Ya se
lo comentaba a un amigo, mientras más consolido el conocimiento que tengo del
mundo en este proceso natural de envejecer, que es inevitable (por los
momentos) y finalmente morir, más se me hace necesario poner orden en mi vida
espiritual y esta necesidad me lleva a comentarles uno de los escritos, que yo
considero más importantes de la copiosa y enjundiosa obra de ese enorme
historiador británico, que fue Arnold Toynbee (1889-1975).
Toynbee
escribió el prólogo para la obra de su amigo el profesor John Cogley, La Religión en una Época Secular (1968)
donde resume de manera magistral su pensamiento religioso, para empezar nos
dice Arnold:
Todo ser humano descubre que nació en un
mundo que es misterioso porque la parte que le es accesible, inteligible y
dócil no es un conjunto completo ni evidente, de manera que parece ser un
pedazo de un todo más grande parcialmente inaccesible. El pedazo accesible, tomado independientemente,
no tiene sentido. La clave para la
comprensión de esta parte del Mundo del Hombre, que es accesible al Hombre por
sus sentidos (incluyendo la introspección) y por el pensamiento científico que
trabaja con datos sensoriales, parece estar en aquella otra parte de su Mundo
que no le resulta accesible de la misma manera.
Esta breve descriptiva nos presenta como vivimos y
entendemos solo una minúscula porción del universo que nos rodea, que hay unas
parcelas a las que no tenemos acceso, donde quizás esté explicado el sentido de
la vida.
Ese “otro mundo” del que habla Toynbee en su ensayo,
sólo puede llegarse por otros medios que nada tienen que ver con el criterio
científico ni la percepción de los sentidos ordinarios, una de las vías, es la
fe.
Los escépticos constantemente nos recuerdan que las
creencias religiosas pudieran resultar un engaño, una fabricación de nuestras
necesidades humanas por aplacar el temor hacia una vida, que a veces, nos
parece cruel y sin sentido, que las prácticas religiosas son ineficaces ante
nuestras inseguridades e insuficiencias.
Pero Toynbee nos recuerda que en la vida primitiva
de las comunidades humanas, la religión era inseparable del resto de la vida,
conjuntamente con resolver problemas reales las creencias espirituales estaban
ligadas en las actuaciones de los hombres, había una interacción, por medios de
ritos y creencias con ese otro mundo, de donde provenía un cierto equilibrio,
eso cambió, nuestras sociedades evolucionaron haciendo de las religiones
entidades autónomas y la libertad lograda por los individuos, independizaron a
los hombres de esa prácticas y creencias, lo cual no significa que no sientan
la necesidad religiosa.
De hecho, los grandes promotores de la independencia
del hombre de las religiones eran hombres que sentían y reconocían esa
necesidad, ese complemento que faltaba y trataban de llenarlo con diferentes
posturas y creencias, otras, que las religiones a las que atacaban como falsas.
Ese Mundo del Hombre, como lo llamaba Toynbee, sólo
era posible experimentarlo sintiendo ese vacío fundamental, esa inquietud
ontológica de completarnos espiritualmente, por supuesto, una buena parte de
los hombres pasaban por esta vida sin elevarse nunca de su categoría de
subhumano, sin sentimientos hacia los otros, sin preocupaciones morales e
indiferente a vivir en sociedad.
Cuando el hombre es visto y sentido como una
totalidad, el sentimiento religioso se encuentra presente influyendo en asuntos
de orden político y social, aún en lo económico, no en vano los grandes avances
que las religiones misioneras imprimieron en el orbe, en los puntos más
alejados del planeta llevaban no sólo religión sino filosofía, moral, medicina,
desarrollo tecnológico, nuevas maneras de comunicación, y llegaron incluso,
como fue el caso del cristianismo y el islamismo, a imponer su autoridad en la
lógica y las matemáticas de su tiempo.
Toynbee elabora un gran fresco histórico de cómo las
tres religiones principales, o superiores, como él las llama, que serían, el
hinduismo (precursor del budismo), el judaísmo (precursor del cristianismo y el
islamismo) y el zoroastrismo (que devino en el parsi), fueron exitosas al permitir
que los individuos pudieran vivir sus vidas religiosas aparte de sus vidas
sociales, aunque todas estén vinculadas a una comunidad específica, siguen
ligadas a las tribus, de esta manera nos dice Toynbee:
El hinduismo le dio a la humanidad la
idea de que en las últimas profundidades del alma humana hay una chispa que es
idéntica a la realidad última del universo.
El judaísmo le dio a la humanidad la idea de que la realidad última, en
su aspecto personal, es unitaria. El zoroastrismo
le dio a la humanidad la idea de que Dios está en guerra constante por el bien
contra el mal y que es deber de sus adoradores ayudarlo en su lucha sirviéndole
como su iglesia militante aquí en la tierra.
Pero a pesar de su éxito, estas religiones tienen el
inconveniente, que su proceso de adaptación es muy lento, y las sociedades y el
individuo tienen que asimilar cambios cada vez mas acelerados, la civilización
tiene unos cinco mil años de historia, estas religiones, algunas menos, otras
más, tienen aproximadamente 2.500 años de existencia, lo que las hacen las
instituciones más antiguas existentes y muchas de sus formas tradicionales, son
hoy inaceptables y ajenas para las nuevas generaciones, lo que crea un problema
con muchos de sus seguidores y creyentes.
Pero Toynbee ve un problema mucho más complicado en
el asunto, es en Occidente donde se siente esa enorme separación con la
religión, entre otros factores porque es en occidente donde los individuos
deben asimilar un mayor número de cambios y a mayor velocidad, y occidente,
convertido en la influencia global más importante, conquistando mercados,
imponiendo su cultura y respaldado por una importante fuerza política,
económica y militar, también lleva al orbe esa tendencia a alejarse de la
religión, que en muchos casos desestabiliza a algunos pueblos y hace que otros
se sientan agredidos.
Toynbee ve el problema desde otro ángulo:
El proceso tecnológico ha sido
acumulativo y enorme, y parece que este asombroso progreso tecnológico logrado
hasta ahora parecerá muy poco junto a lo porvenir. En comparación, el progreso social y político
del hombre, y aún más, su progreso moral ha sido escaso. Por cierto que es dudoso que haya progresado
algo al respecto. De todas maneras, en
las relaciones humanas el progreso, cuando se logra, si es que se logra, ha
sido siempre precario. En nuestro tiempo
hemos visto grandes naciones aparentemente civilizadas que repentinamente se
volcaron a la maldad sin igual.
Para Toynbee de las principales tareas de la
humanidad es readaptar la religión a nuestra nueva forma de vida, sacarla de su
retraso, Toynbee sospecha que son las formas tradicionales las que nos alejan
de la experiencia religiosa, que debemos buscar nuevas expresiones
significativas a nuestras formas de vida.
De las cosas que critica Toynbee es que aún hoy
predominan en la enseñanza del cristianismo un lenguaje que corresponde a la
antigua filosofía griega, términos de mitología propios del mundo mediterráneo
de principios de la era cristiana, la vida de Jesús, por ejemplo, sostiene una
narrativa común a la antigua mitología egipcia, por lo menos de la Quinta
Dinastía en adelante.
Dice finalmente Toynbee:
Si la religión ha de dar a los seres
humanos la ayuda que necesitan de ella para la vida, estos no pueden dejar de
lado la tarea de distinguir las expresiones contingentes y efímeras de la
religión de su esencia constante y debe estar siempre dispuestos a hacer los
cambios revolucionarios en la expresión tradicional con el objeto de percibir
la esencia. Es una operación delicada y
peligrosa. Pero de todas maneras es
imposible vivir sin vivir peligrosamente.
-
saulgodoy@gmail.com
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