En noviembre de 1969 cae abatido por la policía, el
terrorista comunista Carlos Marighela en una calle de Sao Paulo, detrás dejaba
un largo historial de atentados, robos a bancos, asesinatos, secuestros (entre
ellos el del embajador norteamericano Charles Burke Elbrik), era el líder del
grupo subversivo Acción Libertadora Nacional (ALN), una de las fuerzas más
virulentas en contra del Progreso y el Orden de Brasil.
Lo que ya sabía los cuerpos de inteligencia del Estado, y
que se confirmó luego de la muerte de Marighela, era la participación de un
gran número de sacerdotes, sobre todo de dominicos, que formaban parte de la
organización criminal y prestaban apoyo a los planes de infiltración de los
comunistas, de hecho, la responsabilidad de organizar la guerrilla rural en el
eje Belén-Brasilia, era de un fraile dominico.
Ya las autoridades habían confrontado a los sacerdotes
revolucionarios en varias zonas industriales del país, organizaban a los
obreros en las fábricas predicando la violencia como instrumento legitimo para
alcanzar la justicia social, muchos de ellos fueron arrestados y deportados por
incitar a la población a la revuelta.
Fueron unos años críticos para la paz social en Brasil,
la teología de la liberación era como la gasolina que se regaba sobre la brasa
ardiente de los ingentes problemas que aquejaban a esa sociedad.
Tiempo después, la policía pudo determinar que, parte
importante del financiamiento y logística para estos grupos violentos provenían
de Cuba.
Carlos Marighela, sin embargo sería más recordado, por un
libro que escribió, El minimanual del
guerrillero urbano, una obra que se convirtió en la biblia para las
Brigadas Rojas en Italia, el grupo Baader-Meinhoff en Alemania, los Tupamaros
en Uruguay y Sendero Luminoso en el Perú entre otros.
Todo este espiral de violencia tuvo su detonante en la II
Asamblea General del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM) celebrado en la
ciudad de Medellín, Colombia, entre el 26 de Agosto al 6 de septiembre de 1968,
allí, los sacerdotes que habían sido contaminados por el marxismo más radical,
presentaron 16 documentos donde abogaban
por la violencia y el levantamiento popular para derrotar a las oligarquías y
los gobiernos de la región, consideraban deber de la Iglesia estar del lado de
los pobres y organizarlos para llevarlos a la reivindicación de sus derechos
humanos.
Hubo posiciones tan extremas como la del padre Joseph
Comblin del Instituto Teológico de Recife que pedía la instauración de un
soviet eclesiástico para gobernar la iglesia.
Estas ideas tenían unos interesantes antecedentes en los
sacerdotes-obreros en Francia en los años cincuenta, en la “Misión Francia”
donde ya el marxismo marcaba la tendencia ideológica de un neocristianismo
militante, en Brasil para 1957 se inicia
el movimiento de Comunidades de Base, inspirados entre otros, por el maestro de
escuela Paulo Freire, quien desarrolló un sistema de alfabetización basado en
la indoctrinación comunista, al mejor estilo gramsciano.
Estas posiciones casi crearon un cisma, las discusiones
que se iban a centrar en torno al Concilio Vaticano II se tornaron agrias y el Vaticano
cayó en cuenta que sus pastores en Latinoamérica habían sido infiltrados por
los comunistas, la Unión Soviética y Cuba habían hecho un buen trabajo, buena
parte de la organización eclesiástica servía ahora a otros intereses, fue
cuando se escuchó con insistencia la tesis que Cristo era socialista.
El mundo se enteró de personajes como Paulo Evaristo
Arns, Hélder Cámara, Fray Beto, el franciscano Leonardo Boff, y el
sacerdote-guerrillero Camilo Torres, colombiano, quien murió en 1966 luchando
en las filas del ELN y otros muchos sacerdotes (entre los venezolanos estaban
Nelson Casique y el padre Pedro Trigo) que estaban dispuestos a organizar al
pueblo en armas y consideraban que era obligación de la Iglesia apoyarlos.
Joseph Ratzinger, cardenal encargado de la Defensa de la
Fé en el Vaticano no tuvo un momento de descanso a partir de este momento,
afortunadamente la talla intelectual del que luego fue el Papa Benedicto XVI,
probó ser de altísimo vuelo, produciendo sendos documentos como el Libertatis Nuntius (1984) y el Libertatis Concientia (1986) donde
refutaba todas las posiciones de los teólogos de la liberación y poniendo en
cintura a los curas guerrilleros.
Pero ya el daño estaba hecho, para cuando se levantó la
reunión del CELAM la iglesia roja estaba trabajando en las montañas de
Nicaragua, en las selvas de Guatemala, en las principales ciudades de El
Salvador, México, Perú y digamos poco del cono sur, que ya estaba en llamas.
El polémico obsequio de Evo para el Papa en su visita a Bolivia |
Fidel Castro había logrado transferir el odio de clases a
los curas comunistas, odio a las élites, a los industriales, a los de
pensamiento de derecha, a los políticos demócratas, a las instituciones, hizo
que una parte de la iglesia se incorporara como engranaje fundamental en la
subversión armada, los hizo, en una palabra, traicionar sus sagrados votos en
aras de una “Justicia Social” absolutamente contaminada por el comunismo
internacional, más que pastores eran políticos, más que salvadores de almas era
bandoleros con sotana.
La Teología de la Liberación está inserta en lo que posteriormente
se conoció como la Filosofía de la Liberación, que para los marxistas
latinoamericanos es la expresión más pura y adelantada del pensamiento
latinoamericano, pero que en mi humilde opinión se trata de la ideología que ha
postrado a nuestro continente en el subdesarrollo y una virulenta violencia
política.
Ya para mediados de los años sesenta la influencia
marxista leninista estaba en boga en las principales universidades
Latinoamericanas, una buena parte de la intelectualidad comulgaba con la
posibilidad de la realización de un socialismo libertario que, asociado al
populismo, pudiera convertir los idearios de la Revolución Cubana en programas
políticos para los partidos de izquierda.
México y Argentina se pusieron a la cabeza del desarrollo
de estas ideas confundiendo ex profeso la doctrina social de la Iglesia con las
posturas revolucionarias que proponen la lucha armada en contra de la opresión
colonialista de los gobiernos de derecha.
Junto al desarrollo de análisis económicos como la Teoría
de la Dependencia y la Teoría del Desarrollismo, se conjugó la propuesta de
Paolo Freire sobre la Pedagogía del Oprimido y ambas corrientes de pensamiento
desembocaron en las propuestas sobre la liberación del hombre y los pueblos de
acuerdo a la enseñanza de los evangelios.
En esta tesis
opresión-liberación el ingrediente cristiano se hizo fundamental, liberar a los
pobres y oprimidos, era una cruzada humanista que exigía entrega, y la vida de
Cristo se hizo ejemplo, no era de extrañar que pensadores como el padre jesuita
Ignacio Ellacuría expresase lo siguiente:
“Ante la situación latinoamericana de pobreza
y de postración, que desde la fe se entiende como una «estructura de pecado»,
desde la teología de la revolución se consideraban los esfuerzos de cambio y de
revolución, incluso violentos, como esfuerzos de «redención cristiana»”.
Mientras haya personas que crean que esa es nuestra
esencia y que dicha filosofía nos podría conducir a algún tipo de utopía o
salida para un mundo mejor, lamento decir, estaremos condenados al atraso y
obligados a vernos como esclavos y servidumbre del llamado primer mundo, lo que
necesariamente lleva a la violencia y a vivir presos de un complejo de
inferioridad.
La filosofía de la liberación no pasa de ser más que un
elaborado fresco de ideas comunistas, cuyo centro existencial es la perplejidad
de unas mentes, que nunca pudieron superar el pasado colonialista en nuestro
continente.
La Filosofía de la Liberación es el resultado de las tesis
marxistas de las revoluciones proletarias del siglo XIX en Europa, adoptadas y
convertidas a la escena local que entre otras muchas tesis, propone eyectar a
Latinoamérica de la civilización occidental, lo que fue un verdadero problema
para los curas, pues los puso en contradicción con las tradiciones cristianas a
las que se debían.
Entender la fe como la reflexión y praxis de la
liberación de los oprimidos, y del enorme problema de la pobreza de esos años,
los impulsó a utilizar los evangelios como arma política; la realidad fue, que
esta teología resultó poco influyente en la filosofía de la liberación, debido
justamente, a que pocos de sus seguidores eran creyentes.
La próxima vez que escuchen hablar a los chavistas de la
teología de la liberación o vean a sus exaltados curas socialistas en la
televisión, recuerden que esas ideas tienen tras de sí mucha sangre, violencia
y dolor, pero sobre todo, confusión, que esos hombres están dispuestos a
cambiar la biblia por el fusil y a Cristo por el líder de la revolución
comunista venezolana y sus lugartenientes, a quienes deben obediencia, por encima de sus
propias conciencias. – saulgodoy@gmail.com
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