Uno de los resultados de la retórica socialista, sobre todo en Latinoamérica, donde el tema de la ecología planetaria se maneja con mucha pasión y poca inteligencia, es el de ofrecerle al mundo una receta para la sobrevivencia sacada de nuestro horno cultural ancestral.
Pensar
que las fórmulas de vida indígenas, esas relaciones de la tribu con la tierra,
pudieran funcionar como solución para los complejos problemas ambientales en el
mundo actual, en un planeta con más de 9 billones de habitantes,
interdependiente, globalizado, multicultural, con diferentes grados de
desarrollo, con una serie de necesidades materiales y de energía que ya llegan
al límite de sustentabilidad del planeta, en medio de conflictos graves por el
dominio de los escasos recursos naturales y de importantes cambios en la
estructura de la atmósfera, de la biosfera y por ende, del clima, no solo es
ingenuo, es criminal.
Y es
criminal porque todos esos ambientalistas socialistas, que creen en esos
supuestos saberes ancestrales no van a permitir que los profesionales y
técnicos de las ciencias de la tierra, expertos en desastres y su prevención,
economistas de los grandes números, necesarios para atender a las poblaciones
continentales, a planificadores y futuristas, a los organismos multilaterales
especializados puedan hacer su trabajo y tratar de salvar al mundo, de hecho ya
hemos visto a un Evo Morales, presidente de Bolivia, pidiendo que suspendan las
cumbres ambientales en nuestro continente por innecesarias, y como él, otros
muchos mandatarios regionales quienes creen que basta con volver a las
costumbres y formas de vida de nuestros aborígenes para dar por terminada la
crisis que hoy afecta nuestro planeta.
La
crítica socialista está clara, reitera lo que ya conocíamos: debido al
crecimiento desordenado de la humanidad, a la depredación inconsciente y
salvaje de los recursos naturales, no importa el signo ideológico de sus
perpetradores, nadie sale con las manos limpias en esta debacle ambiental,
comunistas y capitalistas han cambiado los cursos de los ríos, han contaminado
los océanos, envenenado la tierra, han polucionado la atmosfera, ricos y pobres
han hecho su parte, las causas son claras.
Donde
sí están equivocados de plano, es en las soluciones que proponen, que no son
soluciones sino catalizadores para acelerar el caos, fórmulas que más bien
parecen tomadas de la Nueva Era y de la brujería, románticas y estereotipadas
que nada tienen que ver con la realidad que nos arropa de manera acelerada.
No es
arruinando al mundo occidental, a las economías capitalistas como vamos a
solucionar la crisis ambiental, la propuesta socialista pasa obligatoriamente
por un frenazo a la economía mundial que solo significaría un gigantesco
descalabro del orden mundial, la idea detrás de esta propuesta estaría en la
falsa ilusión de que cada país pudiera encerrase en sí mismo, dejemos de usar
combustibles fósiles y volvamos a reunirnos en torno a las fogatas a escuchar
los cuentos de Pachamama; que de un día para otro, todos los habitantes de los
países desarrollados reduzcan sus consumos de alimentos, vestimenta, estilos de
vida para igualarlo a lo que gente ignara que como Chávez y ahora Maduro,
consideran, justo y suficiente.
El
ecosocialismo sustenta su posición en acusar a la tecnología (al capital y al
imperialismo que se deriva de su práctica) como maligna y causa del desastre,
ese concepto de modernidad líquida es un nuevo disfraz para repartir las culpas
de un comunismo desfasado que se niega a reconocer que los cambios son parte
sustancial de la vida, por ello predican la vuelta a los fundamentalismos,
prefieren meter la cabeza en un hueco en el suelo, que enfrentar los nuevos
paradigmas, que son los que están brindando las soluciones para un mundo en
aprietos, no creo que sean propuestas inocentes, son en realidad cantos de
sirena para más y peores totalitarismos, para discriminaciones y holocaustos
masivos en nombre de un falso humanismo.
En
lecturas que he venido realizando sobre la filosofía de la liberación, el
colonialismo, la teoría de la dependencia y lo que el historiador peruano
Aníbal Quijano llamaba “la descolonización del poder”, todas tesis del marxismo
adocenado, apuntan al eurocentrismo como causa primordial de la dependencia
latinoamericana, a un pensamiento que no es el nuestro (muchas veces olvidando
que Marx era europeo), y a la confluencia de unas etnias y razas autóctonas que
sería las portadoras originarias de nuestro misterio ontológico, esto sucede
principalmente en países donde el componente indígena es importante como en el
caso de Perú, México y Bolivia, por ejemplo.
La
proliferación de partidos verdes en el mundo no es otra cosa que la nueva
careta del marxismo reencauchado en un supuesto amor por la naturaleza, pero en
el fondo son los arietes con que pretenden dominar a la sociedad imponiendo una
tiranía ecológica, tiranía a la que están dispuestos a llegar por el terrorismo,
como ha quedado demostrado en Europa.
Janet
Biehl, una estudiosa de los grupos neofascistas alemanes, entre ellos, los skinheads y otros grupos neonazis,
sostiene que ante las terribles condiciones del mundo actual, los grupos
extremistas se alimentan de los principios ecológicos como el amor por la
naturaleza y el nacionalismo autóctono, llevan las ideas místicas de una
superioridad racial mezclados con una aproximación cuasi religiosa por la
naturaleza, el terruño se hace eje de sus programas, los antepasados que
vivieron en una especie de época de oro en completa armonía con la naturaleza,
sumergidos en el fondo de sus discursos se encuentra un odio hacia la cultura
judeo-cristiana a la que tienen por culpables de los problemas actuales,
originados en conquistas y coloniaje de los pueblos aborígenes; los extranjeros
se hacen blanco de sus ataques y a pesar de la prédica de un supuesto
multiculturalismo, lo que en realidad promueven es la discriminación racial
pero al revés, muera el inmigrante.
Latinoamérica
no se ha salvado de este odioso movimiento de los verdes que buscan la
destrucción del orden establecido y la imposición de un nuevo mundo, los
movimientos ecologistas de la región tienen al indio, al campesino sin tierra,
a los excluidos, a los afro descendientes como la nueva raza que rescatará el
mundo de las garras de las grandes corporaciones, de los oligarcas, que puesto
en su justo contexto, son tesis tan racistas como las que hacen prevalecer la
influencia del eurocentrismo.
Lo
que hoy sucede en Brasil es un claro ejemplo de lo que digo, de esa
desagradable relación entre los verdes y los socialistas que tiene atrapada la
imaginación política de ese gigante del sur, ese pensamiento equivocado siempre
deja el aspecto tecnológico, de la investigación y el desarrollo no solo de
fuentes alternas de energías, sino de hábitats y formas de vida, de nuevas
maneras de entretenimiento, educación y de trabajo, ámbitos donde la robótica,
la nanotecnología y la Inteligencia Artificial que son claves en los nuevos
paradigmas para nuestra Tierra, fuera de la ecuación.
En su
lugar se contentan con volver la mirada a nuestros ancestros y proponerlos como
modelos para el futuro, y lo hacen de esta manera porque para el socialismo la
tecnología es hija del capitalismo, la innovación es producto del espíritu
emprendedor, la competencia, de la que surgen las tecnologías y productos
ganadores solo es posible en una economía de libre mercado, y todo esto es
anatema para los socialistas y sus atolondrados primos, los verdes.
Detener
el progreso e imponer un régimen tribal y de caudillos es su objetivo, y eso lo
que hemos estado viendo claramente con Chávez, Evo y Fidel, entre otros, y que
han continuado Maduro, Cristina Fernández, Correa, Raúl Castro y Daniel Ortega que
impúdicamente usan las banderas ecologistas para arremeter en contra de la
libertad, el emprendimiento y el capitalismo. – saulgodoy@gmail.com
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