Los
leones duermen 20 horas, los tigres y las ardillas 15, los elefantes de 3 a 4
horas y las jirafas una hora y media cada noche.
Hitler,
Stalin y Napoleón dormían muy poco, este último decía de los que dormían diez horas
que eran unos idiotas, Einstein dormía frecuentemente y largo. Lo que la ciencia ha encontrado es que por
cada dos horas de estar despiertos, los humanos necesitamos una hora de sueño.
Al
dormir se le ha dado un sentido cultural tan relevante que la ciencia se ha
encargado de ir despojándolo de estos falsos agregados; dormir es una función
biológica del cuerpo humano que nada tiene que ver con los significados que le
hemos atribuido, por ejemplo, no necesariamente quien se levanta más temprano
es más virtuoso, rinde más en su trabajo, Dios lo ayuda y otros lugares
comunes.
Los
sueños son un mundo mucho más complejo que lo que Freud pudo imaginar, tienen
su propio mecanismo de activación, siguen un protocolo con sus tiempos y
etapas… es apenas en los últimos 20 años, que hemos descubierto cómo invertimos
ese tercio de nuestras vidas durmiendo, y cuál es su función.
Los
estudios sobre el dormir y los sueños han ocupado una buena parte del tiempo de
importantes centros de investigación en el mundo, desde el interés militar por
averiguar los efectos de la privación del sueño en la actividad operacional de
sus soldados, hasta los estudios sobre la narcolepsia en los accidentes de
tránsito, pasando por los estudios simbólicos de la imaginería en pesadillas y sueños
en criminales violentos, y la importancia del bien dormir en los procesos de
curación en pacientes traumados.
Se ha
descubierto, nos dice David K. Randall en su libro Tierra de Sueños, que dormir implica al menos
cinco diferentes etapas de aproximadamente 90 minutos cada una; la primera
puede ser tan leve que nos despertamos y no nos enteramos que hemos estado
durmiendo; en la segunda etapa ya se produce ondas cerebrales del sueño de
corta duración, si nos despiertan sentimos que hemos estado dormidos; ya con la
tercera empieza el viaje que nos aleja de nuestro estado consciente, se
producen las llamadas ondas Delta en forma de emisiones rítmicas; en la cuarta
etapa las ondas se hacen lentas; finalmente entramos en el sueño profundo
cuando empezamos con la actividad REM (Rapid Eye Movement) que es el movimiento
aleatorio de nuestros ojos debajo de los párpados cerrados, es cuando se
produce la mayor parte de nuestros sueños y, si nos despiertan en ese estadío,
nos sentimos desorientados, incapaces de responder preguntas básicas, todo lo
que deseamos es volver a dormir.
Hay
una diferencia entre dormir y soñar, aunque ambos conforman piezas de un mismo
estado del ser; son dos actividades diferentes que tienen un aspecto en común,
la ausencia de la conciencia y, aunque nos han enseñando que cuando el cuerpo
duerme la mente descansa, la verdad es otra, un conjunto intrincado de
operaciones mentales, metabólicas y hasta celulares se activa una vez que
cerramos los ojos y nos olvidamos de nosotros mismos.
Cada
uno de nosotros tiene un cronotipo
propio, es decir, un tiempo interno que marca nuestros ciclos de actividad y
descanso, de conciencia y sueño, contamos con varios “relojes circadianos”
que se ajustan a varias actividades biológicas, entre ellos el que se rige
por el Núcleo Supraquiasmático, una región en el cerebro que
regula la actividad hormonal y neural en los mamíferos; tenemos relojes
biológicos, incluso a nivel genético para la producción de proteínas.
Según
el cronobiologista alemán Till Roenneberg, estas diferencias se constituyen no
sólo en estilos de vida, sino en ventajas sociales, lo que puede verse muy
claramente en sociedades agrarias e industriales, los ritmos de vida son
diferentes, los valores son diferentes.
En el
pasado reciente del hombre, levantarse con los primeros trinos de las aves y
acostarse con la salida de las estrellas en el cielo nocturno, marcaban un tipo
de vida que nada tiene que ver con los ambientes artificiales que hoy
conseguimos en nuestro mundo.
Lugares
donde es imposible saber si es día o de noche, con iluminación constante y
temperatura controlada, donde existe una interconectividad las 24 horas con el
mundo cibernético y la televisión por subscripción, una red mundial de
información en actividad constante, repercusiones inmediatas de sucesos que
afectan nuestras vidas, entretenimiento que viene en paquetes de 300 canales
con posibilidad de acceder a miles de juegos, películas, series, música,
conciertos, libros, revistas, conferencias, mercados, deportes…
Vivimos
en un mundo de constantes estímulos, nuestra atención es reclamada por una
plétora de actividades que nos ha impulsado a convertirnos en homos
multitasking, en
tribus que viajan en vuelos trasatlánticos y presos del jet-lag, saltando de un uso horario a otro, como insomnes
participantes de fiestas Raves que
duran días, en trabajos que se prolongan hasta las horas chiquitas de la
madrugada, pegados a una pantalla y con el celular en la mano, en oficinas
donde nunca se ve la luz del sol (o en su defecto, la de las estrellas en la
noche).
Ya
nadie se acuesta a la misma hora, los turnos de trabajo se han diseñado
incluyendo la noche, pero, a pesar de todo, nuestra memoria corporal sigue
pensando como si viviéramos en el campo, viviendo una vida rural, planificando nuestras
actividades para aprovechar la luz del día.
Roenneberg
nos advierte que existe un social-lag, que a diferencia del jet-lag, es crónico
y nos puede desajustar hasta enfermarnos y, probablemente, matarnos, se trata
de ese mundo de compromisos y actividades donde se juntan reuniones de trabajo,
desayunos corporativos, viajes de inspección, almuerzos con clientes, juntas
directivas, cocteles de presentaciones, fiestas, conferencias, seminarios,
ruedas de prensa, cenas de gala, etc., y que para cumplir le robamos al sueño y
al descanso unas horas que se van acumulando de manera fatal.
Uno
de los descubrimientos más importantes de los estudios sobre el sueño es que
los cronotipos varían con la edad, los bebes se despiertan muy temprano, los
adolecentes se convierten en seres nocturnos y es alrededor de los veinte años
que vuelven a ajustarse a los ritmos diurnos, las personas de la tercera edad
vuelven hacerse nocturnas, con algunas siestas en el transcurso del día.
Los
estudios han encontrado que los adolecentes concilian el sueño en las horas de
la madrugada, como lo hacen los roedores, por lo que naturalmente les cuesta
levantarse temprano, hayan fiesteado o no, por eso hay un movimiento en países
desarrollados para tratar de que los muchachos inicien la escuela un poco más
tarde, una hora más de sueño para un adolecente significa una enorme diferencia
en ser productivo y eficiente en la escuela, un adolecente necesita entre ocho
y diez horas de sueño para que esté en condiciones optimas, robarle esas horas
de descanso afectan su motivación, el proceso de aprendizaje y hasta hábitos
alimenticios (ingesta de azúcares y carbohidratos).
Los
científicos han descubierto que hay medicinas que funcionan mejor durante el
sueño que en la vigilia, y aún otras que son más efectivas en la mañana que en
la tarde, y cuando hablo de efectividad estamos hablando de un 70 y 80% más
rendidoras, dependiendo de nuestros ciclos de asimilación, estrés, hormonales,
de biorritmo y que se puede traducir en una recuperación más rápida o lenta,
según el caso.
El
sueño, que hoy se hace en inmejorables circunstancias - lo digo por los buenos
colchones y almohadas, por la cómoda ropa para dormir que existe, por las
habitaciones insonoras y climatizadas al gusto - se ha convertido en la mejor
de las medicinas preventivas, pero las distracciones abundan y cada hora de
sueño que le robamos al cuerpo, es reclamada inexorablemente por nuestra mente,
so pena de entrar en un desbalance que rompe con nuestro equilibrio
psicosomático.
Recordemos
que, en el siglo XVIII, los trabajadores de las fábricas en Inglaterra
preferían dormir en sus puestos de trabajo, sentados en unos bancos, con
cuerdas que les sostenían los brazos, posa barbillas que sostenían sus cabezas,
a tener que regresar a sus hogares para cazar las ratas que los despertaban, o
quitar los piojos de la cama porque no los dejaban dormir.
Es
por todo esto que una de las maneras de conocer a las personas es, dime como
duermes y te diré quién eres (y hasta cuanto vas a durar) – saulgodoy@gmail.com
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