“Yo de ninguna manera soy
anticomunista, sino que aunque católico y sacerdote, me considero marxista y
comunista. Incluso estoy llegando a creer que actualmente en América Latina
para ser revolucionario hay que ser marxista y comunista. Y creo aún más, que
para ser un auténtico cristiano en América Latina hay que ser comunista.”
Ernesto
Cardenal, En Cuba
“He visto en Latinoamérica una
gran necesidad de justicia social, que coloquen a inmensas categorías de gente
pobre en condiciones de vida más ecuánime, más fácil y más humana.”
Papa
Paulo VI, a raíz de su viaje por Colombia, Roma, 28 de septiembre de 1968.
“No se puede hablar de Dios si
alguien muere de hambre… EEUU y Canadá están ricos porque los pueblos de
América Latina están pobres. Ellos han construido su riqueza sobre nosotros.”
Monseñor
Alfonzo López Trujillo (de Colombia), Secretario General de CELAM, mayo 1975.
Para
una institución como la Iglesia, que mide su tiempo en siglos, los vaivenes que
ha tenido que dar para mantenerse a flote como lo ha hecho hasta hoy, y que
todavía se mantenga como una de las religiones superiores, según la
terminología del historiador británico Arnold Toynbee, han sido difíciles,
largos y contradictorios, con sus múltiples consecuencias, sobre todo cuando
las religiones asumen con mayor preponderancia su rol social más que
individual, entendido lo social como las relaciones humanas en sociedad, es
decir, más que ser la guía espiritual de los individuos, se ocupan de las
actividades de la vida en grupos, de sus culturas, de las políticas, del orden
moral de lo colectivo.
En
estas relaciones, la economía ha sido una parcela importante, aunque el teólogo
e investigador de las religiones John Cogley, en su obra La Religión en una Época Secular (1968) apunta que la religión
incluye un componente moral en los manejos de la economía, aunque rara vez se
hayan dado casos donde la religión haya iniciado reformas económicas, y
continúa diciendo: “A menudo parecía que
la explotación y las disposiciones económicas injustas tenían la aprobación
religiosa… Como los reformadores sociales eran a menudo vociferantes
antirreligiosos [sobre todo de los bandos socialistas y comunistas] y la idea era más creíble todavía. De
manera que la religión recibió y con frecuencia mereció, la reputación de estar
de parte de los explotadores de la economía.”
De
modo que ya para el siglo XIX, y según palabras del Papa Pio XI: “Los obreros estaban perdidos para la
Iglesia”, entonces se tomaron medidas drásticas, incluyendo la muy
criticada colocación de “curas obreros” que se empleaban en las fábricas en
Francia para hacer labor misionera en las líneas de ensamblaje de las fábricas.
El
gran pensador y comunicador venezolano, Carlos Rangel, en su libro Del Buen Salvaje al Buen Revolucionario
(1976) hace una detallada investigación sobre el cambio que se produjo en la
política de la Iglesia, de ser una institución anticomunista, a una derivación
hacia el comunismo que explica, en términos de la propia sobrevivencia de la
Iglesia.
A
partir de 1945 el mundo hace un viraje importante hacia el comunismo, primero
en Europa y luego en Asia, en países católicos como Polonia y Hungría la
iglesia había sido diezmada, pero se produce una situación por demás
extraordinaria, cuando el comunismo se hizo religión del estado, la Iglesia
católica había sido disminuida a su mínima expresión, pero aún así se convirtió
en la única organización no gubernamental que servía de intermediario entre el
gobierno totalitario y otras naciones y la única alternativa para los grupos
laicos que necesitaban de otra interpretación del sentido de la existencia, que
fuera diferente al totalitarismo comunista.
Según
Rangel, a partir de 1958 la Iglesia católica decide negociar su legitimación
dentro de aquellos países con regímenes comunistas, para conservar su feligresía,
servir de contacto con occidente, pero también para un supuesto “avance”
ideológico que la sacara de su conservadurismo ante un mundo cambiante, de allí
que se haga una revisión de sus formulaciones sociales y una puesta al día de
sus doctrinas pastorales, empezaron a desarrollar una serie de reuniones como
el Concilio Vaticano II, y de las Encíclicas Mater et Magistra (1961) y Pace
in Terris (1963) del papa Juan, y Populorum
Progressio (1997) del papa Paulo.
Esta
apertura de la Iglesia al comunismo iba a traer sus consecuencias inesperadas,
sobre todo y principalmente en Latinoamérica donde las mentes instruidas de la
alta curia , de sacerdotes misioneros y seminaristas iban a ser colonizadas por
la ideología marxista, los argumentos anticapitalistas y la ética comunista
encontrarían un suelo fértil en una generación de intelectuales cristianos,
quienes harían suyos los principios leninistas de la filosofía de la liberación
de sus cadenas, por medio de las armas y la subversión.
Nos
explica Rangel: “El hombre nuevo, en
Cuba, China, Vietnam, etc., no posee prácticamente nada, pero sería dueño de sí
mismo, no está alienado por neveras, aspiradoras o televisores y mucho menos
por programas de radio y televisión que, junto con anuncios para esas mil y otras
cosas, difunden información u opiniones distintas a lo que el hombre nuevo debe
conocer y pensar. Toda su satisfacción en la vida, le vendría de saber que el
sacrificio de sus aspiraciones como individuo es el precio de la justicia, del
tiempo del bien sobre el mal, de la salvación.”
Está
muy claro cómo se dieron algunos encuentros ideológicos entre las tesis
comunistas del cristianismo primitivo y los argumentos colectivistas del
marxismo, como la propiedad privada para ambos mundos era nociva para los
intereses comunitarios, de este encuentro nació la idea de la Justicia Social,
tal y como la plantea el Pontificio Consejo “Justicia y Paz” en su Doctrina
Social de la Iglesia, por supuesto en algunos documentos se alega que el
concepto de justicia social viene desarrollándose desde tiempos inmemorables y
que tuvo su momento estelar con la evolución de la idea del humanismo cristiano.
Desde
la gratuidad del acto de la creación por parte de Dios, pasando por la
solidaridad y el respeto a la dignidad humana, hasta el mensaje de amor entre
hermanos que predicó Cristo en la Tierra, todo se viene a concretar en el
concepto de Justicia Social (en esos documentos no se menciona nada sobre las
tesis marxistas leninistas pero indudablemente, están presentes).
No
hay sino que estudiar con diligencia la historia de las revoluciones en nuestro
continente para poder observar el papel jugado por la Iglesia en el triunfo de
las mismas, desde la revolución cubana, el triunfo de la Unidad Popular en
Chile, el Peronismo en Argentina, la revolución Sandinista, el movimiento
revolucionario en El Salvador, Guatemala, Perú, México, Venezuela, etc., en
todos estos cambios políticos, la Iglesia liberadora tuvo un papel fundamental
en alianza con el marxismo, ante la evidencia, es muy difícil negar su
participación activa y menos aún el conocimiento que el Vaticano tenía de ello.
La
iglesia dio un giro fatal hacia el comunismo con la asunción del papa
Francisco, su silencio cómplice durante la destrucción de Venezuela por las
hordas chavistas, su aquiescencia para con los líderes criminales de éste
movimiento bendiciendo sus personas y actos, los manejos turbios de las
finanzas blanqueando dinero para el régimen, apoyado por el General de la Orden
de los Jesuitas, el venezolano Arturo Sosa, en una fatal yunta que ha empañado la
credibilidad de la institución, ya dañada por los encubrimientos imperdonables
a los curas pederastas que gravitaban y gravitan en el entorno de poder de la
iglesia, asestándole un grave golpe a la feligresía y al esfuerzo misionero de
tanta gente comprometida con la obra de Cristo.
El
papel que ha jugado la iglesia en este lapso de tiempo como herramienta del
comunismo en Latinoamérica es imperdonable, lo peor es que insiste en
proponerse como mediador imparcial en temas de paz y de ayudas humanitarias,
como si la culpa de la opresión y los conflictos fueran de otro, el papa Francisco
es una verdadera vergüenza para el mundo cristiano y debería renunciar para que
la institución pueda hacer un control de daños y reparar lo que está torcido y
ya no sirve.
Todos
los que pertenecemos de alguna forma al mundo de la Orden de los Jesuitas,
deberíamos hacer un frente común para adecentar esa organización que le ha dado
tanto a la civilización occidental, y que ahora, en su momento más bajo y
oscuro, nos necesita para que retorne al sendero del bien, porque como va, se
dirige directo al despeñadero.
La
justicia social fue una de las ideas que ayudaron a que los latinoamericanos
fuéramos poco a poco renunciando a nuestra vocación de libertad para
subsumirnos a los totalitarismos comunistas, y de las dictaduras de izquierda
más bendecidas por la Iglesia, la de Allende en Chile y la de Fidel en Cuba
fueron sin duda proyectos aupados por los jesuitas, por ello no es extraño que
a raíz de la dictadura Chávez-Maduro nos haya tocado a los venezolanos y al
mundo tener como papa a Francisco y como General de la Orden de los Jesuitas, a
Arturo Sosa, dos destacados activistas del castrocomunismo como parte de ese
esfuerzo de internacionalización del socialismo, y que convirtieron al Vaticano
en una madriguera comunista. - saulgodoy@gmail.com
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