Un
empresario como Donald Trump, economista, proyectista, constructor, negociador,
financista, vendedor, político, hombre de medios, relacionista público, cazador
de talentos, gerente de recursos humanos, polemicista, creador de imagen,
retórico y gran comunicador, sacado de las entrañas de la ciudad de New York,
la más competitiva y salvaje, donde vive del capitalismo de punta, de ese que
arriesga y más de las veces gana, que compone complejos entramados financieros
y reúne en su entorno a la gente más brillante y exitosa, no podía menos que
apuntar y alcanzar la más alta magistratura de los EEUU, con la consecuente
suerte para los norteamericanos, así una parte del país se sienta a disgusto
con él, que logró posicionarse como el 45avo. presidente de los EEUU.
Cuando
mencionaba sus atributos mencioné el de político, pero lo hice en el sentido de
que por obligaciones de su trabajo, y no dudo que por placer y por oficio,
estaba obligado a relacionarse con importantes miembros de la política local, alcaldes,
gobernadores altos funcionarios de la administración nacional, que tenían que
ver con su actividad como constructor y empresario, en asuntos de permisos,
compra de terrenos municipales, con la vigencia de alguna zonificación o
proyectos de renovación de ciertas áreas; pero también los encontraba como clientes
al momento de contratar con él la adquisición de sus espacios de oficinas,
apartamentos, hoteles o regios clubes, con lo que sus encuentros con políticos
del mundo entero no eran inusuales al igual que con personalidades importantes
del glamoroso jet-set internacional.
Todos
sabemos que Trump fue un importante contribuyente en las campañas de los más
connotados candidatos de diferentes partidos, hasta que se transa con el
partido republicano, con el cual sentía afinidad de ideas y propósitos; pocos
presidentes se podían imaginar que aquel joven y destacado empresario, que los
saludaba por su nombres en importantes eventos y cenas de gala, llegaría algún
día a ser uno de ellos, no era un político de raza, su ocupación era otra.
¿Porqué un millonario quisiera embarcarse en una carrera política tan tarde en
su vida? Y, para sorpresa de muchos, lo hizo; trabajó muy duro para conseguirlo
y ganó las elecciones el 2016.
Ya,
para ese momento, se había forjado la imagen de un implacable competidor, de un
capitalista abocado a conseguir logros productivos, un blanco supremacista con
destellos de racista, uno de los hombres con más litigios legales y que hizo
parte de su carrera en los tribunales de justicia, ganando una abrumadora suma
de los casos en que sus negocios lo involucraban (sobre todo los referentes a
apuestas en sus casinos), un creador de mundos de lujo y confort, de
espectáculos y esparcimientos, de oficinas modernas y eficientes, hizo de su
apellido una marca reconocida en los bienes raíces como símbolo de la más alta
calidad.
Pero
el comunismo y el socialismo norteamericano, reagrupado y planificando una
nueva toma del poder político en USA, utilizando el partido demócrata como
plataforma, le presentó batalla con Hillary Clinton a la cabeza, que ya tenía
la ventaja de haber contado con dos períodos de mandato del presidente
socialista Barak Obama y estaba confiada de obtener una holgada victoria sobre el
candidato sin experiencia que presentaban los republicanos.
En
este punto debo decirles que una de las grandes ventajas del partido demócrata
es que, como buenos comunistas, se especializaron en construir su propia
burocracia fiel e ideologizada, colocando a funcionarios adeptos al partido en
posiciones claves a todo nivel del aparato de gobierno, desde el servicio
exterior, pasando por la administración de justicia, órganos de seguridad del
estado, educación, impuestos, etc.; esto, sin olvidar el cuidado que pusieron
en dominar todo el aparato de comunicación privado, televisoras, diarios,
radio, redes sociales, por medio de contactos, promesas de ventajas,
coincidencias políticas.
Durante
los años de la presidencia de Obama, los socialistas militantes ocuparon los
cargos y posiciones fundamentales en las operaciones diarias del gobierno en
perfecta conjunción con empresarios e intereses económicos, esto con el fin de
controlar absolutamente al estado para más nunca abandonar el poder, para
transformar la vida y los principios de esa gran nación y refundarla como una
potencia socialista, en convivencia con el comunismo internacional, tratando
incluso de cambiar el patrón de energía mundial, de energía de combustibles
fósiles a las llamadas energías alternativas, lo que significaba la muerte del
capitalismo y la ascensión del socialismo como hegemonía en el mundo. Si
Hillary Clinton hubiera ganado la presidencia el mundo entero estuviera en
poder de los comunistas.
Pero
Dios es capitalista, aunque muchos se esfuercen en convencernos de lo
contrario, y hombres como Donald Trump estaban allí con una misión, hacer
grande a América otra vez; y, a pesar de que la ola roja estaba arropando al
mundo, el destino le tenía una jugada a la libertad y a la democracia, que la
llevaría a una lucha frontal en contra del totalitarismo.
Venezuela, mi país, era un claro ejemplo de lo que
venía; Cuba había colonizado la mente de algunos líderes civiles y militares
que se unieron para llegar, por medio de elecciones, al poder político,
aprovechando el descontento y el malestar social que malos gobiernos habían
dejado a su paso, igual sucedía en
Europa, en el Medio Oriente, en Eurasia, en Asia, África y en América toda; los
gobiernos de la extrema izquierda estaban utilizando los mecanismos
democráticos para controlar pueblos enteros, haciéndose pasar por democracias,
cuando su verdadera intención era dominar a sus pueblos por medio del estado,
un estado grande, paternalista, de justicia social, que les cambiaba su
libertad por la aparente seguridad de tener trabajos estables, servicios de
salud y educación gratuitos… y, en casos
extremos, como el de Venezuela, con alimentación segura, siempre que te hicieras
cliente del partido de gobierno.
El
sentido común y el patriotismo prevalecieron en los EEUU, y Trump llega al
poder tras una campaña sucia, desigual y muy dura, sólo para encontrarse con
unos comunistas que no aceptaban su derrota y se embarcaron en una campaña de
descrédito y de ataques personales contra el nuevo presidente, muy pocas veces
se había visto algo así en la historia política de ese país.
Fue
así que llovieron, a los pocos días de tomar posesión, una serie de acusaciones
y procesos en su contra por una extraña colusión con actividades rusas durante
su campaña; los comunistas le lanzaron encima al Departamento de Justicia y al
FBI, para investigarlo, luego aparecieron algunas acusaciones sobre
contribuciones dudosas durante su campaña, de prostitutas contratadas para su
entretenimiento, de amenazas contra la libertad de expresión y los medios de
comunicación, de impuestos que se dejaron de pagar durante su carrera como
empresario…
No
contentos con esto, los jefes del partido demócrata trataron de enredarlo en
manejos impropios con miembros del gobierno, lo denunciaron de influenciar indebidamente
a altos oficiales de su gobierno, y tuvo que despedir de su entorno a una serie
de funcionarios, incluyendo a sus más altos nominados para cargos en la
seguridad de la nación y de su propia seguridad; en algún momento, se vio claramente
el control que tenía el partido demócrata sobre todos los aspectos sensitivos
del trabajo político en Washington, habían penetrado en lo más íntimo a su
gobierno; afortunadamente, Trump nunca perdió la fe y el apoyo del partido
republicano, y entre ambos han logrado sortear una serie de trampas y celadas.
Si Trump
no estuviera entrenado en duros tratos y negocios, que tuvo que aprender en la
calles de su natal New York, probablemente no habría aguantado ese impresionante
ataque comunista, que quería sacarlo del poder a como diera lugar; pero las
cicatrices y duros golpes recibidos durante su carrera, al negociar con rudos
sindicatos de la construcción y el transporte, con inmigrantes y minorías que conformaban
sus nóminas, con empresas contratistas y de insumos que tenían que ser
manejadas contra reloj, para no perder dinero, si no hubiera vivido entre
abogados, planificando estrategias de defensa y ataque, entre banqueros y
financistas, que lo buscaban como alimento, expuesto a una mala prensa, pagada
por sus competidores… una experiencia que valía oro, cuando tuvo que enfrentar
al frente socialista demócrata, que hacía lo imposible para eyectarlo del
juego, creyendo que se trataba de un principiante.
El
apoyo que Trump recibió de la América profunda, de los empresarios, de unas
minorías que se sentían agradecidas por la oportunidad de poder prosperar en
América, de sus fieles votantes, de su familia, de sus amigos y de quienes
creían que USA estaba en serios problemas y que sólo un hombre de sus
características podía lidiar con aquella hidra de siete cabezas… fue una fuerza
que lo acompañó en esta cruzada de vida o muerte.
Trump
ha movido sus fichas en el mundo para hacer retroceder los intereses de las
izquierdas, que estaban a punto de dominar la humanidad; China, Rusia, Cuba,
Corea del Norte, los más duros de ese lote, tuvieron que comprender que el
nuevo presidente norteamericano se comprometió con un cambio, y el mundo empezó
a aceptar que el socialismo no es la respuesta a sus problemas, y que los países contagiados por el fundamentalismo
islámico, un pariente lejano del socialismo, que busca la igualdad de todos los
hombres bajo un estado teocrático, con una sola fe, no tendrá contemplaciones
ni siquiera con los seguidores de Marx; eso es algo que los europeos no han
entendido todavía y siguen jugando a un multiculturalismo insensato, y a complacer
divisiones regionalistas con base en nacionalismos fragmentados.
El
pueblo norteamericano no se imagina lo mucho que los venezolanos le debemos al
Sr. Trump, al apostar a nuestra resistencia por la democracia y la libertad,
habíamos hecho el sacrificio en vidas que se requería, seguíamos luchando desde
posiciones muy disminuidas, sin armas, sin los elementos necesarios para poder
sobrevivir, pero absolutamente seguros de que no íbamos a renunciar a nuestros
derechos humanos; ese gesto de solidaridad y apoyo dice mucho de la tradición
libertaria del pueblo norteamericano, capaz de luchar en guerras mundiales para
cortar las cadenas de la opresión y el terror de pueblos hermanos sometidos por
el totalitarismo.
Pero
créanme, hermanos de Norteamérica, ustedes también están en peligro; el
comunismo internacional los ha penetrado y mantiene cabezas de playa
importantes dentro de su propio territorio; se han apoderado del partido
demócrata, uno de los pilares de la política tradicional de los EEUU, con una
tradición liberal y humanista, pero que en algún momento perdieron el camino,
permitieron que nefastas influencias extranjeras cambiaran importantes ideas principistas
con el veneno de ideologías como la deconstrucción, el postmodernismo, el
neomarxismo, el pensamiento crítico frankfurtiano, el socialismo cristiano, la
teología de la liberación… pensamientos que fueron inoculados por la academia,
por esos intelectuales irresponsables que se jactan de escupir hacia arriba y
recibir la saliva en su rostro, por artistas de Hollywood super ricos que
cargan su “responsabilidad social” a un estado benefactor, desplazando así su
culpa ante los miserables de la tierra.
Tengo
muchos amigos demócratas, inscritos y activos en el partido, trabajando en
Washington, que me dicen: “los demócratas
no somos todos socialistas o comunistas, somos muchos los que creemos en el
libre mercado, en un estado mínimo, en una ética del individuo…”, pero
igual les respondo que han permitido que los comunistas controlen el partido,
que radicales como Obama, como los Clinton, como Sanders, Gore y tantos otros,
se hayan convertido en la imagen y la voz de esos norteamericanos progresistas
más no comunistas; el asunto es que las actuaciones de estos grupos están
comprometiendo, de manera muy seria, el sueño norteamericano de libertad,
democracia y progreso.
Pregúntense, ¿Porqué se han ensañado de tal manera contra
un presidente electo? Es tal el veneno y la bajeza que no puedo sino pensar en
que todos esos llamados a deponerlo, por medio de mecanismos legales y golpes
de estado suaves, pertenecen a otra raza diferente a la que viene de los padres
fundadores de esa gran nación; el resentimiento y el ansia de venganza por
haberlos desplazado del poder es tal que, simplemente, vemos a unos
revolucionarios que insisten en imponer su utopía perfecta a costa de sangre y
dolor, renunciando incluso a ser la principal potencia del mundo.
Trump
no lo está haciendo mal, todo lo contrario, en muy poco tiempo ha podido
recuperar aquello a lo que Barak Obama renunció, sin siquiera consultar a sus
seguidores, porque no quería que los Estados Unidos siguiera siendo el faro que
ilumina el mundo con sus fuegos de libertad, quería retrotraerse a su idea de
país ecologista y comunitario, de un estado grande y planificador, controlador
de la población, hasta en la manera de cómo y cuando hacían el amor.
Contar
con el presidente Trump ha sido una suerte inmensa, no sólo para los EEUU sino
para todo aquel que crea en la libertad y la democracia, en el libre mercado y en
la importancia de ser líder del mundo; los comunistas nos trataron de vender un
demonio sin corazón, racista, explotador y colonialista, pero el hombre ha
demostrado ser un verdadero demócrata, un luchador por la paz y la concordia,
pues como empresario entiende muy bien que los mercados funcionan mejor cuando
no hay conflictos, que la inventiva y el emprendimiento florecen cuando hay
intercambios y confianza, que el respeto y la confianza abundan cuando se
respeta la ley por propio convencimiento, más que por imposición de la
violencia.
Para
los venezolanos, ha sido imprescindible la actuación del presidente Trump en
devolvernos la esperanza, no sólo a nosotros, sino a todo el continente,
incluso a la pobre y esclavizada Cuba, que ya puede contar con que muy pronto
los aires de libertad soplaran por sus playas y sierras… seremos un continente
libre y prospero.
Pido
a los latinos que viven en los EEUU que no favorezcan el socialismo en esa
tierra de oportunidades, porque el socialismo mata las oportunidades, asfixia
al individuo, para reducirlo a una masa amorfa e igualitaria; en ese país
pueden tener el chance de cambiar sus vidas, si trabajan duro y cumplen sus
compromisos. El presidente Trump lo está haciendo muy bien, la economía está en
un buen momento, las instituciones, a pesar de todo, funcionan, y el país tiene
dirección y se comporta como lo que es, una potencia. Los norteamericanos, no
importa su raza o creencias, pueden llegar tan lejos como se lo propongan; eso
es una conquista de la vida, que sólo se obtiene en libertad y luchando sin
jamás ceder. Trump es el hombre, no se equivoquen, díganle NO al socialismo. – saulgodoy@gmail.com
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