jueves, 9 de enero de 2020

Un renacer ético



Fue a partir de la mitad del pasado siglo, en Inglaterra, que se produce un movimiento dentro de la academia, que vuelve a poner sus miras en la tesis de Aristóteles sobre la virtud ética, una idea que había florecido y apagado varias veces en el transcurso de la civilización occidental (en oriente, la estabilidad de la idea fue mucho más perdurable hasta el día de hoy).
Lo que más me llamó la atención, es que surgió de un importante número de mujeres filósofas anglosajonas entre las que se encontraban Elizabeth Anscombe  Philippa Foot, Iris Murdoch (sí, la novelista y filósofa), Rosalind Hursthouse, Linda Zagzebski, Christine Swanton, entre otras, que conformaron un anillo de pensadoras dentro de la corriente analítica, que dieron cuerpo y vigor a estas olvidadas ideas de la ética aristotélica.
Una parte de ellas fueron alumnas del Ludwig Wittgenstein, Anscombe (quien es una de mis heroínas culturales y que pronto escribiré sobre ella) no sólo fue una amiga y cercana colaboradora del autor del Tractatus, sino una de las albaceas de su obra, la influencia del maestro austríaco se siente en todos los escritos que he podido leer de estas pensadoras y déjenme decirles, que la combinación Aristóteles-Wittgenstein es una poderosa herramienta para embarcarse en la tarea de abrir nuevos caminos en esa jungla del pensamiento moral contemporáneo.
Hay algunos filósofos que para explicar de manera sencilla el mundo de la filosofía ética nos dice que desde el punto de vista normativo existe la rama deontológica, que se ocupa de las normas y obligaciones morales, por otro lado se encuentran los consecuencialistas, los que estudian el comportamiento moral de quienes se miden por las consecuencias de sus acciones, y por supuesto, los que creemos en la virtud, en esos comportamientos signados por el buen carácter y acciones de gente que cree en ser mejores seres humanos.
Esto no significa que haya otras muchas parcelas del estudio moral y ético, están los utilitaristas, los epicúreos, los conductistas, los nihilistas, los pragmáticos, y las distintas escuelas surgidas de la neurobiología y que le asignan a los comportamientos morales y éticos bases inminentemente bioquímicas, pero con las tres ramas mencionadas se recogen una gran parte de los comportamientos éticos.
La deontología estudia las normas, principalmente las que tienen carácter religioso como en el caso de los Diez Mandamientos, o de normas laicas de comportamiento como podría ser las normas de etiqueta (que si lo piensan con detenimiento tienen una profunda influencia moral), o las que se exigen en algunas instituciones como en las militares, la masonería, universidades, etc., en este sentido siempre necesitan una figura autoritaria que les exija ese comportamiento, un tipo de juez o mediador.
Los consecuencialistas, miran principalmente a las ganancias o pérdidas que pudieran producir los comportamientos y se van más por la utilidad de los mismos, no solo para ellos personalmente sino para la colectividad en general, el problema fundamental de los consecuencialistas es que muchas veces no es posible medir de manera acertada, o se hace muy difícil determinar que parte de la ganancia o la pérdida es más importante.
Los virtuosistas, tienden hacia la “sabiduría práctica”, al contraste que se produce entre vicios y virtudes, hacia el carácter general de las personas de tender hacia el bien, de hacer aquellas cosas que los perfecciona como seres humanos, que los hace mejores personas y por lo tanto felices y en armonía consigo mismos y su entorno.
La verdad, es que una persona común por lo general actúa tomando siempre algo de estas tres ramas, no hay “puristas”, nuestras acciones tienen un poco de estas tendencias o las circunstancias nos obliga a inclinarnos más por una que por la otra.
Es prudente no confundir a las normas morales con las jurídicas, son disciplinas diferentes y funcionan de distintas maneras, la norma legal es un mundo aparte y requiere de otros estudios, aunque sin duda, en algunos momentos la coincidencia entre lo jurídico y lo moral es inevitable.
Los orígenes del virtuosismo tienen su asiento entre los griegos, principalmente con Platón y Aristóteles que sin duda recogían tradiciones y conocimientos heredados de antecesores, de acuerdo a la Enciclopedia de Filosofía de la Universidad de Cambridge hay tres conceptos griegos que son fundamentales para entender la ética de la virtud, y son: arête, que es la excelencia o la virtud, phronesis, la sabiduría práctica o moral, y la más complicada eudaimonia, que se ha traducido como florecimiento y felicidad.
Para no complicarme la vida ni yo a ustedes, les voy hacer una traducción lo más cercana posible a la intención de sus autores, lo tomo de la Enciclopedia de Cambridge ya mencionada:

Una virtud es un rasgo superior del carácter. Es una disposición, bien estructurada en su poseedor- algo que, diríamos va hasta el fondo, muy distinto a un hábito como sería beber té- es un notar, esperar, valuar, sentir, desear, escoger, actuar y reaccionar en cierta y particular manera. Poseer una virtud es ser un tipo de persona con una construcción mental muy particular. Un aspecto significante de esta determinación mental es aceptar a pecho una serie de consideraciones como razones para la acción. Una persona honesta no puede ser identificada sólo como como alguien, que por ejemplo, practica negociaciones correctas y no hace trampa. Si estas acciones son realizadas simplemente porque el agente piensa que ser honesto es la mejor política, o porque teme ser descubierto haciendo lo contrario, en vez de reconocer “que hacer lo contario es deshonesto” como principal razón, entonces no son acciones de una persona íntegra… Una persona virtuosa tiene razones y hace decisiones con respecto a acciones diversas que reflejan sus posiciones sobre lo que es transparencia, verdad, engaño- son posiciones que se manifiestan sobre todas las otras actividades cotidianas, e involucran reacciones emocionales… desaprueba la mentira, no le gustan las historia de “vivezas”, desprecia o le da lástima aquellos que triunfan por medio de los trucos en vez de la inteligencia…”

Las personas honestas, moralmente educadas y dispuestas a una vida constructiva, no comparten con personas inmorales o de dudosa conducta decisiones importantes para sus vidas, es por ello que una persona virtuosa no anda con ladrones ni viciosos, sus hijos estudian en colegios donde imparten una formación moral y ética adecuada, no le permiten a malvivientes ni corruptos que se relacionen con sus vidas en ninguna manera, y mucho menos, se sientan a negociar con tramposos y torturadores como gobernar juntos.
La virtud tiene la ventaja sobre las otras formas de moralidad de que no necesitan de un decálogo ni de libros que le digan a uno lo que debe o no hacer, nace de ellos, de sus convicciones más arraigadas, no requieren de una autoridad moral para que les diga que están bien o mal, ni necesitan estar midiendo beneficios y costos, una persona virtuosa actúa sobre las bases de su propio crecimiento y desarrollo moral, de su experiencia, su norte es la excelencia, ser siempre mejores y aún en los casos más difíciles que la vida les presente, siempre se inclinarán por actuar de manera de que se produzca el mayor beneficio para sus personas y para los demás.
La persona virtuosa jamás actúan en contrario a sus verdaderos deseos o disposición, su actitud ni es forzada ni es una pose, es su naturaleza, sus convicciones tampoco estarán sujeta a los ataques de los postmodernistas, de esos pseudointelectuales que ponen en duda la universalidad de los comportamientos morales, o tratan de deconstruir su sentido por medio de giros lingüísticos, la virtud nada tiene que ver con la relatividad de los términos, ya que son convicciones cimentadas en vivencias, constitutivas del carácter.
Platón sostenía que las principales virtudes de los atenienses eran justicia, coraje, piedad y sabiduría y todas se las atribuía a su maestro, Sócrates; el filósofo y catedrático francés Paul Ricoeur, en una entrevista que dio la RAI de Italia en 1989, dijo sobre Aristóteles lo siguiente:

El problema moral existe porque el hombre es un sujeto que actúa, que sufre, que puede tomar decisiones racionales; el problema de la ética es el de poner en relación la capacidad de razonar que hay en cada cual con la búsqueda de la felicidad. ¿Cuáles son los elementos intermedios que nos ayudan a hallarla? Aristóteles los reúne en un único concepto: la "virtud" Pero la palabra "virtud" en nuestro idioma ha llegado a tener una reputación lamentable. Por eso prefiero traducirla como "perfección": es decir, hacer bien lo que se hace. Aristóteles clasifica luego la virtud según el campo en que se puede ser perfecto, en que se puede ser el mejor, y plantea si se puede juzgar en este ámbito por haber obtenido un buen resultado. Las virtudes que propone son las asumidas por su época, introducidas en la educación por la lectura de la Ilíada y de la Odisea, de los trágicos y de los oradores. Por eso estudia la templanza, que es el buen uso de los deseos, del placer y del dolor, la magnanimidad, el valor, la justicia, la amistad -a la cual está dedicado el libro que prefiero entre los de la Ética a Nicómaco.  

En varios de mis artículos anteriores les he explicado que mi país, Venezuela, confronta en la actualidad una serie de problemas que la han llevado a la peor crisis de su historia, en lo que yo describo como una catástrofe material y moral; perdimos nuestra brújula ética, o en palabras del profesor de humanidades y autor español Luis Gonzalo Diez: “El destino político de una sociedad sin un –poder controlador- en su base es ser anegada por la lógica violenta, entusiasta y despótica de la República de la Virtud, de los que hoy denominamos totalitarismo.”
El profesor Gonzalo Diez se refiere a la falsa virtud, a la revolucionaria, una virtud absolutamente adulterada que ha resultado de la corrupción del lenguaje, se la he escuchado a Nicolás Maduro en sus discursos, él habla de la virtud que es instrumental, funcional para su ideología y propósitos que son oprimir a los venezolanos,  y que es el resultado de los delirios y excesos de la voluntad abandonada a su propio impulso.
Es mi intención con este tipo de artículos, volverles a mostrar a mis compatriotas el mapa y señalarles el camino para una buena vida, se trata de una ruta que fue trazada hace mucho tiempo, que está probada y que funciona.
El camino de la virtud verdadera no es fácil, pero debemos volver a él, el socialismo nos desgració la vida, trató de suplantar a la moral con unos preceptos revolucionarios, comunistas, de justicia social, igualitaristas, que nos condujeron al infierno; todavía podemos dar marcha atrás, podemos salvar al país, creo que hasta podríamos convertirnos en ejemplo de un rebote bien dado al mundo… pero todo depende de nosotros, y de las cosas que tenemos que proponernos, es dejar las malas juntas, y no pretender llegar a acuerdos con criminales, olvídense de que existe un chavista honesto, no existen.  -   saulgodoy@gmail.com



  






No hay comentarios:

Publicar un comentario