Dentro del discurso chavista y de las tesis educativas de la izquierda en general, la especialización es el soporte del modelo capitalista y explotador, constituye la punta de lanza de la política del conocimiento del nuevo colonialismo.
El conocimiento fragmentado, compartimentalizado y
reduccionista que produce la especialización, es para los socialistas del siglo
XXI, una manera perversa de robarle a la gente la oportunidad y el derecho de
ver el mundo en su totalidad, tal cual es.
Esas mini versiones de la realidad promocionadas desde
las instituciones académicas capitalistas, afectan todo, hasta la vida
cotidiana de las personas, en las fábricas, en el hogar, en la escuela, cada
quien se ocupa de un pequeño pedacito del conocimiento, se especializa en sus
partes, en cómo opera, en sus productos, un profesor de geometría euclidiana no
tiene nada que hacer con la geometría fractal, un profesor de química orgánica
no tiene ni idea de los nuevos compuesto que se realizan en ambientes de cero
gravedad y que generan nuevos materiales sintéticos.
Se han creado unas barreras que separan el conocimiento,
según los comunistas, con el propósito expreso de capitalizar (explotar) cada
segmento de conocimiento y a su vez alienar al individuo creando unos estilos
de vidas que esclavizan a la gente al consumismo según la segmentación del
mercado.
Pero es en la educación, sobre todo en las escuelas,
donde los párvulos, desde muy temprana edad son obligados al aprendizaje por
especialidades.
Por el contrario, la visión socialista del mundo que
trata de ser holística, humanista y con una razón moral totalizante, tiene un
propósito, la creación del hombre nuevo, con una visión universal de la vida,
lo cual es una estafa, pues tanto su propósito como la forma para lograrlo, no
sólo es confuso sino que su resultado alcanza justamente lo contrario, la
disfuncionalidad de la persona para el trabajo, para la competencia y para la
producción, y como guinda de este experimento docente, el embrutecimiento de la
persona.
El desprecio del socialismo hacia las “ciencias duras” y
la relevancia de las “lo social” es el resultado inmediato, el conocimiento
autóctono, endógeno adquiere preeminencia sobre el conocimiento
occidentalizado, eurocentrista; el género, las minorías, las razas, el lenguaje
se convierten en factores importantes desplazando los conocimientos formales
que educan la razón y la lógica, el historicismo pasa a regir la visión de la
historia, la política revolucionaria se posiciona como centro del debate
intelectual, todo estos a costa del buen uso del lenguaje, del civismo y el
republicanismo a favor de la adoración al líder y de la preeminencia de los
sentimientos por sobre la razón.
Debido a que la especialización exige un trabajo
intelectual, una disciplina tanto en el pensamiento concreto como en el
abstracto, requiere de habilidad experimental y de mucha investigación, en aras
de mantener una supuesta “igualdad” entre el desempeño de las escuelas y de los
estudiantes, el nuevo currículo bolivariano impone lo que ellos plantean como,
la “integración del pensamiento” por medio de una intersectorización, es decir,
generalizar el pensamiento, romper con la asignación de materias del curriculum
tradicional para abarcar “grandes áreas” del conocimiento, en un afán
irrealista por enfocar “lo social” bajo cualquier excusa.
La aplicación de la botánica, o las matemáticas por
ejemplo, no tienen ningún sentido si no son aplicadas en problemas localizados
en la comunidad, en la realidad social local a la que pertenece el alumno, en la
problemática colectiva donde está ubicada la escuela.
Esto de entrada implica la pérdida del rigor académico en
aras de historias de camino, de cómo lograr el éxito del proceso
revolucionario, se trunca la excelencia académica por un ramplón igualitarismo
donde todos hablan mucho, pero dicen poco, donde se repiten dogmas pero no se
tiene capacidad crítica.
La especialidad en la educación origina diversidad y
multiplicidad de actividades y funciones, por lo tanto crea desigualdad, la
especialización genera expertos y meritocracia por lo tanto, ingresos
desiguales para las personas preparadas frente al hombre común, que no tiene
formación alguna, lo que provoca las divisiones sociales en base al
conocimiento, de allí que ahora se pretenda acabar con cualquier forma de
examen, medición o prueba que provoque esa odiada discriminación por el
conocimiento.
Poniendo en vigor este nuevo curriculum los primeros en
sufrir un descalabro en su preparación, es el personal docente, el maestro
tiene que nivelarse hacia abajo, recibir una preparación general, pobre, muchas
veces parcial y llena de imprecisiones para poder llevar a los alumnos esta
nueva capacitación.
En el fondo se trata de justificar la ignorancia vía el
conocimiento general, e interiorizar la mediocridad y el retraso, el gobierno
socialista necesita que “lo social” se convierta en prioridad de la formación,
todo conocimiento debe estar dirigido a “sensibilizar” a la persona hacia
objetivos colectivistas, donde se sacrifique el avance personal, el deseo de progreso,
la excelencia académica en aras de una uniformidad, de una igualdad artificial
que se supone es moralmente superior, bolivariana y nacionalista.
De allí que contemos con médicos e ingenieros, expertos
de seguridad y abogados, sociólogos y economistas que lo menos que saben es
sobre lo que deberían saber, las universidades bolivarianas están lanzando a la
calle legiones y cohortes de supuestos profesionales “generales”, que su único
aval es que son socialistas.
Lo que los chavistas no se dan cuenta es que para poder
integrar conocimientos, lo primero que tiene que existir es justamente el
conocimiento, no puedes integrar si las partes no existen, no puedes unificar
si no tienes que unir.
Primero deberían existir las especializaciones para poder
hacer el trabajo de integración.
Lo que propone el chavismo inspirados por el modelo cubano,
es implantar una excusa para la indoctrinación comunista, sustituir docentes
especializados por “generalistas” implica sin ninguna duda, bajar la calidad
educativa en aras de un catecismo revolucionario y socialista, que nos
condenaría como pueblo a más pobreza y dependencia.
Cambiaríamos un “colonialismo occidental”, capitalista,
que aboga por la competitividad y la excelencia personal, por un nuevo
colonialismo de izquierda que pretende despojarle al individuo de su persona
para hacerlo algo colectivo, obediente y esclavo del pensamiento único, de la
conformidad y la mediocridad. -
saulgodoy@gmail.com
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