Me quiero referir más a lo que representa la figura de Trump para los norteamericanos, que al candidato, que como todo político en campaña electoral tiene sus tintes circenses, de espectáculo mediático, buscando acaparar la atención de los medios y del público, en este sentido Trump no es diferente a ningún otro candidato, republicano o demócrata, todos quieren estar de primero en la intención del voto y harán lo necesario para conseguirlo.
En el
caso de Trump, recordemos que no se trata de un político de carrera, sino de un
empresario, de un “outsider”, y que
al momento de escoger sus armas para entrar en la carrera por la presidencia de
su país, escogió las que sin duda lo diferenciaron del resto, un lenguaje
directo, un espíritu de confrontación sin cuartel contra sus adversarios, donde
valen los desplantes, las burlas, hasta insultos; tomó la posición del hombre
exitoso, que conoce muy bien, la de mantenerse en posición de dominio,
controlando los eventos, vendiendo su oferta como imbatible, vendiéndose él
como el único que puede hacer de su país, de nuevo, un gran país… pero en sus
términos.
Trump
compite en una doble carrera, dentro del partido republicano, donde sorprendió
a todos con su decisión de pasar de un simple espectador y contribuyente a los
fondos de ese partido, a candidato, y lo hizo sin pedir permiso, ni ponerse en
la fila, como estaban acostumbrados en los corredores del poder, simplemente se
lanzó al ruedo a todo riesgo, lo que de entrada generó el factor sorpresa entre
los posibles aspirantes a la candidatura del partido, y desde entonces no se ha
dejado arrebatar el protagonismo.
He
aquí un hombre multimillonario, mediático, de alta figuración en los medios,
más por el lado de las páginas sociales y del mundo del espectáculo, sin ningún
currículo político, sin piso ni estructura partidista, sin experiencia en la
alta política, excepto la que le brindó codearse con los grandes jefes en cenas
de galas o vendiéndoles lujosas propiedades en sus desarrollos inmobiliarios,
que de pronto aparece en la carrera por la más alta magistratura del país.
Muchos
creyeron que era una jugada suicida o de corto aliento, que se trataba más de
una satisfacción a su ego que otra cosa, nadie creía que pudiera pasar de los
primeros escarceos, pero para algunos se prendieron las alarmas cuando
manifestó en público que, si no era el candidato del partido republicano, él
mismo se financiaría su candidatura como independiente.
Para
ese momento, y fue rápido, se habían juntado una voluntad de hierro, que en
ningún momento dejó de ser noticia para los medios de comunicación, un mensaje
claro y simple- quiero ser presidente de este país, pues considero que no hay
otro mejor capacitado para llevarlo a donde quiero llevarlo, que es volver a
ser la primera potencia mundial, con prosperidad y seguridad para todos los
norteamericanos- con la suficiente solvencia para hacerlo por su cuenta y con
una imagen exitosa, propia y sin deudas con nadie.
Fue
muy tarde cuando muchos cayeron en cuenta de que Trump hablaba en serio, su
popularidad nunca bajó del primer lugar.
Pero,
aún más importante, su discurso y actitud eran algo que los norteamericanos
pedían a gritos y nadie ofrecía, estaban cansados de ser considerados una
potencia en decadencia, con una economía que, si bien seguía siendo el motor
productivo y de innovaciones del mundo, había perdido mucha de su fuerza y
productividad, había una cierta tensión en las finanzas del país que estaban
afincadas en deudas y créditos al exterior, las crisis financieras se hacían
más y más recurrentes a lo interno, afectando, en forma de burbujas que
explotaban, la calidad de vida y los ahorros de los norteamericanos medios.
En la
economía norteamericana se respiraba una inseguridad que no se sentía
anteriormente, demasiado factores foráneos, que no estaban en control del
gobierno, determinaban las tendencias y las oportunidades, demasiada
globalización, dependencia y participación de gente que ni siquiera hablaba
inglés… pero fue definitivamente el terrorismo lo que llevó a los
norteamericanos a ver en Trump, un líder proactivo, que no iba a esperar a
recibir más golpes, insultos y amenazas para utilizar su músculo y poner las
cosas en su lugar, si no ¿Para qué sirve ser la primera potencia militar del
mundo?.
Quien
dude por un instante que el tema de la seguridad no está de primero en la
agenda norteamericana no ha leído bien los signos del tiempo; el gobierno
socialista de Obama permitió una comprometida coexistencia con las fuerzas
antinorteamericanas del mundo, su política de apertura iba desprovista de ese
elemento que garantizaba la seguridad interna, dejando que, por acción y
omisión, el enemigo se fortaleciera, que los grupos fundamentalistas islámicos
se atrevieran a mucho más que si hubiera una contención real sobre sus cabezas.
El
comunismo se recuperó de su debacle del muro de Berlín, los nacionalistas
agarraron vuelo y están balcanizando a los países aliados, el racismo en contra
de la raza blanca y católicos es hoy más fuerte que nunca, los totalitarismos
se multiplicaron, su política de paz hacia sus enemigos fue percibida como un signo
de debilidad, al punto que los Castro se atreven a ponerle condiciones al
Imperio, los socialistas bolivarianos en Latinoamérica lo acusan de fascista.
Obama
permitió que Corea del Norte desarrollara sin oposición efectiva su programa de
desarrollo de armas nucleares y ahora anda amenazando al mundo entero con
usarlas; el medio oriente no sale de una crisis para entrar en otra pareciera
que esa parte del mundo y de la humanidad no está preparada para la democracia.
La
migración masiva y la cultura islámica está dictando políticas en Europa aún a
riesgo de la sobrevivencia de la estabilidad en el mercado común, se está
permitiendo una gran confusión de términos entre derechos humanos y soberanía,
confusión está causada, principalmente, por la ideología socialista.
China
y Rusia tientan a la suerte se expanden mucho más allá de lo que la razón
impone para que haya una convivencia pacífica, al punto que han mostrado las
garras cuando se les pide mesura; todo parece indicar que la cultura
occidental, punta de lanza de la democracia en el mundo, está perdiendo la
batalla.
Uno
de los problemas que surgen con el discurso de Trump son sus comentarios y
señalamientos a las minorías que han sido aceptadas para vivir en los EEUU, de
acuerdo a las reglas de los EEUU, sobre todo con la migración mexicana y
centroamericana, que ha sido un problema de vieja data y que los países que lo
generan no han ayudado a solucionar; al contrario, la presión demográfica desde
el sur se ha convertido en un problema de seguridad nacional por su volumen,
muchos norteamericanos se sienten inseguros y hasta agredidos por el constante
flujo de una migración de baja calidad, que no aporta mucho al desarrollo de la
nación, al contrario, le impone nuevas cargas.
Son minorías que no han sabido comportarse como
huéspedes en los EEUU (o en Europa, si fuere el caso) y quieren imponer sus estilos
de vidas, sus culturas, negándose a la integración; por lo menos esa es la
impresión mayoritaria de los norteamericanos, con el cuento de que la nación
del norte es un caldero de razas y culturas, que su pasado ha sido de puertas
abiertas a la emigración, hay sectores que pretenden abusar del privilegio de
hacer vida en ese país como “clases parasitarias”, tal y como las llama la
escritora española Mercedes Rosúa y descritas en el libro Historia y Utopía como: “esas
que, aun sin oficio, mérito, riesgo y capacidad, obtienen pingües privilegios
sociales y beneficios económicos, siempre a costa de terceros y a cuenta de los
dineros públicos, y que, además, se apropian de sociedad, cultura, educación,
verdad, tiempo, espacio, ética y estética, proscribiendo o liquidando a su paso
cualesquiera trazas de lo bueno y lo bello construido por el Hombre.”
Lo
que para cualquier país latinoamericano es una cuestión de lógica e intereses
nacionales, como lo es el asunto del control de la emigración, cuando se trata
de los EEUU, pretenden privilegiar sus visiones ideológicas de una raza, de una
cultura con derechos, y pretenden estar por encima de la ley.
Creo
que ha llegado el momento de poner las cuentas claras con los EEUU, aún si
Trump no gana la presidencia, el mensaje es inequívoco, los países
latinoamericanos deben revisar sus relaciones con el norte, hay demasiado en
juego para perdernos en falsos orgullos, hay una gran cantidad de latinos
establecidos como norteamericanos, que respetan sus leyes y son parte
fundamental de ese país y que sí contribuyen con su desarrollo y prosperidad;
si hemos creado un problema, estoy seguro que puede solucionarse sin que todos
perdamos.
No
hay necesidad de muros, ni de políticas restrictivas, si sabemos convivir, pero
para ello debemos olvidarnos de los discursos de odio que el comunismo y sus
resentimientos han fomentado en el continente, ningún país en el mundo resiste
una emigración ilegal del tamaño que Norteamérica le ha tocado manejar, se ha
creado un mal clima en las relaciones, no se puede negar la incidencia del
crimen, la sobrecarga impuesta en los servicios públicos y la seguridad social,
el impacto cultural no siempre positivo para la tranquilidad de la cultura
anfitriona.
Las
malas costumbres e incapacidad para asumir un comportamiento civilizado por
parte de una migración irresponsable, no debe ser avalada por el simple hecho
de que pertenece a nuestra misma cultura y hablen nuestro idioma, si esa
migración fuera recibida en nuestros países, estoy seguro le exigiríamos que
respetaran nuestras leyes y formas de vida ¿Por qué tiene que ser diferente con
Norteamérica?
Obama
permitió que los argumentos de la izquierda Latinoamérica privaran por encima
de la cordura y las buenas relaciones del sur con respecto al norte, los
discursos de energúmenos comunistas como Maduro, como Evo o como Raúl Castro,
descalificando de entrada a los EEUU por un sesgo ideológico, pretendiendo que el imperio se les rinda a
los pies y creyéndose dueños de la verdad y la justicia, indican que el
desprecio que estos sectores “revolucionarios” sienten hacia nuestros vecinos va
mucho más allá de una simple descortesía.
Los
republicanos tienen una papa caliente en sus manos, Trump es demasiado
“diferente” para el gusto de la política partidista, uno de los riesgos que corren
con Trump como candidato, es que la campaña de terror que tiene el comunismo
internacional en su contra, empuje, al electorado tradicionalmente republicano,
a manos de la candidata de los demócratas, la Sra. Clinton, esto podría
evitarse si los republicanos cierran filas en torno a Trump, pero de nuevo
¿Quién lo controla?
En
este punto debo confesar que mi candidato favorito era Marco Rubio de la
Florida a quien incluso escribí brindándole mis simpatías en su esfuerzo por
ganar la carrera electoral.
No se
debe dar por descontado la enorme influencia del poder legislativo
norteamericano, ni el de la Corte Suprema, allá sí funciona la separación de
poderes, no creo que Trump pueda llegar a la Casa Blanca y hacer lo que le da
la gana; creo que hay un gran descontento en electorado norteamericano, un
cansancio hacia la manera de hacer política, y que éste comportamiento y ésta
candidatura, son sus expresiones.
No sé
si Trump llegará a ser presidente o si intentaría una política mucho más dura
que simplemente cerrar embajadas y cortar las relaciones comerciales con
aquellos países que considere inamistosos y hasta hostiles, lo que sí sé es que
el nivel de amenazas, insultos y vejámenes que ya se escuchan contra el
aspirante a la Casa Blanca por parte de algunos oscuros personajes de nuestra
política local, son gruesos… lo peor es que pretenden hablar por el país y, si
en algo estoy muy claro, es que de los chavistas, ninguno es realmente venezolano. –
saulgodoy@gmail.com
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