Cuando
en la voluntad popular radica la soberanía de una nación se entiende en todo el
mundo hablamos de democracia, democracia sin aderezos, sin intermediarios, sin
líderes mesiánicos que se creen la reencarnación de la voluntad popular, sin
partidos único que pretenden usurpar esa soberanía, sin grupos de interés, no
importa el uniforme que utilicen, que quieran situarse por encima del pueblo
como sus conductores, o peor, como sus carceleros.

La
sociedad se organiza en grupos de interés que actúa cada uno sobre los temas
que le atañen y sobre los que desean crear, mejorar, proteger, para ello
necesita de la libertad de actuación, principalmente de la comunicación para
que, con su propia voz, sea escuchado y exija atención, cuando no
financiamiento, creación de marcos normativos, reconocimiento.
La sociedad
llamada civil, es la más grande y heterogénea, que vive y trabaja en las
naciones del mundo y que sostiene las economías, esa enorme cantidad de gente
que se organiza en familias, en clubes y asociaciones de todo tipo, que
interactúan bien como partes de un gran mercado, como organizaciones
jerárquicas o redes, es la gran cantera de donde salen los recursos humanos, la
fuerza laboral creativa y de emprendedores que toda nación necesita para su
progreso, tiene como componente fundamental al individuo, un ser que piensa,
siente, tiene necesidades y es dueño de grandes potencialidades, principalmente
su voluntad.
La
suma de todos esas voluntades individuales da como resultado a la sociedad, un
ente complejo, de múltiples facetas, sembrado de organizaciones que colaboran
entre sí, que se complementan y comunican, que tienen expectativas, planes,
esperanzas y también conflictos, la mayoría de los cuales tienen resoluciones
pacíficas, negociadas.

Y
para que la política funcione en democracia, a cualquier nivel, bien sea
individual, de grupos o nacional, deben cumplirse varias condiciones, la
primera es el respeto por las opiniones de los demás, lo que implica la
posibilidad cierta de una comunicación libre, que yo pueda decir lo que pienso
sin temor a recibir un castigo o a ser silenciado.
La
segunda es el respeto a la persona lo que implica el respeto a su propiedad, no
solo de las cosas materiales que posee (casa, documentos, negocio, aparatos,
valores) sino a lo que esa persona representa ( ideas, pensamiento,
sentimientos, derechos) y que son suyas de manera exclusiva, esto no significa
que pudiera no estar de acuerdo en sus valores y formas de pensar, o en como
adquirió sus bienes, sino en la forma en que las reclamaría o las confrontaría
en caso de juzgarlas impropias a su persona, necesariamente tendría que
recurrir a las leyes, organismos jurisdiccionales y árbitros si se diera el
caso de demandar el origen o consecuencias de las mismas.

Es
por ello que cualquier organización política o persona que aliente, promueva o
efectivamente implante una hegemonía comunicacional, está destruyendo la raíz
de la democracia.
La
hegemonía comunicacional es el apoderamiento por parte de una persona o grupo
de la posibilidad de la libre expresión de los individuos, nadie puede decir o
escuchar algo, excepto mi opinión, lo que quiere decir, estoy eliminando la
posibilidad de que la voluntad del individuo pueda ser expresada, lo que
significa que la voluntad popular es callada, manejada, manipulada por el
hegemón y sus intereses.
Uno
de los mecanismos más diabólicos de la hegemonía comunicacional es utilizar el
interés nacional como excusa para “encadenar” a todos los medios
radioeléctricos del país y que difundan de manera obligatoria y exclusiva las
alocuciones del jefe de estado en el momento y con la duración que le dé la
gana, dejando al país bloqueado de cualquier otra posibilidad de comunicación.

La
hegemonía comunicacional es dejar a los periódicos libres y democráticos sin
papel pero abastecen a los diarios oficialistas, retirarles la publicidad del
gobierno, demandarlos por injuria y otros delitos de opinión, obligarlos a
reproducir avisos y noticias del gobierno, hacerlos quebrar y comprarlos por
precios viles, amenazar a sus trabajadores y efectivamente agredirlos, no
permitiéndoles acceso a las fuentes de información, montarles persecuciones y
vigilancia policial a sus principales figuras, amenazarlos públicamente como
política de estado, negarles divisas para sus necesidades de abastecimiento de
materias primas y equipos.
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Gransci, el teórico de la hegemonía comunicacional, un comunista |
En
fin, quien predique y aliente la hegemonía comunicacional en una sociedad ni es
demócrata ni es político, su acción va dirigida a tender un cerco totalitario
con la intención de hacerse con el poder y perdurarse indefinidamente en el
gobierno, y si el fin supremo de toda hegemonía comunicacional está en acallar
e invalidar a la voluntad popular, definitivamente, ese gobierno no es
democrático ni debe permitírsele hacerse pasar como si fuera uno.
Para
decirlo con mayor claridad, en Venezuela existe una corriente política conocida
como chavismo, encarnada en el Partido Socialista único de Venezuela (PSUV),
cuyo líder es el actual presidente del país, el extranjero e indocumentado
Nicolás Maduro Moros, quien se llena la boca y publicita sin ningún rubor su
objetivo de alcanzar la hegemonía comunicacional en el país, y ha tomado una
serie de medidas que son públicas y notorias que afectan en grado sumo el
derecho a la libre expresión y a la información.
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El hegemón, 'solo él quiere hablar y ser escuchado |
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