miércoles, 17 de julio de 2019

Una novela filosófica



Desde hace algún tiempo he querido escribir una reseña sobre la novela de Bruce Duffy, El Mundo tal y como lo encontré (1987), pero demasiados compromisos lo impidieron, tuvo una gripe que interponerse en mis actividades para encontrar el tiempo y hacerlo, de modo que desde mi cama, abrigado hasta la cabeza, con un poco de fiebre, algo de tos y expectorando mucosidades, les escribo estas líneas.
Es sin duda una de las mejores novelas que he leído en los últimos tiempos, cosa extraña de decir para una primera novela, una Opera Prima que ha convertido a su autor en una celebridad y que lo ha obligado a llevar a cuesta el reto de superarse sin poder lograrlo, he allí la maldición de escribir un “best seller” en la primera entrega.
Cuando se publicó la novela Duffy era un hombre cercano a los sesenta años, un escritor entregado a su oficio pero sin un proyecto digno al que dedicar su talento, y lo encontró cuando leía sobre la vida y obra del filósofo de origen Vienés, Ludwig Wittgenstein, cuya perturbadora vida lo atrapó y no lo soltó hasta tener escrita una novela de cerca de 700 páginas, “un ladrillo” como decimos el argot de los lectores habituales, pero que se lee como un suspiro de lo bien escrita que está.
Es una obra que pertenece a ese difícil género de las biografías noveladas, y desde el primer capítulo se da uno cuenta del enorme trabajo de investigación que lo soporta, pero sobre todo de la fina pluma de Duffy tanto en el desarrollo de sus personajes como en los diálogos que se plantea, una obra en extremo compleja ya que se desarrolla sobre tres personajes principales, Ludwig, por supuesto, un ingeniero aeronáutico, con ínfulas de arquitecto y que terminó siendo uno de los más grandes filósofos del siglo XX, y dos de sus mentores y compañeros en la Universidad de Cambridge, el mercurial Bertrand Russell y el siempre ponderado G.E. Moore.
La novela nos transporta a la primera mitad del siglo XX, con sus dos Guerras Mundiales que casi destruyeron a Europa, en uno de los períodos más fértiles del pensamiento humano, a esa Viena de principio de siglo, quizás su mejor y más deslúmbrate momento, en el hogar de la familia Wittgenstein, una de las más ricas del imperio quizás con una fortuna tan grande como la de los Krupp, ambos magnates de las acerías más importantes del mundo (por cierto, uno de los actos más heroicos o locos de Ludwig, fue renunciar a ese fabuloso legado y vivir el resto de su vida en un recogimiento ascético casi como un monje).
La familia Wittgenstein que nos pinta Duffy era el perfecto manicomio para la clase más pudiente, regido por un padre dominante y controlador, un genio de las finanzas, con una cultura tan vasta como grande era su orgullo, que sin querer queriendo (usted decídalo luego de leer el libro) se llevó por delante a dos de sus brillantes hijos, quienes se suicidaron, ambos homosexuales como lo fue el mismo Ludwig.
Pero el centro de la novela se desarrolla en Inglaterra, en aquella universidad de Cambridge descrita con un detalle y una delicadeza como si Duffy hubiera estado allí, porque lo más sorprendente de la historia, es que el novelista nunca estuvo en Europa antes de escribir el libro, nada mal para un hombre nacido en Washington D.C., y que pasó buena parte de su juventud en lo más recóndito de Maryland, pues bien, de la misma manera que Shakespeare nunca conoció Roma pero escribió una de sus obras maestras sobre la vida de Cesar, algo parecido sucedió con Duffy, investigó a profundidad y a partir de de allí inventó, el resultado fue simplemente asombroso, creó un mundo y nos lo explicó tal como lo vio, asombrando a los que sí estuvieron allí, e incluso a los que conocieron a sus personajes.
Pero su vida era la literatura, él lo sabía y se preparó para ello, la estudió en la universidad y trató en lo posible de trabajar en algo cercano a su carrera como escritor, terminó siendo un exitoso escritor de discursos y comunicados para altos empresarios corporativos, y escribía artículos y piezas para revistas y periódicos, entre sus más famosas hay una en la que viajó a Afganistán para escribir sobre su experiencia en adquirir un misil Stringer en el mercado negro de armas de ese país.
Entre las muchas cosas que me dejó la lectura de esta novela está mi sostenida admiración por Russell, quien a pesar de ser un socialista irredento, fue un pensador de valía y me gustó entender, tal como lo pone Duffy, que no podía vivir sin las mujeres, sin estar involucrado sentimentalmente con ellas, era vital para su vida y de allí los escándalos en su vida privada con sus tantas esposas y amantes; a Moore, a quien apenas conocía por sus libros de lógica, a raíz de esta novela lo disfruto con otro cariz, Duffy lo hizo humano y cercano, sobre todo su bonhomía y sencillez
Apenas salió esta novela la escritora Joyce Carol Oates dijo que se trataba de una de las más ambiciosas primeras novelas escritas en la historia de la literatura, las críticas todas fueron favorables y Duffy fue reconocido con importantes distinciones como el premio Whiting y una beca Guggenheim, la famosa publicación del New York Times sobre crítica literaria, inmediatamente lo designó como un clásico de la literatura.
La buena noticia es que la leí en castellano, en una excelente traducción de Susana Constante para Ediciones B del Grupo Z, es un libro grande y costoso, aún en inglés no está disponible en ediciones populares aún, pero si se quiere dar un buen gusto con una buena novela, no busque más, pues El Mundo tal y como lo encontré, tiene todo que hace a una buena y gratificante lectura.
En cuanto a Bruce Duffy sigue peleando con el monstruo que creó, no ha podido superar su obra primogénita, 10 años después de la publicación de su obra maestra, publicó Por último vino el Huevo (1997), unas memorias de sus años de infancia en Maryland que nunca despegó, aunque fue bien recibida por la crítica por su humor negro, y en el 2011 publicó su más reciente novela, Disaster Was My God: A Novel of the Outlaw Life of Arthur Rimbaud, sobre la vida del joven poeta francés convertido en traficante de esclavos, esta vez Duffy hizo su investigación de campo en Etiopía, de donde trajo unas historias de terror en los parajes que Rimbaud recorrió cazando a sus negros para luego venderlos, la novela la tengo pedida pero no me ha llegado.
Espero les guste mi recomendación.   -    saulgodoy@gmail.com






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