Uno
de los libros que más me impresionaron en mi juventud fue El Señor de las Moscas (1954) de William Golding (1911-1983), es el
relato de un grupo de jóvenes, casi niños, que se estrellan en un avión en el
medio del océano y llegan a una isla donde tienen que sobrevivir, es una
historia distópica donde el tema principal es el descenso a la barbarie y la
violencia, y fue escrita por un Golding todavía afectado por sus experiencias
en la Segunda Guerra Mundial.
Desde
entonces no había tenido contacto con Golding, hasta que decidí leer esa
colección de novelas cortas reunidas bajo el título de una de ellas El Dios Escorpión, editadas en 1956,
dos razones me impulsaron, la primera, descubrí que tenía tres ejemplares de la
obra, sin saber el origen de las otras dos, pero como mi biblioteca se ha
engullido a algunas otras, no es extraño que aparezcan copias de libros, me
sucede a menudo con la obra de Jorge Luis Borges.
La
segunda, quería saber si el libro tenía que ver con la película protagonizada
por “La Roca” el actor Dwaine Johson, que también transcurría en el antiguo
Egipto (según mis sobrinitos y que me parezco mucho a Dwaine, aunque son más
cosas del afecto que de la realidad física).
Fue
uno de esos libros afortunados que me encantaron desde el principio, son tres noveletas o cuentos largos, El Dios Escorpión que transcurre en el
Egipto de los faraones; Clonc-Clonc
una historia de de la edad de piedra; y El
Enviado Especial una narración de la Roma decadente, un emperador anciano
aflojado por los placeres, y un brillante y joven inventor griego.
La
verdad es que fue todo un viaje en la máquina del tiempo, las historias muy bien
planteadas, elegantemente escritas y con una construcción de atmósferas
fantásticamente logradas, Golding manejó las épocas con gran detalle, las leí
en castellano, en una excelente traducción de Ernestina de Champourcin hecha
para Alianza Editorial en España, si la consiguen no dejen de leerla.
Como
ustedes saben el escritor británico William Golding ganó el Premio Nobel de
Literatura en 1983, su padre era un director de una escuela y su madre una
activista feminista que luchó por los derechos de voto para las mujeres, según
sus recuentos de sus años mozos era un chico problemático, le gustaba hacerle bullying a sus compañeros de escuela,
siguió los pasos de su padre como educador, estudió literatura, trabajó en
teatro e intentó escribir con poco éxito, fue maestro en una escuela de
muchachos problemáticos de donde extrajo material para su futura obra El Señor
de las Moscas.
Se
alistó en la marina y sirvió en combate, fue testigo del hundimiento del
Bismarck, el buque insignia de la marina alemana, fue parte de la guerra
antisubmarina, tuvo ocasión de conocer New York como parte de un grupo de
avanzada de investigaciones navales, y terminó como comandante de un barco
lanzador de cohetes, fueron seis años en los que acumuló experiencia e
historias que usaría para sus grandes novelas, y como a muchos que vieron el
horror de la guerra, quedó marcado de por vida por esa experiencia.
Su
novela El Señor de las Moscas fue rechazada veinte veces antes de conseguir un
editor y cuando salió publicada fue un éxito en ventas que lo consagraron como
escritor, su novela Rites of Passages
(1980) está considerada una obra maestra, la tengo en cola para leerla y les comentaré.
Pero
volvamos a su pequeña colección de novelas cortas o cuentos largos, como
quieran ustedes verlos, me sucedió algo muy curioso con Clonc-Clonc, su narración
sobre los albores de la humanidad, la historia de este particular cazador
perteneciente a una tribu que vivía entre la sabana y la selva tropical, debió
ser África pues había elefantes, que por cierto., aprendí una nueva palabra, barritar
que es el ruido que hacen los elefantes, así como las vacas mugen, los leones
rugen y los lobos aúllan, los elefantes barritan.
Las
escenas de la vida en la tribu son descritas con detalle, la rutina del hombre y
la mujer primitivos están llenas de un colorido y un realismo espectacular, me
asombró la idea que en estas tribus cuando se reunían para descansar o dormir,
lo hacían en grupos, amontonados, unos sobre otros, muy apretados, buscando ese
calor humano y la sensualidad de sus cuerpos en las noches frías o lluviosas, y
en esa pila de cuerpos desnudos, mientras unos dormían, otros hacían el amor
sin importar con quien y muchas veces sin saber con quién, hombres y mujeres
gozando de sus sexualidad sin hacer distinciones, ese calor de la tribu era
precisamente lo que más extrañaban cuando estaban lejos, en cacerías o en
guerra, ese contacto del grupo anónimo en medio de las noches invernales.
Una
vida terrible, muy hobbesiana, donde los peligros abundaban y de hecho, era
corta, brutal y se pasaba el trabajo hereje.
El
Dios Escorpión es una muy bien cuidada puesta en escena de la vida de los faraones,
de la corte, de sus ritos, y de los papeles que jugaban estos semidioses
responsables por lo que sucedía en el mundo, desde el paso de las estrellas
hasta de las inundaciones del río Nilo, la verdad que no la tenían tan fácil, a
pesar de ese poder absoluto que sostenían sobre los pueblos, lidiar con las
fuerzas cósmicas y dioses tan poco dóciles como Anubis o el mismo Sol Rá, podía
convertirse en un problema de marca mayor.
Es la
historia de uno de los favoritos de la corte, y porque, debido a una sequía
demasiado prolongada es elegido para la vida eterna, como sacrificio para los
dioses, es decir lo iban a matar en el templo, y a momificar para que sirviera
por toda la eternidad al dios, lo cual era considerado un gran honor, pero este
joven prefirió declinar la oportunidad y huir, cosa que perturbó la vida en
palacio, que por cierto, la historia nada tiene que ver con la película del Rey
Escorpión interpretada por La Roca en una de sus primeras apariciones como
protagonista en Hollywood.
La
última historia fue la que más me gustó, la de este griego, Fanocles, inventor
y medio loco, que con su bella hermana se presenta en la corte del Emperador,
un hombre ya viejo y cansado, harto de la buena vida y las intrigas de palacio,
buscando apoyo para sus ingenios, entre ellos, un motor a vapor, una versión de
la imprenta, unos explosivos y una olla a presión, esta última fue la que llamó
la atención al Emperador dada su afición de gourmand
a la buena mesa.
Pero permitamos
que sea la crítica literaria Sohana Manzoor del Departamento de Literatura Inglesa y Humanidades
de la Universidad de BRAC de Bangladesh, quien nos dé su opinión sobre esta
interesante historia:
El mitológico Prometeo quien les dio el
fuego a los humanos, introdujo un cambio revolucionario en la vida del hombre
prehistórico, Pero como un realista, Golding sabe que quien recibe el obsequio
debe estar listo y dispuesto a aceptarlo… Fanocles es muy parecido al Frankenstein
de Mary Shelley… Frankenstein pensó que traer de vuelta a los muertos podía
cambiar la historia del hombre en el mundo. Pero lo que creó fue a un monstruo.
De manera parecida, Fanocles quiere jugar el papel de Prometeo otorgándole
estos notables regalos al hombre común que se retrae de aceptarlos. Al soldado
Romano, a quien quiere presentarle la pólvora, prefiere el combate mano a mano.
Hasta los mismos galeotes esclavizados a sus remos no quieren saber nada del
motor a vapor, pues temen que con el nuevo mecanismo ellos dejen de tener
significado para sus amos. Por lo menos ahora tienen una vida, por más
miserable que sea. Si el motor los suplanta, entonces serían eliminados. De
modo que aquellos maravillosos regalos de Fanocles el Prometeo son desechados
con el argumento de que son destructivos y peligrosos.
Algo
muy parecido está ocurriendo con los robots en la actualidad, la situación no ha
cambiado mucho desde aquellos tiempos, utiliza el nuevo poder en sus manos no para
su beneficio sino para destruir su mundo. La lectura de este libro fue muy gratificante
y lo recomiendo a mis estimados lectores.
- saulgodoy@gmail.com
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