Sobre
la imagen de Chávez se ha tejido una historia falsa, en la que tratan de
compararlo con Bolívar y Jesucristo, por aquello de que era el amigo de los
pobres, el defensor de los humildes… puras patrañas, todo es un gran montaje
publicitario y de propaganda, es sólo manipulación de sentimientos básicos y de
la esperanza de los desposeídos, la verdad está retratada crudamente en la
calle, Venezuela jamás había tenido una pobreza estructural tan enorme como la
que existe hoy en día, y Chávez jamás hizo nada por los pobres excepto darles
pan y circo, su verdadero interés no era sacar al venezolano de la pobreza sino,
todo lo contrario, su meta fue que hubiera más pobres.
Se
trata de una técnica de propaganda muy utilizada por los regímenes marxistas,
fascistas y populistas, donde se destaca el culto a la personalidad de los
líderes del momento, tratando de adjudicarles cualidades sobrehumanas, de
excelencia y gran carácter a sus principales íconos, entre ellos, los
correspondientes a la historia patria, héroes, próceres, padres fundadores de
la nación para conjugarlos en una sola idea del espíritu nacionalista.
¿Cuál
era el secreto del afecto hacia Chávez? Era una combinación muy bien dosificada
de limosnas repartidas en maratónicos programas de televisión, donde el
presidente regalaba, como si le hubieran pertenecido, desde casas hasta carros,
becas y lavadoras, intervenciones quirúrgicas y fundos agrícolas productivos,
ésos que le había robado a sus legítimos dueños, viajes a Cuba y dispensarios…
todo lo que su gobierno debería haber hecho como trabajo rutinario en función
pública, trabajando con los recursos del estado, todas esas obras, desde una
carretera hasta una subestación eléctrica, las convertía en un presente del
buen padre hacia sus hijos.
Pero
también, insistía la propaganda oficial, Chávez era de origen humilde, él era
uno de ellos y porque sabía lo mucho que se padecía siendo pobre, iba a dar su
vida para dignificar al proletariado.
Hegel decía, en sus Lecciones de Filosofía de la Historia: “Imágenes
teníamos desde hace largo tiempo: la piedad necesitó de ellas muy temprano para
sus devociones… y en la devoción es esencial la relación para con una cosa, ya
que se trata no más que de un enmohecimiento del alma”.
Los
manipuladores de imagen ponían a Chávez abrazando viejitas y besando bebés,
visitando a los enfermos y comiendo arepa, gracias a sus dotes histriónicas y
afinación le cantaba a la gente, les recitaba coplas y parrafadas completas de
Bolívar, convenientemente descontextualizadas, eso le gustaba al pueblo, tenía
su propio show-man en el poder,
repartiendo canastillas entre las recién paridas como si fuera un ángel en la
tierra.
Pero
para los militares el efecto es todavía más estrambótico, la propaganda lo
tiene como un brillante militar, estratega, feroz guerrero, líder indiscutible
de los ejércitos patrios cuando la verdad es que fue un militar mediocre, nunca
vio acción bélica, jamás participó en un combate y cuando pudo hacerlo (contra
los suyos) se acobardó y se rindió; su poder estaba en la corrupción y los
favores, tenía preferencia por los guerrilleros, por los cubanos, por todo lo
que fuera subversivo y contrario a la democracia.
Fue
en los cuarteles y las escuelas militares donde se sembró la mentira más cruel,
que Chávez era la reencarnación de Bolívar y que representaba los más altos
intereses patrios, la dignidad de la Nación; era terrible tener que constatar
la propaganda con la realidad, pues todos sabían que Chávez estaba promoviendo
el desfalco más grande en la historia contra los dineros de la nación, apoyando
a grupos de empresarios, familiares, amigos que, por la vía de las empresas de
maletín, se llevaban ingentes cantidades de dinero al exterior; su enfermizo
favoritismo y perruna lealtad hacia los hermanos Castro de Cuba desvió chorros
de petrodólares hacia la empobrecida isla para mantener la ilusión de la
revolución continental.
Por
ello me llaman la atención las afirmaciones del general Padrino López; él, más
que ninguno, estaba al tanto de las infiltraciones del narcotráfico en la
institución militar, de las fortunas mal habidas que se crearon de la noche a
la mañana entre altos oficiales, de la participación de los militares en injerencias
en países vecinos, del uso indebido que se le daba a las FFAA para satisfacer
intereses particulares del partido de gobierno disfrazado de revolución.
Los
militares sabían de la farsa que el mismo Chávez, en vida, imponía sobre este
costoso y gigantesco esfuerzo mediático por exaltar su persona, sin rubor
alguno; y se prestaba con gusto para ser convertido en santo, en Comandante
Supremo, en un igual a Cristo… de esa enfermiza patología narcisista nacieron
las incontables imágenes de un Chávez mítico, poderoso, más allá de lo humano,
compartiendo con nuestros héroes de la independencia el lugar más destacado; un
pobre hombre, que nunca peleó guerra alguna, que nunca se destacó en nada, que
nunca produjo algo positivo sino mentira sobre mentira, error tras error, el culpable
por nuestra calamitosa situación pretende, desde su tumba en algún lugar del
Caribe, imponerse como lo que nunca fue.
La
proliferación de las imágenes de Chávez en espacios públicos es parte de un
programa de imposición de la “marca” de la revolución en Venezuela, un velado
intento por atemorizar y delimitar territorio, confundirlo con la idea de
pueblo y hacerlo símbolo del socialismo es sencillamente equiparable a un
letrero que rece “Cuidado! Perro bravo.”
En
cuanto al Bolívar mulato, pues se trata de una interpretación de unos
antropólogos y fisonomistas extranjeros, que le costaron al país una pequeña
fortuna para complacer, con sus supuestas aproximaciones científicas, al ego
del comandante, y darle forma a un rostro extraño y repulsivo del padre de la
patria, según instrucciones del propio Chávez; detrás de esa figura negroide
hay toda una tesis de racismo y complejos de inferioridad que satisfacen esa
enorme necesidad de nuevos iconos “revolucionarios”, que contradice de manera
flagrante la iconografía histórica y reconocida del verdadero Bolívar.
Ahora
de lo que se trata es de que los revolucionarios, que todavía respiran por la
herida de la inmensa derrota electoral sufrida, donde el pueblo les ha retirado
el favor popular por considerarlos causa eficiente de sus penurias actuales, al
no tener otro argumento ni idea para justificar su continuación en un gobierno
fracasado y perdedor, pretenden imponer a como dé lugar su lamentable
iconografía en lugares públicos que nada tienen que ver con el objeto de adorar
a esas figuras grotescas. Chávez no es ningún padre de la patria y el Bolívar
mulato no es Simón Bolívar.
Decía Walter Benjamín, en su importante ensayo La obra de arte en la época de su
reproductibilidad técnica: “La proletarización creciente del hombre actual y el
alineamiento también creciente de las masas son dos caras de uno y el mismo
suceso…En consecuencia, desemboca en un esteticismo de la vida política. A la
violación de las masas, que el fascismo impone por la fuerza en el culto a un
caudillo, corresponde la violación de todo un mecanismo puesto al servicio de
la fabricación de valores cultuales.”
Los
que quieran rendir culto a estas figuras fabricadas por el aparato de propaganda
cubano que se las lleven a sus casas y les prendan velas, pero en las calles,
en los edificios públicos, en las sedes del poder político están sobrando, no
tanto porque representan la iconografía de una ideología fallida, sino porque
son simple y llanamente una mentira, y ante la mentira no debe haber
contemplaciones.
Si
usted cree que los elefantes vuelan, que los duendes existen o que el diablo es
el señor del universo, agarre todas esas estampitas de elefantes alados, de
gnomos gozones debajo de las tapias o del macho cabrío sentado en un trono y empapele
con ellas la pared de su casa, pero no obligue a la gente a verlas en la sede
del Parlamento y, menos todavía, cuando los que acuden a ese recinto están
contestes en que se trata de una burla a la inteligencia.
A los
que promueven la ignorancia, la mentira y la confusión no hay que ayudarlos; al pueblo hay que protegerlo de la oscuridad y
las malas mañas. - saulgodoy@gmail.com
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