Vamos
a explicarles de manera lo más clara posible porque la llamada Justicia Social
no puede existir en un sistema de libre mercado, entendiendo a la Justicia
Social como la intervención de un árbitro externo para hacer una redistribución
de los bienes y servicios que se producen en un mercado dado, empecemos por
decir (en este tema estoy siguiendo a F.A. Hayek) que ningún programa
redistributivo puede coexistir en una economía de mercado libre, pues atenta
directamente en contra de la libertad de
los ciudadanos en construir su propia existencia, los programas redistributivos
contradice éste principio básico, además nadie tiene una idea de lo que se
consideraría “justo” al momento de la redistribución; en donde se practican
estos métodos, simplemente se imponen medidas arbitrarias de quienes asumen el
rol de árbitros.
Según
Hayek el único principio que se acepta en una economía de mercado es el de ”igual salario por igual trabajo”, hay
una especie de confusión general en cuanto a la Justicia Social, todo el mundo
pareciera saber a qué se refiere pero nadie sabe que contenido tiene, o por lo
menos, todo el mundo le aplica un significado diferente, para Hayek es parte de
la superstición generada por tanto tiempo viviendo en condiciones tribales,
condiciones que sólo fueron superadas por la innovación de personas que se
atrevieron a romper con aquella ética de hordas transhumantes.
Ese
orden jerarquizado, esa autoridad que transmite la redistribución, es el sueño
húmedo de todo socialista, de los que
desean volver al esquema centralista, autoritario de PDVSA, como empresa del
estado en la redistribución de la riqueza generada por el petróleo.
Pero
gracias a los avances civilizatorios, la sociedad abierta fue sustituyendo esos
objetivos colectivos por una normativa más abstracta, siendo el más importante
de los avances del mercado el desarrollo de un sistema de precios, contentivo
de una valiosa información que de otra manera hubiera sido imposible obtener,
de esa manera llegamos a la definición de mercado, que según el diccionario de
Oxford es: «una actividad competitiva
sometida a reglas y en la que el resultado depende de la mayor habilidad,
fuerza o suerte».
El
lucro es el principal incentivo para estas actividades de mercado que impulsa a
los comerciantes a descubrir otros mercados, otros pueblos y costumbres con
quienes hacer comercio en un intercambio rico en experiencias humanas, y fueron
los más arriesgados los que lograron participar en ferias y mercados, fundar
establecimientos comerciales lejos de sus territorios y fueron los pioneros en
la creación de verdaderos centros comerciales en los principales asentamientos
y ciudades.
Nos
dice Hayek: “Las normas que, para dar
mayor eficacia a tal juego, fueron luego emergiendo se centraron en torno al
derecho de propiedad y a la forma de establecer pactos y contratos. Todo ello
hizo posible la progresiva ampliación de la división del trabajo, así como el
mutuo ajuste de un amplio conjunto de esfuerzos individuales productivos”.
Son
justamente los precios, los que le dicen al comerciante cuales productos se
venden, lo que a la gente le gusta y lo que debe invertir para elaborarlos y
obtener una ganancia, el mercado se hace competitivo con el desarrollo de la
división del trabajo, el comerciante y su actividad dependen de que los precios
se marquen en perfecta libertad sin la intervención forzada de autoridades o
impuestos coercitivamente por el gobierno, la libertad en los precios en factor
esencial para que los precios se equilibren de acuerdo a la oferta y la
demanda.
Continúa
Hayek explicando: “La función ordenadora
de los precios —potenciadora al máximo de la productividad— basa su eficacia en
su capacidad de orientar a la gente sobre lo que en cada momento debe hacer
para contribuir al máximo a la producción global”.
En un
sistema como el planteado, agregar un concepto de justicia no tiene sentido, el
mercado no necesita ese tipo de indicador, de hecho, lo que haría sería
distorsionar todo el delicado equilibrio en que se balancea el mercado.
Pero
para los socialistas la idea de que algo que el hombre no pueda controlar,
exista como fundamento de la actividad económica, como serían los precios en el
libre mercado, es una idea insoportable, y más aún, cuando cree que hay grupos
sociales que deberían privilegiarse sobre otros para que reciban
consideraciones especiales, o existan gobiernos que obliguen a los mercados a
hacerse cargo de los grupos más necesitados, es entonces cuando se introducen
en los precios elementos ajenos al equilibrio del mercado y se pierde la
certeza de daban los precios, haciendo imposible el cálculo productivo o
predecir el comportamiento del mercado a futuro, de lo cual dependen las
inversiones.
El
economista austríaco y Premio Nobel abunda en las consecuencias: “El desarrollo del juego del mercado ha de
dar lugar necesariamente a que, en todo momento, algunos ciudadanos dispongan
de más ingresos que otros, lo que generalmente comporta que muchos estimen que
reciben menos de lo que creen realmente merecer. No es por lo tanto sorprendente
que tantas veces se pretenda corregir coactivamente tales diferencias. Lo
cierto, sin embargo, es que esa producción total que supuestamente siempre está
disponible sólo surge porque, al remunerar a los distintos actores, el mercado
deja al margen toda consideración sobre el mérito o la necesidad”.
Y los
socialistas no pueden vivir en paz sino valoran el mérito o necesidad de las
personas por encima de cualquier otra variable, justamente porque se trata de
política, de la más barata y deleznable, lo más cercano al robo que existe,
quitarle a los que tienen para darle a los menos favorecidos para conseguir sus
votos, sin importarle el daño que le hacen al aparato económico que los
sostiene, fue así que Maduro destruyó la economía del país, creando la hiperinflación
que nos afecta y todos esos controles que el gobierno tiene sobre los precios y
la producción, ya nadie sabe cuánto cuestan las cosas, y es esto lo que podría
estar prometiendo Guaidó cuando promociona su pretendida Justicia Social como
punta de lanza de su programa de reconstrucción del país, una receta para un
nuevo desastre.
El
sistema de libre mercado es autosustentable y autoregulable, dejándolo actuar
por cuenta propia puede hacerse cargo de
aquellos comerciantes e industriales que abusan de sus precios o descuidan la
calidad de sus productos, inmediatamente la demanda por esos artículos
decrecerá debido a la competencia, y muy probable, si el responsable no toma
medidas correctivas a tiempo, lo saque del mercado, también es común que un
gobierno intervenga subsidiando los productos nacionales para que compitan en los
mercados internacionales, introduciendo anomalías en el libre flujo de bienes y
sus precios, o un sector empresarial goce de la protección del gobierno concediéndoles
el monopolio sobre sus productos, todos estos “trucos” son fácilmente
detectables y son muy dañinos para una sana competencia, al final el mercado
prevalece o la sociedad se arruina.
Es
por ello que los gobiernos que intervienen las economías de sus países con
regulaciones de precios, con obligaciones para el empresario que nada tienen
que ver con su actividad, con programas sociales costosos que obligan a los
productores a financiarlos, con cargas impositivas para redistribuirlas entre
los sectores no productivos de la población, son gobiernos que le hacen un
tremendo daño a su aparato productivo, y es la razón por la que figuran como
países menos competitivos y de mayores índices de pobreza en las estadísticas
de desarrollo mundial, busque usted algo que los identifica, y se encontrará
que todos son gobiernos socialistas.
Hubo
en Latinoamérica un movimiento de cierta importancia por parte de algunos
economistas e investigadores que desarrollaron para la Comisión Económica para
América Latina (CEPAL), un organismo adscrito a la ONU, que se convirtió en un
bastión del comunismo en la segunda mitad del siglo pasado, publicaba unos
sesudos estudios llenos de estadísticas, cuadros y gráficos, que probaban sin
lugar a dudas, que las inversiones extranjeras en nuestro continente eran
dañinas para nuestras economías, se trataba de aquella famosa Teoría de la
Dependencia, que en los años 70 tomó por asalto las principales universidades y
academias de nuestros países, varios de sus principales propulsores hoy se
arrepienten de haber participado en aquella mamarrachada, entre ellos el
brasileño Fernando H. Cardozo, y es que, Oh sorpresa! habían basado sus
estudios sobre la teoría marxista-leninista de la explotación imperialista, que
no solo resultó incompleta, sino tremendamente prejuiciada para justificar las
luchas anticolonialistas, sobre estas ideas se montó otro escritor arrepentido,
el uruguayo Eduardo Galeano para producir su bodrio, convertido en bestseller, Las Venas Abiertas de América Latina (1971).
De
estos intentos por explicar nuestro subdesarrollo, los Latinoamericanos tenemos
un rollo bien grande, todos achacándole la culpa a factores exógenos y poniendo
a los países capitalistas como los culpables de nuestras ineptitudes, por
supuesto estas posiciones interesadas eran fundamentalmente llevadas a cabo por
intelectuales socialistas y teniendo como modelo de economía “liberada”, a la
Cuba de Fidel Castro.
Estas
ideas, de dependencia, imperialismo, colonialismo, justicia social, revolución,
humanismo cristiano y otras muchas, son elementos extraños que se pretenden
priorizar al momento de poner a funcionarlas economías de nuestros países,
resultando en los lamentables atrasos, quiebras, inflación, depresión y miseria
generalizada.
La
Justicia Social en resumen, aplicada por los socialistas tratan de redistribuir
el producto del esfuerzo de aquellos comerciantes, industriales y productores
que han sido más afortunados en el juego del libre mercado, metiéndoles la mano
en el bolsillo para sacarles dinero que reparten para sus clientes electorales
que son los pobres y las clases menos favorecidas, en eso es lo que creía el
Sr. Obama mientras fue presidente de los EEUU, y eso es lo que está cambiando
el Sr. Trump desde la Casa Blanca, y es
la razón por lo que tiene una oposición en su congreso tan descarnada; yo solo
espero poder cambiar el criterio del presidente Gauidó con razones, parece un
hombre sensato, y si es inteligente de seguro revisará con mayor cuidado sus
propuestas al país. -
saulgodoy@gmail.com
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