Dame una generación
de jóvenes y transformaré el mundo.
- Vladimir Lenin
Bajo el manto protector de la libertad de expresión y de
la libre circulación de las ideas, sobre todo en el ámbito académico e instituciones
políticas y desde hace varias décadas, se han asentado una serie de conceptos y
argumentos, a veces todo un sistema de doctrinas, que van contra la democracia
y los principios fundamentales de las libertades humanas, adueñándose de las
instituciones educativas del país y promocionadas como las únicas ideas que
pueden y merecen discutirse, discriminando, y prácticamente borrando de la
academia los otros planteamientos en contrario.
Son ideas que, si no son tratadas con el cuidado y el
rigor, por su condición de tóxicas, totalitarias y peligrosas, pudieran hacerle
mucho daño a personas desprevenidas, que se lanzan a su estudio sin tener un
criterio que les permita valorarlas en su justa dimensión, sobre todo porque
inducen al fanatismo y a la militancia en su defensa, ciegan a sus cultores con
argumentos falaces, esclavizándolos.
Son escuelas de pensamiento que, si no son presentadas
con la atención y el cuidado que requeriría manipular un veneno o una sustancia
altamente radioactiva, pudieran hacer mucho daño, sobre todo en aquellos que
buscan instrucción y una buena educación.
Tal es el caso del marxismo y todas sus derivaciones,
tanto las radicales como podría ser la Teología de la Liberación, como las más
“potables” como el socialismo o todas esas fórmulas progresistas que abundan en
el mercado de las ideas, que deberían ser tratadas en conjunto con una crítica
bien estructurada y ser contrastadas con ideas divergentes como pudiera ser el ideario
del liberalismo clásico capitalista o la teología dogmática de autores como
Ratzinger con el fin de, contrastar sus postulados y propuestas, que deberían
pasar por la tutela de una observación imparcial que vele por la ponderación de
sus contenidos y rechace cualquier intento de ideologización.
Igual consideración debería tenerse con las ideas de una
historia oficial, militarista y revolucionaria que debería ser medida con una
historia civil y constitucional, o de una sociología marxista en contra de una
positivista, lo que quiero dejar en claro es evitar a toda costa el pensamiento
único, doctrinario, que se imparte con el único fin de lograr el reclutamiento
de prosélitos y creyentes… una casa de estudio jamás debería permitir que alguna
de sus escuelas o cátedras se convierta en un centro de lavado de cerebros.
En Venezuela hemos tenido la fatal experiencia de que
nuestras principales universidades se han convertido en semilleros del
socialismo, de manera descarada y abierta, en las que prácticamente “obligan” a
los usuarios de sus servicios profesionales educativos, a comulgar con unas
ideologías convenientemente manejadas como verdades irrebatibles, hay una clara
prevalencia de lo que se conoce como la cultura del marxismo en nuestro mundo
académico, intelectual y artístico.
Estos sectores del socialismo representan la élite del
pensamiento de avanzada del izquierdismo, y tiene que ver con el dominio
recomendado por Gramsci sobre la cultura de una sociedad para el predominio del
marxismo, esto implica controlar los medios, el entretenimiento y sobre todo,
el sistema educativo, pero también se mescla la influencia de la Escuela de
Frankfurt, una corriente de sociólogos que hicieron de la crítica cultural del
capitalismo una tarea donde intervenía el psicoanálisis, la filosofía, las
comunicaciones y las investigaciones sociológicas sobre los principales
problemas de la modernidad.
Cuando caía el muro de Berlín, hubo toda una mudanza de
profesores e investigadores sociales del este europeo hacia occidente, y
anidaron cómodamente en las diferentes escuelas de humanidades de las
universidades occidentales, Latinoamérica no fue la excepción y durante los
años ochenta y noventa se dieron una serie de importantes reformas
universitarias para recoger las ideas de la “diferencia”, del “otro” que con el
tiempo le dieron forma a las ideologías de las nuevas minorías, de las culturas
marginadas, inmigrantes nómadas, de diversidad de género y la ecología
militante que darían expresión a nuevos tipos de comunidades que reclamaban sus
derechos.
Y en este caldo de cultivo debemos destacar la influencia
de Cuba sobre Venezuela, las visitas de Fidel castro, sus discursos, sus
seguidores que tenían en las universidades, que eran enormes calderos donde
nuestra juventud se empapaba del lenguaje revolucionario y de las doctrinas de
liberación y lucha anticolonial.
¿Por qué en Venezuela hay tantos socialistas? Porque
durante lustros estuvieron las universidades del país produciendo socialistas
sin descanso y sin oposición, muchas veces patrocinados por el mismo gobierno
venezolano, por la Iglesia, hasta por las mismas empresas privadas.
Los currículos en materia de humanidades, como historia,
sociología, derecho, educación, filosofía, arte, para resaltar algunas, han
convertido sus programas de estudios en instrumentos de reeducación ideológica
y centros de entrenamiento de guerrilla urbana y golpismo, en sus aulas se
imparte una crítica destructiva en contra de la democracia y las libertades, y
sembrando en los alumnos utopías totalitarias.
Rectores supuestamente humanistas han permitido que las
escuelas bajo su dirección se conviertan en reductos rojos rojitos, han
propiciado que profesores comunistas inviten a otros camaradas a unirse en el
claustro para crear células que planifican no sólo programas políticos y
agendas sociales, sino también acciones de calle y vínculos partidistas con
factores de la izquierda, crean la propaganda revolucionaria y esconden a
guerrilleros buscados por las autoridades, convirtiendo poco a poco la universidad
en una unidad de reeducación comunista.
Esto lo logran sin ningún esfuerzo pues han infiltrado a
las universidades en sus gremios de profesores, en sus comités de
planificación, han permitido que los gobiernos comunistas impongan condiciones
y factores a cambio de presupuestos, por medio del control de los órganos de la
educación superior han colocado sus agentes en el personal administrativo, de
modo que hablar de instituciones libres y autónomas es simplemente una ficción.
Quienes aspiren a cursar estas carreras, no deberían ser
obligados a someterse a un proceso de acondicionamiento mental y a contemplar esas
doctrinas de izquierda como única posibilidad de visión del mundo, y todo
sucede sin poder contrastar esas ideas con otras posibilidades distintas al
colectivismo, el igualitarismo a ultranza y la llamada justicia social, como
únicas y quiméricas rutas para que la sociedad pueda crecer y prosperar.
Esto sucede en las instituciones laicas y religiosas, en
algunas instituciones educativas dirigidas por órdenes religiosas que han sido
conquistadas por la ideología socialista, se nota esta canalización ideológica
en la pasividad y adaptabilidad de sus egresados a las restricciones de la
libertad personal y la perdida al respeto a la privacidad que imponen los
gobiernos policiales y militaristas, no hay resistencia, no hay respuesta a la
instauración de la censura, de las prohibiciones, de la eliminación de derechos
y garantías ciudadanas, se acepta la autoridad ilegítima como un mal necesario,
esta enseñanza para ser adaptable y como cañas al viento doblarse para no
partirse conforman una educación para ser esclavos.
Trátese de estudiar el darwinismo o el creacionismo, el gnosticismo o el dogmatismo
eclesial, la plus valía o la teoría de los precios, las tesis de luchas de
clases sociales o el estado mínimo, el materialismo histórico o el eterno
retorno, debe existir la posibilidad de que los alumnos y el profesorado puedan
enseñar, investigar y analizar las diferentes posturas que existen sobre los
diversos temas, pues se trata de tesis que se repelen y de alguna manera se
complementan; no se puede entender cabalmente las corrientes del pacifismo si
no se contraponen con las tesis guerreristas y las teorías de los conflictos,
en este manejo dialéctico del conocimiento surge el pensamiento crítico y, con
una buena supervisión pedagógica, la incursión en esos temas debería resultar
en un aprendizaje útil y balanceado, plural y capaz de otorgarle al estudiante
la libertad de conformar su pensamiento.
De otra manera, si se le permite a estos movimientos políticos,
interesados en el control social de los países, dedicados a cultivar la
dependencia, la idiotez, la indolencia, la sumisión y el resentimiento, convertirse
en única opción en el panorama del saber y de la conducción de los asuntos
humanos, esos centros de estudio serán solo fábricas de gente que se comportan
como ganado dócil, ante cualquier manipulador ideológico que aparezca y les
prometa populismo.
Definitivamente existe un fuerte vínculo entre las
instituciones políticas y educativas, estas últimas preparan al individuo para
las condiciones económicas que se prevén como resultado de las políticas de
estado, si el estado planifica una economía socialista, donde el estado es el
motor de la actividad y el regulador de las relaciones productivas, si el
aparato estatal está diseñado para que centralice toda la producción y que ésta
se efectúe por sistema de cuotas, o de acuerdo a las necesidades determinadas
por un ministerio, su masa laboral y técnica deberá ajustarse a tales
requerimientos, lo que es totalmente diferente a una economía de libre mercado
donde impere el equlibrio entre la oferta y la demanda.
Esta interconexión entre política y educación no se puede
inventar o desconocer, en Venezuela en los últimos sesenta años se ha aplicado
un régimen socialista, empezó siendo más o menos libre, pero a medida que el
estado se fue haciendo fuerte y el sector privado se hizo más y más dependiente
del gobierno, esas libertades económicas se fueron restringiendo y la
injerencia del estado creció hasta abarcarlo todo, incluso el precio de los
productos y servicios.
Concurrentemente la educación fue perdiendo
facultades en sus decisiones y
constreñida a ciertos parámetros de acción, a pesar de la retórica de libertad
y autonomía nuestras universidades fueron esclavizadas a las pretensiones del
estado centralista y planificador.
Los venezolanos podemos contar esa historia, porque a la
mayoría de nosotros nos han practicado la ablación total de los lóbulos
frontales del cerebro, nos han convertido en hombres y mujeres mediocres, pues
eso era lo que requería el estado de los colegios y las universidades, que
produjeran hombres y mujeres sin voluntad ni criterios, ¿y que mejor formación
que una socialista? En la cual ya venía todo masticado y deglutido, lo que
hacía falta era tragarse todo un contenido de temas y prácticas que hacían al
perfecto hombre masa, rico en emociones y corto en ideas y criterio.
La calidad del socialismo ha caído en barrena a partir de
la revolución bolivariana, algo que era previsible desde el momento en que eran
unos militares quienes conformarían el gobierno, el estado involucionó de
manera acelerada, la bonanza petrolera que vivió el país hizo creer a los jefes
de la revolución que aquello era “para siempre”, y dejaron de interesarse en la
productividad del país y su preparación para un futuro competitivo y de
trabajo, en su lugar, se dieron curso a una serie de políticas públicas que
preparaba a la población para la asistencia social y la dependencia económica
hacia el estado, esto como forma de control social, únicamente se exigía de
ellos la lealtad a la revolución y a su líder, y creían en un voluntarismo
cuasi milagroso en el que ser socialista, era la condición única y necesaria
para poder afrontar cualquier oficio o responsabilidad, sustituyendo el
conocimiento y la práctica.
Ahora, la gran pregunta, ¿Nos ha hecho el socialismo
mejores personas y ciudadanos? ¿Está el país donde y como realmente queríamos? Y
para quienes tienen este tema como punto de honor ¿Somos los venezolanos más
felices viviendo en socialismo?
Si la respuesta es un rotundo NO, ¿por qué entonces
insistimos?
Vista la experiencia histórica de
lo que esas ideas corrosivas pueden hacerle al ciudadano de una democracia, teniendo
claro el peligro que corren las sociedades abiertas si se deja en manos de unos
profesores afiliados al comunismo y capaces de desterrar la ilustración y el
universalismo, habría que impulsar un regreso a la crítica, al debate de ideas
contrapuestas, a la discusión libre, sin presiones ni amenazas, de las
distintas posturas políticas, religiosas, científicas, estéticas, éticas… cuanto
mayor sea su variedad, mejor.
Hay que evitar que una
institución educativa se declare o pretenda ser de pensamiento único… y huir
despavoridamente si ésta depende exclusivamente de las contribuciones del
estado para su sobrevivencia. - saulgodoy@gmail.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario