“Política y mafia son dos poderes
sobre el mismo territorio; o hacen la guerra o llegan a un acuerdo”.
Paolo
Borsellino, Fiscal anti-mafioso italiano, asesinado por la Mafia cumpliendo su
deber.
“Más de un quinto de las
ganancias de la Mafia vienen del sector público”.
Giovanni
Falcone, juez italiano que lideró los llamados Maxi-juicios contra la Mafia
Siciliana en 1987, asesinado en 1991.
La
lucha internacional contra el crimen organizado pareciera estar atravesando por
un cambio que, en lo personal, me preocupa, pues se están dando situaciones muy confusas, que
se originan en países del primer mundo, naciones supuestamente avanzadas, con
un grado superior de civilización, cuyas instituciones y ciudadanía han
madurado, al punto de ser considerados ejemplos de sociedades avanzadas en
temas sobre desarrollo humano, el respeto al estado de derecho y la protección
de las libertades y la democracia.
El
caso de Venezuela es un ejemplo crítico e ilustra, de manera clara, el cambio
de paradigma que se está llevando a cabo en el delicado asunto de ayudar a los
países del tercer mundo que han perdido su rumbo democrático, a reencontrar su
senda y propósito en un esfuerzo internacional por ayudar a estados fallidos a
reparar sus tejidos institucionales, coadyuvar en el esfuerzo de paz y
reconstrucción de sus aparatos productivos, economías y estabilidad social; el
caso de Suráfrica pareciera ser el último ejemplo exitoso de este tipo de
esfuerzo, antes de que otras consideraciones empezaran a enturbiar estas
difíciles iniciativas de auxilio multilaterales.
En
Venezuela se venía dando un lento giro de lo que había sido una de las
democracias más antiguas de Latinoamérica, más sólidas y con las mejores
perspectivas para su desarrollo, pero hubo un golpe de timón hacia un camino
más inseguro de participación de militares en la política, de cambios de modelo
económico, y de un protagonismo más libre del capital privado y dentro del
juego del libre mercado, en esta nueva etapa revolucionaria se enrumbó hacia un
modelo de intervencionismo estatal, centralización y socialización de las
principales empresas productivas.
Y
aunque antes de la llegada del chavismo, la democracia venezolana ya mostraba
signos de decadencia y debilidades estructurales, no fue sino hasta la llegada
del nuevo milenio cuando definitivamente el país se embarcó en un cambio
profundo, tanto de ideología como de estrategia de desarrollo; Venezuela dio un
giro radical hacia la promoción e internacionalización del llamado Socialismo
del Siglo XXI, una doctrina creada por el castrocomunismo, cuyo fin era la
colonización del subcontinente Latinoamericano, para la consecución de un
bloque de países unidos bajo el supuesto pensamiento de Simón Bolívar, liderado
aparentemente por el presidente Hugo Chávez, pero en realidad motorizado desde
Cuba, y ésta, a su vez, influida por el comunismo internacional.
Este
experimento político resultó ser muy exitoso en la implantación de gobiernos
socialistas por toda la geografía de la América del Sur, e incluso en la
exportación de su franquicia a Europa y África, con importantes contactos en el
Medio Oriente y Asia, pero fue muy negativo en el combate contra la corrupción
y la proliferación de actividades ilícitas, provenientes de las actividades del
crimen organizado internacional.
De
hecho, durante veinte años, las mafias internacionales del crimen organizado se
hicieron cercanos aliados y socios de los principales partidos socialistas y
comunistas de la región, explotando esta relación en jugosas participaciones en
negocios ilícitos, mercados negros, tráfico de influencias y establecimientos
de redes mundiales de lavado de dinero proveniente del delito; no fue muy
difícil que los distintos movimientos terroristas y subversivos tuvieran su
participación en esta construcción de un “mundo alternativo” y “liberado de la
opresión y las mentiras del capitalismo”.
Organizaciones
como el Banco Mundial, las Naciones Unidas y toda una serie de institutos y
ONG’s dedicados al monitoreo y control de las actividades ilícitas, han estado
advirtiendo sobre el incremento de la influencia de mafias, carteles de la
droga, traficantes de personas, armas, sustancias peligrosas, que, por medio de
su poder económico, pueden entrar en países en vías de desarrollo y modificar
sustancialmente las estructuras y fines de sus gobiernos, para adecuarlos a sus
actividades e intereses, pudriendo las bases éticas y de valores tradicionales
de los pueblos, debilitando la democracia y sembrando conflictos.
De
acuerdo a un informe de la ONU, para 2015 el crimen organizado transnacional
generaba 870 billones de US$, cerca de la mitad de estas mafias utilizaban las
economías formales de los países para lavar estos volúmenes de ganancias
ilícitas, creándose en el ínterin una relación entre los criminales y la clase
política de estos países con el fin de: “distorsionar
la planificación por medio de transferencias y lavado de capitales ilícitos y…
para debilitar la fábrica social y de seguridad por medio de la aplicación de
amenazas y actos de corrupción”.
La
clase política venezolana fue en su gran mayoría seriamente dañada en este
largo contubernio entre el crimen organizado y los partidos políticos
tradicionales, una cultura de la corrupción se ha desarrollado y adueñado de la
vida ordinaria del país, se nota en el discurso apaciguador, pacifista, que
pretende la molicie y la inactividad, la aceptación fatal de la realidad
inducida por unos medios en manos de empresarios corruptos y colaboradores, se
nota en el discursos de los líderes que pretenden ser guías de la oposición y
que lo que desean es llegar a términos con el enemigo.
Durante
veinte años, billones de dólares se canalizaron para la compra de conciencias,
de candidatos, de resultados electorales, de decisiones de organismos y
funcionarios internacionales, se compró puestos en todo nivel de las
principales instituciones multilaterales, se pagaron campañas, se promovió
políticas públicas y ordenamientos legales, que favorecían abierta y
veladamente estos intereses oscuros… y, silenciosamente, se colocó en puestos
claves a personas que estaban al servicio de estos carteles del crimen y
organizaciones políticas bajo su control.
Esto
pudo hacerse gracias a que se conjugaron varios factores; por una parte, la
atención mundial estaba concentrada en otros asuntos, hubo mucha tolerancia
debido, entre otras causas, a vinculaciones políticas y afectos ideológicos, a
la debilidad de propósitos y compromisos con el orden internacional, por miedo,
por impotencia, por consideraciones pragmáticas de algunos intereses
corporativos y estatales… el resultado fue uno solo, se bajó la guardia sobre
la defensa de la integridad, de los valores de la libertad y la democracia y se
permitió, en nombre de una supuesta soberanía y autodeterminación de los
pueblos, que estos antivalores y enemigos del occidente prevalecieran en
algunas regiones.
El
caso venezolano fue particularmente virulento, debido a su enorme capacidad de
contagio hacia el mundo; por su naturaleza de país exportador de petróleo y su
posición activa en los foros internacionales, el crimen organizado utilizó su
disfraz de socialismo humanista para alcanzar países lejanos y utilizarlos como
agencias para el lavado de dinero sucio, o como puentes para los envíos de sus
productos ilícitos y actividades criminales, una fachada que por varios lustros le sirvió a grupos violentos y
terroristas para acrecentar su poder de penetración.
Cuando
los países de occidente, garantes del orden y la paz mundial, tomaron cartas en
el asunto, ya la perturbación que venía desde Venezuela era inocultable y
estaba haciendo un daño tremendo en algunas sociedades y economías regionales; de
allí una serie de medidas de control, la imposición de sanciones, la
congelación de cuentas, la denuncia de ciertos personeros del gobierno, pero
cuando pensábamos que se le iba a poner coto definitivo a la destrucción del
país y a la amenaza contra la seguridad mundial, para nuestra sorpresa,
prevaleció la tesis de la negociación con los factores criminales y el
argumento de hacerlos parte de una posible transición hacia la reconstrucción y
estabilización del país.
Esta
posición de tolerancia hacia el crimen organizado internacional no era nueva;
se estaba discutiendo en algunos escenarios políticos y se creía que era
posible lograr un rescate de los gobiernos fallidos y estados fracasados
involucrando a estos criminales, en la vana esperanza de que estos grupos
podrían ser reconducidos para promover la estabilidad de sus sociedades, en la
creencia que era de su interés lograr un mejor ambiente socioeconómico en el
país, legalizar en negocios formales esos capitales manchados de sangre e,
incluso, que cambiaran de actividad y legitimaran sus emprendimientos.
Esto
lo trataron de hacer en Mali, Ucrania, Guatemala, Afganistán y Colombia, entre
otros experimentos, sentando a los criminales, causantes del deterioro
democrático y destructores de las economías sanas, en mesas de diálogos con
factores formales y democráticos, para provocar acuerdos de convivencia y
cohabitación, con grandes márgenes de impunidad y supuesta reinserción de los
criminales en los gobiernos de transición.
Los
resultados no han sido buenos; el haber construido acuerdos a espaldas de la
ética y del orden jurídico han provocado el surgimiento de unos gobiernos
híbridos, en los que se está obviando el orden natural de las sociedades, sembrado estos esperpentos que han
contaminado con desesperanza e inquietud a una mayoría de la población, corrompiendo
lo que quedaba sano, y fomentando desaliento en la población que desea vivir en
paz y en orden, del trabajo digno, de la participación pacífica y de la
existencia de un estado de derecho igual para todos… pero ha sucedido todo lo
contrario, el crimen ha aumentado, así como la violencia y el clima de desorden,
lo único positivo, si se puede calificar de esa manera, es que se minimizaron
las intervenciones militares multilaterales y el costo de tener al país bajo
vigilancia mientras durara la transición.
El
error fundamental en estos experimentos de inserción de las mafias en los
gobiernos ha sido darle legitimación al crimen organizado, que en ninguno de
los casos han renunciado a su enormes recursos económicos, que los tienen a
buen resguardo, y los usan ahora para fomentar más negocios ilícitos y aumentar
sus poderes políticos, que usan para cambiar la legislación y las normas y para
favorecer sus actividades, que, aspiran, pronto serán lícitas, que pagan su
entrada a donde antes no les era admitido su presencia por indeseables.
Los
socios nacionales de estas organizaciones no son autónomos, ni pueden decidir
por ellos solamente, una vez que se ingresa en estas mafias es imposible salir
de ellas, y los intereses transnacionales van a continuar a pesar de lo que
quieran sus asociados venezolanos, los vínculos con los carteles son para
siempre, si alguien recibió dinero de estas organizaciones será su esclavo por
el resto de sus días, y probablemente su familia deba responder bajo la amenaza
de plomo o plata, pero el vínculo continua.
Lo
que está sucediendo en Colombia, con el ascenso de narcotraficantes a
posiciones dentro del Congreso, está instaurando un clima de malestar social
sin precedentes, y esto ha sido el resultado de este cambio de actitud ante el
crimen organizado, porque han preferido no combatirlo y hacerse socios de sus
negocios, traerlos hacia las instituciones claves del país con el sólo fin de
ahorrase sacrificios y costos de una lucha que había que librar o resignarse a
dar la civilización por perdida… prefirieron creer en las buenas intenciones y
la suerte.
Lo
que quieren hacer con Venezuela va a ser mucho peor si logran una negociación
con las familias involucradas en esta trampa; están creando un precedente
monstruoso del cual sólo habrá mucho dolor y lágrimas al final del camino. En
mi humilde opinión, los EEUU se están jugando su futuro en nuestro país, no
puedo creer que el país más poderoso del planeta, el defensor histórico de las
libertades y la democracia, sucumba por temor o pragmatismo a su rol de ser la
última línea de defensa de la civilización occidental, y le entreguen sin pelea
su espacio vital a unos facinerosos… simplemente, porque no lograron reconocer
hasta cuándo una negociación funciona. - saulgodoy@gmail.com
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