jueves, 9 de enero de 2020

Contener el fanatismo fundamentalista




No entiendo como existen personas que piensan que se puede convivir, tratar, llegar a acuerdos con el fanatismo y su desmedida creencia de que puede prevalecer en sus opiniones y visión del mundo por sobre el resto de la humanidad; sin importar argumentos, evidencias o hechos, siempre defenderá su posición a costa de lo que sea, privilegiando actitudes y posiciones irracionales.

Pero es peor cuando el fanatismo se hace fundamentalista, cuando las creencias religiosas privan sobre todas las demás y sucede, como en el caso del movimiento de pureza islámica, mediante la aplicación estricta de la ley coránica en la sociedad, obligando al mundo no islámico a respetar su supuesta superioridad, imponiendo sus estilos de vidas y costumbres, donde quiera se encuentren, sumando el agravante de que los jefes religiosos, que han tomado el poder político-militar en sus naciones, han amenazado con una guerra sagrada de conquista al resto del mundo con el fin de convertirlos a la verdadera fe o destruirlos.
El Islam es un pensamiento religioso que se apropia de todas las demás formas de actuación de vida; una vez que estas creencias entran el mundo de la persona, invaden su ámbito familiar, su actividad profesional, sus relaciones sociales y políticas. El islamismo va permeando e introduciéndose por cada intersticio de la cultura en que vive, transformándola, se hace parte de un movimiento mundial de reclamos de derechos y espacios con pretensiones hegemónicas y, casi sin darse cuenta, el creyente se convierte en predicador, en militante de una orden cuya misión es captar creyentes.
Este empeño en la defensa y publicidad de sus creencias ha llegado a extremos en múltiples ocasiones, como sería el uso del terrorismo, la guerra de exterminio y la inmolación suicida de sus miembros en nombre de su Dios, lo que implica que llegado altos niveles de indoctrinación, en que los individuos pierden toda consideración y valor a la presente vida, en aras de una vida trascendente, más allá de la muerte, en paraísos donde la felicidad es eterna.
Este tipo de fanatismo es sumamente peligroso, pues arropa los territorios donde se les permite permanecer y dominan rápidamente a cualquier otra forma de organización social; se trata de creencias que mantienen a sus fieles en un constante estado de alerta y preparación para la guerra, el mundo se divide en ellos, los hijos del verdadero y único Dios, los convertidos, o los pueblos que han sido dominados y son sus súbditos, y los infieles, o sea, el resto de nosotros que vivimos en el pecado y la ignorancia.
Las guerras sagradas necesitan de guerreros sagrados, de servidores a Dios que están en estado de gracia, como no la tiene otro mortal. Irán ha estado sumida en guerras, prácticamente desde su conformación como un estado moderno; aparte del interludio con el Shá Reza Pallevi, Irán no ha conocido otra forma de gobierno que el de los Ayatola, los líderes religiosos del islamismo chiita,  y personajes como el que fuera el Mayor General Gassem Soleimani, Comandante de las Fuerzas Armadas de Irán, el hombre fuerte del islamismo radical, todos guerreros en una lucha por la conquista del mundo que nunca termina hasta la consecución del califato universal.
Muchas personas opinan que Soleimani era el muro de contención del Estado Islámico (ISIS) en la región, pero su conducta era ambigua, manejaba importantes recursos con los que alimentaba no sólo grupos radicales sino conflictos en otros países; los árabes nunca se sintieron seguros con su presencia en la política del Medio Oriente, tampoco los cristianos y judíos, recordemos también, que es con él que por primera vez se da una internacionalización de sus grupos de fuerzas especiales, porque envió contingentes de sus guerreros y expertos en seguridad a distintos países del mundo, entre ellos el nuestro, Venezuela… estas fuerzas especiales iraníes se destacan por conformar uno de los principales anillos de seguridad del tirano Maduro.
Los EEUU tenían años haciéndole seguimiento, pues era uno de los operadores más activos y secretos de la insurgencia islámica; Soleimani había construido una extensa red de operaciones en Siria, Libano, Sudán, Irak, Yemen, Arabia Saudita, Emiratos Árabes, sus ojos y oídos tenían alcance hasta Afganistán, India y buena parte del Sureste Asiático y del norte de África.
La pertenencia de Irán a la OPEP, el haber podido dominar algunas etapas primeras del desarrollo nuclear, y al contar con una ingeniería más o menos destacada en la construcción de armamentos, le dieron una fama inmerecida como potencia regional, que fue puesta a prueba en varios conflictos bélicos, entre ellos la cruenta guerra con Irak (1980-88), con bajas cercanas al millón de personas entre ambos bandos, y una guerra de trincheras, en combates casi cuerpo a cuerpo, con usos de gases venenosos y armas bacteriológicas.
Durante los 62 años de vida del General Soleimani, Irán se convirtió en una generadora de inestabilidad política para toda la región, llegó a tener el ejército con mayor proyección y capacidad, y no fue en vano toda esa historia de conflictos de Irán con las principales potencias del momento, Rusia, Alemania, Francia, Inglaterra, los EEUU, Israel… los persas vieron y sufrieron en su suelo la marcha de distintos ejércitos, por razones geopolíticas, coloniales, por asuntos energéticos, por guerras religiosas, ha sido una de los puntos más calientes del planeta, políticamente hablando, a través de la historia.
Pero fue el gobierno de los Ayatolas el que produjo las condiciones que impulsaron a que se convirtiera en un vector de violencia; fueron gobiernos totalitarios, opresivos, sin ningún tipo de libertades para su población, que se han distinguido por violar todos los derechos humanos en existencia… el control es absoluto y, para ello, cuentan con una policía siempre vigilante y un ejército preparado para inmolar la vida por su fe.
Soleimani escaló posiciones rápidamente en el seno de la Guardia Revolucionaria y se concentró en las fuerzas élite Al Quds; prestó todo su conocimiento en inteligencia, subversión y operaciones encubiertas para montar una extensa red operativa, compuesta de los más disímiles elementos, entre ellos grupos radicales como Hezbolah en el Líbano, ISIS en Irán y Siria, el grupo rebelde Houthi del Yemen, Hamas y la milicia yihadista de Palestina, entre otros, quienes recibían ayuda financiera, armas y entrenamiento de sus redes.
Estuvo involucrado directamente en las guerras de Irak y Siria, defendiendo con sus milicias al presidente Bashar al-Assad, tuvo protagonismo en la guerra del Líbano; en Yemen, su presencia era un factor importante en la piratería de tanqueros y barcos de carga en el estrecho de Ormuz; le ha causado una gran cantidad de bajas a las fuerzas israelíes, norteamericanas, de Arabia Saudita, y preparó atentados, asesinatos selectivos, secuestros, marchas en contra de embajadas, manipulaba información y fake news en los medios de la región; la mayor parte de las armas, sobre todo cohetes y misiles de mediano alcance, usados en estos conflictos regionales provienen de sus depósitos.
Es por todo esto que, desde el 2011, ya era denunciado como terrorista por los gobiernos de USA e Israel, y el año pasado, el presidente Trump declaró grupo terrorista a todo el grupo Al Quds. El presidente Obama tuvo una serie de inexplicables errores de apreciación cuando tuvo que lidiar con este personaje, aparentemente por temor, y prefirió darle dinero al gobierno de Irán para apaciguarlo, en vez de terminar definitivamente sus correrías en contra de los intereses de occidente… tuvo sus oportunidades de hacerlo y no quiso.
Pero ahora, el partido Demócrata, en una actuación ilógica y con un gesto que muy pocos entendemos, anda exigiéndole al presidente Trump “explicaciones sobrias” sobre su actuación en dar de baja a este terrorista que ha asesinado a tantos norteamericanos. Se entiende la animadversión que pudieran sentir por un competidor político, que los tiene pasando tanto trabajo, pero es muy difícil de pasar que traten de entorpecer el deber de un presidente de defender a su pueblo y los legítimos intereses de su nación.
El partido Demócrata y sus representantes en el Congreso, están amarrándole las manos al único hombre con el poder y la decisión en este difícil momento de defender a occidente en contra del fundamentalismo islámico y su expresión terrorista, ya desde hace mucho tiempo Irán cuenta con una avanzada en Latinoamérica, gracias a los gobiernos de Raúl Castro en Cuba y Nicolás Maduro en Venezuela, varios analista tememos que incluso, dentro de las filas de los Demócratas ya existan personas infiltradas defendiendo la causa de los Ayatolas por encima de los intereses norteamericanos.
Trump actuó como un patriota al momento de ponerle fin a una amenaza cierta, presente e inmenente; estoy seguro de que existen la inteligencia y las evidencias que justificaron esta acción y que ambas son suficientes, pero la actitud de los demócratas indica un grado preocupante de desapego y consideración por la vida de sus compatriotas, al punto que algunos observadores nos sintamos incómodos ante una posición tan absurda y desconsiderada sobre un funcionario que solo está haciendo su trabajo y cumpliendo con su deber. La ineludible pregunta: ¿Dónde estará el verdadero interés?   -     saulgodoy@gmail.com






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