El
pragmatista norteamericano Edward C. Moore señaló en su libro que estudiaba a
los fundadores de esta escuela del pensamiento, El Pragmatismo Norteamericano: Peirce, James, y Dewey (1961) lo
siguiente: “Todo conocimiento se
constituye en forma de conceptos. Si estos conceptos corresponden a algo que se
encuentren en la realidad, son reales, y el conocimiento humano se funda en
hechos; si no se corresponde en nada con lo que se encuentre en la realidad, no
son reales y el conocimiento humano está compuesto de puros inventos de su
propia imaginación.”
Una
de las formas que el hombre ha encontrado para verificar si el conocimiento es
real o no, ha sido su eficacia, si funciona o no en el mundo, si es útil, si el
mismo puede ser apropiado de manera universal; Ayn Rand acostumbraba a decir
que la manera más contundente de empezar a validar la eficacia de los conceptos
era revisando su origen, y ella lo hacía preguntándose muy cartesianamente ¿La
existencia existe? Y afirmaba: “La
existencia existe, y el hecho de aprehender esta afirmación implican dos
axiomas corolarios: que existe algo que uno percibe y que uno existe poseyendo
conciencia, siendo la conciencia la facultad de percibir aquello que existe.”
En el
siglo XVII los últimos vestigios de la Edad Media en occidente desaparecían
mientras se imponían los nuevos valores; la razón y la ciencia permeaban poco a
poco en las sociedades mientras que la fe y la autoridad retrocedía, una visión
del mundo mucho más naturalista y optimista dieron pie para el desarrollo de la
libertad individual y su lucha por conseguir la felicidad, cosa que inspiró a
muchas revoluciones que vendrían posteriormente, pero paralelamente empezaron a
surgir grupos comunitarios que preservaban estilos de vida colectivistas.
Para
el filósofo Stephen Hicks, fue en el siglo XIX que se dan la conjunción del
Romanticismo y el movimiento de la anti ilustración, sobre todo con las ideas
propugnadas por Rousseau e Emmanuel Kant, que tienden al rescate de las ideas
que retoman los valores de la autoridad de las viejas instituciones, entre
ellas la Iglesia y el Estado, y que exigen de los hombres el respeto a los
deberes y los vínculos con sus comunidades.
En
esta lucha en contra de la razón, el escepticismo termina por imponerse y en
Europa se produce una escisión entre la filosofía Continental y la del mundo
Angloparlante, siendo esta última donde predomina la filosofía analítica frente
al dominio casi absoluto de la filosofía antinacionalista liderada por figuras
como Nietzsche, Heidegger, Sartre, entre otros, produciéndose a su vez un
fenómeno muy extraño, perdura en las universidades y laboratorios
experimentales, como si fueran compartimientos aislados, el método científico, se
avanza en términos de nuevas tecnologías y descubrimientos fundamentales en el
mundo material con grandes logros, utilizando la verificación, el método
experimental, pero en el mundo académico e intelectual predomina por mucho el
relativismo, el misticismo, las creencias religiosas.
El
socialismo utópico se consolida con las ideas de Marx, que las hace aparecer
como mucho más respetables por el carácter “científico” que pretende, tanto en
lo histórico como en lo económico, el marxismo dibuja una estructura de
pensamiento racional, y aunque su creador es un ateo convencido y militante,
sus doctrinas aspiran a un acto de fe muy parecido al de las religiones, sobre
todo en cuanto a las profecía que formula sobre la dictadura del proletariado y
el advenimiento de una sociedad sin clases, sin gobierno y funcionando por la
solidaridad y la igualdad de todos los hombres.
Y
aunque fue el modernismo, no el socialismo, el que prometía la libertad del
hombre de sus ataduras de regímenes autoritarios, de liberarlos de los dogmas,
de cortar sus cadenas como vasallos de instituciones retrógradas como el de
señores feudales, el socialismo se arroga “liberar” a las personas del yugo de
la razón, de las leyes de la naturaleza, de la asfixiante realidad.
Nos
dice Hicks en su libro, Explicando el
Posmodernismo, la crisis del socialismo (2014) lo siguiente:
Los escritos de Rousseau eran la Biblia
de los líderes jacobinos de la Revolución Francesa, asimilados por muchos de
los esperanzados revolucionarios rusos de finales del siglo diecinueve, e
influyentes sobre los socialistas más agrarios del siglo veinte en China y
Camboya. En el mundo teórico del socialismo académico, la versión de Rousseau
del colectivismo fue eclipsada por la versión de Marx, durante la mayor parte
del siglo diecinueve y bastante del siglo veinte.
Todo esto tiene una explicación, el socialismo
europeo y sus versiones americanas, a medida que la realidad fue
desenmascarando sus propuestas utópicas, que sus ideales sobre la naturaleza
humana, fraternidad, igualdad y libertad se fueron convirtiendo en exigencias
de carácter policial (yo, al igual que otros muchos, creemos que el ser humano
es esencialmente egoísta, advirtiendo que el egoísmo no es malo, que la
individualidad reporta muchos beneficios, y que comparado con el colectivismo,
le lleva una ventaja enorme en cuanto al desarrollo humano), cuando esos
regímenes se vieron obligados a recurrir a la fuerza para imponer la
fraternidad, la igualdad y la libertad, aquel ideario dejó de ser liberal y se
transformó en puro fascismo.
En el caso venezolano, nunca aprendimos la lección,
aunque Rómulo Betancourt se dio cuenta del fracaso del comunismo nunca pudo
despegarse ni del ideario socialista ni de las formas bolcheviques de
organización política, y como los socialistas son unos maestros en el arte del
mimetismo, empezaron a llamar a sus proyectos políticos, democráticos.
En la
serie de artículos del investigador Bernandino Herrera León titulado El Fracaso del Socialismo, nos dice
cuando se refiere al socialismo democrático:
La versión soviética o
leninista del socialismo nunca fue fácil de digerir para los intelectuales y
activistas políticos en el resto del mundo. La corriente socialdemócrata
fundada por Eduard Berstein, a fines de siglo XIX, se presentaba como una
variante alternativa, y por ello, se fue fortaleciendo a medida que las
noticias del exterminio soviético y las purgas de profesores, escritores e
intelectuales se filtraban riesgosas hendijas de la férrea y mortal censura
bolchevique. Muchos partidos y movimientos comenzaron a plantearse otras rutas
para alcanzar el anhelado socialismo. Pronto, el modelo socialdemócrata
de Berstein se fue bifurcando en dos grandes corrientes, aunque ambas
conservaron el ideario fundacional, según la cual era posible la coexistencia
entre socialismo y democracia. Idea conocida, desde la década de 1920, como
“socialismo democrático”. Una corriente se mantuvo en el socialismo
clásico. Postulaba que el ideario socialista evolucionaría en el interior del
“capitalismo” hasta lograr integrar culturalmente a toda la sociedad. Es decir,
hasta que toda la sociedad se convirtiera en socialista, momento a partir del
cual surgiría, definitivamente, la nueva sociedad. Otra corriente, que
hoy conocemos como socialdemócrata, propuso, en cambio, que el socialismo podía
cohabitar dentro del “capitalismo”, concediendo libertades económicas
relativas, y coexistencia de empresas privadas con empresas del Estado
socialista. En otras palabras, concebían viable construir el socialismo en una
economía de mercado. Ambas corrientes coincidían en que modelo el
socialismo sería posible mediante el sufragio universal. Y ambas postulaban
rescatar el rostro humano y justiciero del socialismo, oponiéndose, cada vez
más frontalmente, al estilo dictatorial soviético, y luego el modelo chino.
Pero
existía el modelo cubano, el castrocomunismo, un socialismo reencauchado en
Latinoamérica con una serie de agregados endógenos, salpimentado con mucho
cristianismo primitivo, tesis anticolonialistas, antiimperialistas, fervor
nacionalista, inclusión de las minorías, culto a las etnias originarias… y lo
transformaron en un relato para la liberación, y durante muchos años estuvieron
los políticos, los académicos e intelectuales comiendo de la mano de aquel
monstruo con apariencia de humanista.
Pero
siguieron los fracasos, aumentó la pobreza y la violencia, se perdieron los
intentos por obtener realmente democracias en el continente, aunque algunos
lograron escapar del lazo, a Venezuela, que se había soltado, la volvieron a
capturar, entre otras cosas porque el socialismo seguía vivo y ardiendo en
algunas mentes febriles.
Guaidó,
el candidato del socialismo democrático y su corte de intelectuales
izquierdistas, de escritores que pretenden contar con la verdad absoluta, con
la aprehensión de la realidad “real”, con esa manera extraña de ser
políticamente correcto con el chavismo y sus socios, es el producto final de
una evolución que tiene décadas perfeccionándose, de allí su discurso ricos en
efectos retóricos como “si pero no” diciendo una cosa y haciendo otra, eso le
encanta a su público, el pacifismo a ultranza, amelcochado de socialismo
paternalista, de machismo presidencialista, empapado del más puro
colaboracionismo, de ese que negocia con el asesino de cuantos tiros te va a
matar, o a quien de tu familia se le negará la atención médica, la decisión de
Sofía revivida.
No me
extraña para nada que los escritores que han publicado una carta tipo “yo
acuso”, vamos a colgarlos, en contra de
los llamados despectivamente “guerreros del teclado” pertenezcan todos al mundo
del espectáculo, vienen de los escenarios, de la televisión, radio, de los
medios impresos, figuras consagradas en esa hoguera de las vanidades que son
los medios de comunicación de masa, algunos han cosechado grandes éxitos en el
circuito de conferencistas que ya nace en el país, otros son destacados
novelistas con premios y reconocimientos bajo el brazo, editores de valía,
todos personas inteligentes, todos “influencers”
prestados a la causa de un diputado de la Asamblea Nacional, convertido por la
maquinaria de propaganda de los socialistas desempleados que quisieran volver a
ser gobierno, en la esperanza nacional.
Pero
se fueron de bruces, se dejaron embaucar con las intrigas de los más “rojos” de
su grupo, y decidieron acometerla en contra de unos desagradables opositores
radicales, utilizando una de las armas más letales entre los marxistas, el temido
comunicado público con los abajo firmante.
Un
“lumpen” de escritores que se dicen libres e independientes han sido
identificados como la causa de infelicidad del joven Guaidó, y a su pedido, sus
escritores marcharon con antorchas y tridentes, machetes, brea y sacos de
plumas para darles su merecido, estos
“otros” escritorcillos fueron acusados de vociferantes mentirosos,
manipuladores, conspiradores, ellos no son como ustedes, quienes ya tienen un Emperator por quien batirse en la arena
del circo, que ya cuentan con una certeza del paraíso que viene, que no se lo
van a dejar robar, y menos por unos intelectuales de poca monta, tarifados del
régimen.
Pero
ellos, Ah…esos demócratas socialistas, tan puros y lozanos, que quieren acabar
con el sufrimiento generalizado de los venezolanos negociando con nuestros
asesinos, porque negociar es el acto más civilizado y el único que un demócrata
pudiera permitirse, estos escritores si son realistas, los únicos que pueden
ver la verdad de la situación que nos consume, y de nuevo, con sus estilizados
movimientos y su criptica manera de hablar, tienen la llave de nuestra
liberación, no opinemos, no acusemos, no argumentemos, nada de lo que digamos
en contra de Guaidó y su entorno es verdad, son fabricaciones mal intencionadas.
Un
político realista como Guaidó jamás desaprovecharía una oportunidad de vivir un
día más, no importa las circunstancias, si puede conseguir de su enemigo, quien
cuenta con una fuerza superior, que le permita seguir viviendo su ilusión, eso
es ganancia, aquí el asunto no es moral; si la estrategia de la MUD-G4-FA-VP-Vaticano
funciona, es probable que para dentro de diez años pueda, éste destacado líder
de las nuevas generaciones, asumir como co-presidente de la República.
Es
sin duda una estrategia a largo plazo, para ellos, lo fundamental es resistir
sin llegar a la confrontación, la estrategia de Guaidó se basa en que los
aliados del país apliquen algunas sanciones, pero suavemente, que levanten
otras para no incomodar a Maduro y sus hordas, en algún momento en el futuro,
el chavismo perderá sus fortalezas y entonces aceptará unas elecciones, tampoco
importa el cómo, lo importante es que ceda, que les permita cohabitar como
buenos vecinos y mantener la calle limpia para ambos.
Y los
intelectuales con Guaidó enloquecieron ante la propuesta, les parece lo más
sensato del mundo, lo más coherente, ir despacio y en puntillas, para no
malhumorar al tirano, un día más es mejor que ninguno, para seguir disfrutando
de la fama y la gloria… Sí, en algún
momento las suertes cambiarán, y podremos rescatar el verdadero socialismo para
todos; el problema son esos descerebrados “guerreros del teclado”, que a pesar
de que son unos limpios, no tienen contactos, no tienen partidos como el de
Primero Justicia o Voluntad Popular, ni lideres fotogénicos, ni siquiera
cuentan con grupies como nosotros, pero además… son respondones, mal hablados y
nadie los quiere. Nosotros, los verdaderos escritores con Guaidó, los que
contamos con preseas, reconocimiento nacional e internacional, creemos que lo
mejor es caerle a palos a esos bichitos radicales para que los chavistas vean
que no somos sus enemigos ¿No sería bonito entregarle sus cabezas a Maduro
fritas en aceite en un acto en cadena nacional? Por lo menos nos quitaríamos “la
ladilla” de tener que leerlos en las redes sociales. -
saulgodoy@gmail.com
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