanos, enviando a la muerte a cientos de miles sin que le temblara el pulso. Los chavistas nos quieren vender a un nuevo Napoleón, pero la realidad es que su Comandante no pasa de ser un Raskolnikov cualquiera.
Una de las frases favoritas de Napoleón era: “En la guerra no son los hombres los que cuentan, es el hombre”, se trata de una frase que encierra un mundo de ideas y creencias.
Dostoyevski por medio de su personaje Raskolnikov desarrolla su idea del mal en las personas, nos dice que todos los grandes hombres en la historia son unos criminales que se esconden detrás de la figura profética de hombres del destino, y los males y las muertes que producen las excusan con una reglas morales y una argumentación histórica diferentes a las que aplican al resto de los mortales.
Lev Tolstoi, por su parte, en la novela Guerra y Paz, hace que su héroe, Pierre Bezukhov se presente como un tipo idealista que cree que Napoleón es un mensajero de los dioses, que trae al mundo un nuevo orden, al punto que, hay momentos en la novela que Bezukhov se cree Napoleón, pero termina en la novela convertido en un Decembrista.
Tolstoi al contrario que Dostoyevski no cree que estos hombres del destino vinieron a cambiar la historia y en el transcurso de Guerra y Paz vemos como su foco se centra en Kutuzov quien prefiere dejar que los acontecimientos pasen, permite que los franceses entren en Moscú, que la quemen, sabiendo que el crudo invierno y el espíritu de resistencia del pueblo acabarán con las pretensiones de los ejércitos napoleónicos.
A.N. Wilson nos resume toda esta controversia provocada por la tesis de los hombres providenciales de la siguiente manera: “Si es verdad que los hombres del destino son, esencialmente diferentes a los otros hombres, se sigue entonces que estos son gobernados por diferentes clases de moral y lógica. Se seguiría que hay una lógica para juzgar las acciones de un hombre ordinario y otros criterios para juzgar a los héroes, a los semidioses y genios.”
He allí uno de los grandes trucos del chavismo, y del comunismo en general, porque Lenin fue uno de sus grandes propagandistas de la tesis, que los revolucionarios del mundo había que medirlos con otra vara diferente a los de los demás mortales, que lo que ellos hacen por la causa, por el proceso, por el Plan de la Patria, por la revolución, son costos necesarios y justificados por un bien mayor, de modo que es justo, para hombres como Fidel, como Chávez y su hijo Maduro que se laven las manos ensangrentadas de crímenes y oprobios, porque ellos son hombres providenciales.
Desde hace ya mucho tiempo estos argumentos historicistas han servido para dejar sin castigo muchos crímenes y de allí el interés que despiertan novelas y obras de la literatura universal que han servido de tribunales para las injusticias del mundo.   -   saulgodoy@gmail.com


martes, 26 de mayo de 2015

La Revolución que bajó de la Sierra de Coro



Cuando los negros de Curimagua bajaron de la Sierra aquel seco mayo de 1795, la mayoría de ellos estaban borrachos por la ingesta del licor de pecaya y ron, excitados por el olor a miedo y a sangre de su terrible despertar a la libertad.
Acababan de saquear las haciendas donde habían trabajado como esclavos durante toda su vida, habían quemado las casas, violado a las mujeres blancas, sus machetes estaban todavía húmedos de sangre patricia cuando dieron cuenta del presbítero Dr. Nicolás de Talavera a quien encontraron en el Camino Real hacia la ciudad de Coro.
Bajaron hasta la Aduana de Caujarao y la asaltaron, mataron a tres funcionaron e hicieron huir al resto de los soldados, quemaron el infame edificio que por tanto tiempo les había robado sus escasas pertenencias obligándolos a pagar tributo a un Rey que los había engañado con un documento que supuestamente les daba su libertad y que misteriosamente había desaparecido.
A la cabeza de la turba de unos 150 negros y mulatos iba el esclavo Juan Cristóbal Acosta, hombre de confianza de José Leonardo Chirino, líder del alzamiento, quien se había quedado en la Sierra a la espera de más refuerzos de las haciendas y caseríos aledaños, las instrucciones eran claras, tomar  Coro a sangre y fuego, en la ciudad estaría esperándolos el mulato José Caridad, con más hombres en armas y el apoyo de los corsarios franceses que llegaría de Curazao.
Con la ciudad bajo su dominio José Leonardo Chirino impondría la Ley de los Franceses por la cual, todos los esclavos serían declarados hombres libres, se constituiría una República, se abolirían los impuestos, se pasaría por cuchillo a todos los hombres blancos, y sus mujeres e hijas serían repartidas entre la tropa para que fueran sus esposas o concubinas.
En Coro la situación era desesperada, buena parte de su población había salido desde la noche anterior en una desordenada huída hacia la población de Tucacas, entre ellos muchos de los más importantes varones de la ciudad, que en el desespero habían reunido sus más valiosas pertenecías, y en carretas y en sacos sobre mulas, dejando en la polvorienta carretera un rastro de candelabros de plata, joyas y vestidos abandonados.
Para colmo de males, el Gobernador estaba fuera de la ciudad en gira administrativa, quedaban muy pocos soldados, sin parque de armas y sin oficiales con experiencia, fue gracias a la valentía del abogado Don Pedro Chirinos y de algunos miembros de otras familias ilustres de Coro que se organizó una rápida defensa, y en las primeras horas de aquella mañana del 12 de Mayo, los pocos blancos que quedaron en la ciudad, enfrentaron a más de trescientos negros que llegaron a cumplir con su destino.
La batalla duró poco, los negros perdieron, se desbandaron y lo que vino fue una de las cacerías humanas más despiadadas que se recuerde en nuestra historia patria; uno a uno fueron encontrando a los rebeldes, los degollaban o los fusilaban en el acto, torturaban a los prisioneros para que confesaran el paradero de sus secuaces, José Leonardo Chirino estuvo huyendo casi tres meses hasta que finalmente cayó prisionero.
Fue ejecutado en Diciembre de 1796, luego de un juicio largo y extraordinariamente bien documentado que se llevó a cabo en Puerto Cabello y luego en Caracas, donde quedó claro que una serie de increíbles malos entendidos, fantasías, mentiras y supuestos, habían sido los ingredientes fundamentales de aquel alzamiento.
La fantasía y las falsas esperanzas era un ingrediente de aquella aventura revolucionaria de la que muy pocos hablan, se esperaba un contingente de negros del Caribe que llegarían por mar para unirse al alzamiento, igualmente se contaba reclutar en las haciendas de la Sierra un número mayor del que realmente existía viviendo en la zona, había elementos mágicos, leyendas de documentos y personas que nunca existieron, el expediente está lleno de declaraciones de gente alucinada, seguramente espoleada por la ilusión de zafarse del yugo de los amos blancos y criollos.
Chirino fue torturado, ahorcado, descuartizado y sus restos exhibidos sobre piquetas y en jaulas a la entrada de la ciudad de Coro para escarmiento de la población negra.
Fue un caso que llamó la atención de la corte española y que preocupó grandemente al Rey del imperio, quien tomó interés personal en el asunto; acosado por la guerra contra Francia, por las cada vez más atrevidas aventuras de ingleses y holandeses en contra de sus posesiones en América, por los aires revolucionarios que prendían llamas de insurrección entre los esclavos en el Caribe, y sobre todo, por el ejemplo exitoso de Haití, que tenía a una gran población de esclavos, una gesta que pudiera ser emulada por gente oprimida en las colonias españolas, esperanzada con una revolución libertadora.
La historia de la rebelión de los negros de Coro es una historia de injusticias y explotación, de los criollos sobre los negros, de los peninsulares sobre los criollos, de una corte y sus nobles sobre el pueblo llano español.
Pero esta rebelión de Coro no fue la primera, ya venían dándose diversos alzamientos de negros y blancos en contra de la imposición de una voluntad oprobiosa, de la dominación del hombre por el hombre: la rebelión del zambo Andresote en Yaracuy, la de Juan Francisco de León, el alzamiento de las comunas en los Andes, son todas antecesoras de la de José Leonardo Chirino.
La lección que se saca de aquellos acontecimientos es que ningún régimen que oprima a los hombres puede subsistir, no importa si tiene mucho oro y armas, o si lo hace por amor socialista, al final siempre aparecerá gente como José Leonardo Chirino, que por una razón u otra tratará de llevar justicia a los suyos y empezará a cortar cabezas.Es interesante observar que, escasamente, a un año de estos acontecimientos, se dio en La Guaira la rebelión de Gual y España, ya no eran negros y esclavos, ahora eran blancos y gente ilustrada, luego vino el intento de invasión de Francisco de Miranda.
Finalmente, 13 años después, fueron los caraqueños los que declararon su independencia, entre esos revolucionarios estaba el joven Simón Bolívar.
Y cosa curiosa, gracias al alzamiento de los negros de la Sierra, el Rey Carlos IV aprobó una serie de inversiones para Coro, que resultaron en mejoras para la defensa de la ciudad, para el puerto; se construyeron sistemas de riego para las haciendas, carreteras y edificios públicos, el cobro de los impuestos fue menos compulsivo que en otras provincias, se otorgó tierras para los negros libres, los indios fueron beneficiados con un trato más humano, se logró una serie de concesiones para el comercio con las islas.
La ciudad salió de su letargo y se convirtió en una importante plaza para los negocios.
Quizás ésta fue esta una de las razones por la que Coro, fue la provincia más reacia a unirse al movimiento independentista de Venezuela. – saulgodoy@gmail.com