La historia se repite y los que no la conocen están condenados a repetir sus errores, esta frase tiene un actual y urgente sentido en la Venezuela de hoy; en estos últimos ocho años de actividad política, el chavismo marcha avasallante hacia la peor desgracia que los cuerpos colectivos de occidente pueden sufrir, el totalitarismo.
Slavoj Žižek acuñó la palabra “ultra-política” para
comprender la absoluta soberanía para el líder absoluto, resumido en 1976 por
Foucault, en sus conferencias sobre el totalitarismo, como la Thanotopolitica “Un Estado absolutamente racista,
absolutamente criminal y absolutamente suicida”.
El Nacional Socialismo alemán fue el más acabado ejemplo
de su realización histórica y tomó una guerra mundial para extirparlo, lo que
quedó a su paso por Europa fue destrucción y muerte y la promesa, por parte de
los sobrevivientes, de “nunca más”.
Y de los últimos lugares del mundo donde se pudiera
pensar florecería de nuevo esta inhumana concepción del Estado era en
Venezuela, una democracia, con una tradición de ideas libertarias que hicieron
grande su gentilicio.
Pero la realidad no es otra, con sus variantes
fundamentales (los venezolanos no somos alemanes ni Venezuela es Alemania), la
semilla está sembrada y prosperando en buena tierra, lo peor, ante el aplauso y
las loas de gente ignorante, principalmente demócratas de tendencias
izquierdistas, que creen en el disfraz y las mentiras del régimen.
El gobierno del Teniente Coronel Hugo Chávez Frías, por
mucho tiempo, y gracias a la industria petrolera con la que contaba el país, se
entregó a una política en la que predominaba la fiesta de los regalos y dádivas,
para que los gobiernos Latinoamericanos le permitieran la injerencia de su
ideología y manipulaciones, que ocultas tras un discurso integrador y
bolivariano, su verdadera intención era que se enraizara en nuestro continente,
los demonios ciegos del fascismo.
Todo empieza con un discurso, con una lógica que dan
inicio a la construcción de un aparato estatal basado en la absoluta sumisión
al líder y un estilo que engloban principalmente los conceptos de soberanía y
gobernabilidad, que tienen como fin el control total de la población, el
surgimiento de un estado policial y de un agresivo ejército de conquista para
culminar en injerencias y agresiones a otros estados, fase inicial de la
expansión y hegemonía, primero en contra de los más débiles, luego contra los
demás.
Hagamos un paralelismo con lo sucedido durante el nazismo
y lo que sucede con el chavismo, Hitler tuvo a su disposición teóricos y
académicos que de manera “científica” explicaron lo inexplicable de la misma
manera que Chávez disponía de un cuerpo de “notables”, que se encargaban de
justificar cada una de sus tropelías y abusos de poder, el concepto de
soberanía era el mismo para ambos y de gran importancia para sus fines.
Desde la Edad Media el concepto de soberanía surge como
poder absoluto sobre un territorio, con la modernidad la soberanía evoluciona
como una forma abstracta del poder público, separado de los gobernantes y de
los gobernados y dirigido al bien público, pero con el incremento de un poder
central, con la aparición de líderes y partidos políticos dominantes, aparece
la noción del poder popular o soberanía del pueblo que por medio de una
“transferencia” política llega a residir en los poderes públicos, principalmente
en el ejecutivo, y que en términos de regímenes presidencialistas como el de
Venezuela, están por encima del legislativo y el judicial.
Carl Schmitt y Martin Heidegger, ambos profesores
universitarios y de impecables credenciales académicas, se encargaron de darle
los justificativos jurídicos y filosóficos a las agresivas tendencias del
movimiento nacional socialista y su líder indiscutible Adolfo Hitler.
Utilizando el recurso de la lógica circular, confundiendo
conceptos y partiendo de una tesis donde se solapa la autoridad como función y
la autoridad como persona, plantearon una radicalización del concepto de
soberanía, mezclaron en una sola idea la soberanía con la gobernabilidad, de
esta manera crearon una tesis que le permitió a Hitler asumir todas las
funciones de Estado en su persona.
La gobernabilidad funciona en un marco normativo y se
encarga de controlar las personas en el territorio soberano, Foucault la llama
la biopolítica y tiene que ver con
manejar las variables poblacionales tales como la mortalidad, la natalidad, las
enfermedades, la fertilidad, la vivienda y demás servicios públicos, la
productividad, el trabajo, la alimentación, etc.
La función de la gobernabilidad ha sido hasta los
momentos “normalizar el cuerpo social”, es decir, eliminar las incidencias no
deseadas y estimular las consideradas optimas, pero cuando se confunden
gobernabilidad con soberanía, aparecen nuevos poderes y funciones, que le
atribuyen a un Estado el poder de intervenir, sin oposición, en los esferas
privadas de los ciudadanos, disponer de sus vidas y bienes y hasta en la forma
en que han de morir.
El concepto que utilizaron Schmitt y Heidegger de soberanía
era el mismo de Bodín y Hobbes, el más primitivo y absoluto de las soberanías,
el que no admite superiores ni está supeditado a ningún otro poder, para ajustarlo
a la institucionalidad, se valieron del concepto de soberanía del pueblo,
representada en su líder, pero aquí se encontraron con otro problema, la
soberanía absoluta no podía ser legitimada, pero si el líder encarnaba la
nacionalidad alemana, si se convertía en el guardián de la cultura, si no solo
ejercía la autoridad sino que era la autoridad misma, entonces se convertía en
el primer ciudadano de la nación, en un primus
inter pares.
Fue de esta manera que el Führer quedó como el dador de la leyes, concentró en su persona las
funciones legislativas, judiciales y ejecutivas, era la encarnación de la
soberanía alemana, de esta manera, se
regresó a la autoridad absoluta de los reyes de la Edad Media, disfrazada de
ropaje constitucional, de esta manera Hitler quedó fuera de todo control y
sujeción, en pocas palabras podía hacer con su pueblo lo que le diera la gana,
y por extensión podía hacer lo que quisiera con sus vecinos y por ende, con el
mundo, cosa que intentó.
Hitler gobernó en Alemania bajo la pretensión que
“normalizaba” a la sociedad, la hacía única en pensamiento y acción, sin
contradicciones, sin oposiciones, pura de sangre.
Chávez, a su manera, siguió el mismo plan de ruta,
controlar el país, sin oposición, sin libertad de expresión, con absoluto
dominio de todas las maneras de mediación política, anulando las instituciones
intermedias, con férreo dominio del aparato electoral, judicial, legislativo, militar,
y lentamente tomó el control de la opinión pública, de la educación, del
comercio y la industria, de la banca,
las telecomunicaciones, de los bienes y vidas de los ciudadanos.
Y como a Hitler, su propio país le quedó pequeño, y como
un hambriento predador, iba en busca de víctimas fáciles, con su disfraz de
oveja y cristiano, sembrando la discordia y la revolución a su paso, para en el
momento oportuno, dar el zarpazo en aras de un proyecto que él llamaba nacional
y que incluía a toda Latinoamérica, su famosa “Casa Grande”.
Pero este era un plan que tenía ya tiempo en la mesa de
trabajo de un hombre anterior a Chávez, ese hombre era Fidel Castro, quien
trató de ponerle su mano al subcontinente latinoamericano para enfrentar al
Imperio norteamericano, y lo intentó con denuedo, pero fracasó, principalmente
porque lo enfrentó un presidente venezolano que fue Rómulo Betancourt.
Fidel Castro fue un brillante estratega y manipulador de
almas y cambió su estrategia cuando vio que sus planes de insurgencia fracasaban,
por lo que decidió esperar, siempre manteniendo una guerra sorda y subterránea
de movimientos guerrilleros, terrorismo y desestabilización, en el caso de
Venezuela, y aprovechando los movimientos de izquierda democrática que
florecían en ese país, se propuso infiltrar a las fuerzas armadas y encontrar
allí un líder que le diera su revolución en la odiada Venezuela, y lo encontró,
en un paracaidista de apellido Chávez.
La historia ya la conocemos, pasaron 16 largos años bajo
el mandato del chavismo, Chávez y Fidel lograron descomponer a Latinoamérica e
instaurar regímenes socialistas bolivarianos, todos alineados con La Habana,
Chávez muere, Cuba se mete bajo el ala del presidente norteamericano Obama y
queda Venezuela con un presidente absolutamente sumiso a los hermanos Castro,
el ciudadano colombiano Nicolás Maduro.
Venezuela es ahora un país arruinado, tomado
militarmente, explotado por una facción política criminal que tiene a su
población como rehenes, sin posibilidad de trabajo productivo, con la inflación
más alta del mundo y con una criminalidad que provoca tantos muertos como una
guerra convencional.
Pero el país no ha cejado en su empeño por salir del
gobierno revolucionario que manejan los hermanos Castro desde Cuba, las
protestas y los reclamos se multiplican a pesar del black out informativo que
tiene el aparato de información oficialista, cada vez más hay presos políticos,
inhabilitados, perseguidos, torturados, asesinados, personas en huelga de
hambre, la lucha se ha incrementado con vista a unas elecciones parlamentarias
que se debería celebrar este mes de diciembre próximo.
La comunidad internacional está reaccionando y tratando
de detener el genocidio en Venezuela, las fuerzas revolucionarias asociadas al
narcotráfico, al terrorismo, a la subversión dirigidas por los hermanos Castro
están acabando, eliminando, las fuerzas democráticas e independientes de los
venezolanos, es claramente una guerra que se convertirá en convencional si los
países de occidente no se hacen parte del proceso de observación de las
elecciones y aseguran con su presencia unos comicios libres y transparentes.
Si nuestra generación va a ser sacrificada en aras de la
“real politick”, del acomodo, de la
conveniencia y de los intereses mezquinos, solo espero que la comunidad
internacional aprenda de nuestro caso, de como una democracia puede ser
destruida desde adentro, con el lenguaje de la democracia, utilizando los
mecanismos de simulación y se puedan crear los mecanismos de alerta temprana
que permitan algún día, que la comunidad de naciones disponga de los
instrumentos adecuados de control y restablecimiento de la libertad y la
justicia. - saulgodoy@gmail.com
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