La política
es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y
aplicar después los remedios equivocados.
Groucho Marx
Fue quizás uno de los cómicos más geniales de la historia del
espectáculo, probablemente desconocido hoy en día por el público, lo normal es
que se le conozca por sus películas, la mayor parte en blanco y negro, y que
para el humor de hoy, aquellas poses y rutinas parecieran fuera de lugar, pero
fue uno de los humoristas norteamericanos que marcó el oficio de una manera tan
definitiva, que todavía es estudiado por las nuevas generaciones del stand up comic, que son las
presentaciones en solitario, de los
humoristas haciendo un monólogo frente al público.
Una buena parte de la obra de Groucho Marx (1890- 1977) consistía
en presentaciones de teatro que hacía con sus hermanos Harpo, Chico, Zeppo y
Gummo, hizo mucha radio y tuvo un éxito arrollador en los comienzos de la
televisión; fue muy famoso, hizo mucho dinero, y vivió una vida larga y
complicada, dejando tras de sí a una verdadera leyenda.
Su marca personal eran el mostacho falso, sus lentes y el eterno
tabaco en la boca, su estilo de caminar, a paso de ganso, era también muy
particular, pero su magia le venía de una brillante inteligencia y una
habilidad con las palabras, y ese humor corrosivo que desarmaba toda lógica y
destornillaba la risa.
Afortunadamente, al final de su vida la Biblioteca del Congreso le
pidió que les donara sus cartas personales, y Groucho terminó accediendo, pues
no solo se había convertido en un fino escritor, sino que su vida social se
revolvía alrededor de escritores, con quienes gustaba departir largas veladas y
donde el humor era rey, arrancando carcajadas en los restaurantes, clubs o en cualquiera
de sus casas bien fuera en California o New York, donde reunía a los mejores
guionistas, libretistas, literatos, que vivían del espectáculo en Hollywood o en
Broadway.
Hubo un episodio que les quiero relatar hoy, que tiene que ver con
sus cartas, más que con sus actuaciones, pero que retratan a cuerpo completo a
uno de los más grandes “jodedores” que haya existido, se trata del impase que
tuvo con los estudios de la Warner Brothers, los productores de películas más
poderosos de su época, y que quienes se enteraron contuvieron el aliento ante
un desenlace fatal, entre lo que parecía unja pulga en contra de un elefante.
En una ocasión, corría el año de 1946, los Hermanos Marx se
disponían a rodar la película Una noche
en Casablanca, cuando recibieron una carta del Departamento Jurídico de la
Warner Brothers, hacía cinco años la productora había realizado Casablanca y los amenazaba con
demandarlos si usaban el nombre en su trabajo, Groucho se encargó de
responderles:
Queridos Warner Brothers:
Al
parecer hay más de una forma de conquistar una ciudad y de mantenerla bajo el
dominio propio. Por ejemplo, hasta el momento en que pensamos en hacer esta
película, no tenía la menor idea de que la ciudad de Casablanca perteneciera
exclusivamente a los Warner Brothers. Sin embargo, pocos días después de
anunciar nuestra película recibimos su largo y ominoso documento legal en el
que se nos conminaba a no utilizar el nombre de Casablanca. Parece ser que en
1471, Ferdinand Balboa Warner, su tatarabuelo, al buscar un atajo hacia la
ciudad de Burbank, se tropezó con las costas de África y, levantando su bastón
(que más tarde cambió por un centenar de acciones en la bolsa), las denominó
Casablanca. Sencillamente, no comprendo su actitud. Aun cuando pensaran en la reposición
de su película, estoy seguro de que el aficionado medio al cine aprendería
oportunamente a distinguir entre Ingrid Bergman y Harpo. No sé si yo podría,
pero desde luego me gustaría intentarlo. Ustedes reivindican su Casablanca y
pretenden que nadie más pueda utilizar este nombre sin su permiso. ¿Qué me
dicen de «Warner Brothers»? ¿Es de su propiedad, también? Probablemente tengan
ustedes el derecho de utilizar el nombre de Warner, pero ¿y el de Brothers?
Profesionalmente, nosotros éramos «brothers» mucho antes que ustedes… e incluso
antes de nosotros ha habido otros hermanos: los Smith Brothers; los Karamazov
Brothers; Dan Brothers, un centrocampista del Detroit… Y
ahora, Jack, hablemos de usted. ¿Diría usted que es el suyo un nombre original?
Pues no lo es. Se utilizaba mucho antes de nacer usted. Sobre la marcha,
recuerdo a dos Jacks: había el Jack de Jack and the Beanstalk y Jack el Destripador, que
se hizo un bonito renombre en su día… Todo eso parece acabar en una diatriba
más bien amarga, pero les aseguro que no es ésta mi intención. Me gustan los
Warner. Algunos de mis mejores amigos están en Warner Brothers. Es posible
incluso que cometa una injusticia y que ustedes mismos no sepan nada en
absoluto sobre la actitud de ese seudo Wanger que nos escribe. No me
sorprendería nada descubrir que los jefes de departamento jurídico desconocen
esta absurda contienda, puesto que conozco a muchos de ellos y son unos tipos
estupendos de pelo negro y rizado, traje cruzado y un amor hacia el prójimo que
requetesaroyanea al propio Saroyan. Tengo la sospecha de que ese intento de
impedirnos la utilización del título es la brillante idea de algún picapleitos
con hocico de hurón que esté haciendo un breve aprendizaje en su departamento
jurídico. Conozco bien al tipo: recién salido de la facultad de derecho,
sediento de éxito y demasiado ambicioso para seguir las leyes de la promoción
natural. Probablemente ese siniestro abogaducho habrá aguijoneado a sus
representantes legales, muchos de los cuales son unos tipos estupendos de pelo
negro y rizado, traje cruzado, etc., para que trataran de impedírnoslo. ¡Pues
no se saldrá con la suya! ¡Contenderemos con él hasta el tribunal supremo!
Ningún aventurero legal con la cara tiznada va a llevar la animosidad entre los
Warner y los Marx. Todos somos hermanos debajo de nuestro pellejo y seguiremos
amigos hasta que el último rollo de A Night in Casablanca esté metido en su bobina.
La
carta es más larga pero el asunto es, que la misma desconcertó a los abogados
de la Warner Brothers, quienes respondieron pidiéndoles que les resumieran la
historia con el fin de llegar a un acuerdo, de nuevo Groucho les responde:
Queridos
Warner:
No
puedo contarles gran cosa sobre el argumento de la película. En ella interpreto
a un doctor en teología que asiste a los nativos y, como pasatiempo, vende como
charlatán abrelatas y chaquetones de marinero a los salvajes de la Costa de Oro
africana. Cuando encuentro por primera vez a Chico, éste trabaja en una taberna
y vende esponjas a los clientes habituales, incapaces de soportar su dosis de
alcohol. Harpo es un cadí árabe que vive en una pequeña urna griega en los
arrabales de la ciudad. Cuando empieza la película, Potaje, una tímida nativa,
está afilando flechas para una cacería. Paul Resaca, nuestro héroe, enciende
continuamente dos cigarrillos a la vez. Evidentemente, ignora los
racionamientos de tabaco. Hay muchas escenas esplendorosas y de violentas
rivalidades, y Color, un joven mensajero abisinio, dirige el Tumulto. El
Tumulto, por si nunca han estado allí, es un pequeño night club de las afueras
de la ciudad. Podría contarles mucho más, pero no quiero estropearles el
placer. Todo ello ha recibido el visto bueno de la Oficina Hays, «Good Housekeeping»
y los supervivientes de los Tumultos del Haymarket; y si la ocasión es
propicia, esta película puede ser el cañonazo inicial de un nuevo desastre
universal.
Cordialmente,
Groucho Marx
Pero
los abogados insisten en obtener más detalles del argumento, Groucho les vuelve
a escribir:
Queridos
Brothers:
Siento
comunicarles que, desde la última vez que les escribí, ha habido algunos
cambios en la trama de nuestra nueva película A Night in Casablanca. En la nueva versión hago el
papel de Burdel, la novia de Humphrey Bogart. Harpo y Chico son vendedores
ambulantes de alfombras que están hartos de desenrollar alfombras y entran en
un monasterio en busca de picos pardos. Pero se llevan un buen chasco, puesto
que no ha habido picos pardos en el lugar durante los últimos quince años.
Enfrente de ese monasterio, junto al muelle, hay un hotel que mira al mar,
atestado de damiselas de fresca tez, la mayoría de las cuales han sido vetadas
por la Oficina Hays por busconas. En el quinto rollo, Gladstone hace un
discurso que conmociona la Cámara de los Comunes e inmediatamente el Rey pide
su dimisión. Harpo se casa con un detective de hotel; Chico dirige una granja
de avestruces. La amiga de Humphrey Bogart, Burdel, se convierte en una
Bacall-girl. Como pueden ver, se trata de un argumento muy chapucero. Lo único
que puede salvarnos de la extinción es que siga el racionamiento de películas.
Afectuosamente, Groucho
Marx
Ese
fue el final de aquel famosísimo careo, que terminó con el silencio de Warner
Brothers y la realización de la exitosa película de los Hermanos Marx.
Groucho
Marx representa para muchos norteamericanos el sueño americano personificado,
un muchacho judío que vino de una de las familias de emigrantes más pobres de
toda New York, que escaló a pulso el estrellato en una de las carreras más
difíciles y competidas de su tiempo, todo a fuerza de su genio y una voluntad
de hierro, la pobreza de su infancia lo marcó para toda la vida “Teníamos un baño para diez personas,
afortunadamente, supimos bastante tarde que aquello era ser pobre”, y
aunque renunció a una educación formal temprano en su vida, fue un lector
voraz.
Trabajó
desde muy joven con sus hermanos en una especie de troupe montando shows en la
calle, luego su madre los organizó para que se iniciaran en los vaudevilles
como intérpretes de relleno, Groucho cantaba y tocaba la guitarra, aunque fue
su sentido del humor lo que arrastraba al grupo familiar, bailaban, cantaban,
hacían chistes, montaban escenas cómicas.
Y
gracias a que eran hermanos y existía la confianza, empezaron a desarrollar una
forma de comportamiento fuera del escenario, entre ellos, lleno de bromas y
comentarios sarcásticos que hacía de lo más natural sus comentarios absurdos,
que hacían reír a la gente dándoles oportunidad no sólo de estar trabajando
siempre en material nuevo para sus shows, sino en obtener un dominio sobre su
público bajo diversas circunstancias.
Tuvieron
que viajar mucho y atravesar por situaciones bastantes particulares cumpliendo
con sus contratos, pero aquel rose con variados públicos, temperamentos y
situaciones les fueron dando el conocimiento de que gustaba y que funcionaba,
hasta que pudieron encontrar obras que los mantuvieron a flote por un buen
tiempo, algunas durante años.
La
palabra, el chiste, el comentario ocurrente, eran sus herramientas de trabajo
pudieron elaborar espectáculos que encajaban en el gusto popular, ya tenían
suficiente dinero para contratar libretistas y pulir sus actos, y estaban en
pleno ascenso cuando vino el crack financiero de 1929, Groucho era quien
manejaba las finanzas y había invertido el dinero en la bolsa, se fueron
inmediatamente a la ruina, pero afortunadamente tenían shows en cartelera que
podían mantenerlos mientras amainaba el desastre.
Groucho
acostumbraba a decir: “Hijo mío, la
felicidad está hecha de pequeñas cosas: un pequeño yate, una pequeña mansión,
una pequeña fortuna…” y con eso en mente le apostó al cine sonoro, que en ese
momento hacía su debut en el mundo del espectáculo, y con tenacidad e
inteligencia fueron haciéndose un nombre entre las marquesinas de las salas de
cine.
Para
hacerles la historia corta, la debilidad de Groucho por las mujeres lo llevaron
a reincidir en tres matrimonios con mujeres gentiles, los tres matrimonios
terminaron en desastres tantos personales como financieros, una cuarta mujer lo
enloqueció en sus últimos años, e igual terminó en tragedia, “El matrimonio es la principal causa del
divorcio”, pero nunca siguió su propia conseja.
A
Groucho le gustaba la jardinería, en una ocasión estaba haciendo el jardín
frente a su casa mientras su esposa estaba ocupada adentro, atendiendo a sus
hijos, y pasó una señora quien lo tomó por un jardinero cualquiera, y le
preguntó cuánto cobraba por su día de trabajo, y le respondió inmediatamente “Nada de dinero, la señora de la casa me
permite meterme en la cama con ella”.
Murió
a los 87 años, rico, con varios juicios pendientes, con un premio Oscar por
toda una vida en el cine, con millones de admiradores que lamentamos su partida
y unas historias que son para morirse de la risa.
Por
cierto, el título de éste artículo, es el epitafio que está escrito sobre su
tumba. - saulgodoy@gmail.com
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