Benedicto de Espinoza, “el hombre embriagado de Dios” según Novalis. El filósofo francés del postmodernismo Gilles Deleuze decía de sí mismo que era un espinosista y que Spinoza era “el príncipe” de los filósofos, para Antonio Negri, mientras servía sentencia en una cárcel italiana por cargos de terrorismo que luego fueron desestimados, encontró en Spinoza la fuente de inspiración de su tesis política sobre las multitudes.
Spinoza ha sido igualmente fundamental en mi vida, llevo
apenas diez años conociéndolo, leyéndolo y releyéndolo, consultándolo y cada
vez que abro uno de sus libros no dejo de asombrarme, porque la tarea que se
propuso y que logró, fue una de las más hermosas y precisas construcciones del
espíritu humano, un método, que seguido paso a paso, nos impide equivocarnos.
Mi encuentro con Benedictus, tardío aunque vital, fue en
la Universidad Metropolitana, mi compañera de vida dictaba un curso para
alumnos de maestría y uno de sus colegas resultó ser el profesor de filosofía,
traductor y experto en la obra de Spinoza, Aquiles Leandro.
Durante todo un semestre tuve el gusto de tenerlo como
profesor guía, todavía recuerdo las gratísimas conversaciones que se
prolongaban hasta cerca de la media noche, los pasajes de los libros que me
mandaba a leer, La Ética, por
supuesto, el Tratado de la reforma del
entendimiento, el Tratado
Teológico-político, su correspondencia y otros… con mucha paciencia y con sus
extraordinarias dotes docentes, el profesor Aquiles desentrañaba para mi cada
uno de las proposiciones del maestro sefardí, creo que corrí con una suerte
inmensa y la aproveché al máximo, estuve intercambiando pareceres sobre la ética
de Spinoza con el profesor Leandro, hasta días antes de su inesperada muerte.
Benedicto está considerado como una de las más importante
representantes del racionalismo del siglo XVII, nace en Ámsterdam en el seno de
una familia de judíos que fue expulsada de España a Portugal, y que
posteriormente se establece en Holanda huyendo de la persecución religiosa y la
intolerancia, su padre era un acaudalado comerciante y le da a su hijo la mejor
educación posible, la brillante mente del muchacho lo hacen favorito de los rabinos
y filósofos judíos, se transforma en un aventajado estudiante de los libros
antiguos y en un experto hebreíta (escribiría una gramática de la lengua
hebrea).
Pero su curiosidad lo condena, se reúne con gente mal
vista por los suyos, lee el evangelio y admira la figura de Cristo públicamente,
sus amigos son en buena parte españoles perseguidos por la inquisición, libres
pensadores y científicos que abundan en Ámsterdam atraídos por la libertad que
se respiraba en la ciudad de los canales, sus preguntas sobre la doctrina pone
nerviosos a sus maestros; con la muerte de su padre se hace indiferente a los
ritos religiosos y termina excomulgado y expulsado de la sinagoga a los 24
años.
Se va a Rijnsbug donde escribe buena parte de su obra,
renuncia a su herencia, se mantiene puliendo lentes para instrumentos ópticos,
lleva una vida frugal, solitaria, pero su fama como pensador original se
extiende y lo visitan políticos, académicos e importantes comerciantes, cuando
se muda a La Haya es ya un hombre aclamado y criticado por sus ideas, le
ofrecen una cátedra en la Universidad de Heidelberg pero la rechaza, alegando
que comprometería su libertad y su tiempo para el desarrollo de sus ideas, la
muerte lo interrumpe en plena labor creadora a la temprana edad de 44 años.
Spinoza y Descartes, los grandes racionalistas |
Spinoza se convertiría en una figura controversial, para
unos, un redomado ateo, para otros, un santo, hay quienes sostienen que su
filosofía depende grandemente de la de Descartes, pero también están quienes lo
tenemos como uno de los más originales pensadores de todos los tiempos, su vida
es rica en anécdotas, se le ha tildado de espía, de traidor al gobierno de la
casa de los Orange, para los agentes de la inquisición española era un blanco
político, para los judíos peor que un leproso… hasta su muerte está rodeada de
misterio, existe la tesis que murió en santa paz, hay quienes afirman que se
suicidó y yo estoy con los que sospechan, fue asesinado; hasta su tumba fue
saqueada y se ignora el destino de sus restos mortales.
Spinoza cambió el mundo, él solo, pensando y escribiendo,
viviendo una de las vidas más auténticas que conozco, buscando como objetivo de
vida solo la verdad, como bien dice Francisco Larroyo en su introducción a la Ética demostrada según el orden geométrico,
su proyecto de vida era conocer el orden de la naturaleza, comprenderlo y
aceptarlo, su obra rompe y crea un paradigma aún vigente, una nueva imagen del
universo y el hombre que están allí, en cada página de sus escritos, refulgente
como un diamante, con una fuerza incontrovertible y una pureza conmovedora.
Spinoza, al contrario de Descartes, pensaba que la
naturaleza humana era una sola, no diferenciaba a la mente del cuerpo, se
trataban de la misma sustancia, desarrolló la idea que “la mente humana es la idea del cuerpo humano”, idea que impactó a
Antonio Damasio, uno de los grandes neurólogos de la actualidad y que se
encuentra en la frontera de la investigación, sobre como el cerebro humano
resuelve lo referente a los sentimientos.
Porque para Spinoza todo lo referente a los sentimientos
y las pasiones humanas tenían un importante lugar en su idea del hombre, no
tanto en su carga negativa como enemigos y contrarios a la razón, sino como
elementos primordiales en la preservación del ser; Spinoza propone conocer a
profundidad las pasiones para poder manejarlas adecuadamente, con una mayor
perfección, nos resume Damasio: “Spinoza
procedió a conectar las nociones de bien y mal, de libertad y salvación, a los
afectos y a la regulación de la vida; sugería que las normas que gobiernan
nuestra conducta social y personal debían estar modeladas por un conocimiento
más profundo de la humanidad, un conocimiento que contactara con el Dios o la
naturaleza que hay dentro de
nosotros.”
Para Spinoza, Dios y naturaleza se confunden en una misma
identidad, razón por la cual es considerado un panteísta y últimamente ha
estado muy cotizado por los grupos ecologistas, sobre todo por los de la
“ecología profunda”, que tienen en el noruego Arnes Naess uno de sus exponentes
principales, hay una anécdota de este ecologista que se encadenó a una catarata
para evitar que una empresa construyera una represa hidroeléctrica en su país,
luego que la empresa retiró su proyecto ante la empecinada negativa de Naess y
la publicidad que atrajo, decía éste, que si Spinoza estuviera vivo, estaba
seguro se hubiera encadenado con él, y mientras Naess vivió, fue un seguidor de
Spinoza.
Soy un declarado spinoziano, a él le debo mi retorno a la
fe en Dios, vía la razón luego de años de ateísmo, sus palabras me sostienen en
los momentos más difíciles. Spinoza es
un bálsamo y un recordatorio de que la verdad prevalecerá, que hay un orden en
el mundo, que el pensamiento llevado por la razón es infalible, que la alegría
suprema se consigue en Dios y que hay un arte y una práctica del buen vivir.
El gran físico Albert Einstein tuvo una epifanía similar
cuando tuvo que escoger el Dios en el que creía, el Dios que describía Spinoza
en sus obras era el que se amoldaba al universo que estaba descubriendo con sus
arriesgadas teorías, e incluso le compuso en pequeño poema.
Spinoza escribió desde la verdadera tranquilidad del alma
y esa paz se percibe en sus palabras, nos contagia, y no hay situación de
conflicto o de crisis que no pueda ser resuelta desde la inteligencia de sus
proposiciones que, afortunadamente, nos legó en sus trabajos.
Les invito a leer a Benedicto,
no es fácil, pero les aseguro, que si persisten, van a encontrar una riqueza inconmensurable,
un conocimiento a prueba de dogmas, ignorancia, socialismos perversos y
política barata, léanlo como lo hacía uno de los personajes del novelista
Bernard Malamud cuando empezó a leer a Spinoza: “Yo no comprendía todas las palabras, pero cuando tratas con tales ideas
te sientes como si estuvieras viajando arrastrado por una bruja.” - saulgodoy@gmail.com
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