Un país con una crisis grande de problemas mentales no solo contará con un sinnúmero de personas sufriendo el trauma pero también con un incremento en problemas médicos, inestabilidad económica y gran número de ausencias por enfermedad, se suma también potenciales actos de violencia al por mayor e inestabilidad social y política. Las comunidades necesitan planificar e implementar intervenciones efectivas antes y después de los desastres para reducir efectos adversos a largo plazo. La resiliencia debe ser acentuada para aquellos que deberán enfrentar futuras calamidades. Ya deberíamos estar convencidos sobre la necesidad de que el bienestar médico y la salud mental deben ir de la mano.
Las guerras, las revoluciones, los golpes de estado, los grandes desastres naturales, las crisis económicas profundas, las grandes epidemias… constituyen eventos masivos que pueden cambiar en muy poco tiempo no sólo las perspectivas y escenarios de la vida de una sociedad, sino que transforman radicalmente la vida misma, sumiendo a gran número de personas en un ambiente de crisis y necesidades, de inseguridades y anomia, en medio de las cuales la psique de la población se hace vulnerable, perdiendo mucha de la confianza y posibilidades de defensas ante la adversidad que tenían en una vida estable, en paz y rutinaria, anterior a estos desastres.
Los investigadores sociales, en su gran mayoría, se habían
centrado en el estudio de estos casos de desgracias colectivas para tratar de
medir no sólo los tiempos de reacción, las respuestas a los infortunios, la capacidad
de recuperación, las respuestas de sobrevivencia y rescate del equilibrio
mental de los afectados por estas conmociones, esto con el fin, entre otras
cosas, de proyectar maneras de ayudar y brindar apoyo internacional, coadyuvar
a una pronta recuperación de las instituciones, a la capacidad de gobernanza,
de reestablecer las bases del orden civil para hacer posible el retorno de la
normalidad tanto social como económica, mientras se atacaba los orígenes de
estas crisis.
De estos estudios nacieron diversos planes de
contingencia para la ayuda internacional, sobre todo en materia alimentaria, de
salud, de reconstrucción de los países, de los programas de cooperación en
materia de mantenimiento de la paz, de negociaciones entre las partes
enfrentadas, atención a las víctimas, del tratamiento postraumático, de
acompañamiento a procesos constituyentes y electorales, todo esto con el fin de
recuperar a los estados que habían quedado postrados por un evento catastrófico
o de fuerza mayor.
Pero, el caso venezolano, las circunstancias de su crisis
y su posterior derrumbe, en una de las peores crisis humanitarias que afectan
al país y a su entorno, se diferencia de los casos anteriormente señalados,
debido principalmente a que la crisis venezolana fue artificialmente inducida,
no fue producto de una guerra ni de una catástrofe natural, sino que es parte
de un plan de desestabilización, elaborado por la izquierda internacional, con
el propósito claro y evidente de hacer del país suramericano un tubo de ensayo
sobre nuevas formas de control político, del uso de la propaganda y la
desinformación, de la manipulación de las variables económicas y legales para
crear caos social, desestabilizar mentalmente a la población y hacer imposible
cualquier intento de mediación o intervención civilizada para detener su avance
y final, que es la destrucción de esa sociedad.
Venezuela fue en su mejor momento un país petrolero
altamente exitoso en la gestión y desarrollo de su principal recurso natural,
que era el petróleo; era una democracia abierta y con gran influencia en su
región, con programas sociales y de desarrollo que le brindaban a su población
oportunidades de ascenso y prosperidad, como pocos en el mundo; tenía una
economía fuerte, que empezaba a diversificarse en otras ramas de la industria y
el comercio, poseía una moneda robusta y una deuda externa manejable, esto a
pesar de ciertas políticas erradas que pecaban de “progresistas”, pero en su
conjunto era un país no sólo abierto a las inversiones mundiales, sino que recibía
en su seno una enorme cantidad de migrantes de todas partes, muchos de los
cuales se quedaron y prosperaron en sus emprendimientos.
Por su misma condición de sociedad abierta y democrática,
Venezuela no tenía las defensas necesarias para detectar y defenderse de los
enemigos insidiosos, que trabajaban en la oscuridad y en secreto, y fue por la
vía de la ideología que empezaron ciertos grupos radicales a envenenar el
pensamiento de la gente contra la democracia y las libertades, a prometerle a
las clases populares el cielo en la tierra, y, sobre todo, al estamento militar
le alimentó la ilusión de ser el elemento imprescindible en el equilibrio
político.
La ideología elaborada por el castrocomunismo, era una de
las cepas más radicales del pensamiento revolucionario marxista, que venía del
mismo tronco común que el maoísmo y las tesis anticolonialistas del sureste
asiático, fue cultivada como solución especialmente diseñada para el
subcontinente americano, donde el enemigo necesario era el imperialismo norteamericano
y su ideología capitalista.
Tanto Rusia como China tenían décadas ayudando a elaborar
esta ideología, con la que lograron infectar la etapa final de la revolución
mexicana y el nacimiento de la revolución en el Caribe y Centro América;
posteriormente a la crisis de los misiles en Cuba, el comunismo internacional
“invirtió” esfuerzos en Brasil, Argentina, Chile y otros países
Latinoamericano; por supuesto, Venezuela era un blanco clave en la estrategia
planteada por el agente de los rusos en el Caribe, el Comandante Fidel Castro.
Tanto los EEUU como los principales países de la Europa
occidental estaban al tanto de estas maniobras, pero ellos tenían sus propios
problemas, posteriores a la Guerra Fría, y ya tenían sembrados en sus sistemas
políticos a un socialismo que no dejaba de ser promiscuo con el marxismo
mundial, muchas veces permitiendo avances e iniciativas de la izquierda sin
oposición alguna, permitiendo que la izquierda se hiciera gobierno, e
implantando políticas que favorecieran esa ideología; occidente tenía la
semilla roja sembrada en su interior, en sus diversos sistemas políticos; la
influencia del nacionalsocialismo no se había extinguido con la victoria aliada
en la Segunda Guerra Mundial, el nazismo continuaba vivo, muy especialmente en
Latinoamérica.
La ideología como
caballo de Troya.
La ideología, es una forma de pensamiento muy difícil de
precisar al momento de enfrentarla o tratar de definirla; se estructura con
base en intereses de clase, de visiones del mundo concretadas en principios y
doctrinas con las que se organiza la actividad humana, principalmente desde la
economía, la moral y el orden político, y tiene su concreción en el mundo por
medio de leyes y gobiernos que se imponen sobre los colectivos, siendo unos de
sus reflejos más definitorios los que se producen en los procesos educativos,
tanto públicos como privados.
Por esas mismas características, porque corresponden al
mundo de las ideas, no son fácilmente detectables y son difíciles de combatir,
la única manera de lidiar con ellas es por medio de la formación del carácter y
las virtudes, con la creación de una conciencia y una cultura que pueda no sólo
identificarlas sino manejarlas; lamentablemente, con el advenimiento de la
postmodernidad, la formación de los individuos, el proceso educativo en
general, derivó hacia lo formal, hacia la obediencia de las normas, se le ha
dado más importancia a la eficiencia productiva y el respeto del orden, que a
cuestionar o revisar el origen y sustento de los mecanismos de control social.
Eso porque las ideologías trabajan y se sostienen fundamentalmente en los
sistemas que ordenan las sociedades y que dan origen a las naciones; para ser
más precisos, las ideologías son las que mueven a sus líderes, conductores,
partidos políticos y administradores.
Me gusta el concepto de ideología que el filósofo Martin
Seliger ha desarrollado: «Conjunto de
ideas por las que los hombres proponen, explican y justifican fines y
significados-de una acción social organizada y específicamente de una acción
política, al margen de si tal acción se propone preservar, enmendar, desplazar
o construir un orden social dado»
La penetración ideológica del comunismo en Venezuela es
de larga data, padecimos intentos de invasiones, guerrillas, golpes de estado
por parte de esas facciones. Las principales organizaciones políticas del país,
casi todas de origen y desempeño socialista, han tenido una relación de amor y
odio con el comunismo, que ha permitido una forzada convivencia de las que
revirtieron una intelectualidad y una academia postradas a las ideas
revolucionarias, que incluyen un pensamiento y un líder único, de la justicia
social y de la igualdad a ultranza. Pero fue la propia institución militar, una
institución primitiva en su esencia, pero altamente tecnológica en su exterior,
el caldo de cultivo perfecto para que los odios de clase y los resentimientos
sociales afloraran como acicates para la consecución del poder político.
Con el triunfo del militarismo antidemocrático, por vía
electoral, se dio en Venezuela el inicio de un proceso de desmontaje
institucional, no sólo de la democracia, sino de la razón como guía de la conducta
política del venezolano; en ese instante se abrieron las puertas y se cursaron
las invitaciones a los peores regímenes de fuerza del mundo, para que hicieran
de Venezuela su centro de operaciones o, cuando menos, una base en el Caribe
con vista a las costas norteamericanas.
Fue en este momento cuando Venezuela se convierte en
objeto experimental de diversas fuerzas extremistas de la izquierda
internacional; por aquí se pasearon los ideólogos del militarismo más rancio,
expertos terroristas de diversas organizaciones internacionales, diferentes
grupos ideológicos nacidos del reformismo social, representantes de los
movimientos de los distintos movimientos de liberación, organizaciones
anticolonialistas y abolicionistas, nuevas expresiones de luchas de pueblos
originarios, combatientes del racismo y del apartheid, con un racismo y un
apartheid aún más radical y enconado contra los llamados supremacistas,
expertos en el nuevo orden social y economías de estado, diversos
representantes de minorías y nuevos géneros con proyectos de formación social…
en fin, por el país desfilaron todas las ideas revolucionarias que se estaban
cocinando en las más apartadas regiones del planeta, emergidas de los más
oscuros grupos políticos que se pudiera imaginar, y todos tenían tribuna.
Pero las riendas ideológicas del país estaban firmemente
sostenidas por los intereses rusos, chinos y cubanos, esto debido a la
influencia económica, militar y política que estaban desarrollando, con base en
proyectos de grandes inversiones, principalmente en el área petrolera, minera y
agrícola del país, fuertemente intervenidas por los apetitos voraces de los
chavistas por obtener riqueza rápida en proyectos de infraestructura (la Oderbrech
y los proyectos de electrificación con los bolichicos), venta de armas y tecnología
de comunicaciones, y el desarrollo del suministro de alimentos para las clases
populares (Cajas CLAP).
Y es cuando debemos enfocar nuestra atención sobre uno de
los aspectos cruciales de este experimento masivo social, el manejo de la
información
Manipuladores de
sociedades.
Toda ideología tiene en su afán de predominancia, abarcar
el mayor público posible para ejercer su influencia en las grandes masas, en un
país que es ofertado, a manera de experimento, que no son fáciles de encontrar,
sus líderes deben estar de acuerdo en prestar a la nación que administran para
tales propósitos. El chavismo puso en subasta a Venezuela y, por supuesto,
ganaron la puja los rusos y los chinos, con la presencia de la Cuba fidelista,
como maestro de ceremonia.
El chavismo, para ocultar el más grande desfalco
económico de la historia contemporánea, el robo del siglo (o como arruinar a un
país un país petrolero en una década), necesitaba porque sí una coartada, y la
única manera de distraer la evidencia, era por medio de la manipulación
mediática, es decir, recurrir a un programa de comunicaciones ambicioso, como
nunca antes se había realizado en la historia de la humanidad, que pudiera
encauzar una visión de la realidad totalmente falseada y artificial.
Para ello necesitaban de varias cosas, entre ellas la
deconstrucción del lenguaje usual del país, en este caso del castellano, tanto
de su habla como de su lengua, es decir, de su uso actual como de su pasado
histórico (reglas, gramática, evolución), había que tomar control no sólo de
los medios de comunicación, sino de todo el aparato educativo de la nación para
introducir los elementos distorsionantes de la descripción de la realidad, eso
resultó en un serio intento por tomar el control de las academias de la lengua
en castellano, principalmente la de España, que estando en manos de socialistas,
haría más fácil introducir los elementos disociadores desde la raíz.
Se empezaron a introducir en Venezuela, antes que en
ningún otro lado en el planeta, bombas lógicas, absurdos lingüísticos,
galimatías y los odiosos mecanismos de la censura; empezaron a utilizarse
“cancelaciones” de expresiones, consideradas políticamente incorrectas, es
decir, ofensivas de ciertos grupos minoritarios interesados para utilizar el
uso del lenguaje como instrumento político; éste es el principio del “Woke”,
aplicado en Venezuela mucho antes que en EEUU, o los mecanismos de la
autocensura, ejercidos por las autoridades chinas en su territorio y en el de sus
aliados, o la neolengua, que solo existía como figura literaria.
Las palabras empezaron a significar otras cosas, ya el
mundo se hacía indescriptible para el chavismo, excepto con símiles y tropos
diseñados para confundir e introducir otros sentidos ajenos a nuestra cultura;
se perdió el gusto por la ilustración y el engrandecimiento cultural, siendo la
primera baja el hábito de la lectura, por lo tanto se afectaron las
bibliotecas, luego los museos y otros entes culturales.
Todos los esfuerzos del partido nazi por suprimir la
oposición política desde el lenguaje durante el Tercer Reich fueron
desempolvados y aplicados en Venezuela, introduciendo el concepto de la
hegemonía mediática como algo normal e, incluso, deseable en una democracia;
las inversiones de los grupos chavistas en medios de comunicación, la censura desmedida
aplicada por Conatel contra los medios radioeléctricos, la limpieza hecha en
las parrillas de las cableras y la vigilancia intensiva sobre la programación
satelital compite con la lograda por China; a eso se añade la razzia que se dio
contra los medios impresos, que no tiene parangón ni siquiera en Rusia, donde
era una tradición inveterada… todos estos usos y prácticas totalitarias tienen
un origen fácilmente identificable.
La falsificación de la historia patria, el encumbramiento
de figuras de reparto como personajes principales, la invención de situaciones
que jamás se dieron, las hipótesis locas de asesinatos y relaciones
extramaritales, la introducción de elementos ajenos a la realidad histórica por
medio de testimonios fantasiosos, nunca probados o extraídos de prácticas
forenses de dudosa credibilidad, se hicieron usuales en la historia mal llamada
bolivariana. Así se recrearon eventos, se elevaron monumentos y se
desenterraron situaciones que hacían alusión a situaciones inventadas y poco
probables; el control de la industria editorial sirvió para el único propósito
de reescribir la historia al estilo de la Cuba de Fidel, es decir, al servicio
de la revolución.
Toda la información que llegaba del mundo exterior era
filtrada y limitada, los medios como Internet fueron controlados para reducir
su velocidad y calidad, de manera de afectar la recepción de otra realidad que
no fuera la oficial, el servicio de correos (Ipostel) entró en crisis y finalmente
entro en su disolución.
Los contenidos de los medios, de los espectáculos, de los
actos culturales, fueron absolutamente controlados por censores y organizaciones
al servicio del régimen, o a través del acoso a las producciones, o por los
apoyos y el financiamiento para la cultura civil, que mermaron hasta
desaparecer; se confrontó a los productores independientes, se intentó agremiar
a los artistas en logias chavistas, como la única manera de obtener trabajo y
figuración en los medios del estado; los premios y eventos culturales, las
representaciones del país en el exterior fueron abusivamente acaparados para
los artistas adeptos al régimen.
Se inculcó un ambiente de sospecha general, porque nadie
era inocente y todos conspiraban salvo prueba en contrario; la inteligencia, el
saber leer y escribir empezaron a percibirse como peligros para el orden social,
se eliminaron materias de los programas educativos de primaria y secundaria… el
mundo se redujo drásticamente de tamaño para los venezolanos, físicamente y
mentalmente.
Las consecuencias
De lo que no se dieron cuenta o, si lo hicieron, este
conocimiento fue utilizado como un arma, es de que este inmenso proceso de
manipulación mediática, que inducía al venezolano a la desesperación, a la
derrota espiritual, al sentimiento de estar atrapado en una situación
imposible, lo que hacía era enfermarlo.
La gran mayoría de los venezolanos sufrimos de algún tipo
de insuficiencia espiritual debido a estas dos décadas de oprobio chavista;
este proceso de manipulación mediática nos ha desgajado poco a poco, nos está
pelando de las capas de nuestra personalidad, de afuera hacia dentro, hasta
llegar al centro de nuestro yo, desgastándonos en contradicciones, negaciones y
tensiones totalmente construidas por terceros con la sola intensión de
destruirnos.
Hay personas tan disociadas que niegan su origen
venezolano, no quieren hacerse parte de años de oscurantismo socialista, tienen
un problema grave de identidad y tratan de asirse a otras culturas y tradiciones
que les dé un sentido de pertenencia.
Todos los venezolanos que han emigrado, lo han hecho
porque, entre otras causas, están huyendo de una erosión masiva de sus
personalidades individuales, del empobrecimiento material, la humillación que
les hace el estado y sus funcionarios, las prohibiciones legales que
diariamente los limitan, las inseguridades y el miedo que siembra con su
colectivismo criminal, porque el chavismo les niega el trabajo digno, una
remuneración adecuada al estado de la economía, les hace cuesta arriba sus
emprendimientos personales, les coloca en un estado de indefensión en el cual
es muy difícil tener una normalidad social, por ello la incidencia y aumento de
los índices de violencia, suicidio, alcoholismo entre la población.
Este desgarramiento de las familias, de la seguridad
social, de las posibilidades de futuro en el país han causado una enorme cantidad
de víctimas y desarraigo; todas estas consecuencias son observadas atentamente
por expertos extranjeros para recoger la experiencia y aplicarlas a sus propios
países y áreas de influencia, el socialismo bolivariano está siendo imitado y practicado
en este momento en una buena parte de Latinoamérica, buena parte de Europa,
África y Asia.
Lamentablemente, hay algunos organismos multilaterales que
están en manos de la izquierda internacional, ésos que deberían estar
monitoreando nuestra situación y, en lo posible, corrigiéndola. Esas
instituciones no están interesadas en detener este proceso de disección y
desmembramiento de nuestra nacionalidad y personalidad, ni siquiera lo
consideran como algo irregular o que sea objeto digno de intervención de sus
instituciones, bien por intereses ideológicos o por ineptitud; lo que sí queda
claro es que el proceso de desintegración del venezolano está alimentando una
pavorosa maquinaria de dominación y explotación del hombre por el hombre, ya
sobrepasan los veinte años, creo que llegó el momento de detenerla. -
saulgodoy@gmail.com
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