Nota: Dependiendo
de donde se encuentre ubicada cada persona en Venezuela, sentirá en mayor o
menor medida los rigores de los apagones de luz y las fallas en las
comunicaciones, en mi caso ha sido terrible, cada envío que hago para mi blog
es heroico, estoy trabajando con equipos prestados (los míos se han dañado en
medio de estos desajustes de energía), por lo tanto aún perseverando en su
continuidad, mis artículos se han distanciado en su frecuencia, pido disculpas
a mis fieles lectores, estamos trabajando en hacer más llevadera esta terrible
situación país.
He
expresado mi concepto sobre la democracia venezolana en varias ocasiones a lo
largo de mis escritos; pero, debido a la cantidad de opiniones que últimamente
he escuchado para defender y promocionar la posibilidad de unas elecciones con
Maduro como candidato del chavismo, y Guaidó por la oposición, haré el esfuerzo
de concretar mis ideas sobre este difícil concepto, que está siendo utilizado
con una ligereza imperdonable y hasta criminal.
Una
de las grandes ventajas de la utilización de conceptos tan generales como democracia
(hay otros, como serían libertad, justicia, el pueblo, etc.), para argumentar
una posición política, es que sirve para todo, en especial para confundir y
manipular; es lo que llamaba Toqueville “Hacer
demagogia”, que pudiera hacer funcionar a la democracia, incluso, fuera de
la ley.
Para
Aristóteles, existía en toda corte aquellos personajes cuyo interés era
complacer al monarca y, para lograr sus fines, manipulaban la opinión pública,
de manera que, si no había algún tipo de control sobre estos demagogos, podían
hacer mucho daño en una sociedad.
Los
teóricos franceses han elaborado con profundidad sobre el tema de la demagogia,
entre otras cosas, porque la han sufrido; los jacobinos eran unos artistas en
estas malas artes, como lo fueron los bolcheviques en Rusia, ambos pregonaban
representar “al pueblo” y se fueron por la ruta del autoritarismo en nombre de
la democracia, y esas sociedades pagaron un alto precio por aquella confusión.
El
teórico Claude Lefort, el historiador François Furet y el mismo Toqueville
hacían comparaciones entre la monarquía y la democracia; pensaban que la
“mayoría” democrática tenía muchas similitudes con una autocracia dominante, sólo
que en una monarquía había personas de carne y hueso detrás del poder, personas
con nombres y rostros fácilmente identificables y responsables de sus
decisiones; en cambio, en democracia el responsable es “el pueblo”, actuando
por intermedio de unos “representantes”.
Para
esos estudiosos de la democracia, había en ella un vacío fundamental que se
llenaba con una abstracción, que era el concepto de pueblo, mucho más difuso e
inaprensible que el de una mayoría; pero como la política rechaza los vacíos,
tal como lo declaraba Schumpeter, el pueblo, como un todo, ni gobierna, ni
expresa opiniones, ni toma medidas, como sí lo haría un monarca. En el centro
de la democracia sólo hay un gran vacío; no hay nadie, sólo hay representantes
electos o auto proclamados, que actúan en nombre de un pueblo, sobre el que
descansa la soberanía… estamos hablando de humo, de esas impiedades jurídicas
que alegóricamente llaman ficciones.
Éste
es, justamente, el campo de juego de los demagogos y de los políticos
populistas; es lo que llamo: “el fantasma de la democracia”, unos políticos que,
por la misma naturaleza del juego de los partidos políticos que la conforman,
no son los mejores ni los más preparados, que gobiernan como si fueran médiums,
por las órdenes y deseos de un misterioso pueblo, que se comunica sólo con
ellos.
Pero
como bien decía Wiston Churchill, “la
democracia es el menos malo de los sistemas políticos”; aunque, por ser el menos malo, no significa
que se trate de un concepto “talla única”, que calza con cualquier expectativa
que tenga la gente. Una cosa es tiranía y otra es democracia, aunque algunos
tiranos se hagan pasar por demócratas, y la democracia no es ni puede
pretenderse que sea cualquier cosa.
Y
aunque la etimología de la palabra Democracia provenga de un controvertido
vocablo griego, tampoco es un cajón de sastre donde cabe de todo, incluso lo
que podría destruirla; y esto deriva de la idea que tienen algunas personas,
que definen la democracia en términos absolutos, de igualdad, de tolerancia, de
inclusión, de ideologías, de candidatos (de todo tipo), etc., y creen que
cualquier limitación pondría en entredicho su verdadera naturaleza. Eso me
recuerda el concepto de Dios que algunos comunes utilizan atribuyéndole todos
los atributos de los que carece el ser
humano y en un grado absoluto.
Howard
A. Doughty, en su ensayo: Democracy as
an Essentially Contested Concept (2014), nos recuerda que fue T.D. Weldon
quien, en su libro El Vocabulario de la
Política (1953), afirmaba que era noción extendida entre filósofos del
lenguaje que aquellas palabras que no tenían conexión con objetos y resultados
medibles eran considerados meras expresiones emotivas, que exponían nuestro
gusto o disgusto, pero que eran inútiles para sostener una argumentación.
Siendo
el caso que la palabra democracia es una palabra multívoca, de una larga
historia y que responde a variados contenidos, se debería precisar, desde un
principio, sobre qué acepción vamos a utilizarla, y más cuando quienes la
utilizan son politólogos, historiadores, o antropólogos, personas vinculadas al
mundo académico o que influencian el mundo de las comunicaciones masivas.
Iba a
incluir algunas de las acepciones de democracia que me tomé el trabajo de
coleccionar para ustedes, que vienen de personajes tan variados como de Platón,
Lincoln, Bobbio, Schmitt, Hobbes, Rawls, y otros, cada una distintas entre sí,
resaltando contenidos variados e, incluso, ateniéndose a diferentes teorías
sobre la democracia, pero desistí de incluirlos ante el inmenso sin sentido que
implicaba responderle a estos señores, que lo que hacen es confundir a la
opinión pública, en ninguno de los conceptos investigados se menciona negociar
con terroristas, ir a elecciones con narcotraficantes, cohabitar con torturadores,
asociarse en política con corruptos, competir en elecciones con militares
traidores a la patria, aquellos que abogan por este tipo de soluciones debería
explicarle al país cuales su concepto de democracia, porque en mis libros, no
se menciona nada en este respecto
Los comunistas disfrazados de
políticos.
Las
personas que quieren incluir al PSUV como un partido político le están dando
una connotación demasiado amplia a esa denominación; porque el hecho de que el
PSUV cumpliera con la normativa legal de los partidos políticos en nuestro
país, durante un gobierno chavista, con un organismo electoral completamente a
su favor y siendo el presidente de la República su principal promotor, resulta
un tanto sospechosa tal registro como organización política nacional, más aún
pretendiendo ser el único partido socialista de Venezuela, con un gobierno
pretendidamente socialista y anunciando al socialismo como la sola expresión
política para el país.
A
esta organización no se le investigó sobre sus finanzas ni sobre cómo obtuvo
los recursos para, de la noche a la mañana, se convirtiera en una organización
nacional, con sedes en todo el país y con una maquinaria electoral sin parangón
en la historia, gozando del uso exclusivo de los medios de comunicación
públicos, usufructuando bienes públicos, entre ellos edificios, vehículos,
instalaciones petroleras para exhibir sus colores y eslóganes, con acceso, además,
a una recién politizada FFAA, que prácticamente registraba a los efectivos
militares como miembros automáticos del partido que para colmo de las
casualidades, era el encargado de la seguridad del proceso y de custodiar el
material electoral.
Estimo
que hay ciertas consideraciones de orden legal que se violaron en el
funcionamiento de ese partido, incluyendo una laxa exigencia para algunos de
sus candidatos en cuanto a la obligatoriedad de la nacionalidad venezolana para
ciertos cargos públicos por elección, y obligando al resto de los funcionarios
públicos a registrarse como miembros del partido bajo coacción.
De
hecho, el ventajismo electoral, financiero y de propaganda, que lucía sin
vergüenza ese partido político, es ya una causal para desnaturalizar todo
proceso electoral democrático en que el PSUV figurara, a esto se suman
prácticas, no por frecuentes menos sospechosas, que incluyen la violencia
política, la competencia desleal y el uso de las instituciones a su favor y en
detrimento de las otras organizaciones políticas, llegando incluso a la
inhabilitación política de candidatos opositores, que el presidente de la
república le hiciera propaganda durante sus alocuciones públicas… en cualquier
otro lugar del mundo serían causales de anulación de las elecciones, pero no en
nuestro país donde eran impuestas y aceptadas.
Uno
de los argumentos más absurdos que he escuchado es que el chavismo es una
realidad política inocultable, que existe un gran número de personas
registradas en ese partido lo que demuestra su popularidad, que otras
organizaciones políticas comulgan con sus postulados, y que, de alguna manera,
tienen derecho de expresar sus opiniones en unas elecciones, con su propio
partido y candidato, por lo que, si en las actuales condiciones vamos a un
proceso electoral democrático, obligatoriamente debemos darles esa oportunidad.
Quienes
así opinan deberían explicarnos qué entienden ellos por democracia, por elecciones,
por partido político o, algo mucho más básico, ¿Qué es para ellos la política?
Porque, de la manera que lo veo, están simplemente degradando todos esos
conceptos a su expresión más tosca y bruta, para incluir a un grupo auspiciado
por el crimen organizado, que valiéndose de todas las tretas y engaños
posibles, comprando conciencias, amenazando a sus seguidores, extorsionando a
su clientela política, los llevó una y otra vez a procesos electorales viciados
de irregularidades, obligándolos a votar por ellos, y con toda la intensión de
destruir a la democracia y suplantarla por una hegemonía militarista y
totalitaria, no hay manera que en una democracia, en una competencia electoral
y en un país libre este tipo de situación tenga cabida.
Quienes
defienden esta posición se olvidan que estos conceptos tienen un contenido
moral, aparte del legal, de sentido común, de significado de las palabras, de
un comportamiento y una historia que no puede olvidar las participaciones de estos supuestos políticos en golpes de
estado, el historial de asesinatos, mentiras, traiciones, robos, amenazas, una
jurisprudencia de prácticas totalitarias y militaristas… quienes ven en el
chavismo un partido político y en Maduro a un candidato, aptos para medirse en
unas votaciones libres y democráticas, para que unos partidos de la llamada
oposición democrática, representados por el Sr. Guaidó, se enfrenten en
igualdad de condiciones a estos criminales, expresan, de la manera más evidente,
que consideran a los venezolanos como una partida de idiotas y a la democracia
como una burla.
Las elecciones anunciadas por los
traidores.
Consideremos
un escenario posible, un ejercicio de ucronía, supongamos que esas elecciones
se dieran ¿Qué es lo que obtiene el país con un triunfo de la oposición… demostrar
que somos más… que queremos cambio… que somos más demócratas que todos, porque
nos medimos con quienes han destruido al país… que Guaidó es el hombre? Hay
personas absurdas, demagogos, que pretenden medirse a todo trance con los
enemigos de la libertad y la razón para darse el gusto de decir que ellos sí
son demócratas ¿Se pegaría Ud., un tiro en la cabeza para demostrar que su
apego a la vida puede más que la muerte?
Hay
comentaristas que nos advierten que debemos prepararnos ante tal posibilidad,
ya que podría ser el resultado de unas negociaciones políticas que nos saque de
este entente político, pero alguien debería explicar cómo es que se puede
negociar en condiciones tan absurdas y para resultados tan innobles ¿Es eso una
negociación política? ¿O es doblar la cerviz ante los violentos?
Lo
que más preocupa son las diferentes señales que se están dando en el continente
sobre la posible solución a nuestro problema, la decisión del Grupo de Lima en
contra de la intervención militar es una bofetada a nuestra posibilidad de
existencia, están tutelando el interés de los comunistas en Latinoamérica por
encima del interés de rescatar nuestro país, la Comunidad Económica Europea
anda en el mismo tono, incómoda y nerviosa con las la presencia del los EEUU en
el área, su área vital, su problema de seguridad, que los socialistas europeos
pretenden administrar y manejar desde afuera en nombre de los pacifistas, y sumado
a esto está la irresponsable actitud de Guaidó de negarse a una solución
militar y definitiva, lo que nos dice de su verdadera naturaleza y donde están
sus lealtades.
Me es
particularmente difícil justificar una acción de este tipo sin poner todas
nuestras creencias y raciocinio en entredicho; porque estaríamos actuando como
dementes para demostrar algo indemostrable, dar legitimación electoral a un
cartel del narcotráfico sería un pésimo precedente para la política
internacional, que nada tiene que ver con un proceso de pacificación como el
llevado en Colombia con las FARC, o el de negociar con un opositor ideológico
como lo hicieron los aliados con Rusia al final de la Segunda Guerra Mundial,
si este fuera el caso, el de negociar con el factor que perturba nuestro normal
desarrollo de vida entonces deberíamos estar en conversaciones con Cuba, con el
régimen de Raúl Castro, no con sus esbirros ni agentes.
Aquí
estamos hablando de una mafia dirigida desde el extranjero, reconocer como
partido político a una organización y a un candidato que se han destacado por
poner presos y apalear a los políticos que se les oponen, por tratar de cambiar
nuestra identidad nacional, por transformar nuestra cultura y reducirnos a unos
siervos coloniales, es un error del tamaño de una montaña.
Estamos
confrontando a un enemigo harto peligroso al que debemos caracterizar como tal,
y no distinguirlos como si fueran demócratas porque acepten una derrota
electoral en una contienda organizada para elevar su grado de legitimidad y su
derecho a la libre injerencia en pueblos pacíficos y demócratas… ¿En qué nos
convierte? ¿En sus cómplices o en unos ficticios
demócratas universales?
Pero
¿Qué pasaría si ganan los chavistas? ¿Qué sucedería si el chavismo no acepta su
derrota electoral y reclama nuevos comicios por la razón que sea?, con
solamente sembrar la duda sobre la pulcritud u equilibrio del proceso ya
descalificarían cualquier intento democrático de corregir lo torcido (¿nosotros
o ellos?) o encontrar la verdad.
Con el simple hecho de competir con estos
facinerosos en unas elecciones supuestamente democráticas, con veeduría
internacional, ya les otorgamos una cualidad que no tienen, porque no son
demócratas, su organización no es un partido político, su candidato ni siquiera
es venezolano, es un delincuente, por utilizar documentos de identidad falsos y
por falsa atestación, es un delincuente con procesos e investigaciones
judiciales pendientes en el exterior, está ligado al delito de narcotráfico, es
un reconocido violador de derechos humanos, representa a un grupo que obedece
órdenes y directrices de Cuba y de un dictador extranjero… con su anuencia, una
partida de pillos ha arruinado al país, ¿Es ese el ejemplo de democracia que
queremos seamos recordados?
Y
nosotros, los venezolanos ¿Como quedaríamos ante el mundo? Seguramente como los
perfectos idiotas que no saben distinguir entre el día y la noche, pareciera
que la gente que pregona estas insólitas ideas tiene su autoestima por el piso
o, todavía peor, son los perfectos colaboracionistas… por lo tanto, se ganaron
mi desprecio y repudio. Como decimos de manera coloquial “están locos de bola” y no vamos a aceptarlo. - saulgodoy@gmail.com
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