sábado, 5 de febrero de 2022

Las múltiples máscaras de J.J. Rousseau

 



 

“Instruido por la experiencia que el amor al bienestar es el único móvil de las acciones humanas, se encontró en situación de distinguir las raras ocasiones en que el interés común debía llevarle a contar con la asistencia de sus semejantes”.

Jean Jacques Rousseau, (2º discurso, 2da parte)

 

“Ningún Estado histórico ha tenido jamás un contrato por base y que todos han sido fundados por la violencia, por la conquista. Pero esa ficción del contrato libre, base del Estado, les es necesaria, y se la conceden sin más ceremonias… El Estado no es la sociedad, no es más que una de sus formas históricas, tan brutal como abstracta. Ha nacido históricamente en todos los países del matrimonio de la violencia, de la rapiña, del saqueo, en una palabra de la guerra y de la conquista con los dioses creados sucesivamente por la fantasía teológica de las naciones. Ha sido desde su origen, y permanece siendo todavía en el presente, la sanción divina de la fuerza brutal y de la iniquidad triunfante”.

Mijail Bakunin, Notas sobre Rousseau.

 

El problema con las ideas de Jean-Jacques Rousseau (1712-1778) empieza con su concepto de “estado de la naturaleza” y de “hombre natural” que para un pensador tan perspicaz como el sociólogo alemán Emile Durkeheim no eran sino una ficción elaborada sobre unas hipótesis que no se podían probar, aunque el pensador francés Robert Derathé alerta que no se trata de una apología al “hombre salvaje” o una glorificación de la inocencia de la Edad del Oro, es más bien un constructo idealista tal como lo describe Durkheim, en sus notas de un curso que dictó  sobre Rousseau en la Universidad de Burdeos, y publicado por primera vez en 1918, dice el sociólogo alemán:

 

Siendo así el hombre no puede desear más que las cosas que se encuentran en su medio físico inmediato, pues son las únicas que se representa, Sólo tendrá pues, deseos físicos y deseos muy simples. “Sus deseos no pasan de sus necesidades físicas, los únicos bienes que conoce en el universo son el alimento, una hembra, y reposo”. No se preocupa ni siquiera de asegurarse de antemano la satisfacción de sus apetitos. Su conocimiento meramente sensible no le permite anticipar el porvenir; no piensa más allá del presente. «Sus proyectos apenas se extienden hasta el final del día”. De ahí su imprevisión bien conocida. Y esas necesidades son bien fáciles de satisfacer. La naturaleza se encarga de suministrarle lo necesario. Es muy raro que le falten las cosas que necesita. La armonía se realiza en sí misma; el hombre tiene todo lo que desea porque no desea más de lo que tiene. 

 

El hombre natural de Rousseau es el hombre antes de la socialización, anterior a las necesidades que crea el lenguaje, antecede a cualquier indicio de pensamiento racional, algo sumamente difícil de imaginar desde nuestro estado actual de evolución, un hombre puro en sus sensaciones, el mismo Rousseau dice de este estado natural: “que ya no existe, que quizás nunca ha existido, que probablemente no existirá nunca”.

Ese mundo hipotético, de abundancia y escasísimos congéneres, los hacía vivir en aislamiento, en un estado de libertad total donde podía vagar sin destino entre los bosques, al respecto Rousseau expresaría: “Los climas suaves, los países abundantes y fértiles han sido los primeros en poblarse y los últimos en que se han formado las naciones.”

Y este supuesto hombre natural es el que escoge para basar su pensamiento político posterior, ese hombre que no es sino un manojo de sensaciones, con algunas ideas, pues todo ser sensible puede tener ideas (según la teoría de Condillac, popular en su tiempo, de la cual se deduce que hasta los animales son capaces de tener ideas), que contrario a la tesis de Hobbes, el hombre no era un ser en estado permanente de guerra y conflicto, no estaba en competencia por los recursos ni tampoco deseaba lo que los demás tenían, que a pesar de tener cualidades y potencialidades para la socialización prefería la soledad que la vida en comunidad (que no existía), no tenía lenguaje ni pensamiento abstracto, por lo que no ambicionaba nada ni se hacía planes para el futuro pues no había futuro sino un continuo presente.

Pero resulta que este hombre natural del que nos hablaba el ginebrino era al mismo tiempo un ideal, un estado utópico de la humanidad que bebíamos alcanzar por medio de la educación, no aprendiendo artes u oficios, no por medio de las costumbres y las normas de un grupo social sino más bien cultivando un sentido de la libertad personal, que estaba basado enteramente en sensaciones, en instintos y sentimientos, que llevaba a que los hombres se relacionaran entre sí de manera auténtica, y condicionados por nuestro instinto de auto conservación y por nuestra naturaleza regida por la bondad y la piedad.

Y para lograr la vida en sociedad, debíamos ponernos de acuerdo en una especie de contrato social, de modo que fuera por la libre disposición de cada uno, que pudiéramos construir esa asociación, resultando esa suma enorme de voluntades en una forma y manera, en que todos perteneciéramos a un colectivo poderoso y común, que nos garantizara esa libertad.

 

Arrancando el año pasado, mientras era golpeado por las vicisitudes de la crisis-pandemia que nos azotaba y aún nos perturba, me leí el interesante libro de Ernts Cassirer, Rousseau, Kant y Goethe (1945), escrito en el exilio a finales de la Segunda Guerra Mundial, Cassirer era un filósofo alemán experto en el pensamiento kantiano y un gran admirador de la obra de Jean Jacques Rousseau, sabía que el pensamiento del ginebrino estaba enormemente adulterado, y escribió ese ensayo para poner orden en ese mundo de opiniones contradictorias.

Rousseau es señalado como uno de los más radicales representantes del individualismo, pero también del colectivismo, es tenido como uno de los padres del comunismo y el socialismo, pero también de la democracia, se le acusa de ateo irredento pero igual, como uno de los defensores de la fe católica en aquella Europa capturada por el ideal racional, es uno de los demiurgos del estado moderno y considerado como uno de los ideólogos del totalitarismo.

Se dice que fue uno de los primeros feministas de la historia, pero su relación con sus mujeres fue desastrosa (aparentemente se especializaba en mujeres no muy agraciadas pero con dinero), abandonó a sus cinco hijos en hospicios y más nunca supo de ellos, aunque hizo constar su arrepentimiento en sus Confesiones, uno de las autobiografías más descarnadas y patéticas que se hayan escrito, en este largo Mea Culpa, nos enteramos, entre otras muchas cosas, que era un entusiasta por las artes onanistas, y de su terrible dolencia, la de un permanente imposibilidad de descargar su vejiga totalmente, de modo que se la pasaba con esa continua y desagradable sensación de querer orinar, Edmund Burke dijo que aquellas memorias fueron escritas por un demente.

Rousseau era un hombre de ideas peligrosas, una buena parte de su vida se la pasó huyendo de sus enemigos, que tenía bastantes, desde el gobierno de su ciudad natal, Ginebra, pasando por la Iglesia, los diversos censores del régimen francés, se enemistó con la plana principal de los enciclopedistas, tuvo acérrimos opositores entre la nobleza y no pocos de sus propios mecenas lo querían ver tras las rejas, su obra fue quemada públicamente, su casa saqueada por una turba, al final de su vida sufría de una constante angustia persecutoria, “a salto de mata” de cualquier denuncia o citación de los alguaciles o de los inspectores generales.

Es muy difícil separar la obra de Rousseau de su vida, un andariego sin par que nunca echó raíces en ningún lado, aventurero, filósofo, novelista, naturalista, teórico político, músico, polemista, se codeó con los más importantes intelectuales de su época, conoció a Voltaire (se detestaron desde que se conocieron), a Giacomo Casanova, tuvo contacto con Hume durante su estadía en Inglaterra, era muy amigo de Diderot, aunque básicamente era un ermitaño que disfrutaba  enormemente de su soledad; rechazó convertirse en uno de los favoritos de la corte del Rey Luis XV luego de componerle lo que el monarca llamaba, “su ópera favorita”, Le devin du village (Rousseau fue de los primeros autores operáticos que compuso la música y escribió el libreto) que luego sería estudiada por el mismísimo Mozart.

Era ciudadano suizo, nacido en el seno de una familia calvinista, su padre era un artesano relojero, de origen humilde, su condición social lo predisponían a un tratamiento discriminatorio por parte de la sociedad de su tiempo sumamente clasista y rodeada de una cultura artificiosa, en Francia aparte de ser un extranjero, era un simple copista de partituras musicales, sin títulos ni propiedades, pero detrás de esa ropa de segunda, y de una peluca sin peinar, estaba una de las inteligencias más portentosas de la Ilustración, entre otras cosas, escribió la novela más leída de su tiempo, La Nouvelle Héloïse, que fue uno de los primeros bestsellers de la industria editorial de su tiempo (y por la cual fue expulsado de Francia).

Posteriormente cuando ya su fama como experto en constituciones y política internacional estuvo consolidada, fue requerido para que redactara las constituciones de los incipientes estados de Polonia y de Córcega.

 

Pues, motivado por la lectura de aquel libro de Cassirer, fui buscando poco a poco los principales libros de Rousseau, investigué sobre su vida, me hice con alguna de su copiosa correspondencia, leí una cantidad de trabajos sobre su pensamiento, eran sus escritos sobre filosofía política los que más me interesaban, quería comprender como era posible tantas y tan dispares opiniones sobre sus ideas, sobre todo, como partiendo de una defensa del individualismo más autónomo, derivó luego en posiciones colectivistas extremas, de modo, que a pesar de ser un año terrible, el 2022 fue mi año con Rousseau, mejor compañía imposible en tiempos borrascosos.

Lo primero que descubrí es que para entender a Rousseau no basta leer su obra, sino hay que tener una buena idea sobre su vida, lo cual no es difícil, no era un escritor complicado, al no tener una formación académica, no era un filósofo, por lo que no tenía un método ni elaboró un sistema, pero si era disciplinado y riguroso, en sus escritos no hay palabra que sobre, era un escritor cuidadoso que sabía decir muy bien lo que pensaba y lo hacía de manera brillante, y creo que allí radica una de las complicaciones con sus escritos, es probable que sus lectores lo subestimaran o lo leyeran con descuido.

Construía oraciones vistosas y cargadas de imágenes, como epígrafes son una maravilla, pero estas disecciones de sus ideas eran acogidas como juicios y veredictos, no como parte de un discurso más amplio y elaborado, de allí que muchas de estas ideas sacadas del contexto desencadenaban confusiones, la gente las tomaba como definitivas cuando apenas eran parte de un cuadro mucho más amplio y de variados contextos.

Era muy común en su caso, que creó figuras literarias, algunas bastante complicadas, que algunas expresiones de estos personajes se lo atribuyeran como dichas por él, o que alguna frase, sacada con pinzas de sus alegatos pasaran como dictámenes de una ideología en particular, por ejemplo: “La propiedad y la sociedad han hecho del hombre un ser infeliz y malvado”, o en su Contrato Social que empieza de la siguiente manera: “El hombre ha nacido libre pero está en todos lados encadenado”, también se ha popularizado la sentencia “Nuestras mentes se han corrompido en proporción al avance de las artes y las ciencias.” o esta otra, que lo hicieron pasar como un hereje desalmado “El hombre nunca será libre hasta que el último rey sea estrangulado por las entrañas del último sacerdote”.

Todavía hoy, me encuentro con personas que presumen de su cultura, y de Rousseau sólo manejan algunos memes repetidos, sin ningún conocimiento sobre su contenido real.

Rousseau era un hombre religioso, creía en Dios, se convirtió al cristianismo y creía que la naturaleza humana estaban marcadas por la bondad, fue un gran lector y comentador de la obra de San Agustín; creía en la democracia, de otra manera jamás hubiera desarrollado su concepto de la voluntad general y soberanía, que marcarían de manera tan definitiva a los estados modernos, tenía una gran fe en la libertad individual y fue por ello que dedicó tanto esfuerzo en construir y perfeccionar a las instituciones políticas, que eran los medios para preservar esa libertad.

 

En 1743, cuando contaba con 31 años entró a trabajar al servicio del Conde de Montaigu como su asistente personal, el noble fue nombrado embajador de Francia en Venecia y Rousseau se fue con él, el Conde no tenía noción de la diplomacia ni el carácter para negociar por su país, no era un hombre culto pero si muy arrogante tal como le correspondía a un general retirado; en cuestión de pocas semanas Rousseau que sí sabía hablar el italiano y contaba con una extraordinaria capacidad de relaciones públicas se convirtió en el interlocutor preferido, lo confundían como el secretario de la embajada, situación que irritó de sobremanera al Conde y le hizo la vida imposible al joven, constantemente recordándole que él era un simple sirviente y que no tenía cargo oficial alguno.

No había terminado el año y Rousseau rompió de la peor manera con el Conde, acusándose mutuamente de cosas horribles y nunca recibió la paga prometida, ese incidente lo marcó, para sus adentros se definía como un hombre del pueblo, perteneciente a los comunes, que a pesar de su vasta inteligencia tenía que soportar de los abusos de las clases privilegiadas que habían nacido en la opulencia y con privilegios.

Hay un filósofo norteamericano al que siempre consulto y que pertenece a los liberales clásicos, defensor del capitalismo, de la democracia y las libertades, se trata de Stephen R.C. Hicks que escribió un muy recomendable libro, Explicando el Postmodernismo, la crisis del socialismo (2014), en este denso texto, que prácticamente es una deconstrucción del fracaso socialista y su rencauchado como ideología postmoderna, Hicks identifica a Rousseau dentro del campo colectivista, y como uno de los ideólogos del protosocialismo, y con sus razones muy bien fundamentadas, sobre todo en el aspecto epistemológico, lo señala como uno de los enemigos de la razón, nos dice Hicks:

 

Rousseau es la figura más importante en la Contrailustración política. Su filosofía moral y política fue inspiradora para Immanuel Kant, Johann Herder, Johann Fichte y G. W. F. Hegel, y a partir de ellos fue transmitida a la derecha colectivista. Fue quizás más inspiradora para los colectivistas de izquierda: los escritos de Rousseau eran la Biblia de los líderes jacobinos de la Revolución Francesa, asimilados por muchos de los esperanzados revolucionarios rusos de finales del siglo diecinueve, e influyentes sobre los socialistas más agrarios del siglo veinte en China y Camboya. En el mundo teórico del socialismo académico, la versión de Rousseau del colectivismo fue eclipsada por la versión de Marx, durante la mayor parte del siglo diecinueve y bastante del siglo veinte. Aun así, una gran parte de la explicación del pensamiento posmoderno es un desplazamiento hacia posiciones rousseaunianas por parte de pensadores que habían sido originalmente inspirados por Marx, pero que estaban ahora cada vez más desilusionados.

 

Pero hay una revisión profunda sobre los textos y las ideas de Rousseau que están cambiando estas impresiones, sobre todo a partir de las reflexiones de Cassirer de donde emerge un Rousseau moralista y ético que se oponía precisamente a la violencia, aunque veía a las revoluciones como medios necesarios para instaurar cambios en la sociedad.

Hasta el mismo Leo Strauss, el máximo representante del pensamiento conservador norteamericano, y una de las brillantes mentes de la moderna ciencias políticas, se ocupó de las ideas de Rousseau en varios escritos pero sobre todo en un seminario que dictó en la Universidad de Chicago en 1962, de la que quedaron los apuntes y grabaciones recogidas por sus alumnos.

En estas conferencias y discusiones, Strauss deja en claro que Rousseau creía que la naturaleza del hombre era asocial, al contrario de la tradición aristotélica que consideraba al hombre como un animal social, Rousseau, y también Hobbes, creían que a pesar de que el hombre nacía en sociedad, era renuente de aceptar su inclusión a la misma, el ginebrino, convencido de la individualidad del hombre creía que no entraba a la sociedad de manera natural, todo lo contrario, lo hacía bajo ciertas condiciones, exigiendo ciertas demandas, de modo que estos pensadores creían que el hombre ingresaba a la sociedad exigiendo derechos primero, luego vendrían las obligaciones y deberes, lo que es contrario a la tradición judeocristiana según la cual la naturaleza y Dios imponía primero obligaciones al hombre antes de otorgarle derechos.

Leo Strauss dice al principio de su octava conferencia lo siguiente:

 

Locke es el padre de la democracia liberal, La prueba está en que la Declaración de Independencia (de los EEUU) está íntimamente ligada a su Segundo Tratado sobre el Gobierno Civil, mientras que Rousseau es reconocido como un totalitario; en especial por la conexión entre Rousseau y los jacobinos franceses, En relación a esto, el termino clave para Locke era propiedad, Locke usaba la palabra propiedad en su significado más amplio, implicando al cuerpo, la vida y la libertad; pero el término que lo englobaba era el de propiedad, y esto nos ayuda a comprender lo que entendía por vida, y libertad. Propiedad era la palabra clave. Para Rousseau, contradictoriamente, las palabras claves, uno puede decir, eran libertad e igualdad, pero no propiedad.

 

Y en este punto entramos en el pantanoso asunto de la influencia del pensamiento de Rousseau en los revolucionarios franceses, en especial en el líder jacobino Maximiliano Robespierre, pieza clave en aquellos sucesos del “terror revolucionario”, donde tanta gente perdió sus cabezas en la guillotina, incluyendo el rey Luis XVI y la bella María Antonieta.

Ya para ese momento Rousseau había muerto, de modo que nunca coincidió con aquellos sucesos y para el investigador Mads Qvortrup, en su muy interesante libro The political philosophy of

Jean-Jacques Rousseau, The impossibility of reason (2003), para el año de 1792, el demagogo declaró que ellos, los jacobinos, eran la voluntad popular, ni siquiera la representaban, “eran la encarnación” de la voluntad popular, y allí se hacía lo que ellos decían, esto fue muy malo para el prestigio del buen Rousseau pues su nombre se ha visto desde entonces ligado a los desastrosos errores políticos y criminales de Robespierre, y como no podía defenderse, porque estaba muerto, Rousseau ha cargado desde entonces con este karma, pero de seguro, si hubiera estado vivo, se hubiera opuesto a ese baño de sangre donde fueron ajusticiados hasta los mismos líderes de la revolución, tenidos por traidores a la causa; lo único positivo de este episodio, es que por órdenes directas del gobierno, Rousseau fue inhumado de su tumba en la isla de Peupliers y trasladados sus restos al panteón nacional en París, lamentablemente, al lado de Voltaire.

En Venezuela el ideario de Rousseau ha tenido una fuerte influencia principalmente por lo conveniente que parece amoldarse a los requerimientos ideológicos de la izquierda, pero en realidad ha sufrido de una terrible falta de profundidad y dimensión política, la versión predominante fue la rumiada por la academia socialista, que era ya postmodernista, por lo que heredaron las aporías y los vacíos que siempre había padecido, predominando la corriente constitucionalista basada en el Contrato Social y en los postulados de la filosofía de la liberación, en especial las versiones que surgieron sobre el hombre natural adaptadas a los movimientos anticolonialistas.

No conozco estudios ni investigaciones de reciente data que hayan profundizado en ningún aspecto doctrinario del pensamiento roussoniano, excepto aquellos que corresponden al socialcristianismo y su derivación en asuntos de justicia social; el chavismo aunque tenía a Rousseau como tótem sagrado y del cual se repetían interminables memes, nunca propuso una aproximación a Rousseau más allá de la propaganda revolucionaria habitual.

El pensamiento político y la vida de Rousseau ha sido influyente en las ideas de otros grandes hombres y mujeres como Jefferson, Bolívar, Byron, Goethe, Simone Weil, Marie Antoinette, Tolstoy, Mozart, Derrida, John F. Kennedy, Martin Luther King, Gandhi, Mandela, para nombrar unos pocos, pero lo más importante es lo que está sucediendo en estos momentos, las nuevas interpretaciones y hermenéutica de los escritos del ginebrino están cambiando su valoración como pensador, y su fama como uno de los padres de la modernidad no deja de crecer, el hecho de que anarquistas tan radicales como Baukunin hayan podido desarrollar sus propios idearios a partir de sus postulados, hablan de su importancia; si tiene la oportunidad de leer a Jean-Jacobo Rousseau, hágalo, no se arrepentirá.    -    saulgodoy@gmail.com

 

 

 

 

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