Heidegger entendía la metafísica no como una rama de la filosofía que estudiaba la constitución y estructura de la realidad, sino como el esfuerzo permanente de ubicar la razón última del ente a la luz de “su” pensamiento y no de otro, y digo de su pensamiento porque cultivó un falso orgullo y creía que su trabajo era la medida y límite de la metafísica.
Su labor
filosófica trataba de encontrar el destino histórico del ser en la tradición
griega, y de toda esa tradición prolija y variada, se concentró en la vertiente
platónica. Esta tradición platónica tuvo en algún momento una interpretación que
se desarrolló por pensadores que vivieron bajo el Imperio Romano y que fue la
que prevaleció en el Medioevo cristiano.
Con
el Renacimiento nace el espíritu humanista y de todo el amplio rango de
pensamientos y tendencias que aparecieron, el filósofo alemán se concentra
solamente en aquellos de tendencia platónica como eran Marcilio Ficino, Pico
Della Mirandola, Diacceto, entre otros, dejando por fuera autores de la talla
de Mussato, Boccaccio, Salutati, Bruni o Vico, que eran literatos, poetas, una
gran parte, y utilizaban sus artes para adelantar sus ideas montados en la
preeminencia especulativa de la poesía y la retórica, en vez del lenguaje
lógico formal tan afecto al teutón.
La Europa
Moderna- de acuerdo a Heidegger- se funda sobre esta tradición metafísica
platónica que se transforma en “técnica”, apoderándose del mundo y es lo que
Heidegger, conoce o entiende como Occidente, con lo que el humanismo
renacentista sale muy mal parado.
Luego
de un tiempo sin publicar, durante el desenlace de la Segunda Guerra Mundial y
después de haber hecho público su compromiso con los ideales del Nacional
Socialismo, Heidegger decide salir de su auto impuesto silencio (recordemos que
hubo una prohibición para que dictara sus cursos de filosofía), con un ataque
al humanismo (Carta sobre el Humanismo),
descalificándolo desde su única y personalísima visión, alegando, insisto, en que
la naturaleza de la tradición humanística no es metafísica porque no se ocupa
de la verdad, que Heidegger entiende, como la labor de clarificar el encuentro
del hombre con su ser y con los demás entes.
Martin Heidegger |
Ernesto
Grassi quien fuera alumno de Heidegger y que por diez años trabajaría con él
como secretario, luego de su distanciamiento, escribió que su maestro tenía una
errada e incompleta visión de lo que era el humanismo y en su prepotencia por
imponer su personalísima idea de metafísica, que era definida por ese continuo
trabajo en conceptuar a los entes hasta llegar al último fundamento racional.
De esta manera obvió en gran medida la inmensa riqueza y sentido del humanismo
renacentista, que reivindicaba los derechos y la dignidad del hombre aún en sus
flaquezas, que procuraba conocer su pasado aplicando una de las formas para la
restauración de la autenticidad histórica del hombre, que era por medio de la
filología y la retórica.
El
asunto es que Heidegger, se convierte en la punta de lanza de ese ataque artero
e injusto que el pensamiento alemán y posteriormente, el pensamiento
anglosajón, hicieron en contra de la tradición mediterránea renacentista, en un
esfuerzo poco exitoso de sustraer la tradición latina del concepto de
Occidente.
Fue
en este punto de inflexión, que poco a poco se configuró el actual pensamiento
eurocentrista, que a su vez fue heredado por Norteamérica y que conforman el
núcleo sistémico del rechazo y el racismo hacia las contribuciones culturales a
occidente de los pueblos del “Sur”.
Autores
como Bernal Martin, Jack Goody, E. Levinas, Edward Said y otros, han
establecido que este rechazo a pueblos semitas y de origen africano,
considerados como “barbaros” y que fueron excluidos de la historia oficial de
occidente para preservar el ideal de raza y pensamiento de una Grecia antigua y
clásica de ascendencia aria, cuando la verdad era que existían profundas y
continuas corrientes de razas y pensamientos que desde el levante y oriente
llegaban a la Arcadia, donde eran asimilados y transformados construyendo las
bases de lo que hoy es occidente.
Esta
visión parcializada de la historia, fue promovida por círculos intelectuales y
artísticos del romanticismo europeo del siglo XV, fue alimentándose de
versiones e interpretaciones que se hacían de los descubrimientos
arqueológicos, textos antiguos e investigaciones antropológicas orientadas en
su gran mayoría a reforzar esta pre concepción de la superioridad de los
pueblos del norte, que sin duda, fueron los grandes beneficiarios de todos
estos aportes interculturales y que supieron darle consecuencias prácticas,
sobre todo en la tecnología aplicada a la guerra, la medicina y la agricultura
tal como nos lo explica el antropólogo norteamericano Diamont Jarret.
Esta cosmovisión
racista llega hasta nuestros días y en los EEUU, en expresiones académicas como
las de Samuel P. Huntington o en las alocadas declaraciones de un Donald Trump,
donde se insiste en esta visión estrecha de occidente, queriendo erigir muros
en contra de una realidad irrefutable, que occidente es mucho más que la
cultura de los pueblos del norte.
El historiador
británico Niall Ferguson, apunta que entre los años 1400 y 1420 coincidieron
dos acontecimientos fundamentales en la historia, el primero fue que se
completó la construcción de la Ciudad Prohibida en el corazón de la actual
Beijing en China, en la apoteosis del poderío de la Dinastía Ming; a partir de
ese momento la civilización China, el Imperio más poderoso de su época en el
mundo, empezaría una vertiginosa decadencia, y en ese mismo tiempo, los pueblos
empobrecidos y atrasados de Europa empezarían su ascenso gracias a el
Renacimiento y la Reforma, que propulsó la Revolución científica y la
Ilustración en occidente, y los puso en la delantera para convertirse en el
próximo Imperio mundial.
Y fue
el humanismo renacentista un elemento fundamental en la construcción de ese
modelo civilizatorio occidental, que le permitió a las artes y la ciencia
elevar la condición humana por sobre las miserias y contradicciones del día a
día, Thomas Hobbes describía las
condiciones de vida para el común de las gentes en la Inglaterra de su tiempo
como “solitaria, pobre, ingrata, brutal y
corta”, el humanismo mediterráneo insuflaba ánimo en medio de la pobreza,
enfermedades y guerras que asolaban a Europa.
Todavía
está en discusión si el concepto de “hombre” que apareció en el Renacimiento
tiene una deuda con San Agustín en la Edad Media, con Cicerón en el Imperio
Romano o con el mismo Sócrates en Atenas, yo soy de los que piensa que se trata
de una misma tradición que hizo posible concretar la noción de persona humana
en el Renacimiento.
Si el
hombre tiene caminando sobre la tierra 10.000 años, sólo en los últimos 500 es
que se concretó la filosofía del humanismo, esa que afirma nuestra habilidad y
responsabilidad de vivir de acuerdo a la ética, de un perfeccionamiento
continuo como personas aspirando a un bien supremo para la humanidad.
El
humanismo es una versión optimista y secular del mundo donde el hombre, al ser
distinguido por su libertad y racionalidad, se encuentra por encima de otros
tipos de vida que no tienen este privilegio, y por ello, defiende y promueve el
derecho de los humanos a la felicidad y al desarrollo de los potenciales de
cada individuo.
Dentro
de sus conquistas más preciadas del humanismo está la de una educación
universal donde se precien los valores del alma y el conocimiento, haciendo
hincapié en la educación artística, en las lenguas, en la historia y en el
recate de los clásicos de la literatura.
Es en la palabra y no en el ente donde radica la verdadera esencia del
aquí y el ahora, es gracias a la poesía y la retórica, al uso de la metáfora
como sistema de transferencia de significados, que es posible decodificar el mundo.
El
problema está, en que utilizando estos principios humanistas, muchas dictaduras
y regímenes autoritarios se han impuesto por sobre la voluntad de sus pueblos
para oprimirlos, de hecho, en nombre del humanismo se han cometido terribles abusos
y crímenes.
Dentro
del llamado movimiento postcolonialista, favorito de muchos autores
latinoamericanos, se alega, que ha sido
por causa del humanismo, que occidente y sus imperios se han impuesto sobre una
buena parte del mundo para explotarlos y subyugarlos, creando la relación de
explotadores y oprimidos, estos estudiosos del post colonialismo afirman que la
empresas conquistadoras y coloniales imperiales, nacen en el Renacimiento al
mismo tiempo que el humanismo, y que ambas responden a un mismo interés.
El
marxismo ha sido uno de los primeros en atacar la noción de humanismo y buena
parte del pensamiento postmodernista es rabiosamente anti humanista, siendo sus
más destacados enemigos Heidegger, Levi-Straus, Lacan, Althuser y por supuesto
Foucault.
El
rasgo imperial de occidente es claramente destacado al momento de entrar en
contacto con la filosofía del humanismo, todas estas corrientes neocomunistas y
materialistas al no reconocer a la persona humana como centro de los esfuerzos
socio-políticos en la construcción de sus realidades nacionales, también
desconocen a los Derechos Humanos, considerándolos como una ficción más, en los
intereses de la civilización occidental por adelantar sus pretensiones
imperiales.
Esta
es una de las razones por la que regímenes como el chavismo en Venezuela, juega
con la máscara de los derechos humanos cuando y como le conviene, el chavismo
es una suma de ideologías anti imperiales, anti occidentales, anti humanistas,
así se la pasen repitiendo por todos los medios y cada vez que pueden, que su
revolución es humanista, los hechos claramente hablan por sí mismos, no son
humanistas, no creen en los derechos humanos, no creen en la educación ni en
los valores del alma, los consideran un estorbo para sus planes totalitarios y
fascistas.
Mucha
gente está dispuesta a reconocerle derechos humanos a estos violadores de la
humanidad, una vez que su imperio despótico termine, porque me da la impresión
que estos torturadores, ladrones y asesinos, lo primero que van hacer cuando
sea desalojados del poder, es reclamar para ellos los derechos humanos que no
le han reconocido a los demás. – saulgodoy@gmail.com
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