Quiero empezar por definir el
término tragedia que para el común significa algo azaroso y malo que se abate
sobre un grupo de personas y las hace sufrir; la tragedia que tengo en mente se
parece mucho más al concepto que elaboraron los griegos del siglo VI Ac, en
Atenas, con la consecución de sus dramas para el teatro, y que un puñado de
autores, entre los que se cuentan a Esquilo, Eurípides, Sófocles y otros,
conformaron un nuevo género al que llamaron “tragedia”.
La tragedia griega tiene sus
raíces profundamente insertas en la mitología.
Como sucede en el caso
venezolano, también nuestra tragedia tiene su sustento en creencias, leyendas y
supersticiones ancladas en el pasado: la mitología del buen salvaje, la leyenda
dorada de nuestros aborígenes, del Libertador Simón Bolívar y las luchas
independentistas, de las Guerras Federales y su afán por la igualdad, la de los
caudillos mesiánicos y la del gendarme necesario… tenemos muchísima tela que
cortar cuando se trata de nuestro imaginario social-histórico que en algunos
círculos es tan reverenciado como una religión, tan rico como los dioses que
poblaban los innumerables templos que poblaban el paisaje para los helenos, con
gestas como la de libertar a un continente y derrotar al más poderoso ejército
de su época, que fue una hazaña tan importante como la guerra de Troya.
El primer elemento de nuestra
tragedia se encuentra en nuestra historia y sus héroes, y la primera diferencia
de nuestro pueblo con los griegos, es que los griegos desarrollaron conjuntamente
la filosofía y la ciencia, no se quedaron en los episodios épicos, en el culto
a sus generales ni en pasado glorioso, los griegos trabajaron la mente y la
naturaleza, encontrando esos múltiples caminos sobre los que otros imperios
dominaron el mundo y la humanidad toda se levantó sobre sus hombros.
Los venezolanos nos quedamos en
el discurso heroico y de las leyendas, en el pensamiento arcaico de la magia y
el del solipsismo, nuestro avance como sociedad se quedó estancada y no hubo
manera de moverla más allá de confusos sentimientos de solidaridad y
pertenencia a la tribu, por supuesto, hubo avances, con la bendita fórmula de
un pasito pa’lante y dos pa’tras, producto de nuestra
inconsistencia y falta de compromiso con nuestro futuro.
Conocimos del desarrollo
económico y de la modernidad, impulsados por la riqueza petrolera nos abrimos
al mundo, conocimos la democracia de manera imperfecta, pero era democracia, hubo
avances en las ciencias, que nos libró de espantosas pestes endógenas como la
malaria, la lepra y estuvimos a punto de convertirnos en una sociedad
medianamente abierta y próspera.
Nos dice el historiador Victor
Durbuy y lo tomamos de su obra Historia
de Grecia (1945) lo siguiente:
La primera es la
época en la fe de los fenómenos, el tiempo de las leyendas que pueblan de divinidades
el Olimpo y el Walhalla, que colman de aventuras la historia de los héroes, lo
mismo la de Aquiles que la de Rolando, igual la de Teseo que la de Arthur. La
segunda es la época de la duda para todo cuanto parece salirse de las leyes
naturales; el tiempo de la investigación científica de las causas y de sus
efectos: la época, en una palabra, que mata a los dioses y a los héroes,
dejando ver detrás de éstos la sociedad que constituía la mitad de su fuerza; y
detrás de aquellos una solo inteligencia suprema, de igual suerte que no se
encuentra más que en una causa primera a todos los fenómenos que tiene por
teatro al universo.
Los venezolanos nunca alcanzamos
esta segunda época, nos quedamos en el discurso de los héroes y sus gestas, y
por si no lo creen, vean la producción de nuestros intelectuales e
historiadores, ninguno parece querer despegarse de la ubre del mito, que está
bien, si se quiere conservar la memoria de quienes fuimos, pero que resulta
patético cuando necesitamos versiones e interpretaciones de nuestra realidad,
de ver como resolvemos nuestros problemas que no sea apelando a la providencia,
al destino, o a los avatares de la historia (historicismo).
Nuestros historiadores, en su
gran mayoría, se niegan a incursionar en el pasado reciente, en la crítica a la
democracia, en poner ese cúmulo de conocimiento sobre nuestro pasado en función
de una nueva visión de país, de tratar de señalarnos el camino hacia la duda,
al cuestionamiento de lo que hemos sido hasta el momento y lo que tenemos que
hacer para cambiar, en hacerle una autopsia a esa mal hadada revolución
bolivariana, a la historia de nuestros partidos políticos que hoy nos torturan
con igual crueldad como los cubanos, iraníes y rusos que prestan sus servicios
en el SEBIN, humillando y enloqueciendo a nuestros presos políticos en sus
tumbas y en sus cárceles blancas y de perenne luz artificial.
Porque nuestros partidos
políticos se han convertido en colaboradores infaustos del régimen chavista, en
socios y aduladores del poder, que solo velan por sus intereses clientelares,
los líderes que han surgido de tales organizaciones son parte importante de
nuestra tragedia, son como los oráculos que le indican al pueblo el camino, los
que interpretan el destino pero al mismo tiempo son débiles de carácter, se
dejan llevar por sus propias pasiones y errores, traicionando al pueblo,
confundiéndolos con mentiras, y al mismo tiempo, negociando con el tirano
puestos, gobernaciones y alcaldías, presupuestos, contratos, reconocimientos
del CNE para poder competir electoralmente… lo que llaman eufemísticamente,
espacios conquistados.
Parte fundamental de nuestra
tragedia es llamar política a lo que no lo es, política no es mandar y ser
obedecido, ni tener las armas para obligar al pueblo a cumplir con los
designios del tirano, ni tampoco es decidir quién come y quien se muere de
hambre, la política como bien dijo Aristóteles es más que comportarse como un
animal en una manada, porque el hombre es capaz de comunicarse por el lenguaje,
y esto nos diferencia del resto de los animales, porque podemos hacerle saber
al otro lo que nos parece justo y lo que no, lo que nos produce felicidad, lo
que es malo o bueno… el hombre solo, no pasa de ser como una bestia salvaje,
pero en sociedad, el hombre satisface sus necesidades por medio de la
cooperación, de los intercambios, de la innovación, del comercio, crea una
cultura donde es posible estas relaciones harmoniosas, productivas y ventajosas
para todos, ese es el centro de la vida en la polis, en la ciudad, y esa
relación se sustenta en la justicia.
Un político que sólo sirve al
tirano no hace política, aún cuando diga que lo hace por el interés del
oprimido, para hacerle su esclavitud más llevadera o que actúa por principios
superiores de autoridad o legalidad.
Una buena parte de los
venezolanos todavía estamos en la etapa de la manada que necesita ser conducida
por un perro pastor y un amo, a pesar de que nos comunicamos no nos entendemos
porque el lenguaje que utilizamos está corrupto, las palabras significan cosas
diferentes para cada uno, no nos escuchamos y todos queremos hablar al mismo
tiempo, y el tirano se vale de ello para aumentar el desorden, para seguir
destruyendo el lenguaje y que sea imposible comunicarnos, para introducir la
mentira, los falsos positivos y seguir viviendo del mito en el que nos
revolcamos los venezolanos, felices como el cerdo en su chiquero.
Una de las palabras que el tirano
se complace en desvirtuar es la de “oposición”, no hay manera en ponernos de
acuerdo en lo que significa o quienes pertenecen a ella, o como se hace cuando
nos oponemos a una tiranía, de hecho el tirano ya es dueño de una parte
importante de la oposición, personas que se han degradado al servilismo más
abyecto y que pretenden continuar hablando en nuestro nombre, de hecho
conforman una asamblea nacional y pretenden negociar con el tirano su
legitimación como representante democrático de todos los venezolanos, hasta ese
punto llega nuestra tragedia.
Si los venezolanos somos
incapaces de ponernos de acuerdo en algo tan básico como quienes son nuestros
enemigos, no podremos jamás contener y menos aún sacar del poder al tirano que
nos oprime, en este momento histórico el enemigo somos nosotros mismos, nuestra
debilidad es creer que vivimos de los mitos, que la solución a nuestros
problemas vendrá de un líder providencial, de una situación deux ex machina, venida del cielo, y
sigamos enterrando nuestras cabezas en la tierra a la espera de que todo pase
como en un mal sueño, el tirano nunca había estado tan débil e inseguro,
nuestros aliados están prestos a la ayuda que necesitemos, pero se nos hace
cuesta arriba quitarnos las telarañas de nuestra tragedia y romper con el
fatalismo de nuestra impotencia, nuestro primer paso es entender lo que nos
sucede, el segundo, es actuar. –
saulgodoy@gmail.com

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