El hombre no evolucionó de los primates, fue transformado
por medio de la ingeniería genética, en otras palabras, fuimos creados por una
civilización mucho más avanzada, probablemente de origen alienígeno, que por
medio de técnicas muy sofisticadas que apenas hoy comenzamos a comprender,
manipularon nuestro ADN para que pudiéramos fundar la civilización humana, tal
y como hoy la conocemos.
Esta teoría, muy popular en los círculos de ufología y
conspiraciones mundiales, está siendo reevaluada por algunos científicos e
historiadores, principalmente por dos razones, la primera, los descubrimientos
científicos en el campo de la biogenética, que nos hablan de unos cambios
inexplicables por las tesis evolucionistas, y que ponen la lupa en cambios
exógenos, provocados, o más bien, diseñados, para darle a la raza humana la
posibilidad de fundar su propia civilización.
La segunda, es de naturaleza histórica, son cada vez más
notorios los vacíos que existen en la antigüedad del hombre en cuanto a las
explicaciones y pruebas que se requieren para justificar tecnologías, obras
monumentales, artefactos y documentos encontrados, que aseguran la presencia de
civilizaciones avanzadas en los inicios de la humanidad.
No sabemos aún como empezó la civilización humana, cual
fue el momento en que el hombre dejó la vida nómada y sencilla de vivir en la
selva, para fundar y establecerse en ciudades, con todo lo que ellos implica:
un orden social, especialización en el trabajo, una forma de economía de
mercado organizada, un urbanismo adecuado a los fines de la comunidad… ni
siquiera sabemos por qué sucedieron la
fundación de las primeras ciudades, si fueron para defenderse de las guerras o
fue por la actividad comercial, lo que sí sabemos es que cada vez que tenemos
alguna certeza sobre un hecho de la prehistoria y el principio de la
civilización, tenemos que retroceder más en las fechas.
Se supone, según los cálculos establecidos por el
paradigma científico oficial y tenidos como ciertos, nuestra civilización tiene
unos 6000 años, pero en las últimas décadas, esas fechas han tenido que moverse
más atrás para incluir los nuevos hallazgos de ciudades enteras y monumentos
que han sido desenterradas y que doblan ese período, como serían los restos de la
ciudad de Ubar en Omán descubiertos en 1992 en el desierto de Rub Al Khali, o
el antiguo reinado de Nubia, en el actual Sudán, donde se ha encontrado una
formidable cultura, con tres veces el número de pirámides que en Egipto, pero
todavía sin descifrar, ya que desconocemos la clave para descifrar su lenguaje.
Al sur de Yemen, se encuentra la antigua ciudad de Marib,
se descubrió la capital del reino de los Sabeos, no se sabe aún que tan
antiguos son los restos que todavía se descubren debajo de los restos que se
han encontrado, pero se asumen, son más antiguos que los que corresponden con
el reinado de Salomón.
En estas culturas descubrimos creencias tan extrañas como
la de los Dogons, una tribu del oeste de África, moradores de los acantilados
de Bandiagara, adoradores de la estrella de Sirio y sus habitantes Los Nommos,
quienes vinieron a la Tierra y les enseñaron conocimientos astronómicos
avanzados para su época, seres de aspecto de anfibios, que vestían de gris.
En Gobekly Tepe, en Turquía, encontramos el asentamiento
más antiguo que se ha descubierto de la civilización indoeuropea, hace 7.000
años fue abandonado misteriosamente luego de haber estado funcionando como
centro ceremonial por cerca de 2000 años según algunos estimados, estos templos
estaban situados en la misma región que el monte Ararát, donde recaló el Arca
de Noé luego del diluvio, fueron templos construidos al final de la última
glaciación, supuestamente en medio de grandes cataclismos.
En América la gran sorpresa la dio el hallazgo de las
pirámides del Valle de Casma en Perú, que posee la pirámide más grande del
mundo, pero que fue prontamente desbancada por la ciudad perdida de Caral entre
la costa del Pacífico y los Andes, el asentamiento más antiguo de nuestro
continente con más de 7.000 años de antigüedad.
Y es que a medida que se atan cabos y se completa el gran
mosaico de nuestro paso por el mundo, descubrimos que el hombre tiene sobre el
planeta escasos 200.000 años, que dentro de la historia del planeta es apenas
un segundo, y dentro de la historia evolutiva de la vida, es sólo un suspiro.
Y aquí viene el problema que me gustaría tratar con
ustedes en este artículo, de las muchas teorías que explican la aparición del
hombre en la Tierra, la hipótesis de la transformación humana, es decir, la
idea de que el hombre fue creado por una inteligencia superior que no era de
este planeta, utilizando herramientas de ingeniería genética avanzada, se hace
cada día más factible.
Descubrimientos arqueológicos y pruebas de la antropología
forense datan algunos de estos recientes restos humanos y ruinas en unos 20.000
años, son pruebas irrefutables que para esa época ya el hombre vivía en
ciudades, conocía la agricultura, desplegaba una cultura compleja y sostenía
algunas creencias de orden religioso, lo que marca de manera ineludible una
civilización en progreso.
Para nadie es un secreto que antes de la primera dinastía
de los faraones egipcios hubo una gran civilización capaz de levantar
monumentos para los cuales era necesario una tecnología superior y muy
sofisticada, que en América, tanto Incas como Aztecas tuvieron antecesores que
dejaron pruebas de una alta cultura y de la que se sabe muy poco, excepto por
algunas pistas, muchas de ellas incongruentes porque apuntan a razas y seres
totalmente diferentes a los humanos.
Y es que el hombre tiene un problema fundamental, y es
nuestro innato antropocentrismo, nuestra tendencia natural es convertirnos en
la medida de todas las cosas, cuesta imaginarnos algo anterior a nosotros, diferente,
más refinado, adelantado y civilizado, no podemos creer que existieran en el
universo civilizaciones mucho más sofisticadas que nosotros, con una historia
que abarca milenios, y que cuando vivíamos en cuevas, estos seres ya
conquistaban el espacio.
Pero a pesar de esta debilidad de vernos reflejados en
toda la creación, hay algo notorio que no podemos obviar, y es que de todas las
especies de seres vivos, el hombre es el único que ha sido capaz de comprimir
su tiempo de evolución y logrado más avances; en ese mismo período de tiempo de
200.000 años, ningún otro ser vivo ha podido desarrollar un modo de vida y una
cultura tan compleja y diversa como la nuestra.
En estos 200.000 años, los monos siguen siendo monos, los
delfines, pues, delfines, los elefantes los mismos paquidermos de siempre, los
perros, a pesar de la cantidad de trucos que les hemos enseñado, siguen siendo
los mismos perros… pero los humanos hemos sido los únicos en la Tierra que han
roto el molde y creado una civilización que nos ha permitido dominar el resto
de la creación, transformar nuestros espacios, y penetrar en los secretos del
universo.
Algunos pensadores han atribuido esta diferencia a la
inteligencia, a un desarrollo superior de nuestro cerebro, que es lo que nos ha
permitido separarnos del resto de la creación y convertirnos en su amo y señor,
sea lo que fuere, se trató de un ingrediente, de un cambio fundamental en
nuestra constitución que permitió el desarrollo de la cultura que incluye
nuestra habilidad para el lenguaje, las matemáticas, el pensamiento abstracto,
el desarrollo de la escritura, la creación artística y la tecnología…
Ese cambio hasta los momentos, lo hemos explicado por
medio de la evolución natural, se dieron algunas mutaciones que proporcionaron
a aquellos hombres primitivos, que veníamos evolucionando pausadamente, unos
atajos biológicos que nos diferenciaron de nuestros congéneres los grandes
simios, y produjeron esa divergencia llamada homo sapiens.
El autor de literatura de ciencia ficción, Arthur C.
Clark, en el guion del film 2001 Odisea
del Espacio, que luego se hizo una novela de mucho éxito, atribuía ese
cambio fundamental al contacto de un grupo de homínidos con un monolito de
origen extraterrestre, que de alguna manera, los cambió para siempre.
La mayoría de las religiones señalaban la mano de Dios al
favorecer al hombre entre todas sus creaciones, un acto divino que nos elevó
sobre los demás, el paradigma dominante de la ciencia insistía en la tesis de
la evolución, el haber conseguido una postura erguida, el desarrollo de una neo
corteza cerebral, el haber desarrollado un dedo pulgar en nuestra mano, que
permitía el agarre de instrumentos con precisión, el contar con una capacidad
innata para visualizar el futuro y poder predecir eventos, en fin, tuvimos que
esperar el desarrollo de la ingeniería genética, la manipulación científica de
los elementos básicos de la herencia humana, para que una nueva tesis se
presentara ante el mundo.
Y esta fue, que el hombre había sido manipulado en sus
genes por una inteligencia superior con el propósito de crear a un nuevo ser
viviente que antes no existía, es decir, una forma de vida no humana intervino
para manipular nuestros genes y construir un ente híbrido: nosotros.
Y tuvimos que esperar nuevos adelantos para aclarar el
panorama que tal hipótesis presentaba, pues de acuerdo con ciertas leyes de la
herencia, somos descendientes directos de los monos.
De hecho, la conseja popular en los corredores de la especialidad
biogenética era, que compartimos una similitud del 98.5- 99% en nuestro ADN con
los simios, resultando en que somos unos monos que sabemos hacer más trucos que
un chimpancé.
Pero este cálculo estaba errado, y no los voy a marear
con explicaciones especializadas, los que quieran detalles, investiguen, el
asunto es que en el año 2005 se completó la secuencia completa del ADN del
genoma del chimpancé y se encontró una diferencia de un 70%, en ingeniería
genética esa diferencia del 30% es enorme, esto quiere decir que no somos
descendientes de los primates evolucionados, somos otra especie diferente.
Pero lo más importante, en ese mismo período de tiempo,
esos 200.000 años de historia, los chimpancé siguen siendo los mismos, en
cambio nosotros estamos tratando de conquistar las estrellas, aunque también se
encontró otro pequeño detalle, y en genética, no hay detalle pequeño, los
simios tienen 48 cromosomas, nosotros los humanos 46.
La ingeniería genética está realizando verdaderos
milagros allá afuera en los laboratorios especializados, tenemos cerdos que
desarrollan hígados compatibles con el de los humanos, pollos con cuatro patas
y no alas para los negocios de comida rápida, semillas certificadas resistentes
a las plagas, replicamos ovejas, hacemos posibles que peces cebras (especiales
para acuarios) brillen en la oscuridad… esto en el lado positivo, en el mundo
de las sombras, estamos desarrollando un soldado universal (como el de las
películas), difíciles de matar, estamos creando una generación de bebes
superdotados en inteligencia y belleza física, con ciertas habilidades y
tendencias a la carta, estamos creando nuevas generaciones resistentes a
ciertas enfermedades, el problema es que solo serán realidad en aquellos países
desarrollados que tienen los laboratorios, los presupuestos y las leyes que
protegen tales iniciativas, que terminarán creando desigualdades insalvables.
Se están combinando células madres humanas con embriones
de animales para crear quimeras nunca antes vistas en la naturaleza, ratones de
laboratorio superinteligentes al inyectarles neuronas humanas a los embriones,
es inevitable pero el hombre está jugando a Dios, de la misma manera como pudo
haber sido 200.000 años atrás, cuando una civilización extraterrestre mucho más
avanzada, tomó embriones de monos y les introdujo modificaciones para producir
algo totalmente diferente: el hombre.
Los expertos hablan de fusiones, de combinaciones, de
cortes en los cromosomas, eso es lo que nuestro genoma muestra, en algún
momento de nuestra historia fuimos intervenidos en nuestra genética y variaron
el 30% de nuestra carga, una modificación que tuvo resultados totalmente
diferentes al de las demás especies en evolución, no fue una mutación, no fue
un cambio natural, sobrevino por diseño y la intervención de unos agentes
externos que sabían muy bien lo que estaban haciendo, esa intervención fue la
que nos permitió en apenas 200.000 años recorrer un camino diferente al de las
otras especies en el planeta.
Y los textos sagrados de muchas culturas mencionan
expresamente estos encuentros con nuestros creadores, como el de los anunnakis
en la literatura sumeria, carrozas de fuego sobre Teotihuacán mapas de aterrizaje para aproximaciones
aéreas en el desierto de Nazca, dioses alados gobernando en Petra, Reyes de
aspecto alienígena construyendo la Esfinge en el Egipto pre faraónico… efectivamente,
hubo momentos únicos cuando ambas partes, creadores y creación convivieron, en
ese amanecer de la civilización, una nueva especie y unos visitantes de las estrellas
estuvieron juntos en el planeta Tierra.
- saulgodoy@gmail.com
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