Me ha resultado sumamente difícil decidir por dónde continuar el desarrollo del tema sobre la pornografía; mis investigaciones preliminares me descubrieron un mundo vasto y una historia tan imbricada con la naturaleza humana, que desovillar el tema por el principio, resultaría en un tratado que, por razones de espacio y tiempo, no estaba en mi intención, ni en mi interés realizar.
Decidí atenerme a la interpretación que hace el
cultísimo Walter Kendrick del término “Pornografía”, en su libro El Museo Secreto (1987), donde advierte
que “la palabra "pornografía"
aparece casi siempre entre comillas para significar que aquello de lo que se
habla no es una cosa sino un concepto, una estructura de pensamiento que ha
cambiado asombrosamente poco desde que apareció hace ya un siglo y medio. Por
"pornografía" se entiende un escenario ficticio de peligro y
redención, un constante y pequeño melodrama en el que, si bien nuevos actores
han reemplazado a los antiguos, los papeles permanecen más o menos iguales a
como lo fueron en un principio”
Kendrick afirma que la primera vez que se usó el
término pornografía fue a mediado del siglo XIX, cuando los frescos encontrados
en Pompeya fueron catalogados con ese término y encerrados en una cámara
secreta bajo llave, lejos de la observación del público.
Y para hacer las cosas expeditas, pero no por ello menos
profundas, decidí empezar por el final, o sea, por la actualidad, y qué mejor
lugar que en el campo del feminismo, y dentro del feminismo, oh, sorpresa, con
las feministas radicales que reclaman para la mujer el derecho a la
pornografía.
Wendy McElroy, entrevistó a cientos de trabajadoras
sexuales (entre ellas a un importante grupo de mujeres que trabajaba para la
industria pornográfica) y meditó sobre ese espinoso asunto para su libro XXX: A Woman’s Right to Pornography (no
hay traducción al castellano), en el que
nos informa cómo el movimiento feminista se debate entre las siguientes
posiciones: 1- La más generalizada es que la pornografía es la expresión de una
cultura machista donde las mujeres son cosificadas y explotadas. 2- La segunda
en popularidad, es la que combina el respeto por la libre expresión, sumado al
principio, que el cuerpo de una mujer es su derecho, lo que resulta en una
aceptación de que todos consumimos las palabras e imágenes que queramos y a
voluntad (la posición liberal). 3- La tercera es la actitud pro-sexo, según la
cual la pornografía beneficia a las mujeres, en este sentido las mujeres deben
estar en libertad de participar en estas producciones y en consumirlas con
entera libertad, mientras se trate de una decisión personal y sin coerción, es
más, la ley debería protegerlas.
Esta última posición la explica la señora McElroy
desde el punto de vista de los beneficios personales y políticos para la mujer:
Primero, la pornografía le da a la mujer un panorama amplio de sus
posibilidades sexuales, tomando en cuenta que, a estas alturas de la historia,
algunas mujeres llegan a la madurez sin saber cómo darse placer por medio de la
masturbación, lo que implica una sujeción a la ignorancia de su propia sexsualidad.
Segundo, le permite a la mujer una manera “segura” de
experimentar opciones y satisfacer su curiosidad; en un mundo “de alto riesgo”
la pornografía es una fuente de conocimiento solitario.
Tercero, provee la información emocional de
experimentar algo, o bien directamente o como testigo, proveyéndola con esa
sensación de lo que sería “sentirlo” en la realidad.
Desde el punto de vista político es ya una ganancia
que la mujer pueda interpretar el sexo por ella misma, algunas corrientes
antifeministas promueven la vergüenza por esos apetitos y deseos; la
pornografía les propone que lo acepten y lo disfruten.
Para nadie es un secreto que en muchas terapias de parejas
la propuesta del uso de la pornografía en la intimidad, para mejorar la
comunicación y las relaciones sexuales, es común y aceptable (y al parecer,
funciona); y si no tiene pareja, es una buena manera de canalizar esas
necesidades y combate la soledad, sobre todo en personas que han perdido o no
ven a sus parejas por largo tiempo; también parece resultar en parejas, que
comparten momentos íntimos con pornografía, haciéndolas menos propensas al
adulterio.
El uso de la palabra “degradante”, para asignárselo
a representaciones de mujeres en actos sexuales, tiene mucho que ver con la
interpretación e intereses de quienes lo califican de esa manera; más que la
calificación del acto en sí, debería ser la misma mujer quien defina si un acto
es degradante o no, teniendo en cuenta que tratar de convertir a mujeres en
“objetos” es no sólo imposible, sino absurdo… los objetos carecen de
sexualidad.
El destacar de todos sus atributos y cualidades de
la mujer, solamente el sexual, no debería ser degradante, se trata de eso, de
resaltar un atributo, de la misma forma que a veces se enfoca a una mujer por
su inteligencia o su sentido del humor ¿Por qué es degradante resaltarla sólo
en su sexualidad?
Las mujeres han sido sometidas a una cesura despiadada
por el hombre por siglos; las leyes anti pornografía, que supuestamente son
para proteger la virtud en la sociedad, han degenerado en terribles normativas
de control social por medios policiales.
La pornografía, de alguna manera a contribuido a
liberar a las mujeres de ese yugo; algunos autores alegan que la pornografía es
el equivalente a la libertad de expresión en el campo de lo sexual. También hay
quienes afirman que la pornografía funciona como catarsis sexual en los
hombres, haciéndolos menos agresivos y disminuyendo el abuso de las mujeres
(este punto es discutible, hay argumentos en contrario).
Pero veamos el otro lado de la moneda: para muchas
feministas la pornografía es un acto de violencia sexual; asumen que, en la
prehistoria, el rapto y la violación era el trato usual que recibían las
mujeres, el pene era usado en su contra como arma y que, aún hoy, dentro de la
sociedad capitalista, que es esencialmente patriarcal, esa violencia persiste y
una de sus manifestaciones es justamente la pornografía.
La sexualidad no deja de tener una pesada carga
ideológica, eso que Foucault llamaba “el discurso social”, compuesto de palabras
e imágenes; la representación de la mujer como símbolo sexy, en función de obtener
ganancias y como producto de consumo, ha desfigurado el rol de la mujer a
simple mercancía de intercambio, siendo la pornografía su aspecto más crudo.
Pero quizás el argumento más poderoso contra la
pornografía es que ésta genera violencia del hombre contra la mujer, en una
relación causa-efecto (este argumento también es discutible, hay soporte
estadístico y estudios de campo para
ambas posiciones, a favor y en contra, hay un estudio en particular que
explican estas divergencias en los estudios llevado a cabo por los doctores
Malamauth, de la Universidad de California, Adison, de la Universidad MacMaster
y Koss, de la Universidad de Arizona, del año 2000).
El estudio realizado por el Congreso Norteamericano
por la presión de senadores conservadores que participaban en grupos a favor de
la censura, el Comité Meese, determinó que la conexión entre pornografía y
violencia no tenía base alguna; lo mismo sucedió con el reporte del Grupo de
Tarea contra la Violencia de la Mujer, del área Metropolitana de Toronto
(1983), no encontró relación entre pornografía y crímenes sexuales. Otros
informes, de otros comités y en otros países, demuestran que sí existe una
relación entre pornografía y violencia de género, lo que complica la discusión
del asunto.
Wendy McElroy afirma en su libro que Japón, donde
mucha de su pornografía describe gráficamente la violencia brutal del hombre
hacia la mujer, siendo estos materiales abiertamente accesibles para los ciudadanos,
la incidencia en el crimen de violación es mínima; sin embargo, en los EEUU,
donde existen severas restricciones a la violencia en la pornografía, la
incidencia es may
Otras muchas autoras feministas pro-sexo, como la
Dra. Leonore Tiefer, o la activista Nadine Strossen, que vienen de círculos
académicos y profesionales, se han sumado a este debate, la doctora Catherin
Mackinon profesora de la escuela de leyes de la Universidad de Harvard, es de
la opinión que quien consume pornografía
se asocia a la prostitución pagada, estos argumentos se
presentan abiertamente en programas de televisión, conferencias y artículos.
presentan abiertamente en programas de televisión, conferencias y artículos.
Me parece no sólo interesante, sino democrático,
ventilar estos asuntos en la opinión pública; lo que me llama la atención es
que son fundamentalmente mujeres las que están liderando la discusión.
En un país tan violento como la Venezuela de este
momento, y con una condición de abuso hacia la mujer de carácter endémico,
sería interesante realizar un estudio para examinar la relación
pornografía-violencia y su incidencia en crímenes de este tipo. - saulgodoy@gmail.com
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