jueves, 7 de febrero de 2019

El mercado y la justicia social



Vamos a explicarles de manera lo más clara posible porque la llamada Justicia Social no puede existir en un sistema de libre mercado, entendiendo a la Justicia Social como la intervención de un árbitro externo para hacer una redistribución de los bienes y servicios que se producen en un mercado dado, empecemos por decir (en este tema estoy siguiendo a F.A. Hayek) que ningún programa redistributivo puede coexistir en una economía de mercado libre, pues atenta directamente en contra de la libertad  de los ciudadanos en construir su propia existencia, los programas redistributivos contradice éste principio básico, además nadie tiene una idea de lo que se consideraría “justo” al momento de la redistribución; en donde se practican estos métodos, simplemente se imponen medidas arbitrarias de quienes asumen el rol de árbitros.
Según Hayek el único principio que se acepta en una economía de mercado es el de ”igual salario por igual trabajo”, hay una especie de confusión general en cuanto a la Justicia Social, todo el mundo pareciera saber a qué se refiere pero nadie sabe que contenido tiene, o por lo menos, todo el mundo le aplica un significado diferente, para Hayek es parte de la superstición generada por tanto tiempo viviendo en condiciones tribales, condiciones que sólo fueron superadas por la innovación de personas que se atrevieron a romper con aquella ética de hordas transhumantes.
Ese orden jerarquizado, esa autoridad que transmite la redistribución, es el sueño húmedo de todo socialista,  de los que desean volver al esquema centralista, autoritario de PDVSA, como empresa del estado en la redistribución de la riqueza generada por el petróleo.
Pero gracias a los avances civilizatorios, la sociedad abierta fue sustituyendo esos objetivos colectivos por una normativa más abstracta, siendo el más importante de los avances del mercado el desarrollo de un sistema de precios, contentivo de una valiosa información que de otra manera hubiera sido imposible obtener, de esa manera llegamos a la definición de mercado, que según el diccionario de Oxford es: «una actividad competitiva sometida a reglas y en la que el resultado depende de la mayor habilidad, fuerza o suerte».
El lucro es el principal incentivo para estas actividades de mercado que impulsa a los comerciantes a descubrir otros mercados, otros pueblos y costumbres con quienes hacer comercio en un intercambio rico en experiencias humanas, y fueron los más arriesgados los que lograron participar en ferias y mercados, fundar establecimientos comerciales lejos de sus territorios y fueron los pioneros en la creación de verdaderos centros comerciales en los principales asentamientos y ciudades.
Nos dice Hayek: “Las normas que, para dar mayor eficacia a tal juego, fueron luego emergiendo se centraron en torno al derecho de propiedad y a la forma de establecer pactos y contratos. Todo ello hizo posible la progresiva ampliación de la división del trabajo, así como el mutuo ajuste de un amplio conjunto de esfuerzos individuales productivos”.
Son justamente los precios, los que le dicen al comerciante cuales productos se venden, lo que a la gente le gusta y lo que debe invertir para elaborarlos y obtener una ganancia, el mercado se hace competitivo con el desarrollo de la división del trabajo, el comerciante y su actividad dependen de que los precios se marquen en perfecta libertad sin la intervención forzada de autoridades o impuestos coercitivamente por el gobierno, la libertad en los precios en factor esencial para que los precios se equilibren de acuerdo a la oferta y la demanda.
Continúa Hayek explicando: “La función ordenadora de los precios —potenciadora al máximo de la productividad— basa su eficacia en su capacidad de orientar a la gente sobre lo que en cada momento debe hacer para contribuir al máximo a la producción global”.
En un sistema como el planteado, agregar un concepto de justicia no tiene sentido, el mercado no necesita ese tipo de indicador, de hecho, lo que haría sería distorsionar todo el delicado equilibrio en que se balancea el mercado.
Pero para los socialistas la idea de que algo que el hombre no pueda controlar, exista como fundamento de la actividad económica, como serían los precios en el libre mercado, es una idea insoportable, y más aún, cuando cree que hay grupos sociales que deberían privilegiarse sobre otros para que reciban consideraciones especiales, o existan gobiernos que obliguen a los mercados a hacerse cargo de los grupos más necesitados, es entonces cuando se introducen en los precios elementos ajenos al equilibrio del mercado y se pierde la certeza de daban los precios, haciendo imposible el cálculo productivo o predecir el comportamiento del mercado a futuro, de lo cual dependen las inversiones.
El economista austríaco y Premio Nobel abunda en las consecuencias: “El desarrollo del juego del mercado ha de dar lugar necesariamente a que, en todo momento, algunos ciudadanos dispongan de más ingresos que otros, lo que generalmente comporta que muchos estimen que reciben menos de lo que creen realmente merecer. No es por lo tanto sorprendente que tantas veces se pretenda corregir coactivamente tales diferencias. Lo cierto, sin embargo, es que esa producción total que supuestamente siempre está disponible sólo surge porque, al remunerar a los distintos actores, el mercado deja al margen toda consideración sobre el mérito o la necesidad”.
Y los socialistas no pueden vivir en paz sino valoran el mérito o necesidad de las personas por encima de cualquier otra variable, justamente porque se trata de política, de la más barata y deleznable, lo más cercano al robo que existe, quitarle a los que tienen para darle a los menos favorecidos para conseguir sus votos, sin importarle el daño que le hacen al aparato económico que los sostiene, fue así que Maduro destruyó la economía del país, creando la hiperinflación que nos afecta y todos esos controles que el gobierno tiene sobre los precios y la producción, ya nadie sabe cuánto cuestan las cosas, y es esto lo que podría estar prometiendo Guaidó cuando promociona su pretendida Justicia Social como punta de lanza de su programa de reconstrucción del país, una receta para un nuevo desastre.
El sistema de libre mercado es autosustentable y autoregulable, dejándolo actuar por cuenta propia  puede hacerse cargo de aquellos comerciantes e industriales que abusan de sus precios o descuidan la calidad de sus productos, inmediatamente la demanda por esos artículos decrecerá debido a la competencia, y muy probable, si el responsable no toma medidas correctivas a tiempo, lo saque del mercado, también es común que un gobierno intervenga subsidiando los productos nacionales para que compitan en los mercados internacionales, introduciendo anomalías en el libre flujo de bienes y sus precios, o un sector empresarial goce de la protección del gobierno concediéndoles el monopolio sobre sus productos, todos estos “trucos” son fácilmente detectables y son muy dañinos para una sana competencia, al final el mercado prevalece o la sociedad se arruina.
Es por ello que los gobiernos que intervienen las economías de sus países con regulaciones de precios, con obligaciones para el empresario que nada tienen que ver con su actividad, con programas sociales costosos que obligan a los productores a financiarlos, con cargas impositivas para redistribuirlas entre los sectores no productivos de la población, son gobiernos que le hacen un tremendo daño a su aparato productivo, y es la razón por la que figuran como países menos competitivos y de mayores índices de pobreza en las estadísticas de desarrollo mundial, busque usted algo que los identifica, y se encontrará que todos son gobiernos socialistas.
Hubo en Latinoamérica un movimiento de cierta importancia por parte de algunos economistas e investigadores que desarrollaron para la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), un organismo adscrito a la ONU, que se convirtió en un bastión del comunismo en la segunda mitad del siglo pasado, publicaba unos sesudos estudios llenos de estadísticas, cuadros y gráficos, que probaban sin lugar a dudas, que las inversiones extranjeras en nuestro continente eran dañinas para nuestras economías, se trataba de aquella famosa Teoría de la Dependencia, que en los años 70 tomó por asalto las principales universidades y academias de nuestros países, varios de sus principales propulsores hoy se arrepienten de haber participado en aquella mamarrachada, entre ellos el brasileño Fernando H. Cardozo, y es que, Oh sorpresa! habían basado sus estudios sobre la teoría marxista-leninista de la explotación imperialista, que no solo resultó incompleta, sino tremendamente prejuiciada para justificar las luchas anticolonialistas, sobre estas ideas se montó otro escritor arrepentido, el uruguayo Eduardo Galeano para producir su bodrio, convertido en bestseller, Las Venas Abiertas de América Latina (1971).
De estos intentos por explicar nuestro subdesarrollo, los Latinoamericanos tenemos un rollo bien grande, todos achacándole la culpa a factores exógenos y poniendo a los países capitalistas como los culpables de nuestras ineptitudes, por supuesto estas posiciones interesadas eran fundamentalmente llevadas a cabo por intelectuales socialistas y teniendo como modelo de economía “liberada”, a la Cuba de Fidel Castro.
Estas ideas, de dependencia, imperialismo, colonialismo, justicia social, revolución, humanismo cristiano y otras muchas, son elementos extraños que se pretenden priorizar al momento de poner a funcionarlas economías de nuestros países, resultando en los lamentables atrasos, quiebras, inflación, depresión y miseria generalizada.
La Justicia Social en resumen, aplicada por los socialistas tratan de redistribuir el producto del esfuerzo de aquellos comerciantes, industriales y productores que han sido más afortunados en el juego del libre mercado, metiéndoles la mano en el bolsillo para sacarles dinero que reparten para sus clientes electorales que son los pobres y las clases menos favorecidas, en eso es lo que creía el Sr. Obama mientras fue presidente de los EEUU, y eso es lo que está cambiando el Sr. Trump desde la Casa Blanca, y  es la razón por lo que tiene una oposición en su congreso tan descarnada; yo solo espero poder cambiar el criterio del presidente Gauidó con razones, parece un hombre sensato, y si es inteligente de seguro revisará con mayor cuidado sus propuestas al país.   -   saulgodoy@gmail.com




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