lunes, 11 de febrero de 2019

No nos hagamos los locos



El descubrir que se es mayor de edad, que uno tiene responsabilidades, así como una cierta libertad de elección, que se nos permite hacer y decir cosas que antes no podíamos, que ingresamos a otro nivel de relaciones con los otros y con el mundo, es un hallazgo que puede ser estimulante y, a veces, aterrador
Cuando éramos adolecentes queríamos ser como los adultos y contábamos los días que nos separaban de la mayoría de edad, tener una licencia de conducir, comprar e ingerir libremente bebidas alcohólicas, entrar en locales donde  antes no podíamos, tener nuestras propias cuentas en bancos y comercios sin las firmas de nuestros padres, comprar cosas y hacer negocios que antes no podíamos… poco pensábamos en las obligaciones que aquel nuevo estatus nos iba a traer, la responsabilidad que acarreaba tener la edad para que se nos aplicara todo el peso de la ley si nos metíamos en problemas, tener que responder por nuestras acreencias en los términos que fueron contratadas, sin excusas ni retardos, enfrentar nuestros conflictos sin apoyo, ni las ventajas ni la excusa de la falta de experiencia.
Mayoría de edad significa independencia y ésta es una condición que nos hace asumir la vida en términos personales, principalmente de valores, de principios de actuación, de creencias, de sujeción a las costumbres y las leyes, para lo bueno y lo malo.
Simultáneamente, ese momento de nuestras vidas debería ser también cuando la sociedad en que vivimos nos reconoce en nuestro papel como ciudadanos, con todos sus derechos y obligaciones, a cargo de nuestras propias decisiones, que van afectar nuestra vida en comunidad, desde el tipo de gobierno que nos damos, pasando por elegir a nuestros representantes locales y nacionales, por expresar nuestras opiniones sobre los asuntos públicos, que afectan nuestra calidad de vida, nuestras libertades, hasta cuáles serán las penas que se le impondrá a aquellas personas irresponsables que, con sus actuaciones criminales, afectan la seguridad de nuestra comunidad.
Con los venezolanos ha sucedido algo muy curioso, quienes llegamos a la mayoría de edad, aunque tenemos derechos y deberes en materia económica y en algunos aspectos cívicos y penales, no somos ciudadanos, en el sentido amplio de la palabra; todo nuestro sistema legal, incluyendo el constitucional, limita el ejercicio de nuestra ciudadanía frente a un estado centralista, planificador, dueño de los principales medios de producción de riqueza (petróleo, tierras, recursos naturales), benefactor a su conveniencia, autoritario, militarista… y, para acceder a él, se necesita del concurso de las organizaciones políticas, de los partidos, lo que se traduce en que los venezolanos no tenemos un espacio público, nos tienen negada un ágora donde discutir de nuestros asuntos, todo está acaparado por los operadores políticos que trafican con nuestros votos.
Lo hemos visto claramente en estos últimos tiempo con la convocatoria de los cabildos abiertos, lo que debió ser un ágora para el encuentro de los privado y lo público, para constituir, crear, evolucionar los contenidos del bien común, lo convirtieron en escenario para políticos de los partidos y sus discursos populistas sobre justicia social, para organizar marchas, puntos de encuentros, para no permitir que la sociedad se expresara sino para que escucharan instrucciones y cómo manejarse en esas grandes movilizaciones a favor del presidente interino.
La política en nuestro país está exclusivamente entendida como la actuación desde los partidos, de los partidos y para los partidos, el ciudadano queda relegado a un tercer y cuarto plano, su actuación más importante se ejerce por medio del voto en actos electorales, siempre supeditados al acompañamiento de los partidos políticos; todas las expresiones de participación ciudadana directa, por medio de grupos de interés (económicos, culturales, urbanísticos, ecológicos, etc.), de defensa de derechos humanos, de organizaciones vecinales, de opinión, de distintas ONG’s, de minorías organizadas, etc., están relegadas por debajo de la actuación de los partidos políticos.
Tal situación nos convierte en unos menores de edad políticos, en los eternos adolecentes, cuya vida en sociedad es decidida por otros, pero con la desgraciada condición de que corremos con las consecuencias de las decisiones mal tomadas por los partidos políticos y sus líderes, porque sus errores de apreciación y conducción pueden sumirnos en el caos social, como ya nos ha sucedido y como sigue pasando.
Desde este punto de vista, no somos una nación en todo el sentido de la palabra; la voz de un ciudadano que, en otros países más desarrollados, puede convertirse en alerta, en guía, o propulsar cambios importantes en las cortes, en los cuerpos legislativos, en cualquier instancia que actúe con argumentos de acuerdo a la ley y en pleno ejercicio de sus derechos, no halla en Venezuela tal oportunidad, tenemos que recurrir a los partidos políticos y morir en esa playa.
Y lo digo en tono tan desesperanzador porque en nuestro país los partidos políticos tienen sus propias agendas, donde, por lo general, los ciudadanos no están incluidos, sólo son tomados en cuenta como votos, como masa electoral; para ellos somos un gran número, que es lo único que les importa al momento de imponer sus candidatos, muchas veces desconocidos, nos presentan unos listados, especies de combos de oferta, para que votemos en cambote, por un color o un rostro, o una consigna; no hay programas, ni discurso ideológico, ni visiones a mediano plazo, lo que nos ofrecen es puro populismo, poder popular, al pueblo mandando, felicidad, abundancia, regalos, fiestas… la política, tan fundamental para el buen funcionamiento de una sociedad, se ve constreñida a grupos de poder, a exclusivos clubes y nomenclaturas donde se toman las más importantes decisiones para la república, y sin la participación de los ciudadanos.
Pero, como nunca la habíamos pasado tan mal, como antes en la historia reciente no morían venezolanos en grandes números por hambre, por falta de atención médica, como víctimas del hampa, como lo que ganamos trabajando para nuestro sustento no alcanza para sostenernos, ni a nuestras familias, sentimos en nuestras vidas el fracaso de sus políticas y las mentiras de sus promesas, y es cuando nos preguntamos quiénes nos representan, dónde están nuestras vocerías, quién es el responsable de nuestros males…
Tenemos ahora una oportunidad de rectificar, de realmente empoderarnos de nuestro destino, de cambiar muchas cosas que no funcionan y de tener voz y ser parte de importantes decisiones del país; y aunque todavía tenemos a las rémoras de la vieja política pegadas al cuerpo, tratando de conducir nuestro futuro hacia sus agendas, ya la gente no se queda callada, ni acepta sus designios como si fueran ovejas; y aunque algunos de ellos han logrado colocarse, durante esta transición, en puestos salidores, porque el presidente interino, el Sr. Guaidó, los ha puesto allí, a pesar del enorme apoyo que ha conseguido, al convertirse en la esperanza de los venezolanos, el descontento contra algunas de sus decisiones se está expresando y hay resistencia.
Queremos salir del chavismo, eso está claro, y no hemos salido de ellos porque hay intereses creados para que se queden allí el mayor tiempo posible, recogiendo sus cofres del tesoro, cavando trincheras, agrupándose para la batalla final… privan los intereses creados, los compromisos adquiridos luego de veinte años de complicidades.
Lo que sí nos hemos dado cuenta los venezolanos en carne propia, es que el poder está cada vez más lejos de la política nacional, el flujo de los capitales, de la tecnología, de la información, de la cultura que impacta el mundo, del manejo de las crisis regionales, son asuntos extraterritoriales, nuestro políticos poco pueden hacer por variar esas corrientes y decisiones, lo que importa se resuelve fuera de nuestra fronteras, de modo que es una ilusión quienes prometen independencia y soberanía, puede ser que sea una de las razones para nuestra apatía política.
Y luego de tantos muertos y víctimas de la dictadura militar chavista, monitoreada desde Cuba, hay algunos de esos parlamentarios que tenemos en la AN, creen disponer de todo el tiempo del mundo, incluso para llegar a ciertas negociaciones, pésimas negociaciones, que si se dan sólo van a producir desgracias, porque no todas las negociaciones son buenas, de hecho, la mayor parte de ellas son malas y siempre hay alguien que sale pagando los platos rotos, principalmente el pueblo.
No es tiempo de hacernos los locos y dejar en manos de los políticos nuestro futuro; ellos han demostrado que son unos incapaces, durante veinte años sólo han negociado sus intereses, buscando no perder sus espacios, y a la gente la han dejado abandonada en la calle… nos han jugado como si fuéramos fichas de póker, se han burlado de nosotros… el presidente interino, el Sr. Guaidó, no sería lo que es sin nosotros, los partidos lo pusieron allí, es parte de un plan, no nos hagamos los idiotas, no es un milagro ni un fenómeno, nos cae bien, es una persona sencilla, tiene buenos asesores, pero tiene pésimas compañías, es causa de innumerables circunstancias y la razón de su éxito somos cada uno de nosotros, sus fanáticos y creyentes, que lo siguen como a un Dios, y los que le cuestionamos las decisiones que nos parecen erradas. Nos une el interés de salir de Maduro y su clan del crimen, rescatar el país, reconstruirlo y tener un hogar para todos los venezolanos.
El éxito de Guaidó será el éxito de todos nosotros, por eso nos interesa que lo haga bien; es imprescindible para nuestra sobrevivencia que lo haga bien, que sepa escoger con cuidado quiénes son sus verdaderos aliados, y en eso tenemos todos que trabajar… pero lo primero que tenemos que hacer es reclamar nuestra mayoría de edad, que seamos tratados como ciudadanos, no como simples votos, sólo números.  -   saulgodoy@gmail.com


No hay comentarios:

Publicar un comentario