Hay toda una corriente de pensamiento académico surgido del postmodernismo, principalmente en Francia a raíz de lo que los expertos llaman Estudios Culturales; nombres de valiosos pensadores de la izquierda como Foucault, Derrida, Terdiman, Gramsci, Althusser, etc., quienes se destacaron en la crítica política y que obligatoriamente desembocaron en la crítica cultural, utilizando las herramientas de la nueva semiótica, teoría del lenguaje, estructuralismo y deconstrucción, hermenéutica, pensamiento débil, etnicismo, antropología y otras, integraron este movimiento.
Llegaron
a la conclusión de que existía un pensamiento divergente, alejado de lo que se
llamaba el “main stream” o la
tendencia dominante (queriendo señalar al capitalismo tardío, la globalización
y principalmente al eurocentrismo) en la cultura occidental, rasero por el cual
todo “lo diferente” es medido y juzgado.
De
este marco teórico surgió como uno de sus productos más refinados y controversiales
los Estudios Postcoloniales, que tienen en la figura de Edward Said
(1935-2003), uno de sus principales bastiones, figura prestigiosa de la cultura
occidental, profesor de la universidad de Columbia, Harvard, Stanford y Yale, distinguido conferencista e
investigador, escritor, músico de valía y activista político, Said se ha
convertido en referencia obligada al momento de hablar del postmodernismo.
De
origen Palestino, nacido en la Jerusalén bajo dominio británico, cristiano
(posteriormente, ateo), fue educado en Egipto en los mejores colegios del
Imperio donde conoció a compañeros de aula que serían personalidades como al
futuro Rey de Jordania y al actor Omar Shariff; cuando su familia se mudó a los
EEUU, se graduó de la universidad de Princeton y Harvard obteniendo el
doctorado en Literatura Inglesa.
Dominaba
varias idiomas entre ellas sus dos lenguas maternas, el árabe y el inglés, se
codeó con la más alta sociedad de su tiempo, era un hombre cosmopolita, un gran
lector, un perenne exiliado, su posición política a favor de un estado
palestino le trajo problemas con las autoridades de Israel, y aún con el mismo
gobierno de los EEUU (el FBI lo tenía bajo vigilancia y le elaboró un grueso
expediente) pero también tuvo fuertes roces con el líder palestino Yasir
Araffat, su posición sobre los terrenos ocupados giraba en torno a la tesis de
que era posible la coexistencia pacífica de Israel con un estado palestino.
Said
funda en 1999 junto al director de orquesta Daniel Barenboim, la West-Eastern Divan Orchestra, conformada por jóvenes músicos
israelitas, palestinos y árabes, tiene una fundación con su nombre en Sevilla a
través de la cual financia proyectos educativos musicales en el mundo.
Mi
primera aproximación a la obra de Said fue durante una investigación que hice
sobre la obra del novelista Joseph Conrad, de la que Said era un experto y
escribió uno de sus primeros estudios, luego leí Orientalismo (1979) que es el libro que sin duda es la piedra
fundacional de los estudios postcolonialistas, y acabo de terminar Sobre el estilo tardío, un libro que
dejó inconcluso debido a su muerte causada por una larga enfermedad, una de las
obras más interesantes de este intelectual donde destaca su visión estética.
En
esta última obra Said se embarca en el estudio del artista en su ocaso, cuando
sus condiciones físicas y mentales se ven comprometidas, con toda la
experiencia acumulada de una vida, comandando técnicas y recursos impensables
en épocas anteriores, estudia igualmente la difícil relación del artista con la
idea de la muerte, que de alguna manera determina su obra tardía, pero va mucho
más allá, como bien propone:“Cualquiera de nosotros puede aportar
pruebas fácilmente sobre por qué las obras tardías coronan una vida entera de
esfuerzo estético. Rembrandt y Matisse, Bach y Wagner. Pero ¿qué hay de lo
tardío no como armonía y resolución, sino como intransigencia, dificultad y
contradicción no resuelta?
¿Y si la edad y una salud precaria no dan
lugar a la serenidad de «la madurez lo
es todo?”.
El libro gira
fundamentalmente sobre las observaciones que hace Teodoro Adorno en sus
estudios musicales sobre Beethoven, Adorno estudia con detalle las últimas
obras de este compositor, las pertenecientes al Tercer Período que incluyen sus
cinco últimas sonatas para piano, la Novena Sinfonía, los seis últimos
cuartetos para cuerdas, las diecisiete bagatelas para piano y la Missa Solemnis.
Llama la atención de
Said que Adorno, destaca las extremas circunstancias en que fueron realizadas
esas piezas, el artista, a pesar de que es dueño absoluto de su arte, rompe
toda comunicación con el orden social que le rodea y establece una relación
áspera y alienada con su círculo de admiradores y allegados, sobre todo la Misa
es llevada a un grado de complejidad inaudita, llena de arcaísmos y que
conforman una revisión del genero, de una subjetividad tremenda que raya en lo
fantástico.
Dice Said: “Para
Adorno, la figura del compositor aislado, sordo y anciano resultó tan
convincente como símbolo cultural que incluso apareció como parte de la
contribución del filósofo al Doktor Faustus de Thomas Mann, en el que el joven Adrian Leverkühn queda
impresionado por una conferencia sobre el período
final de Beethoven que pronuncia Wendell Kretschmar; en el siguiente fragmento
se puede percibir lo enfermizo que parece todo:
El
arte de Beethoven se había sobrepasado a sí mismo. Desde las regiones
habitables de la tradición, ante la mirada asustada de los hombres, había
llegado a la esfera donde ya no subsistía más que su esencia personal, un yo
dolorosamente aislado en lo absoluto y, además, desprovisto del elemento carnal
por la pérdida de su oído; príncipe solitario en el reino del espíritu, de
donde no emanaban ya sino escalofríos extraños, hasta para sus contemporáneos
mejor intencionados, los cuales, llenos de estupor ante aquellos mensajes
aterradores, solamente lo comprendían en raros instantes.
Esto es casi
Adorno en estado puro. Es un fragmento con muestras de heroísmo pero también de
intransigencia. Ningún aspecto de la esencia del Beethoven del período tardío
puede reducirse a la noción de arte como documento, es decir, a una lectura de
la música que resalta «la realidad que sobresale» en forma de historia y de la
sensación del compositor sobre su muerte inminente.”
Esta excentricidad,
esta tragedia llevada al pentagrama es la característica fundamental de los
obras tardías, no solo en Beethoven sino en otros artista y fuera de la música
como expresión artística.
El director de orqueta Daniel Beremboin y el escritor Edward Said |
Lo que el espectador
supone encontrar en una obra tardía es una síntesis del trabajo de toda una
vida realizada en obras orgánicas, abarcadoras de todo un esfuerzo de vida, estructuradas
armoniosamente y con un cierto equilibrio, pero esto no es verdad en la mayoría
de los artistas. Tanto para Adorno como para Said, encuentran en las obras
tardías interrupciones, trabajos fracturados, catástrofes, profundos abismos
producto precisamente de esa confrontación con la mortalidad del artista, con
la finitud de su creación.
Lo define
formidablemente Said en este breve explicación: “«lo
tardío» es la idea de sobrevivir más allá de lo que resulta aceptable y normal;
además, lo tardío incluye la idea de que uno no puede ir más allá de lo tardío
de ninguna manera, no puede trascender o evadirse de lo tardío, sino ahondar en
ello.”
Schönberg, Prust, Kavafis, Strauss, el virtuoso
pianista Glen Gould, el mismo Adorno son estudiados por Said para encontrar en
los creadores ese período final en sus obras, que marcan al músico, al poeta y
al filósofo en su búsqueda por lo mefistofélico, después de leer Sobre el estilo tardío no dejo de
buscar en las obras tardías de los genios de la humanidad, esta tendencia que
los hace romper con un orden que ellos mismos habían creado, en un gesto final
de virtuosismo parecieran pedir de vuelta el alma que le vendieron al demonio
de sus artes.
Michael Wood, su gran amigo y que escribió el
prefacio de esta obra inconclusa, dijo de Said:
“Tengo
la sensación de que, a pesar de su gran interés por lo tardío y de que era
consciente del escaso tiempo de que disponía, no le atraía la idea de un yo
tardío en descomposición. No tiñe sus últimas obras con una «personalidad que
se lamenta», la misma frase que usa en este libro sobre el retrato que hace Adorno
del Beethoven tardío. Said quería continuar con la creación del yo, y si
dividimos una vida en el período temprano, medio y tardío, él aún se encontraba
en el medio cuando murió a la edad de sesenta y siete años en septiembre de
2003, doce años después de que le diagnosticaran leucemia. Aún demasiado
pronto, creo que habría dicho, para ser tardío de verdad.” -
saulgodoy@gmail.com
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