Aun así, la localización del mal
en una nación o un país específico es un fenómeno mucho más complejo que vivir
en un mundo de estereotipos y conjeturas. La moderna imaginación moral
construye un fenómeno que llamaría la geografía simbólica del mal. Es la
convicción de que las posibilidades del mal se dan no tanto en cada uno de
nosotros, individualmente, sino en sociedades, comunidades políticas y países.
Leónidas
Donskis (2013)
Yo
estoy convencido que en Venezuela, el mal está enquistado en la política, es su
territorio natural desde hace ya mucho tiempo, y quien se aventure a esos parajes
corre el riesgo de encontrase de frente con él, y ser vencido ante su vil
ataque, todo lo contrario de lo que piensan y comunican todos esos
muchachos que alocadamente se lanzan a
la política como si fuera un ruedo para bailar regatón, con esas infelices
frases, que lo hacen por: “su vocación
para el servicio público”, de ponerse a la orden del país ante el llamado
ciudadano para el rescate del bien común y la justicia social, frases hechas
sin ningún significado real y que demuestran una craza ignorancia.
Unos
pobres jóvenes imberbes y jovencitas apenas menstruando, que no tienen la
capacidad de reconocer el bien del mal, que ni siquiera cuentan con el
vocabulario para reconocer un desacierto, menos para reparar un daño cometido
en sus azarosas actuaciones llenas de vigor, voluntariedad y ceguera moral,
pero plenos de estulticia para escoger la peor de las decisiones que afectarán
a todo un país.
Y la
gente los aplaude, los aúpa, los lleva en hombros y los entregan a Satanás con
el entusiasmo de quienes depositan una ofrenda ante el monstruo del laberinto,
un comedor de hombres que no respeta fuero, ni cultura, ni creencias, ni edad, una
fuerza oscura a la que sólo le importa el poder, la acumulación de riqueza, los
privilegios y las mentiras de las que viven; la política venezolana es, desde
varias décadas, un lugar insalubre, propio de chulos, ladrones, prostitutas y
asesinos.
Y aún
así, declaramos a todo pulmón: “el mundo
le pertenece a los jóvenes, que los violen a ellos, que son vírgenes, que se entretenga
el maligno con los más ineptos y confundidos” y así sucede, salen de las
universidades, de los centros de estudiantes al ruedo de los negociados, los
sobornos, del “cuanto hay pa’eso” sin
ninguna defensa ni preparación, algunos, ya dañados, vienen con toda la
intención de morder la manzana del bien y del mal, de esta manera caen nuestros
jóvenes mordidos por las ponzoñosas fauces de la corrupción, atrapados como
conejos en las trampas para las que no tienen defensa alguna, toman decisiones
sin pensarlas, sin ponderar sus consecuencias, con su falta de experiencia y
preparación en las duras verdades de la trama social se lanzan a la aventura de
hacerse una vida falsa, rodeados de lujos y de excesos, de adulantes y falsos
amigos, de perversos maestros que los adoctrinan en la exclusiva vida para las
élites, que los admiten en esos clubs privados, solo para miembros, donde se “guisa”
grueso y en divisas, donde todo se hace relativo y está permitido, y como en la
novela de Tom Wolfe, La Hoguera de las
Vanidades, se creen los amos del universo, intocables, por encima de todo y
de todos… hasta que aterrizan de culo y arruinan sus vidas.
Los
venezolanos tenemos un lado perverso, sacrificamos a los más jóvenes e
indefensos porque odiamos su lozanía e inocencia, los vemos avanzar hacia el
dragón con aquella candidez absoluta, nada puede hacerles daño, tienen el
corazón de oro, poseen la valentía de un catire Páez en sus años mozos como
centauro de los llanos, pero sin su fortaleza y malicia natural, todos sabemos
que adentro de esos muros de los palacios de gobierno, que detrás de la
prosopopeya de las postulaciones a cargos, de los nombramientos públicos, de
los juramentos en los paraninfos, los muchachos están solos.
Y
allí adentro, rodeados de unos viejos babosos y completamente podridos, que
empiezan a hablarle al oído y a prometerles el cielo en la tierra si hacen lo
que ellos dicen, almas rotas con mucho “burdel”, políticos zamarros de mil
batallas presupuestarias, de cientos de acusaciones e investigaciones, de
decenas de traiciones y saltos de talanquera, de esos políticos que nos gustan
a los venezolanos, que siempre tienen la frasecita irónica en los labios, la salida
de doble sentido en sus respuestas, el chiste oportuno e hiriente, los discursos
institucionales a la mano y para cualquier ocasión, porque para ser político en
mi país hay que acostarse con el diablo y hacer cualquier cantidad de
porquerías, y aún así, caer parado como un minino que cae de un árbol, sin un
rasguño ni pata quebrá… porque para
los vivos en Venezuela no hay muerte política, si pactas con el diablo tendrás
la vida eterna.
Y
esto es así, porque a los venezolanos nos gusta el espectáculo retorcido de
escándalos y brujerías, de sacrificios humanos en las noches sin luna, de
amaneceres manchados de sangre y olor a miedo, porque en algún momento
decidimos que la moral y la ética era para pacatos, cosas de viejos
almidonados, para señoritos que no les gusta bailar “pegao” ni echar una cana en el aire, porque ser correcto huele a
naftalina, porque los hombre y las mujeres decentes no beben ni se trasnochan,
no roban ni debe favores, no anda en comparsas ni prometiendo lo que no puede
cumplir.
La
política en Venezuela cuando no fue cosa de revolucionarios y militares, estaba
en manos de doctores y banqueros, siempre actuando en nombre del líder que
conducía al país como un arriero al ganado, silbando, utilizando la soga,
cantándoles tonadas y marcándolos con su fierro al rojo vivo.
La
maldición del excremento del diablo pareciera que no es leyenda, huele a
perfumes costosos, sabe a suchi en capitales extranjeras y suena a copa de
cristal de baccarat con buen vino Petrus, a jets privados esperando en el
aeropuerto, a hoteles cinco estrellas, a fajos de dólares en el bolsillo.
Nadie
sueña ahora con menos de un piso en Madrid o un dúplex frente al Támesis, las
camionetas blindadas último modelo son lo único que se dignan a tripular, les
encanta el troupé de secretarias y
muchachones de la prensa, buscando sus mejores ángulos y las fotos familiares
tipo revista “Hola”, para el consumo de las redes sociales del corazón, de las grupies y de los influencers que estarán escribiendo sesudos artículos sobre sus
estrategias y las negociaciones con los usurpadores en Oslo, no es para menos,
ellos y ellas se creen son gente de mundo.
Todavía
no entiendo como Juan Guaidó no hizo caso a las advertencias, no escuchó los
gritos de alerta, ni le paró a las señas que se le hacían del peligro inminente
que lo acechaban, en lo personal le advertí de sus malas juntas, pero fue
inútil, y ahora nos embarró a todos, con nombramientos que sabía iban hacia el
fracaso, porque conocía a la gente, sabía de sus ineptitudes y malas mañas, que
abundan puertas adentro del partido Voluntad Popular, y aún así aceptó la
sugerencia de que eran los indicados para manejar una situación y el momento
tan complejo que se presentaba en Cúcuta, porque Guaidó no es autónomo, no
tiene independencia, no tiene criterio propio, es un muñeco manejado por la
corrupción inveterada del socialismo democrático parasitario que medra en la
Asamblea Nacional, él es parte de esa comparsa, a él nos lo trajeron, nos lo
presentaron, y nos convencieron de que era el hombre, su imagen es de
laboratorio, artificiosa, vana, especialmente diseñada para impresionar los
sentimientos de las abuelitas y adolecentes.
Fue
tan torpe en su proceder, que le dio las municiones al psicópata de Jorge Rodríguez
para que lo destrozara en cadena nacional, no importa si con exageraciones y
simples mentiras, le dio la excusa, y nos echó a todos los venezolanos un
camión de excrementos encima, melló nuestra credibilidad internacional,
disminuyó la confianza en el peor momento posible y sin ninguna necesidad,
excepto por el ánimo que reina dentro de esos “jóvenes” tarifados por la
política real, dentro del único órgano legítimo que aún nos queda, el ánimo de
hacer fortuna sin trabajar.
Bueno…
a llorar para el Valle, como dicen por estos lares, a recoger los pedazos y ver
como retomamos nuestro drama, ahora estoy seguro que no vamos bien, y no le voy
a remendar el capote a nadie, estamos en crisis, hay venezolanos que pierden la
vida en este mismo instante, que sufren y abandonan el país huyendo de mil
desgracias, y tenemos unos payasos de pacotilla jugando a los Bolichicos, parte dos, y lo más
lamentable, con recursos de la ayuda humanitaria.
Y no
tiene porque ser así, la política puede ser otra, los intereses de sus actores
pueden coincidir con los de la nación, sus actuaciones pueden ser más
inteligentes y sus conductas pueden no estar reñidas con las buenas costumbres,
por lo menos guardar las apariencias y no causar vergüenza y pena ajena, la
política aunque no necesariamente es un concurso de virtudes, y que hay
ocasiones, como lo dijo Maquiavelo, en que es mejor ser temido que querido, es
para personas con temple, lo que significa que deben por lo menos saber
distinguir entre la amistad y el deber, entre lo que es una oportunidad de una
trampa.
La
verdad es que nos las ponen más difícil cada vez, porque ahora, aparte de tener
que atender una crisis humanitaria, una transición democrática, un quiebre
institucional y un desastre económico, vamos a tener que fumigar la Asamblea
Nacional de tanto bicho de uña que pulula en su interior, y que si el dictador
Maduro sigue con su plan de ponerlos presos a todos, nos la va a llenar de
leprosos y tullidos; los venezolanos tenemos enemigos adentro y afuera de
nuestro circulo de confianza… pero hay que hacer el trabajo, sin desfallecer,
afortunadamente tenemos a la gente apropiada y preparada esperando el turno al
bate, y si logramos vencer nuestros propios perjuicios y hacer aunque sea una
vez, una buena decisión, tendremos una oportunidad, porque la alternativa es
morir. - saulgodoy@gmail.com
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