"(...) Había una norma muy reveladora: los esclavos debían seguir siendo analfabetos. En el sur de antes de la guerra, los blancos que enseñaban a leer a un esclavo recibían un castigo severo. "[Para] tener contento a un esclavo —escribió Bailey más adelante— es necesario que no piense. Es necesario oscurecer su visión moral y mental y, siempre que sea posible, aniquilar el poder de la razón". Esta es la razón por la que los esclavistas deben controlar lo que oyen, ven y piensan los esclavos. Esta es la razón por la que la lectura y el pensamiento crítico son peligrosos, ciertamente subversivos, en una sociedad injusta".
Carl Sagan, Sobre el dominio al que somete la cultura
Entender el mundo que nos tocó vivir desde un lugar como
Venezuela es algo sumamente complicado. En términos de conflictividad y
entropía social, estamos ocupando los primeros puestos en las listas de países
bajo el caos; por supuesto, hay lugares en el mundo donde las cosas son aún
peores, en las que guerras devastadoras, hambrunas y desolación ambiental,
empujan a pueblos enteros a la migración más desesperada, en la que ya no
importan las penurias y los maltratos, pues se trata de sobrevivir, de tener la
oportunidad de seguir respirando y, con ello, la ilusión de que la vida se haga
más llevadera y humana.
Para los venezolanos, ha sido un viaje alocado en una
montaña rusa que desde mediados del siglo XX nos ha tocado vivir, en el pasado
reciente hemos estado muy cerca de alcanzar la estabilidad como nación, con
buenos ingresos, ciertas libertades democráticas, un desarrollo material que
nos situó entre las naciones civilizadas y desde donde tuvimos la oportunidad
de ayudar a pueblos y naciones en problemas, acogimos en nuestro país a cantidad de refugiados que buscaban algo de
paz en sus atormentadas vidas, de perseguidos que huían de sus opresores, a
todos ellos les brindamos nuestro soporte y ayuda, sin jamás pensar que en
algún momento de nuestras vidas, íbamos a estar nosotros en esa terrible
condición de necesidad extrema.
Pero a pesar de todas
aquellas condiciones favorables para un verdadero desarrollo como grupo humano
asentado en un territorio privilegiado, con grandes riquezas naturales, con un
mestizaje sin grandes odios de clases, con un carácter afable y ágil para
establecer relaciones con nuestro prójimo, coexistíamos con tres fuerzas
culturales que marcarían nuestro destino, y estas eran: la política, la iglesia
y los militares.
Las tres venían
históricamente haciendo un buen trabajo en la formación de los venezolanos, a
pesar de sus bemoles, como lo fueron las tiranías, la Guerra Federal y la
mansedumbre de los esclavos y oprimidos propiciados desde los púlpitos; creo
que en algún momento del siglo XIX los venezolanos hemos debido actuar y
reformar esas instituciones, dirigirlas hacia los fines de una nación como la
nuestra, libertaria, civil y republicana; lamentablemente no tuvimos ni los
hombres (y mujeres) ni las ideas propias, ni la disciplina que se requerían
para hacerlo, por lo que esas tres fuerzas fueron dejadas a su propio devenir,
principalmente manejadas desde afuera de nuestro país.
Ya para el siglo XX estaban en pleno desarrollo la
globalización que nació del colonialismo imperialista como una gran empresa
manejada con mano de hierro, el comunismo que, entre otras ideologías del
momento, descolló en su tenacidad y popularidad, sobre todo entre los pueblos
oprimidos y los avatares revolucionarios, y la iglesia papista del Vaticano,
que muy sibilinamente se desplazaba entre los intereses de su reino en la
Tierra y el de los cielos, con unos dogmas que parecían forjados en acero. Para
todos los efectos, Venezuela no pasaba de ser una ficha más en el juego
geopolítico del nuevo orden mundial, que surgió luego de la Segunda Guerra
Mundial.
Ya para la década de los sesenta del pasado siglo, Venezuela
estaba condicionada por la ideología comunista en su cepa más benigna, que era
el socialismo, un invento europeo que nació en los sindicatos obreros europeos
que buscaba mejorar las condiciones de vida del trabajador sin el ingrediente
revolucionario pero si reformista, y que gracias a una tremenda confusión
ideológica que reinaba dentro del Vaticano, así como en su fácil adaptación a
las circunstancias políticas, apoyaba tiranías de izquierda y derecha,
predominantemente con un discurso de “justicia social” con el que se revolcó en
la cama con la izquierda mundial.
Para cuando se inicia la Guerra Fría y la repartición de las
áreas de influencia, la Revolución Cubana se había convertido en un polo de
atracción en Latinoamérica y la Unión Soviética la utilizaba como punta de
lanza de sus pretensiones hegemónicas en América, y comenzaba su labor de
infiltración en las clases más desfavorecidas, los pobres fueron recibiendo una
visión del mundo comunista sustentada y respaldada por el discurso de la
iglesia cristiana que, para ese momento, llegaba a su punto más comprometido
con la llamada “teología de la liberación”, una versión del catecismo cristiano
preñado de valores marxistas leninistas, que tuvo profundas repercusiones en la
política de los llamados “progresistas”.
En Venezuela, el grueso del componente militar lo conformaban
las clases sociales menos favorecidas, que muy pronto fueron el caldo de
cultivo para las más audaces y peligrosas tesis revolucionarias. Los diferentes
gobiernos democráticos, ocupados en desarrollar sus partidos políticos y
competir en las elecciones por el poder político, estaban casi todos ya
contaminados por el lenguaje y las ideas socialistas, un gran estado benefactor
y con grandes programas sociales eran la meta, dejando la educación del pueblo
y su ilustración en asuntos del día a día como tarea subsidiaria, con la clara
intención de hacerlos dependientes y obedientes a los llamados de un poder
central… a eso le llamaron democracia.
Los militares fueron apartados de la sociedad en sus
cuarteles, dejados bajo el mando de sargentos con poca o ninguna preparación
intelectual, mientras que los oficiales cultivados eran agasajados en palacio y los pasillos del poder político,
donde se dieron cuenta del gran negocio de la política.
Uno de los problemas de la ideología comunista era que
absorbía de manera fácil a los diferentes grupos disidentes del orden
establecido, y si estos atacaban a las instituciones capitalistas les prestaban
financiamiento, instrucción y armas, con lo que no era extraño que reclutaran
entre sus filas a grupos criminales y violentos; en Latinoamérica, fue la gran
escuela de asaltos bancarios, secuestros, extorsiones y asesinatos por encargo
(sicariato). Tanto la Rusia y la China comunista prestaron a estos movimientos
insurgentes entrenamiento en contrainteligencia, inteligencia, propaganda de
guerra, tortura y sabotaje con lo que lograron avances tácticos y estratégicos
importantes.
Pero fue en el campo de la política, aprovechando la
apertura democrática y liberal que las democracias ofrecían, como las
organizaciones filocomunistas se constituyeron en partidos políticos y lograron
posicionar el socialismo como una alternativa de gobierno. Sin duda, la derecha
Latinoamericana cometió muchos errores, entre ellos entregarle exclusivamente la
seguridad del país a los militares, con lo cual aprovecharon de politizar aún
más la institución, hasta que sus generales tuvieron que tomar el poder en aras
de la seguridad nacional; de esta manera la política se polarizó de manera
extrema entre grupos de izquierda y derecha.
EEUU, que luego de ganar la guerra se había convertido en el
árbitro y regente de una buena parte del planeta, contaba con un Departamento
de Estado que se ocupaba, con sus mejores profesionales y técnicos, de promover
y ayudar a las naciones en el fortalecimiento del orden democrático; aun así,
no pudo evitar el avance del comunismo que se alió con el mundo musulmán, con
sus organizaciones fundamentalistas, en la causa de derrotar la hegemonía
occidental.
La globalización ayudó a impulsar lo bueno y lo malo de este
intercambio de bienes y servicios en el orbe, las comunicaciones descollaron en
su cobertura y rapidez, las grandes corporaciones de los medios masivos de
comunicación cayeron en el juego de las ideologías y, muy pronto, la
información se hizo relativa, interesada, parcializada y no pasó mucho tiempo
para que la utilizaran como un arma política de gran impacto, nacía de esta
manera la época de post-verdad.
Los militares se apoderaron de las comunicaciones para
lograr sus fines bélicos cambiando la realidad del mundo para favorecer sus
conquistas, los comunistas resultaron consumados maestros en el arte de la
desinformación y los fake-news, ese
conocimiento y técnicas percolaron entre las organizaciones políticas
socialistas e inundaron la sociedad, sobre todo en época electoral y de conflictos
sociales, las estadísticas eran utilizadas como plastilina, amoldándolas para que
justificaran cualquier situación
Cuando apareció el chavismo en Venezuela, una manera de ver
el mundo primitiva y violenta, EEUU no lo percibió como una amenaza, hasta que
fue demasiado tarde; se trataba de una nueva cepa del socialismo castrista, con
elementos populistas y militaristas que fueron copando el espectro político del
país. Envuelto en su paquete revolucionario y socialista, iba una organización
criminal oculta, que haría de la corrupción, el narcotráfico, la devastación
ecológica y la mentira su manera de proceder; su objetivo: la toma del poder
político, utilizando vías democráticas para instaurar un totalitarismo. Jamás
pensaron en el Departamento de Estado que el chavismo, como una nueva forma de
socialismo totalitario, fuera tan infeccioso y pudiera llegar a contagiar el
poder político de otras naciones.
Pero la pandemia chavista arropó de manera rápida y efectiva
una buena parte de Suramérica, Centroamérica, el Caribe, saltó el charco y
contagió a España y, aunque resulte difícil de admitir, al mismo EEUU. Y aquí
debo explicar, el Departamento de Estado estuvo muy ocupado con otros puntos de
crisis en el planeta para darle la importancia que debía tener el apagar el
fuego que Washington permitió que se propagara en su propio vecindario y que,
con la complicidad del partido Demócrata, permitiría que el chavismo penetrara
en sus entrañas, primero como refugio para el dinero sucio de los chavistas
venezolanos, para luego permitirle al comunismo apropiarse del negocio petrolero
de Venezuela con las más altas reservas energéticas probadas del mundo.
Con estos caballos de Troya, Washington se convirtió en una
oficina de relaciones públicas, primero de Chávez, luego de Maduro; muchas
firmas legales, oficinas de lobby, e incluso la participación directa de
legisladores y hasta candidatos presidenciales sirvieron a sus intereses (que
eran los mismos de Cuba), y a pesar de una campaña mediática que promocionaba
sanciones y esquemas de vigilancia, algunos arrestos y medidas cautelares que fueron
todas burladas por el régimen chavista.
Esto sucedía a la par de un enrarecimiento del clima
político interno de los EEUU, donde la lucha política se parecía cada vez más y
más al clima reinante en Venezuela, con
golpes de estado que no parecían golpes de estado, investigaciones policiales
que eran claramente políticas judiciales convertidas en armas políticas,
campañas de desinformación a gran escala, la inhabilitación de candidatos
presidenciales y claramente, una ineptitud inexplicable al momento de lidiar
con el caso venezolano, lleno de medidas contradictorias, apoyo a los
candidatos equivocados, filiaciones ideológicas absurdas y amenazas vacías, que
convirtieron el caso venezolano en un colador de dinero, expectativas y vidas.
La enorme migración venezolana al mundo fue apenas una de
las consecuencias previsibles del enrarecimiento del clima en mi país; el
aumento de los índices de violencia, inseguridad y pobreza eran los resultados
a una falta de decisiones y conducción política por parte de la Casa Blanca que
estaba permitiendo que una nueva Cuba floreciera en su patio de entrada. El
país ya llevaba más de veinte años en manos de aquella mafia que había podido
debilitar y torpedear los intereses e iniciativas de EEUU, hasta llegar al
peligroso terreno de los secuestros políticos de nacionales norteamericanos
para canjearlos como rehenes, una situación que sólo se había dado en
condiciones de guerras.
Venezuela ha luchado sin tregua por su libertad, los
cementerios y las cárceles del país dan fe de que los ciudadanos demócratas hemos
resistido hasta el último aliento, pero el terror y el estado policial que nos
vigila y amenaza ha crecido, no disminuido. A pesar de ello, contamos ahora con
una candidata de condiciones excepcionales, como lo es María Corina Machado,
quien ha demostrado ser una contendora política con un gran arrastre nacional y
una inteligencia y capacidad que hace temer al chavismo por la pérdida de su
poder en el país.
Sabemos que el mundo está complicado. Las guerras de Ucrania
y Gaza son escenarios harto difíciles; la crisis en el Mar Rojo, que atenta
contra el comercio marítimo, es delicada; la situación de Europa, con el
problema islámico, no es para descuidarla, Irán es un peligro para la
estabilidad del Medio Oriente; y aún con todos estos puntos de conflicto
resulta inaudito que EEUU permita el despojo que está a punto de sufrir
Venezuela del extenso territorio en reclamación del Esequibo por parte de una
excolonia británica, a la que le está enviando apoyo militar; las empresas
petroleras trasnacionales están violando no sólo las leyes internacionales, al
operar en estos espacios a espaldas de la justicia y el sentido común, están
creando un terrible foco de inestabilidad para complacer los intereses
comunistas que están detrás del gobierno de Guyana.
Los últimos acontecimientos, con la liberación del socio del
chavismo, Alex Saab, un mercader de la muerte, en un intercambio de rehenes, ha
sido un golpe bajo a la confianza de los venezolanos hacia el gobierno de
Washington, quien ha sido históricamente nuestro principal aliado en la región.
Se está jugando un peligroso juego en el tablero caribeño y suramericano, la
destrucción de Venezuela por parte de sus aliados occidentales, para que
prevalezcan los intereses rusos y chinos en la región, no tiene ningún sentido,
al menos que… Estados Unidos de Norteamérica esté perdiendo su lucha interna contra
de los enemigos de la libertad.
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