“Instruido por la
experiencia que el amor al bienestar es el único móvil de las acciones humanas,
se encontró en situación de distinguir las raras ocasiones en que el interés
común debía llevarle a contar con la asistencia de sus semejantes”.
Jean Jacques
Rousseau, (2º discurso, 2da parte)
“Ningún Estado
histórico ha tenido jamás un contrato por base y que todos han sido fundados
por la violencia, por la conquista. Pero esa ficción del contrato libre, base
del Estado, les es necesaria, y se la conceden sin más ceremonias… El Estado no
es la sociedad, no es más que una de sus formas históricas, tan brutal como
abstracta. Ha nacido históricamente en todos los países del matrimonio de la
violencia, de la rapiña, del saqueo, en una palabra de la guerra y de la
conquista con los dioses creados sucesivamente por la fantasía teológica de las
naciones. Ha sido desde su origen, y permanece siendo todavía en el presente,
la sanción divina de la fuerza brutal y de la iniquidad triunfante”.
Mijail Bakunin,
Notas sobre Rousseau.
El problema con las ideas de Jean-Jacques Rousseau
(1712-1778) empieza con su concepto de “estado de la naturaleza” y de “hombre
natural” que para un pensador tan perspicaz como el sociólogo alemán Emile
Durkeheim no eran sino una ficción elaborada sobre unas hipótesis que no se
podían probar, aunque el pensador francés Robert Derathé alerta que no se trata
de una apología al “hombre salvaje” o una glorificación de la inocencia de la
Edad del Oro, es más bien un constructo idealista tal como lo describe Durkheim,
en sus notas de un curso que dictó sobre
Rousseau en la Universidad de Burdeos, y publicado por primera vez en 1918,
dice el sociólogo alemán:
Siendo
así el hombre no puede desear más que las cosas que se encuentran en su medio
físico inmediato, pues son las únicas que se representa, Sólo tendrá pues,
deseos físicos y deseos muy simples. “Sus deseos no pasan de sus necesidades
físicas, los únicos bienes que conoce en el universo son el alimento, una
hembra, y reposo”. No se preocupa ni siquiera de asegurarse de antemano la
satisfacción de sus apetitos. Su conocimiento meramente sensible no le permite
anticipar el porvenir; no piensa más allá del presente. «Sus proyectos apenas
se extienden hasta el final del día”. De ahí su imprevisión bien conocida. Y
esas necesidades son bien fáciles de satisfacer. La naturaleza se encarga de
suministrarle lo necesario. Es muy raro que le falten las cosas que necesita.
La armonía se realiza en sí misma; el hombre tiene todo lo que desea porque no
desea más de lo que tiene.
El hombre natural de Rousseau es el hombre antes de la
socialización, anterior a las necesidades que crea el lenguaje, antecede a
cualquier indicio de pensamiento racional, algo sumamente difícil de imaginar
desde nuestro estado actual de evolución, un hombre puro en sus sensaciones, el
mismo Rousseau dice de este estado natural: “que
ya no existe, que quizás nunca ha existido, que probablemente no existirá
nunca”.
Ese mundo hipotético, de abundancia y escasísimos
congéneres, los hacía vivir en aislamiento, en un estado de libertad total
donde podía vagar sin destino entre los bosques, al respecto Rousseau
expresaría: “Los climas suaves, los
países abundantes y fértiles han sido los primeros en poblarse y los últimos en
que se han formado las naciones.”
Y este supuesto hombre natural es el que escoge para
basar su pensamiento político posterior, ese hombre que no es sino un manojo de
sensaciones, con algunas ideas, pues todo ser sensible puede tener ideas (según
la teoría de Condillac, popular en su tiempo, de la cual se deduce que hasta
los animales son capaces de tener ideas), que contrario a la tesis de Hobbes,
el hombre no era un ser en estado permanente de guerra y conflicto, no estaba
en competencia por los recursos ni tampoco deseaba lo que los demás tenían, que
a pesar de tener cualidades y potencialidades para la socialización prefería la
soledad que la vida en comunidad (que no existía), no tenía lenguaje ni
pensamiento abstracto, por lo que no ambicionaba nada ni se hacía planes para
el futuro pues no había futuro sino un continuo presente.
Pero resulta que este hombre natural del que nos hablaba
el ginebrino era al mismo tiempo un ideal, un estado utópico de la humanidad
que bebíamos alcanzar por medio de la educación, no aprendiendo artes u
oficios, no por medio de las costumbres y las normas de un grupo social sino
más bien cultivando un sentido de la libertad personal, que estaba basado
enteramente en sensaciones, en instintos y sentimientos, que llevaba a que los
hombres se relacionaran entre sí de manera auténtica, y condicionados por
nuestro instinto de auto conservación y por nuestra naturaleza regida por la
bondad y la piedad.
Y para lograr la vida en sociedad, debíamos ponernos de
acuerdo en una especie de contrato social, de modo que fuera por la libre
disposición de cada uno, que pudiéramos construir esa asociación, resultando
esa suma enorme de voluntades en una forma y manera, en que todos
perteneciéramos a un colectivo poderoso y común, que nos garantizara esa
libertad.
Arrancando el año pasado, mientras era golpeado por las
vicisitudes de la crisis-pandemia que nos azotaba y aún nos perturba, me leí el
interesante libro de Ernts Cassirer, Rousseau,
Kant y Goethe (1945), escrito en el exilio a finales de la Segunda Guerra
Mundial, Cassirer era un filósofo alemán experto en el pensamiento kantiano y
un gran admirador de la obra de Jean Jacques Rousseau, sabía que el pensamiento
del ginebrino estaba enormemente adulterado, y escribió ese ensayo para poner
orden en ese mundo de opiniones contradictorias.
Rousseau es señalado como uno de los más radicales
representantes del individualismo, pero también del colectivismo, es tenido
como uno de los padres del comunismo y el socialismo, pero también de la
democracia, se le acusa de ateo irredento pero igual, como uno de los
defensores de la fe católica en aquella Europa capturada por el ideal racional,
es uno de los demiurgos del estado moderno y considerado como uno de los
ideólogos del totalitarismo.
Se dice que fue uno de los primeros feministas de la
historia, pero su relación con sus mujeres fue desastrosa (aparentemente se
especializaba en mujeres no muy agraciadas pero con dinero), abandonó a sus
cinco hijos en hospicios y más nunca supo de ellos, aunque hizo constar su
arrepentimiento en sus Confesiones,
uno de las autobiografías más descarnadas y patéticas que se hayan escrito, en
este largo Mea Culpa, nos enteramos,
entre otras muchas cosas, que era un entusiasta por las artes onanistas, y de
su terrible dolencia, la de un permanente imposibilidad de descargar su vejiga
totalmente, de modo que se la pasaba con esa continua y desagradable sensación
de querer orinar, Edmund Burke dijo que aquellas memorias fueron escritas por
un demente.
Rousseau era un hombre de ideas peligrosas, una buena
parte de su vida se la pasó huyendo de sus enemigos, que tenía bastantes, desde
el gobierno de su ciudad natal, Ginebra, pasando por la Iglesia, los diversos
censores del régimen francés, se enemistó con la plana principal de los
enciclopedistas, tuvo acérrimos opositores entre la nobleza y no pocos de sus
propios mecenas lo querían ver tras las rejas, su obra fue quemada
públicamente, su casa saqueada por una turba, al final de su vida sufría de una
constante angustia persecutoria, “a salto de mata” de cualquier denuncia o
citación de los alguaciles o de los inspectores generales.
Es muy difícil separar la obra de Rousseau de su vida, un
andariego sin par que nunca echó raíces en ningún lado, aventurero, filósofo,
novelista, naturalista, teórico político, músico, polemista, se codeó con los
más importantes intelectuales de su época, conoció a Voltaire (se detestaron
desde que se conocieron), a Giacomo Casanova, tuvo contacto con Hume durante su
estadía en Inglaterra, era muy amigo de Diderot, aunque básicamente era un ermitaño
que disfrutaba enormemente de su
soledad; rechazó convertirse en uno de los favoritos de la corte del Rey Luis
XV luego de componerle lo que el monarca llamaba, “su ópera favorita”, Le devin du village (Rousseau fue de los
primeros autores operáticos que compuso la música y escribió el libreto) que
luego sería estudiada por el mismísimo Mozart.
Era ciudadano suizo, nacido en el seno de una familia
calvinista, su padre era un artesano relojero, de origen humilde, su condición
social lo predisponían a un tratamiento discriminatorio por parte de la
sociedad de su tiempo sumamente clasista y rodeada de una cultura artificiosa,
en Francia aparte de ser un extranjero, era un simple copista de partituras
musicales, sin títulos ni propiedades, pero detrás de esa ropa de segunda, y de
una peluca sin peinar, estaba una de las inteligencias más portentosas de la
Ilustración, entre otras cosas, escribió la novela más leída de su tiempo, La Nouvelle Héloïse,
que fue uno de los primeros bestsellers
de la industria editorial de su tiempo (y por la cual fue expulsado de Francia).
Posteriormente cuando ya su fama como experto en
constituciones y política internacional estuvo consolidada, fue requerido para
que redactara las constituciones de los incipientes estados de Polonia y de
Córcega.
Pues, motivado por la lectura de aquel libro de Cassirer,
fui buscando poco a poco los principales libros de Rousseau, investigué sobre
su vida, me hice con alguna de su copiosa correspondencia, leí una cantidad de
trabajos sobre su pensamiento, eran sus escritos sobre filosofía política los
que más me interesaban, quería comprender como era posible tantas y tan
dispares opiniones sobre sus ideas, sobre todo, como partiendo de una defensa
del individualismo más autónomo, derivó luego en posiciones colectivistas
extremas, de modo, que a pesar de ser un año terrible, el 2022 fue mi año con
Rousseau, mejor compañía imposible en tiempos borrascosos.
Lo primero que descubrí es que para entender a Rousseau
no basta leer su obra, sino hay que tener una buena idea sobre su vida, lo cual
no es difícil, no era un escritor complicado, al no tener una formación académica,
no era un filósofo, por lo que no tenía un método ni elaboró un sistema, pero
si era disciplinado y riguroso, en sus escritos no hay palabra que sobre, era
un escritor cuidadoso que sabía decir muy bien lo que pensaba y lo hacía de
manera brillante, y creo que allí radica una de las complicaciones con sus
escritos, es probable que sus lectores lo subestimaran o lo leyeran con
descuido.
Construía oraciones vistosas y cargadas de imágenes, como
epígrafes son una maravilla, pero estas disecciones de sus ideas eran acogidas
como juicios y veredictos, no como parte de un discurso más amplio y elaborado,
de allí que muchas de estas ideas sacadas del contexto desencadenaban
confusiones, la gente las tomaba como definitivas cuando apenas eran parte de
un cuadro mucho más amplio y de variados contextos.
Era muy común en su caso, que creó figuras literarias,
algunas bastante complicadas, que algunas expresiones de estos personajes se lo
atribuyeran como dichas por él, o que alguna frase, sacada con pinzas de sus
alegatos pasaran como dictámenes de una ideología en particular, por ejemplo: “La propiedad y la sociedad han hecho del
hombre un ser infeliz y malvado”, o en su Contrato Social que empieza de la
siguiente manera: “El hombre ha nacido
libre pero está en todos lados encadenado”, también se ha popularizado la
sentencia “Nuestras mentes se han
corrompido en proporción al avance de las artes y las ciencias.” o esta
otra, que lo hicieron pasar como un hereje desalmado “El hombre nunca será libre hasta que el último rey sea estrangulado
por las entrañas del último sacerdote”.
Todavía hoy, me encuentro con personas que presumen de su
cultura, y de Rousseau sólo manejan algunos memes repetidos, sin ningún
conocimiento sobre su contenido real.
Rousseau era un hombre religioso, creía en Dios, se
convirtió al cristianismo y creía que la naturaleza humana estaban marcadas por
la bondad, fue un gran lector y comentador de la obra de San Agustín; creía en
la democracia, de otra manera jamás hubiera desarrollado su concepto de la
voluntad general y soberanía, que marcarían de manera tan definitiva a los
estados modernos, tenía una gran fe en la libertad individual y fue por ello
que dedicó tanto esfuerzo en construir y perfeccionar a las instituciones
políticas, que eran los medios para preservar esa libertad.
En 1743, cuando contaba con 31 años entró a trabajar al
servicio del Conde de Montaigu como su asistente personal, el noble fue
nombrado embajador de Francia en Venecia y Rousseau se fue con él, el Conde no
tenía noción de la diplomacia ni el carácter para negociar por su país, no era
un hombre culto pero si muy arrogante tal como le correspondía a un general
retirado; en cuestión de pocas semanas Rousseau que sí sabía hablar el italiano
y contaba con una extraordinaria capacidad de relaciones públicas se convirtió
en el interlocutor preferido, lo confundían como el secretario de la embajada,
situación que irritó de sobremanera al Conde y le hizo la vida imposible al
joven, constantemente recordándole que él era un simple sirviente y que no
tenía cargo oficial alguno.
No había terminado el año y Rousseau rompió de la peor
manera con el Conde, acusándose mutuamente de cosas horribles y nunca recibió
la paga prometida, ese incidente lo marcó, para sus adentros se definía como un
hombre del pueblo, perteneciente a los comunes, que a pesar de su vasta
inteligencia tenía que soportar de los abusos de las clases privilegiadas que
habían nacido en la opulencia y con privilegios.
Hay un filósofo norteamericano al que siempre consulto y
que pertenece a los liberales clásicos, defensor del capitalismo, de la
democracia y las libertades, se trata de Stephen R.C. Hicks que escribió un muy
recomendable libro, Explicando el
Postmodernismo, la crisis del socialismo (2014), en este denso texto, que
prácticamente es una deconstrucción del fracaso socialista y su rencauchado
como ideología postmoderna, Hicks identifica a Rousseau dentro del campo
colectivista, y como uno de los ideólogos del protosocialismo, y con sus
razones muy bien fundamentadas, sobre todo en el aspecto epistemológico, lo
señala como uno de los enemigos de la razón, nos dice Hicks:
Rousseau
es la figura más importante en la Contrailustración política. Su filosofía
moral y política fue inspiradora para Immanuel Kant, Johann Herder, Johann
Fichte y G. W. F. Hegel, y a partir de ellos fue transmitida a la derecha
colectivista. Fue quizás más inspiradora para los colectivistas de izquierda:
los escritos de Rousseau eran la Biblia de los líderes jacobinos de la
Revolución Francesa, asimilados por muchos de los esperanzados revolucionarios
rusos de finales del siglo diecinueve, e influyentes sobre los socialistas más
agrarios del siglo veinte en China y Camboya. En el mundo teórico del
socialismo académico, la versión de Rousseau del colectivismo fue eclipsada por
la versión de Marx, durante la mayor parte del siglo diecinueve y bastante del
siglo veinte. Aun así, una gran parte de la explicación del pensamiento posmoderno
es un desplazamiento hacia posiciones rousseaunianas por parte de pensadores
que habían sido originalmente inspirados por Marx, pero que estaban ahora cada
vez más desilusionados.
Pero hay una revisión profunda sobre los textos y las
ideas de Rousseau que están cambiando estas impresiones, sobre todo a partir de
las reflexiones de Cassirer de donde emerge un Rousseau moralista y ético que
se oponía precisamente a la violencia, aunque veía a las revoluciones como
medios necesarios para instaurar cambios en la sociedad.
Hasta el mismo Leo Strauss, el máximo representante del
pensamiento conservador norteamericano, y una de las brillantes mentes de la
moderna ciencias políticas, se ocupó de las ideas de Rousseau en varios
escritos pero sobre todo en un seminario que dictó en la Universidad de Chicago
en 1962, de la que quedaron los apuntes y grabaciones recogidas por sus
alumnos.
En estas conferencias y discusiones, Strauss deja en
claro que Rousseau creía que la naturaleza del hombre era asocial, al contrario
de la tradición aristotélica que consideraba al hombre como un animal social,
Rousseau, y también Hobbes, creían que a pesar de que el hombre nacía en
sociedad, era renuente de aceptar su inclusión a la misma, el ginebrino,
convencido de la individualidad del hombre creía que no entraba a la sociedad
de manera natural, todo lo contrario, lo hacía bajo ciertas condiciones,
exigiendo ciertas demandas, de modo que estos pensadores creían que el hombre
ingresaba a la sociedad exigiendo derechos primero, luego vendrían las
obligaciones y deberes, lo que es contrario a la tradición judeocristiana según
la cual la naturaleza y Dios imponía primero obligaciones al hombre antes de
otorgarle derechos.
Leo Strauss dice al principio de su octava conferencia lo
siguiente:
Locke
es el padre de la democracia liberal, La prueba está en que la Declaración de
Independencia (de los EEUU) está íntimamente ligada a su Segundo Tratado sobre el Gobierno Civil, mientras que Rousseau es
reconocido como un totalitario; en especial por la conexión entre Rousseau y
los jacobinos franceses, En relación a esto, el termino clave para Locke era
propiedad, Locke usaba la palabra propiedad en su significado más amplio, implicando
al cuerpo, la vida y la libertad; pero el término que lo englobaba era el de
propiedad, y esto nos ayuda a comprender lo que entendía por vida, y libertad.
Propiedad era la palabra clave. Para Rousseau, contradictoriamente, las
palabras claves, uno puede decir, eran libertad e igualdad, pero no propiedad.
Y en este punto entramos en el pantanoso asunto de la
influencia del pensamiento de Rousseau en los revolucionarios franceses, en
especial en el líder jacobino Maximiliano Robespierre, pieza clave en aquellos
sucesos del “terror revolucionario”, donde tanta gente perdió sus cabezas en la
guillotina, incluyendo el rey Luis XVI y la bella María Antonieta.
Ya para ese momento Rousseau había muerto, de modo que
nunca coincidió con aquellos sucesos y para el investigador Mads Qvortrup, en
su muy interesante libro The political
philosophy of
Jean-Jacques
Rousseau, The impossibility of reason (2003), para el año de 1792, el demagogo
declaró que ellos, los jacobinos, eran la voluntad popular, ni siquiera la
representaban, “eran la encarnación” de la voluntad popular, y allí se hacía lo
que ellos decían, esto fue muy malo para el prestigio del buen Rousseau pues su
nombre se ha visto desde entonces ligado a los desastrosos errores políticos y
criminales de Robespierre, y como no podía defenderse, porque estaba muerto,
Rousseau ha cargado desde entonces con este karma, pero de seguro, si hubiera
estado vivo, se hubiera opuesto a ese baño de sangre donde fueron ajusticiados
hasta los mismos líderes de la revolución, tenidos por traidores a la causa; lo
único positivo de este episodio, es que por órdenes directas del gobierno,
Rousseau fue inhumado de su tumba en la isla de Peupliers y trasladados sus
restos al panteón nacional en París, lamentablemente, al lado de Voltaire.
En Venezuela el ideario de Rousseau ha tenido una fuerte
influencia principalmente por lo conveniente que parece amoldarse a los
requerimientos ideológicos de la izquierda, pero en realidad ha sufrido de una
terrible falta de profundidad y dimensión política, la versión predominante fue
la rumiada por la academia socialista, que era ya postmodernista, por lo que
heredaron las aporías y los vacíos que siempre había padecido, predominando la
corriente constitucionalista basada en el Contrato Social y en los postulados
de la filosofía de la liberación, en especial las versiones que surgieron sobre
el hombre natural adaptadas a los movimientos anticolonialistas.
No conozco estudios ni investigaciones de reciente data
que hayan profundizado en ningún aspecto doctrinario del pensamiento
roussoniano, excepto aquellos que corresponden al socialcristianismo y su
derivación en asuntos de justicia social; el chavismo aunque tenía a Rousseau
como tótem sagrado y del cual se repetían interminables memes, nunca propuso
una aproximación a Rousseau más allá de la propaganda revolucionaria habitual.
El pensamiento político y la vida de Rousseau ha sido
influyente en las ideas de otros grandes hombres y mujeres como Jefferson,
Bolívar, Byron, Goethe, Simone Weil, Marie Antoinette, Tolstoy, Mozart,
Derrida, John F. Kennedy, Martin Luther King, Gandhi, Mandela, para nombrar
unos pocos, pero lo más importante es lo que está sucediendo en estos momentos,
las nuevas interpretaciones y hermenéutica de los escritos del ginebrino están
cambiando su valoración como pensador, y su fama como uno de los padres de la
modernidad no deja de crecer, el hecho de que anarquistas tan radicales como
Baukunin hayan podido desarrollar sus propios idearios a partir de sus postulados,
hablan de su importancia; si tiene la oportunidad de leer a Jean-Jacobo
Rousseau, hágalo, no se arrepentirá.
- saulgodoy@gmail.com
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