jueves, 11 de abril de 2019

Indignación


Los venezolanos nos hemos acostumbrado a un tipo de política de muy baja ralea, chapucera y tramposa, principalmente debido al tipo de gente que la práctica, todo nuestro sistema político, que es característico de los socialismos populistas, está signado por una característica fundamental y a la vez fatal para la sobrevivencia de nuestra sociedad, y es la irresponsabilidad.
Cuando hablo de sistema político me refiero a toda la estructura y el entramado de relaciones que surge de una larga tradición de gobiernos colonialistas, de funcionarios puestos a dedo por una rey o autoridad única, con la pretensión de gobernarnos como súbditos, no como electores y poder soberano, no como ciudadanos sino como bienes semovientes que necesitan ser administrados.
Ya nuestra historia nos enseña la larga tradición que tenemos los venezolanos con las figuras administrativas de las autoridades designadas, donde se establece una relación de tipo cuasi personal con el funcionario, unas veces rodeadas de fastos y rituales, otras, de confianza y contactos populares pero todas con la misma intención, mantener a nuestro pueblo contento, en santa paz y pagando sus impuestos, mientras el gobierno se ocupa de explotar nuestros recursos, que en una lejana época era el cacao, el tabaco y el ganado.
Si las cosas iban bien, había alguien que se ocupaba de la policía, del alumbrado público, del ornato de las ciudades y poblaciones, de las balanzas y pesos en los mercados, de las aduanas y de controlar el sempiterno contrabando, que era prácticamente una economía paralela que mantenía desde familias encumbradas hasta los pulperos y comerciantes en las encrucijadas.
El asunto es que la política que había surgido de aquella relación tenía sus propias características muy distintas de la política continental y la de los grandes centros de poder, sobre todo en el norte del país, donde existía otro tipo de orden y donde la política había tomado otros cursos.
Para hacer la historia corta, cuando le llegó la modernidad a Venezuela, la vistió de frac, sombrero de copa, botines de charol y bastón, pero en el fondo seguía existiendo ese nativo rebelde, autónomo, respondón y zalamero que le dejaba la política a los militares y hacendados mientras pudieran reunirse en los cafés y bodegas a criticar, hacer negocios y conspirar.
Los partidos políticos eran simples clubs donde los miembros se reunían para escuchar las últimas noticias y los discursos de sus líderes, quienes esperaban su turno de hacerse con algo del gobierno en alianzas o en tumulto cuando los gobernantes caían en desgracia, lo que no era muy difícil ya que los empréstitos y entradas del tesoro nacional eran muy limitados para el hambre y las ambiciones de ciertos señores que sabían escribir, hablar y convencer a las turbas de macheteros que les había llegado el turno de gobernar.
Teníamos una larga historia de bandos enfrentados, de guerras intestinas, alimentadas por la epopeya de nuestros libertadores, por las figuras de nuestros dos insignes guerreros, Bolívar y Páez, por esa idea difusa y útil para todo que era la República, a la que había que defender de los tiranos, y cuando el ejército se hizo uno con sus oficiales y jefes, con sus cuarteles y parques de armas respondiéndole al gobierno, no fue muy difícil que algunos ambiciosos militares descubrieran que el verdadero poder estaba al final del cañón de un revolver.
Y entre golpes y asonadas, entre discursos y manifestaciones tumultuarias reclamando derechos y justicia, la idea de una democracia tímidamente fue percollando  entre los resquicios del caudillismo y los hombres necesarios, las comunicaciones con el mundo nos fueron dando noticias de que había otras formas de organizarnos que no era necesariamente las del hombre fuerte, la de un funcionario eterno en el cargo, la de los candidatos de industriales y banqueros, aparecieron los comunistas.
Y con los comunistas, con esa utopía del pueblo trabajador y humilde organizado para la toma del poder, las masas analfabetas y desposeídas del país tuvieron un sueño que iba más allá de sorprender a los Amos del Valle y cortarles la cabeza en una madrugada y violarle las mujeres, ya habían sindicatos y gremios,  y algunos de sus líderes estaban detrás de los micrófonos en las plazas organizándolos y dándoles línea para la acciones de calle, y hablándoles de una revolución, de un gobierno popular, de justicia social, de que ellos eran los engranajes necesarios de la nueva política.
Pero el comunismo, luego de varios intentos fallidos de hacerse con el poder, decidieron acogerse a los términos de la democracia en el que cada persona contaba un voto y que si se sumaban todos esos votos podían llevar a uno de ellos a la presidencia de la República, lo más halagador y hermoso del mensaje era que ellos, los pobres, eran mayoría, y que unidos podrían cambiar al país.
Inmediatamente las nuevas camadas de políticos educados en el marxismo leninista, procedieron a la fundación de una retahíla de partidos socialistas, que era una versión más potable y menos agresiva del comunismo que predicaba una revolución, el socialismo podía competir en democracia y de hecho empezaron a participar, pero manteniendo las mismas ideas populistas del comunismo.
Fue así como en nuestro país se cultivó la idea de un estado fuerte, de un estado dueño de las principales fuentes de riqueza, de los grandes medios de producción y servicio, se insertó en la mente de los venezolanos la idea del estado empresario, del garante del éxito financiero para las pocas empresas privadas que existían y que casi obligatoriamente, crecían a la sombra del estado.
Y como los socialistas no son tontos, estos partidos hicieron una ingeniería para que el estado fuera un gran benefactor, el distribuidor de la riqueza nacional por medio de programas sociales, de instituciones de beneficencia, de servicios gratuitos para la población, de regalos para los pobres, de una economía popular para compensar sus carencias, cultivando de esta manera a una enorme clase parasitaria y dependiente del estado, que al final se convierten en clientes de los partidos políticos y a cambio de su voto, les prometen lo que no pueden cumplir..
De esta manera la principal característica del estado venezolano, que era el clientelismo político del estado hacia la población, fue institucionalizada, asegurando en nuestra constitución y consolidado en una serie de leyes orgánicas, que esta forma de organización política fuera inscrita en nuestra cultura con la idea de nunca desparecer, lo que aseguraba en el tiempo, que el poder político estuviera siempre en manos de unos partidos políticos socialistas, que cortejaban a la pobreza y la ignorancia del pueblo.
El socialismo había logrado en nuestro país lo que nuestra tradición política dictaba, que unos vivos, unos políticos demagogos y sin escrúpulos, por medio de sus organizaciones políticas que no eran sino mafias para hacer minería de la estupidez colectiva, explotando al pueblo, aprovechándose de los recursos naturales del estado, del tesoro de la nación y de las prerrogativas de la élite del  funcionariado, se enriquecieran de manera grosera, por medio de la corrupción,  ejerciendo el poder en nombre del pueblo.
La corrupción fue minando los tejidos sanos del idealismo socialista hasta gangrenar todo el conjunto de la política venezolana, administrar el estado venezolano se convirtió en el gran botín de los piratas y los que acudían a las justas electorales eran precisamente los más dañados y moralmente vacíos, el comunismo internacional no perdió la oportunidad de tratar de medrar de aquella oportunidad y fue como utilizaron a los militares, quienes lamentablemente fueron educados en la traición, aislados de la población que juraban defender.
Por supuesto, el aparato político venezolano tenía sus defensores y apologistas, escuelas e intelectuales que trataban de presentar la mejor cara de nuestra manera de hacer política, hay toda una corriente de opinión que aún trata de vendernos unas décadas de “verdadera democracia”, de líderes que no se robaron ni un bolívar mientras estuvieron en sus cargos públicos, pero coadyuvaron en avanzar con un proyecto político que era una horrible mutación que llevaba inevitablemente al totalitarismo.
El problema principal de la democracia venezolana fue haberse atado de la manera como lo hizo con los postulados socialistas, entre ellos la lucha de clases, el desprecio a la propiedad privada y la perturbadora tendencia de hacer del estado un aparato de dominación y control social, que es lo que siguen pretendiendo quienes hoy acompañan a Guaidó
Y a pesar que los venezolanos tuvimos la oportunidad de viajar, de estudiar, de enterarnos como otros pueblos y sociedades operaban, de conocer otras democracias funcionales y productivas , donde el juego político tenía otras reglas y principios, nuestro aparato político siguió intacto, impermeable a los cambios, negado a evolucionar.
El estado se esforzaba por conservar a un gran número de venezolanos en la pobreza y la ignorancia porque de eso se alimentaba el sistema, necesitaba parásitos, no seres autónomos, necesitaba  que la masa fuera dependiente del estado, no conformada por ciudadanos libres, deliberantes y participando en las decisiones que afectaban su entorno y vidas, los cambios que se hicieron fueron cosméticos para aparentar una evolución, los nuevos partidos que se creaban eran clones de sus antecesores, pretenden seguir trabajando dentro del mismo sistema.
Como Uroboros, la culebra que se muerde la cola y representa el eterno retorno en algunas mitologías, los militares volvieron al poder montados en un partido político socialista, pero esta vez dirigidos y controlados desde Cuba y en nombre de unos proyectos de un nuevo orden mundial que nos vimos obligados a financiar, y finalmente nos llevó a la ruina.
Y ahora estamos viviendo en una paradoja, para resolver la crisis que ocasionó el comunismo chavista, estamos en manos, de nuevo de los socialistas, encabezado por un fenómeno mediático llamado Juan Guaidó, figura sobre la cual muchos venezolanos han apostado todos sus esperanzas, pero que es producto del sistema político de partidos socialistas quienes no han perdido la esperanza de continuar con el modelo por ellos creado, y que están tan hambrientos de regresar al poder que no descartan negociar con Maduro unas elecciones.
Nuestra Asamblea Nacional legítima sigue siendo el semillero de nuestros representantes socialistas, no votamos por ellos, se valieron de trucos y fórmulas de tarjetas únicas, de una unidad electoral que les permitió colarse entre los huecos del sistema y ahora juegan a sus propias reglas para permanecer en  los “espacios” que nos han robado a los electores, y que a duras penas han logrado conservar tras la hecatombe chavista, pero no los utilizan para nuestro beneficio ni para el bien general, están negociando con el chavismo formulas de convivencia, de elecciones, de perdones que nadie quiere.
Me basta ver la ciudad de Maracaibo, el grado de destrucción y desorden que le ha tocado vivir a esa hermosa ciudad para convencerme, que ese es el futuro de todo el país si los socialistas continúan haciéndose cargo del estado, yo solo espero en medio de mi indignación, que los venezolanos nos hayamos dado cuenta de con quién contamos… pero ya que hay un trabajo adelantado por la comunidad internacional con el Sr. Guaidó como símbolo de nuestra lucha por la libertad, veamos hasta donde nos lleva ese cabo que nos han tirado.
Alguien cercano a su equipo me contaba que Guaidó tiene un entorno altamente tóxico, lleno de geniecillos y de políticos de mucho burdel cuyo pasatiempo es conspirar en su contra, el Sr.Guaidó a veces se deprime viendo el enredo en que está metido, las innumerables trampas que le ponen, las maniobras harteras para apartarlo del poder, los negociados que se están haciendo y pareciera querer tirar la toalla.
Pero si el hombre fuera sincero, si de verdad quisiera hacer un buen trabajo en ese rol que la historia le ha ofrecido, si tuviera la entereza moral que pareciera tener, su preocupación por el futuro de su patria, debería desnudar su alma en una de esas grandes  concentraciones de seguidores, ante los medios de comunicación del mundo y denunciar los manejos que se hacen a su alrededor y en su nombre, desligarse de esas mafias y convertirse realmente en el dueño de su destino y en el líder que pudiera ser, y que mucha gente ve en él.
Estoy hablando de un acto de liberación que lo convierta en un líder autónomo, porque todo pacto que se haya realizado bajo coacción y amenaza no es válido, si en algún momento negoció la participación con esos partidos socialistas y corruptos que ahora lo acompañan, las condiciones de ese compromiso cambiaron radicalmente, porque ahora es el país entero el que le reclama liderazgo, los objetivos de aquella negociación se desbordaron de tal manera, que ya la realidad es otra y si es un hombre íntegro e inteligente, utilizará su poder para deslastrase de quienes quieren hundirlo y lo están utilizando.
Estamos en tiempos de cambios radicales, no de medias tintas, tiene Sr. Presidente, un vínculo con el pueblo que es mucho más importante que todos esos manejos que se tejen a su alrededor, dé un salto de talanquera, pásese al bando de quienes luchamos por la libertad y por una Venezuela libre de socialistas corruptos y colaboracionistas, le estamos esperando y el tiempo de agota.   -    saulgodoy@gmail.com





  

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