Estas situaciones de emergencia humanitaria provocada por
pandemias, son escenarios perfectos para la imposición de estados de excepción;
por motivos de seguridad extrema, el estado toma medidas de urgencia que
implican el uso de la fuerza para contener una enfermedad contagiosa,
restringiendo la movilidad de los ciudadanos, imponiendo cuarentenas, haciendo
detenciones de personas supuestamente infectadas, obligando a las comunidades a
tratamientos compulsivos, deteniendo los procesos migratorios, interviniendo en
los comercios y operaciones de las industrias, confiscando material sanitario,
imponiendo un control férreo sobre las comunicaciones y la información sobre el
posible contagio, y otras medidas, que implican someter a la población a unos
parámetros de comportamiento y vida inusuales a la normalidad.
Estos protocolos de actuación de los estados bajo estas
circunstancias extraordinarias son una bendición para estados totalitarios, en
especial para gobernantes con una retorcida noción del poder, donde sólo el
ejercicio del poder único y unilateral, es la forma de reconocerse como
autoridad, son ocasiones donde el poder absoluto es la regla y donde el tirano
o dictador se siente más a gusto, de hecho, es cuando esos psicópatas ungidos
de autoridad no dejan de sentir placer, muchas veces muy cercanos al orgasmo
sexual, para ejercer su voluntad.
Este tipo de situaciones, que están reguladas por normas
internacionales y donde se espera que cada nación, en uso de su propio estado
de derecho, que debería prevalecer por sobre la voluntad de los gobiernos en el
manejo masivo de la emergencia, para garantizar derechos mínimos y
posibilidades de defensa del ciudadano en contra de la voluntad de un estado
omnímodo en estas circunstancias, pueda encontrar el justo balance entre el
manejo de la situación y la prevalencia de las leyes internas que permitan una
vida y trato digno dentro de las circunstancias.
Ese “deber ser” en muchos casos contrasta con la
realidad, los mandatarios y sus mandantes abusan del estado de excepción y lo
aprovechan para “corregir” ciertos defectos políticos, acallar voces
disidentes, silenciar a la oposición, desmovilizar las protestas y asegurar su
presencia en comunidades descontentas, esto, acompañado de los usos de la
fuerza supuestamente justificada por el evento en curso, lo que se busca es
fortalecer el posicionamiento del gobierno y extinguir en lo posible la
protesta o por lo menos, debilitar al máximo al contendor político, otros gobiernos
autoritarios aún más malvados, lo aprovechan para el pillaje.
No puedo hablar de los demás países de los que sólo
pudiera hacerlo de manera referencial, de esas enormes contenciones de
población como las ocurridas en China, en Italia, en España, pero si puedo
hablar de las experiencias en mi país, Venezuela, donde este tipo de
emergencias son recurrentes motivadas entre otras causas por un régimen de
gobierno militarista totalitario, una economía arruinada por el socialismo, y
una escasez crónica de los elementos más básicos para la vida, y si a esto
aunamos los eventos catastróficos como grandes inundaciones y deslaves,
epidemias recurrentes de infecciones endógenas, sequías e incendios forestales,
sismos, supuestas guerras comerciales, bloqueos económicos e intentos de golpe
de estado en contra de los gobernantes socialistas del siglo XXI.
Contamos con un gobierno que mantiene la hegemonía comunicacional
para desinformar y engañar al pueblo, hacer propaganda, minimizar sus errores y
carencias, y al mismo tiempo nos encontramos con un país versado en emergencias,
sin liderazgo cuando estas ocurren y sin una estructura de comunicaciones donde
los sucesos y contingencias puedan ser conocidos al momento, las personas
actúan por instinto lo que podría ser fatal, pero la suerte nos ha favorecido
hasta el momento, pero ¿Hasta cuándo? Esa es la gran pregunta.
Desde hace más de veinte años Venezuela ha estado en una
continua movilización de gente y recursos bajo la presunción de amenazas de la
más variada índole, y es que todo lo que nos ocurre, según el gobierno
revolucionario, es porque tenemos enemigos en el mundo que no se detienen en sus
ganas de hacernos daño, sobre todo por parte de las naciones imperialistas y
capitalistas, que ven nuestro socialismo como una amenaza, debido a que la
gente, incluyendo los nacionales de esos países capitalistas y del primer
mundo, supuestamente quieren vivir como nosotros, sin agua, sin luz, sin
comunicaciones, sin dinero, con una enorme inflación, sin libertades, pero a Dios
gracias, y según el gobierno socialista, dedicados a la formación comunitaria,
entregados en cuerpo y alma a las delicias de la revolución bolivariana.
El mundo ve y se entera de cómo vivimos los cubanos y los
venezolanos, por medio de esa propaganda ideológicamente conducida, ayudándonos
mutuamente, ellos enviándonos a “los mejores médicos del mundo”, y nosotros
surtiéndolos de petróleo y oro, en una mancomunidad que se ha convertido en la
semilla de una posible integración latinoamericana de naciones, para la
contemplación del marxismo y la consecución de la paz en el mundo, sino que lo
digan Moisés Naím y Bernie Sanders en los EEUU, quienes están en la lucha por
convencer a nuestros hermanos norteamericanos, que nuestra forma de vida y
nuestros gobiernos son lo mejor que nos ha podido suceder, una unión que ha
sido bendecida hasta por el Papa Francisco como su visión del futuro de la
humanidad.
Desde el punto de vista de las comunicaciones (mi
especialidad) he tenido la curiosidad y el interés de educarme en el manejo de
la información en casos de emergencia, que es uno de los momentos más delicados
en el manejo de la información apropiada y oportuna, donde se pone en juego la
credibilidad de un gobierno y su efectividad para combatir peligros, tales como
una amenaza de infección masiva, con su secuela de vidas perdidas y desastre
económico.
En el año 2004, en Singapur se dio una importante reunión
de la Organización Mundial de la Salud (OMS) con expertos mundiales en
comunicaciones durante y para contaminaciones de plagas e infecciones masivas,
ya había un cúmulo de experiencias mundiales en contagios de epidemias del más
variado tipo, el SARS que es el síndrome severo respiratorio ocurrido en China,
la rara fiebre hemorrágica de Marburg, el contagio de Ebola en África, la
encefalopatía espongiforme bovina (las vacas locas), la gripe aviar asiática,
el hantavirus pulmonar en Brasil, incluso el contagio provocado como acto
terrorista en la ciudad de New York con esporas del Basilus anthracis (Antrax) enviadas por correo, esto sin mencionar
las epidemias recurrentes de enfermedades endógenas como la malaria, la
tuberculosis, el polio, la hepatitis, el sarampión, que cuando se descuida su
vigilancia y control, reinciden en los países con su secuela de afectados.
Esta situación de contagios de epidemias refleja una
realidad inocultable, y es la vulnerabilidad del ser humano, de los animales y
cosechas de los que depende para su alimentación, a las diversas infecciones
bacterianas y de virus que conviven con nosotros y que en el momento menos
pensado, se salen de control y aparecen los contagios.
En esa reunión de Singapur donde participaron médicos
antropólogos, se recogieron en una serie de documentos, entre los que destaca la
importancia que tiene la confianza de los ciudadanos en las posibles respuestas
y acciones que sus gobiernos en estas emergencia, tan necesarios para la
sobrevivencia de las poblaciones y la conservación de las economías de las
naciones, porque una de las consecuencias de un contagio severo puede ser la destrucción
de algunas cadenas productivas, entre ellas la agricultura y el turismo, con su
secuela de miseria y desabastecimiento.
Los contagios por epidemias generan una gran ansiedad en
la población y cuando la información no es confiable, se empiezan a producir
situaciones de gran confusión y que pudieran desatar en pánico colectivo con
consecuencias impredecibles; la importancia de voceros e información útil y de buena fuente es de
gran valor al momento en que empiezan a producirse muertes, confiscaciones y
destrucciones de ganados y cosechas, aislamientos de poblaciones y cuarentenas.
Muchas de estas medidas son tomadas con el fin de salvar
vidas, evitar el contagio y finalmente detener la epidemia, es decir, minimizar
el costo humano mientras se combaten estas enfermedades, pero si por el
contrario, los gobiernos la utilizan para adelantar ventajas políticas y
consolidar su poder, es probable que resulte en un desastre de mayores
dimensiones.
Estos grupos de estudio han encontrado maneras de
canalizar positivamente esas energías desatadas por el miedo, la vocería
autorizada debe ser competente en asuntos sanitarios no simples políticos o
personalidades del espectáculo, los expertos médicos deben ocupar un lugar
relevante tanto en la planificación como en la ejecución de las medidas, que
puedan transmitir la información cierta y en lenguaje asequible a la población
para que sepa cómo defenderse de estos brotes epidemiológicos y evitar el
contagio.
Sólo un gobierno irresponsable y oportunista aprovecharía
estas fatales circunstancias para adelantar sus agendas políticas, aprovechar
el miedo para tratar de hacer propaganda, favorecer intereses e ideologías,
expoliar los bienes de la nación, robar el tesoro nacional, presionar por cambiar
condiciones políticas utilizando la epidemia como amenaza o ficha de
negociación, aprovechar el momento para lavarse la cara y hacerse pasar por lo
que no es, pero más inhumano y criminal sería tratar de engañar a la gente,
mintiendo sobre el origen de la enfermedad o el dar a conocer medicinas y
tratamientos poco confiables o promover remedios que no han sido probados
efectivamente contra la enfermedad.
A nuestro país le ha tocado vivir situaciones harto
difíciles en medio de circunstancias extremas de crisis económica y política,
el gobierno socialista, desesperado en su propia sobrevivencia ha recurrido a
estratagemas donde no tiene en cuenta el bien común ni la seguridad de la
nación, no tiene liderazgo ni credibilidad alguna, e insiste en desplazar a
quienes son expertos y están informados para el manejo de esta emergencia, por
personas con prontuarios criminales, ignorantes del tema y que han dicho
mentiras de manera pública y constante.
De allí que en estos tiempos de la epidemia del
coranavirus, recomendar prácticas sanitarias imposibles de cumplir porque no
hay agua potable para lavarse las manos, por ejemplo, u obligar al uso de
mascarillas de protección que tienen un alto costo y son difíciles de
conseguir, o hacerse pruebas de laboratorio cuando no existen reactivos ni los
“kits” para hacer los exámenes, o designar hospitales que han estado cerrados y
abandonados como centros para la atención de la crisis, o pretender suspender
actividades cotidianas para que la gente se conecte por internet para que las
clases sean realizadas a distancia o los trabajos se ejecuten remotamente,
sabiendo el calamitoso estado de las plataformas de comunicación del país que
no están en capacidad de soportar ese tráfico de data, es una burla a la
inteligencia, son medidas todas que reflejan un profundo desprecio por la vida
humana y una falta de respeto hacia el ciudadano.
Afortunadamente el venezolano cuenta con una gran
resiliencia, una experiencia invalorable en la ayuda mutua, una organización
social de base en las comunidades que ha resultado invalorable al momento de
atender estas recurrentes emergencias en las que el estado socialista lo que ha
hecho es provocarlas, agravarlas o ignorarlas; los venezolanos ya tenemos más
de una década sin un gobierno funcional y preocupado por nuestro bienestar,
estamos solos, y aunque es una gran desventaja vivir bajo un régimen que lo
único que le importa son sus intereses, hemos probado una y otra vez que el
venezolano es duro de matar, y que al final de esta prueba de sobrevivencia
prevaleceremos y construiremos un gran país.
- saulgodoy@gmail.com
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