sábado, 9 de febrero de 2019

La justicia Social y la Iglesia




“Yo de ninguna manera soy anticomunista, sino que aunque católico y sacerdote, me considero marxista y comunista. Incluso estoy llegando a creer que actualmente en América Latina para ser revolucionario hay que ser marxista y comunista. Y creo aún más, que para ser un auténtico cristiano en América Latina hay que ser comunista.”
Ernesto Cardenal, En Cuba

“He visto en Latinoamérica una gran necesidad de justicia social, que coloquen a inmensas categorías de gente pobre en condiciones de vida más ecuánime, más fácil y más humana.”
Papa Paulo VI, a raíz de su viaje por Colombia, Roma, 28 de septiembre de 1968.

“No se puede hablar de Dios si alguien muere de hambre… EEUU y Canadá están ricos porque los pueblos de América Latina están pobres. Ellos han construido su riqueza sobre nosotros.”
Monseñor Alfonzo López Trujillo (de Colombia), Secretario General de CELAM, mayo 1975.

Para una institución como la Iglesia, que mide su tiempo en siglos, los vaivenes que ha tenido que dar para mantenerse a flote como lo ha hecho hasta hoy, y que todavía se mantenga como una de las religiones superiores, según la terminología del historiador británico Arnold Toynbee, han sido difíciles, largos y contradictorios, con sus múltiples consecuencias, sobre todo cuando las religiones asumen con mayor preponderancia su rol social más que individual, entendido lo social como las relaciones humanas en sociedad, es decir, más que ser la guía espiritual de los individuos, se ocupan de las actividades de la vida en grupos, de sus culturas, de las políticas, del orden moral de lo colectivo.
En estas relaciones, la economía ha sido una parcela importante, aunque el teólogo e investigador de las religiones John Cogley, en su obra La Religión en una Época Secular (1968) apunta que la religión incluye un componente moral en los manejos de la economía, aunque rara vez se hayan dado casos donde la religión haya iniciado reformas económicas, y continúa diciendo: “A menudo parecía que la explotación y las disposiciones económicas injustas tenían la aprobación religiosa… Como los reformadores sociales eran a menudo vociferantes antirreligiosos [sobre todo de los bandos socialistas y comunistas] y la idea era más creíble todavía. De manera que la religión recibió y con frecuencia mereció, la reputación de estar de parte de los explotadores de la economía.”
De modo que ya para el siglo XIX, y según palabras del Papa Pio XI: “Los obreros estaban perdidos para la Iglesia”, entonces se tomaron medidas drásticas, incluyendo la muy criticada colocación de “curas obreros” que se empleaban en las fábricas en Francia para hacer labor misionera en las líneas de ensamblaje de las fábricas.
El gran pensador y comunicador venezolano, Carlos Rangel, en su libro Del Buen Salvaje al Buen Revolucionario (1976) hace una detallada investigación sobre el cambio que se produjo en la política de la Iglesia, de ser una institución anticomunista, a una derivación hacia el comunismo que explica, en términos de la propia sobrevivencia de la Iglesia.
A partir de 1945 el mundo hace un viraje importante hacia el comunismo, primero en Europa y luego en Asia, en países católicos como Polonia y Hungría la iglesia había sido diezmada, pero se produce una situación por demás extraordinaria, cuando el comunismo se hizo religión del estado, la Iglesia católica había sido disminuida a su mínima expresión, pero aún así se convirtió en la única organización no gubernamental que servía de intermediario entre el gobierno totalitario y otras naciones y la única alternativa para los grupos laicos que necesitaban de otra interpretación del sentido de la existencia, que fuera diferente al totalitarismo comunista.
Según Rangel, a partir de 1958 la Iglesia católica decide negociar su legitimación dentro de aquellos países con regímenes comunistas, para conservar su feligresía, servir de contacto con occidente, pero también para un supuesto “avance” ideológico que la sacara de su conservadurismo ante un mundo cambiante, de allí que se haga una revisión de sus formulaciones sociales y una puesta al día de sus doctrinas pastorales, empezaron a desarrollar una serie de reuniones como el Concilio Vaticano II, y de las Encíclicas Mater et Magistra (1961) y Pace in Terris (1963) del papa Juan, y Populorum Progressio (1997) del papa Paulo.
Esta apertura de la Iglesia al comunismo iba a traer sus consecuencias inesperadas, sobre todo y principalmente en Latinoamérica donde las mentes instruidas de la alta curia , de sacerdotes misioneros y seminaristas iban a ser colonizadas por la ideología marxista, los argumentos anticapitalistas y la ética comunista encontrarían un suelo fértil en una generación de intelectuales cristianos, quienes harían suyos los principios leninistas de la filosofía de la liberación de sus cadenas, por medio de las armas y la subversión.
Nos explica Rangel: “El hombre nuevo, en Cuba, China, Vietnam, etc., no posee prácticamente nada, pero sería dueño de sí mismo, no está alienado por neveras, aspiradoras o televisores y mucho menos por programas de radio y televisión que, junto con anuncios para esas mil y otras cosas, difunden información u opiniones distintas a lo que el hombre nuevo debe conocer y pensar. Toda su satisfacción en la vida, le vendría de saber que el sacrificio de sus aspiraciones como individuo es el precio de la justicia, del tiempo del bien sobre el mal, de la salvación.”
Está muy claro cómo se dieron algunos encuentros ideológicos entre las tesis comunistas del cristianismo primitivo y los argumentos colectivistas del marxismo, como la propiedad privada para ambos mundos era nociva para los intereses comunitarios, de este encuentro nació la idea de la Justicia Social, tal y como la plantea el Pontificio Consejo “Justicia y Paz” en su Doctrina Social de la Iglesia, por supuesto en algunos documentos se alega que el concepto de justicia social viene desarrollándose desde tiempos inmemorables y que tuvo su momento estelar con la evolución de la idea del humanismo cristiano.
Desde la gratuidad del acto de la creación por parte de Dios, pasando por la solidaridad y el respeto a la dignidad humana, hasta el mensaje de amor entre hermanos que predicó Cristo en la Tierra, todo se viene a concretar en el concepto de Justicia Social (en esos documentos no se menciona nada sobre las tesis marxistas leninistas pero indudablemente, están presentes).
No hay sino que estudiar con diligencia la historia de las revoluciones en nuestro continente para poder observar el papel jugado por la Iglesia en el triunfo de las mismas, desde la revolución cubana, el triunfo de la Unidad Popular en Chile, el Peronismo en Argentina, la revolución Sandinista, el movimiento revolucionario en El Salvador, Guatemala, Perú, México, Venezuela, etc., en todos estos cambios políticos, la Iglesia liberadora tuvo un papel fundamental en alianza con el marxismo, ante la evidencia, es muy difícil negar su participación activa y menos aún el conocimiento que el Vaticano tenía de ello.
La iglesia dio un giro fatal hacia el comunismo con la asunción del papa Francisco, su silencio cómplice durante la destrucción de Venezuela por las hordas chavistas, su aquiescencia para con los líderes criminales de éste movimiento bendiciendo sus personas y actos, los manejos turbios de las finanzas blanqueando dinero para el régimen, apoyado por el General de la Orden de los Jesuitas, el venezolano Arturo Sosa, en una fatal yunta que ha empañado la credibilidad de la institución, ya dañada por los encubrimientos imperdonables a los curas pederastas que gravitaban y gravitan en el entorno de poder de la iglesia, asestándole un grave golpe a la feligresía y al esfuerzo misionero de tanta gente comprometida con la obra de Cristo.
El papel que ha jugado la iglesia en este lapso de tiempo como herramienta del comunismo en Latinoamérica es imperdonable, lo peor es que insiste en proponerse como mediador imparcial en temas de paz y de ayudas humanitarias, como si la culpa de la opresión y los conflictos fueran de otro, el papa Francisco es una verdadera vergüenza para el mundo cristiano y debería renunciar para que la institución pueda hacer un control de daños y reparar lo que está torcido y ya no sirve.
Todos los que pertenecemos de alguna forma al mundo de la Orden de los Jesuitas, deberíamos hacer un frente común para adecentar esa organización que le ha dado tanto a la civilización occidental, y que ahora, en su momento más bajo y oscuro, nos necesita para que retorne al sendero del bien, porque como va, se dirige directo al despeñadero.
La justicia social fue una de las ideas que ayudaron a que los latinoamericanos fuéramos poco a poco renunciando a nuestra vocación de libertad para subsumirnos a los totalitarismos comunistas, y de las dictaduras de izquierda más bendecidas por la Iglesia, la de Allende en Chile y la de Fidel en Cuba fueron sin duda proyectos aupados por los jesuitas, por ello no es extraño que a raíz de la dictadura Chávez-Maduro nos haya tocado a los venezolanos y al mundo tener como papa a Francisco y como General de la Orden de los Jesuitas, a Arturo Sosa, dos destacados activistas del castrocomunismo como parte de ese esfuerzo de internacionalización del socialismo, y que convirtieron al Vaticano en una madriguera comunista.   -   saulgodoy@gmail.com







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