Una
república que permita que un órgano del estado, cualquiera que este sea,
judicial, ejecutivo, legislativo, moral o electoral se imponga sobre la
soberanía popular deja de ser república, no importa si ese órgano tiene el
remoquete de “supremo” y aún menos si se pretende estar haciendo “justicia”
robándole al pueblo su capacidad de decisión.
Es
de sentido común y un acto de autoprotección nacional, que una decisión
judicial que vaya en contra de la voluntad del pueblo expresada en elecciones
libres y generales, avalada por el órgano electoral, aceptada públicamente por
el poder ejecutivo y teniendo como testigos a la comunidad internacional, sea
desconocida y rechazada de manera contundente por el país.
El
Tribunal Supremo de Justicia en una sentencia que a todas luces está fuera de
sus atribuciones, que no es jurídica sino política, siguiendo instrucciones del
partido de gobierno con el apoyo del poder ejecutivo, con el sólo fin de
destruir el estado de derecho para hacer imposible la rendición de cuentas de
un gobierno felón, pretende inhabilitar la autonomía de la nueva Asamblea
Nacional desconociendo a los diputados que representan al Estado Amazonas,
parlamentarios pertenecientes a etnias indígenas, que ganaron las elecciones y
fueron proclamados por el CNE, violando los procedimientos, lapsos y
jurisdicciones ha puesto la legitimidad de toda la Asamblea en entredicho.
La
reacción a tal ataque en contra de la soberanía nacional, ha sido unánime al
condenar la intromisión del poder judicial en las competencias del poder
legislativo, la intención es clara, quieren anular al parlamento y que el TSJ y
el presidente de la República asuman sus tareas.
Pero
no contaban con la rápida reacción de la opinión pública nacional e
internacional condenando de manera categórica este golpe de estado, cuya única
solución consiste en la inmediata destitución de los magistrados que conforman
dicho órgano y ser pasados a los tribunales ordinarios para que se les juzgue
bajo cargos de alta traición a la patria, que los responsables de tal maniobra
para la destrucción de la república y sus más caros principios, sean objeto de
las máximas penas debido a que actuaron desde un poder constituido, en
flagrante violación al mandato que recibieron y contrario al interés nacional.
Sólo
de esta manera podrá ser preservada la integridad física y jurídica de la
república.
Un
intento como éste, de violación de la soberanía nacional por parte de uno de
los poderes públicos, no puede quedar en la simple retórica ni en una
reprimenda, los que maquinaron tal acción son enemigos de la democracia, peores
que unos golpistas porque están trabajando desde adentro de una de las más
importantes instituciones del estado como lo es el TSJ, al que el PSUV intervino
de manera ilegal, violando todos los procedimientos, para colocar en su seno a
simpatizantes y militantes del partido de gobierno y con el claro objetivo de
desconocer a la máxima autoridad de una república: la voluntad popular
debidamente expresada.
El
pueblo habló y designó sus diputados, si se le permite a las instituciones
republicanas intervenir para modificar, anular o desconocer tal mandato, se con la regla fundamental de convivencia en una
nación-estado, permitirlo sería desatar la anarquía y el desacato a la norma
constitucional, donde en su primer artículo se establecen los derechos
irrenunciables de la nación, entre ellos el respeto a la voluntad popular.
El
pueblo de Venezuela en su deber de sostener y coadyuvar a la existencia de la
república debe, no solo repudiar de la manera más vigorosa posible el intento
inconstitucional e inmoral del TSJ espurio, que pretende desplazar la voluntad
popular como centro de gravedad de la nación venezolana y proclamarse, por
encima del pueblo, como árbitro de su destino, sino que debe restablecer el
equilibrio que se quiere romper por parte de fuerzas antidemocráticas que
pretenden someterlo.
Ninguna
revolución puede estar por encima de la voluntad del pueblo, si los intereses
de los socialistas bolivarianos anteponerse a los de la nación, si aceptamos
que por una única voluntad o la de un pequeño grupo, la nación entera deba
someterse a sus designios de un tribunal golpista, entonces habremos perdido la
libertad, y este intento del TSJ , de desconocer a los diputados electos de la
manera tan irregular e ilegal como lo viene haciendo, es un claro indicio que
el actual gobierno abandonó el camino institucional y democrático.
Lo
más probable es que a partir de este momento el gobierno de Nicolás Maduro, que
ya tiene serios indicios de su ilegitimidad de origen y desempeño, se ponga aún
más fuera de la ley, que se inicie un proceso de destrucción de lo que queda de
la institucionalidad y se declare la dictadura militar chavista, con el
propósito definitivo de instaurar un régimen castrocomunista en el país, al
servicio de los intereses del narcotráfico, del terrorismo, de subversión armada continental y del gobierno extranjero, explotador y
colonialista de Raúl Castro en Cuba.
Alerta
Venezuela entera, el pueblo ha expresado claramente su voluntad de que quiere
cambios en paz, dentro de la constitución, si el gobierno niega esa posibilidad
solo queda la aplicación del artículo 333 de la Carta Magna, lo que
necesariamente implica la movilización masiva del pueblo en la calle para
restaurar su derecho a la autodeterminación y a tener un futuro en libertad. –
saulgodoy@gmail.com
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