Me
recomendaron en Houston el libro Herramientas
para el Pensamiento (1977) del científico británico C.H. Waddington, un
interesante manual para enfrentar las complejidades del mundo actual, haciendo
uso de las últimas técnicas de análisis de la Teoría General de los Sistemas,
de las Investigaciones Operacionales, de la Cibernética, de las Investigaciones
sobre el Futuro y la Teoría de las Catástrofes. Waddington escribió lo que debería ser el
primer volumen de una dupla de obras sobre el tema, apenas dejó notas sobre ese
segundo libro con el título Futuros
hechos por el hombre, que trataba de la problemática del mundo actual, en
especial de la crisis ecológica, lamentablemente cuando investigué sobre este
impresionante pensador, resulta que había muerto en 1975, aquel había sido su
último libro.
Waddington
fue un científico con varias especialidades, biólogo desarrollista (dentro de la
corriente evolutiva), elaboró la conocida metáfora del escenario epigenético
para el papel de las mutaciones en el proceso evolutivo celular, fue un
brillante paleontólogo, genetista, embriólogo y por si fuera poco, durante la Segunda
Guerra Mundial, trabajó como director de Investigaciones operacionales para el desarrollo
de la guerra para submarinos, además de filósofo.
Tenía
un sentido del orden impresionante al momento de preparar sus investigaciones,
se percató que a su alrededor las personas tenían grandes dificultades en
encontrarle sentido al mundo, principalmente porque las herramientas del
pensamiento que habíamos heredado ya no eran funcionales ante los adelantos de
la ciencia y la cultura en general, él la llamaba “una crisis en los métodos
del pensamiento”.
Hizo
un esfuerzo en investigar las nuevas herramientas del pensamiento para abarcar
los sistemas complejos, para comprender la madeja de relaciones que se dan en
la sociedad planetaria, la enorme cantidad de variables que afectan los focos
de crisis mundiales y las cascadas de consecuencias que producen, muchas de
ellas inesperadas, justamente por no tener los instrumentos de pensamiento
adecuados, entre ellos elementos de visualización.
El
libro lo recomiendo ampliamente, no es fácil, a pesar de que se esmeró en
simplificarlo para que fuera accesible a lectores no iniciados en el manejo de
sistemas complejos, pero es muy útil cuando se llega a términos con su
contenido, pero lo que quiero rescatar del libro en este artículo fue un tema
que me dejó pensando y trata de la complejidad de la información en el mundo de
hoy y como esto afecta la preparación de los profesionales en las sociedades
desarrolladas.
Una
de las propiedades de los sistemas, aun los más simples, es que la complejidad
tiende a crecer más rápido que los elementos que la componen, en las relaciones
humanas acostumbramos a decir que dos son compañía, tres una multitud, cinco o
seis ya es una Babel incontrolable, en el juego de ajedrez las reglas por las
que se mueven las piezas son simples y sencillas, de hecho son pocas, pero en
el momento en que las fichas se mueven entre dos contrincantes en el tablero,
la complejidad del juego aumenta exponencialmente.
Pero
hay un límite inescapable en todo este asunto de querer entender situaciones de
alta complejidad y es que nuestra capacidad de procesamiento de información es
muy limitada, en una persona altamente entrenada la capacidad de procesamiento
de información es de apenas de 250-1.000 palabras por minuto, las computadoras
mas rudimentarias están sobre las 700.000 palabras por minuto y aumentando.
Los
militares han descubierto que sus oficiales a cargo de las tareas de combate en
el campo de batalla, en plena acción, apenas pueden procesar 6 u 8 tareas que
requieren de decisiones simultáneamente, más de eso se saturan y se vuelven
incompetentes, lo que es peligroso para sus tropas y su misión.
Estas
6 u 8 tareas que procesa la mente conscientemente, son todas síntesis de ideas
complejas que necesitan de soluciones que no pueden tener muchas opciones, se
trata de conceptos simbólicos que han aprendido a manejar bajo presión en
operaciones tácticas, y lo mismo le sucede a los generales sobre la colina, que
tienen responsabilidades estratégicas, más de 8 decisiones simultáneas los
embota, haciéndolos propensos a errores, es lo que los expertos en ingeniería
de comunicaciones llaman trabajar con un “canal muy limitado”.
Pero
Waddington nos pone un ejemplo que conoce muy bien y que ilustra las
complejidades a las que nos enfrentamos, en el mundo científico la información
ha estado en escalada desde hace dos siglos, las primeras publicaciones
científicas se hicieron en 1665, una en París y otra en Londres, eran dos
revistas que publicaron los primeros trabajos de divulgación de científicos
para científicos.
Para
1760 el número de publicaciones se doblaba cada quince años, para 1938 se
calculaba, había 33.000 revistas, no
todas perduraban, para 1960 otro estimado las ubicó en 50.000 publicaciones,
estos significaba cerca de 1 millón de trabajos de divulgación cada año, ya
para 1714 es estaban publicando una revista que contenía resúmenes de estas
investigaciones para orientar a los científicos, para 1960 habían 1.900
revistas que eran índices y resúmenes de los trabajos publicados indicando su
fuente, hoy en día existe el Sistema de
Información Científica Mundial auspiciado por las Naciones Unidas (UNISIST,
siglas en inglés) donde se pretende acopiar todos estos trabajos apenas salen
en una gigantesca base de datos.
Nadie
está en la capacidad de manejarse con esta cantidad de información, aún
utilizando computadoras buscar lo último en un área en específico no es fácil,
hay que hacer un trabajo de minería de Big
Data de gigantescas proporciones, y el fenómeno que esto ha causado es que
los investigadores se encuentran redescubriendo información la mayor parte de
su tiempo, produciendo un retraso en la generación de información nueva, aún
con la ayuda de algoritmos especializados.
Esta
enorme masa de información lo que ha logrado es que los profesionales se
especialicen cada vez mas y que cada profesional se haga experto en un campo
del conocimiento cada vez más reducido, y el otro efecto fatal que se produce
es que la información rápidamente se hace obsoleta ante los avances de punta
que rompen el celofán, el estudioso De Solla Price lo denomina el “coeficiente
de inmediatez”.
¿Qué
significa todo esto para nosotros que somos profesionales de algo? No digamos
en carreras científicas que es uno de las áreas de mayor dinamismo, carreras
como la mía, en Comunicaciones por ejemplo, que tienen un contenido científico
y humanistas, cada 15 años la mitad de la información que aprendí en la
universidad está desactualizada, cada 15 años hay un 50% de información nueva
por allí de la que ni me he enterado, al menos, que esté continuamente
estudiando y poniéndome al día lo que implica dedicarle tiempo, recursos y
esfuerzo.
Pero
tomemos el caso de un profesional que se graduó hace 45 años, que ha trabajado
todo el tiempo sin actualizarse, esa persona puede llegar al 87.5% de
desactualización, pero cuidado, si se trata de carreras de un rápido avance
como podría ser la informática, se desactualizan en apenas cuatro (4) años, la obsolescencia del 98% le
llega apenas en 24 años.
Y
esto le toca a todo el mundo, incluso a las mismas universidades que compiten
en ofrecer los últimos cursos con la información al día, la gran mayoría andan
rezagadas en ofrecer lo más fresco en conocimiento en áreas en la que
supuestamente son su especialidad, y si la universidad ya está desactualizada
imagine lo que eso hace en la formación de un profesional de alta competencia,
un ingeniero podría estar obsoleto en cinco (5) años después de graduarse.
Y
aunque esta información esté un poco desfasada
(recordemos que es del año de 1975), el principio de la Singularidad
establecido por Kurzweil sobre la aceleración de la inteligencia- la capacidad
de procesamiento de datos por parte de la Inteligencia Artificial se dobla cada
15 meses- los humanos continuamos, por lo menos en su gran mayoría que no
tenemos acceso a implantes de memoria y procesamiento de información, todavía
procesando con nuestro limitado sistema neural.
Mucha
gente piensa que uno va a la universidad y obtiene una serie de conocimientos
que han de durarle toda la vida, la realidad es otra, en un mundo altamente
competitivo es muy fácil quedarse en el camino como chatarra, la analogía no es
la más feliz, pero ilustra una contundente
verdad de la cual nos advierte Waddington. -
saulgodoy@gmail.com
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