Fue a partir de la mitad del pasado siglo, en Inglaterra,
que se produce un movimiento dentro de la academia, que vuelve a poner sus
miras en la tesis de Aristóteles sobre la virtud ética, una idea que había
florecido y apagado varias veces en el transcurso de la civilización occidental
(en oriente, la estabilidad de la idea fue mucho más perdurable hasta el día de
hoy).
Lo que más me llamó la atención, es que surgió de un
importante número de mujeres filósofas anglosajonas entre las que se
encontraban Elizabeth
Anscombe Philippa
Foot, Iris Murdoch (sí, la novelista y filósofa), Rosalind Hursthouse, Linda Zagzebski, Christine Swanton, entre otras, que
conformaron un anillo de pensadoras dentro de la corriente analítica, que
dieron cuerpo y vigor a estas olvidadas ideas de la ética aristotélica.
Una parte de ellas fueron alumnas del Ludwig Wittgenstein,
Anscombe (quien es una de mis heroínas culturales y que pronto escribiré sobre
ella) no sólo fue una amiga y cercana colaboradora del autor del Tractatus, sino una de las albaceas de
su obra, la influencia del maestro austríaco se siente en todos los escritos
que he podido leer de estas pensadoras y déjenme decirles, que la combinación
Aristóteles-Wittgenstein es una poderosa herramienta para embarcarse en la
tarea de abrir nuevos caminos en esa jungla del pensamiento moral
contemporáneo.
Hay algunos filósofos que para explicar de manera
sencilla el mundo de la filosofía ética nos dice que desde el punto de vista
normativo existe la rama deontológica, que se ocupa de las normas y
obligaciones morales, por otro lado se encuentran los consecuencialistas, los
que estudian el comportamiento moral de quienes se miden por las consecuencias
de sus acciones, y por supuesto, los que creemos en la virtud, en esos
comportamientos signados por el buen carácter y acciones de gente que cree en
ser mejores seres humanos.
Esto no significa que haya otras muchas parcelas
del estudio moral y ético, están los utilitaristas, los epicúreos, los
conductistas, los nihilistas, los pragmáticos, y las distintas escuelas
surgidas de la neurobiología y que le asignan a los comportamientos morales y
éticos bases inminentemente bioquímicas, pero con las tres ramas mencionadas se
recogen una gran parte de los comportamientos éticos.
La deontología estudia las normas, principalmente
las que tienen carácter religioso como en el caso de los Diez Mandamientos, o
de normas laicas de comportamiento como podría ser las normas de etiqueta (que
si lo piensan con detenimiento tienen una profunda influencia moral), o las que
se exigen en algunas instituciones como en las militares, la masonería,
universidades, etc., en este sentido siempre necesitan una figura autoritaria
que les exija ese comportamiento, un tipo de juez o mediador.
Los consecuencialistas, miran principalmente a las
ganancias o pérdidas que pudieran producir los comportamientos y se van más por
la utilidad de los mismos, no solo para ellos personalmente sino para la
colectividad en general, el problema fundamental de los consecuencialistas es
que muchas veces no es posible medir de manera acertada, o se hace muy difícil
determinar que parte de la ganancia o la pérdida es más importante.
Los virtuosistas, tienden hacia la “sabiduría
práctica”, al contraste que se produce entre vicios y virtudes, hacia el
carácter general de las personas de tender hacia el bien, de hacer aquellas
cosas que los perfecciona como seres humanos, que los hace mejores personas y
por lo tanto felices y en armonía consigo mismos y su entorno.
La verdad, es que una persona común por lo general
actúa tomando siempre algo de estas tres ramas, no hay “puristas”, nuestras
acciones tienen un poco de estas tendencias o las circunstancias nos obliga a
inclinarnos más por una que por la otra.
Es prudente no confundir a las normas morales con
las jurídicas, son disciplinas diferentes y funcionan de distintas maneras, la
norma legal es un mundo aparte y requiere de otros estudios, aunque sin duda,
en algunos momentos la coincidencia entre lo jurídico y lo moral es inevitable.
Los orígenes del virtuosismo tienen su asiento
entre los griegos, principalmente con Platón y Aristóteles que sin duda
recogían tradiciones y conocimientos heredados de antecesores, de acuerdo a la
Enciclopedia de Filosofía de la Universidad de Cambridge hay tres conceptos
griegos que son fundamentales para entender la ética de la virtud, y son: arête, que es la excelencia o la virtud,
phronesis, la sabiduría práctica o
moral, y la más complicada eudaimonia,
que se ha traducido como florecimiento y felicidad.
Para no complicarme la vida ni yo a ustedes, les
voy hacer una traducción lo más cercana posible a la intención de sus autores,
lo tomo de la Enciclopedia de Cambridge ya mencionada:
Una
virtud es un rasgo superior del carácter. Es una disposición, bien estructurada
en su poseedor- algo que, diríamos va hasta el fondo, muy distinto a un hábito
como sería beber té- es un notar, esperar, valuar, sentir, desear, escoger,
actuar y reaccionar en cierta y particular manera. Poseer una virtud es ser un
tipo de persona con una construcción mental muy particular. Un aspecto
significante de esta determinación mental es aceptar a pecho una serie de
consideraciones como razones para la acción. Una persona honesta no puede ser
identificada sólo como como alguien, que por ejemplo, practica negociaciones
correctas y no hace trampa. Si estas acciones son realizadas simplemente porque
el agente piensa que ser honesto es la mejor política, o porque teme ser
descubierto haciendo lo contrario, en vez de reconocer “que hacer lo contario
es deshonesto” como principal razón, entonces no son acciones de una persona íntegra…
Una persona virtuosa tiene razones y hace decisiones con respecto a acciones
diversas que reflejan sus posiciones sobre lo que es transparencia, verdad,
engaño- son posiciones que se manifiestan sobre todas las otras actividades
cotidianas, e involucran reacciones emocionales… desaprueba la mentira, no le
gustan las historia de “vivezas”, desprecia o le da lástima aquellos que
triunfan por medio de los trucos en vez de la inteligencia…”
Las personas honestas, moralmente
educadas y dispuestas a una vida constructiva, no comparten con personas
inmorales o de dudosa conducta decisiones importantes para sus vidas, es por
ello que una persona virtuosa no anda con ladrones ni viciosos, sus hijos
estudian en colegios donde imparten una formación moral y ética adecuada, no le
permiten a malvivientes ni corruptos que se relacionen con sus vidas en ninguna
manera, y mucho menos, se sientan a negociar con tramposos y torturadores como
gobernar juntos.
La virtud tiene la ventaja sobre las
otras formas de moralidad de que no necesitan de un decálogo ni de libros que
le digan a uno lo que debe o no hacer, nace de ellos, de sus convicciones más
arraigadas, no requieren de una autoridad moral para que les diga que están
bien o mal, ni necesitan estar midiendo beneficios y costos, una persona
virtuosa actúa sobre las bases de su propio crecimiento y desarrollo moral, de
su experiencia, su norte es la excelencia, ser siempre mejores y aún en los
casos más difíciles que la vida les presente, siempre se inclinarán por actuar
de manera de que se produzca el mayor beneficio para sus personas y para los
demás.
La persona virtuosa jamás actúan en
contrario a sus verdaderos deseos o disposición, su actitud ni es forzada ni es
una pose, es su naturaleza, sus convicciones tampoco estarán sujeta a los ataques
de los postmodernistas, de esos pseudointelectuales que ponen en duda la
universalidad de los comportamientos morales, o tratan de deconstruir su
sentido por medio de giros lingüísticos, la virtud nada tiene que ver con la
relatividad de los términos, ya que son convicciones cimentadas en vivencias,
constitutivas del carácter.
Platón sostenía que las principales
virtudes de los atenienses eran justicia, coraje, piedad y sabiduría y todas se
las atribuía a su maestro, Sócrates; el filósofo y catedrático francés Paul
Ricoeur, en una entrevista que dio la RAI de Italia en 1989, dijo sobre Aristóteles
lo siguiente:
El
problema moral existe porque el hombre es un sujeto que actúa, que sufre, que
puede tomar decisiones racionales; el problema de la ética es el de poner en
relación la capacidad de razonar que hay en cada cual con la búsqueda de la
felicidad. ¿Cuáles son los elementos intermedios que nos ayudan a hallarla?
Aristóteles los reúne en un único concepto: la "virtud" Pero la palabra
"virtud" en nuestro idioma ha llegado a tener una reputación
lamentable. Por eso prefiero traducirla como "perfección": es decir,
hacer bien lo que se hace. Aristóteles clasifica luego la virtud según el campo
en que se puede ser perfecto, en que se puede ser el mejor, y plantea si se
puede juzgar en este ámbito por haber obtenido un buen resultado. Las virtudes
que propone son las asumidas por su época, introducidas en la educación por la
lectura de la Ilíada y de la Odisea, de los trágicos y de los oradores. Por eso
estudia la templanza, que es el buen uso de los deseos, del placer y del dolor,
la magnanimidad, el valor, la justicia, la amistad -a la cual está dedicado el
libro que prefiero entre los de la Ética a Nicómaco.
En varios de mis artículos anteriores
les he explicado que mi país, Venezuela, confronta en la actualidad una serie
de problemas que la han llevado a la peor crisis de su historia, en lo que yo
describo como una catástrofe material y moral; perdimos nuestra brújula ética,
o en palabras del profesor de humanidades y autor español Luis Gonzalo Diez: “El destino político de una sociedad sin un
–poder controlador- en su base es ser anegada por la lógica violenta,
entusiasta y despótica de la República de la Virtud, de los que hoy denominamos
totalitarismo.”
El profesor Gonzalo Diez se
refiere a la falsa virtud, a la revolucionaria, una virtud absolutamente
adulterada que ha resultado de la corrupción del lenguaje, se la he escuchado a
Nicolás Maduro en sus discursos, él habla de la virtud que es instrumental,
funcional para su ideología y propósitos que son oprimir a los venezolanos, y que es el resultado de los delirios y
excesos de la voluntad abandonada a su propio impulso.
Es mi intención con este
tipo de artículos, volverles a mostrar a mis compatriotas el mapa y señalarles
el camino para una buena vida, se trata de una ruta que fue trazada hace mucho
tiempo, que está probada y que funciona.
El camino de la virtud verdadera
no es fácil, pero debemos volver a él, el socialismo nos desgració la vida,
trató de suplantar a la moral con unos preceptos revolucionarios, comunistas,
de justicia social, igualitaristas, que nos condujeron al infierno; todavía
podemos dar marcha atrás, podemos salvar al país, creo que hasta podríamos
convertirnos en ejemplo de un rebote bien dado al mundo… pero todo depende de
nosotros, y de las cosas que tenemos que proponernos, es dejar las malas juntas,
y no pretender llegar a acuerdos con criminales, olvídense de que existe un
chavista honesto, no existen. - saulgodoy@gmail.com
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