Al chavismo no le gusta la lógica ni el pensamiento
racional, pero no tiene otro sistema de pensamiento alterno, no le gusta el
significado de algunas palabras y las prohíbe, o les cambia el significado o
inventa nuevas palabras, y trata de sustituirlas por las de uso común, no
respeta la estructura del lenguaje por lo que dificulta el proceso de
comunicación haciendo casi imposible argumentar con ellos, llegar a acuerdos y
sostener consensos.
Porque abusan de la autoridad y por medio de la fuerza
imponen sus caprichos, y porque viven en mundo al revés, debido a una visión
del mundo toda distorsionada donde no existe la verdad, por lo que no se puede
probar nada, ni las evidencias son valoradas, ni los hechos tienen importancia,
eso explica por qué es imposible sostener con ellos una conversación medianamente
coherente.
Tratan de hacer su gestión dentro de un supuesto estado
de derecho, con unas leyes e instituciones que deberían trabajar en el marco de
un pensamiento lógico-jurídico que les exigiría cierto rigor mental, pero bajo la excusa que
son revolucionarios y que están construyendo una nueva sociedad, obvian de
manera estrambótica el sentido común y el marco epistemológico, que desde el
principio de la humanidad ha regido nuestra actividad mental, no hacen el menor
esfuerzo por reconocer la realidad, en su lugar, pueblan sus narrativas del
mundo de mentiras.
Por si fuera poco, estos bárbaros desprecian los
mecanismos y funciones de las ciencias económicas, militares, biológicas,
matemáticas… en pocas palabras, estamos hablando de unos sujetos que se
comportan como unos dementes, y sus locuras tratan de justificarlas con el lenguaje
de lo que ellos creen es racional, el resultado es un desbarajuste monumental
entre el mundo objetivo y lo que ellos dicen es la realidad, creando un
solipsismo a su medida y necesidades.
Hannah Arendt en su libro Los Orígenes del Totalitarismo nos dice lo siguiente:
Mientras que el aislamiento afecta
únicamente al dominio político de la vida, la desolación afecta a la vida
humana en su totalidad. Ciertamente, el régimen totalitario, como todas las
tiranías, no podría sobrevivir sin destruir el dominio público de la vida, o
sea, sin destruir, aislando a los
hombres entre ellos, sus capacidades políticas. Pero la dominación
totalitaria, como forma de gobierno, es nueva en el hecho de que no se conforma
con este aislamiento y destruye igualmente la vida privada. Se basa en la
desolación, en la experiencia absoluta de no pertenencia al mundo, que es una
de las experiencias más radicales y más desesperadas del hombre.
Para la realización de este programa de desolación que el chavismo
tiene en contra de Venezuela, cuenta con un arma fundamental, los medios de
comunicación, la llamada hegemonía comunicacional, con la que copan todos los
espacios mediáticos posibles, y en los que no puede estar presentes, lo llenan
de regulaciones que limitan el uso del lenguaje, ejercen la censura, y obligan
a los medios a auto censurarse imponiéndoles la obligación de tener que emitir
amenazas por parte de los órganos de vigilancia del pensamiento, en contra de
quienes hacen uso de su derecho constitucional a la libre expresión.
Hay grandes sectores de la actividad nacional que son zonas de
opacidad, no se pueden acceder ni visitar sino bajo un alto riesgo, el blackout ha sido una herramienta de
trabajo para que la tiranía oculte la calamitosa situación administrativa del
estado nacional, principalmente las áreas petrolera, militar y de la salud
pública, y que oculta del escrutinio público áreas vitales para la vida del
país.
Nunca pensé que fuera a vivir el mundo orwelliano descrito en la
novela distópica 1984 en mi propio
país, la manipulación mental que ejerce el gobierno en contra de la población
tiene que ser denunciado como lo que es, un proyecto diabólico para trastornar
la vida ciudadana, una violación continuada de uno de los derechos
fundamentales como lo es decir lo que se piensa, sin temor a represalias, que
ya incluso está afectando los principales foros internacionales, como lo que
está sucediendo con ciertas palabras claves, como intervención, soberanía,
injerencia, con las que el cuerpo diplomático se ha enredado en una estrategia
de confusión, cuyo resultado son resoluciones con un lenguaje vago que, aunque ‘’políticamente
correcto’’, deja en el vacío exigencias necesarias de conductas, y a
interpretaciones confusas los verdaderos propósitos de sus posiciones.
El objetivo del chavismo es enloquecer a los venezolanos, para
ello han jugado con la violencia, el miedo, la humillación, la carestía, la
destrucción del sistema monetario, la demolición del aparato productivo y el
valor del trabajo, la seguridad personal y los espacios privados, todos ellos necesarios
para la formación familiar y la estabilidad social.
Todos los espacios públicos son constantemente intervenidos o
amenazados por grupos gubernamentales, el venezolano vive en una constante
zozobra, las enfermedades mentales, el suicidio, la desesperanza y el
aislamiento están en ascenso con su resultado de crisis familiares, huidas
desesperadas de la gente como refugiados a otros países vecinos en las peores
condiciones posibles.
La situación social se complica con el desastre de los servicios,
la calidad de vida se ha reducido de una manera dramática, hay sectores de la
población que se han animalizado, sin posibilidad de acceder al agua para sus
necesidades primordiales, la falta de electricidad reduce la actividad humana a
las horas diurnas, deambulan sucios y desorientados como si fueran zombis
buscando alimentos y medicinas.
La ausencia de transporte público ha aislado a comunidades
completas, una simple lluvia se transforma en una tragedia sanitaria, y las
enfermedades contagiosas cobran su cuota de vidas, sobre todo entre la
población más vulnerable, todo esto ante la impotencia de sus familiares más
cercanos que desesperan tratando ellos de suplir la acción de los organismos de
un estado que se ha vuelto invisible.
Hay parte de nuestra población que solo conoce al estado en forma
de humillación y violencia, de hospitales cerrados, escuelas en ruinas,
negocios saqueados, nuestros bosque talados e incendiados, las playas sucias de
derrames de petróleo, y pandillas armadas buscando víctimas para la extorsión.
Lo que queda de gobierno son apenas taquillas para trámites
burocráticos, atendidos por funcionarios mal encarados que cobran en dólares,
las milicias se la pasan recogiendo información sobre los ciudadanos y sus
pocas propiedades que les quedan para hacer listados, que todos saben no son
para nada bueno.
Esta situación nos ha tocado a todos en alguna medida, somos
prisioneros de un régimen inmoral e inhumano que se encuentra sostenido
únicamente que por las armas, y por la ayuda de otros gobiernos opresores que
hacen presencia en el país.
La crítico de arte, Alice Ming Wai Jim, escribió sobre los artista
que trabajan sobre el miedo como tema de sus obras, un tema cada vez más común
en el orbe, y desarrolla unas ideas fundamentales para entender las sociedades
que la sufren, en uno de sus artículos nos dice:
El miedo es un elemento central cuando
se crea una “sociedad de riesgo”, un término introducido en la sociología cerca
de diez años atrás por Ulrich Beck y muy relacionado con el concepto de
seguridad que encontramos en el trabajo de Anthony Giddens… en la “sociedad de
riesgo” más que en el estado, la primera obligación sobre la seguridad, recae
sobre los hombros del individuo y su comunidad imaginada. En esta situación, la
principal amenaza a la seguridad del individuo, es la que se refiere a su
propia identidad y su condición de existencia, que para bien o para mal, ya no
están soportadas por las instituciones tradicionales, y se encuentra amenazada.
Justamente, la disociación que promueve el chavismo entre la
ficción que predica, para ocultar sus crímenes, y la realidad que vivimos los
ciudadanos, es el disolvente más efectivo para borrar nuestra identidad, y como
dice Arendt para destruir el dominio público de la vida, los venezolanos ya no
sientes al país porque no hay país, ser venezolano se ha convertido para
muchos, sobre todo para las nuevas generaciones, en una vaga idea asociada a
unos paisajes geográficos de encantadora belleza, o a unos sabores de una
comida que ya se consiguen en algunos food-trucks en avenidas en las capitales
del mundo, a los venezolanos en la diáspora se le aguan los ojos al escuchar
una melodía por que le trae recuerdos de los amigos y lo que fue su familia,
pero más nada, no hay país, no hay consistencia entre la tierra patria y una
idea de nacionalidad, de instituciones, de historia, de un pasado común, quizás
apenas una vaga reminiscencia de héroes y batallas, al estilo de un tráiler
promocional de una película de Marvel.
Una vez dijo D´Israeli que la política es el arte de gobernar la
humanidad mediante el engaño, pues el chavismo ha llevado ese arte a una
terapia de shock, en sólo veinte años está logrando un estado de amnesia
general, ¿La bandera nacional tiene ocho o siete estrellas? ¿El caballo en el
escudo corre hacia la derecha o hacia la izquierda? ¿Era José Martí un poeta
venezolano? ¿Es nuestro país la Casa Grande de todos los revolucionarios
liberados de la hegemonía imperial? ¿Maduro, es venezolano?
La política en nuestro “ex-país”, como lo califica un historiador
de la izquierda venezolana, se ha convertido en tierra fértil para la
mendicidad y la hipocresía, y no es para menos, allí nadie sabe quién es de
izquierda o quien de derecha, quien es demócrata y quien un populista, quien
dice la verdad y quién miente, la relatividad y la duplicidad son rasgo común
entre una serie de trúhanes y vendedores de elíxires para la calvicie que son
la mayoría de los políticos, el país se encuentra como en un trance, esperando
el tren que nos va a pasar por encima y acabar con nuestras miserias.
Ya no me quedan argumentos ni palabras para tratar de explicar el
peligro antes el cual nos encontramos, estamos siendo atacados por todos los
flancos, a medida que nuestros aliados ajustan las sanciones en contra del
régimen, nuestros opresores buscan amoldarse a las circunstancias apretándonos
más el cuello, mientras nuestra oposición se esmera por arreglarles una salida
honorable, más se envalentonan los militares traidores.
Nadie quiere caer en cuenta que la única manera de acabar con esta
situación es con una solución drástica y definitiva, y mientras los políticos de
la región no se atrevan a enfrentar la verdad, el que paga las consecuencias es
el pueblo, convertido en refugiados y víctimas propiciatorias de los falsos
escrúpulos y complicidades ideológicas, migran huyendo del horror poniendo
presiones en los pueblos vecinos que no saben cómo asumir una emergencia
humanitaria de esta magnitud.
Lo que se preguntarán una y otra vez los que sobrevivan a este
lamentable episodio de nuestra historia es, nuestros políticos, que se la dan
de ser unos genios ¿Por qué permitieron que la situación se deteriorara hasta
estos niveles? - saulgodoy@gmail.com
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