Una de las tantas modalidades de engaño es el fraude (hay
otros como la mentira, la falsificación, la trampa, el ocultamiento, la
desinformación… lo usual es que varias de estas formas de engaño se unan en lograr
los propósitos de confundir al adversario) unos son más elaborados que otros,
pero quienes la practican hacen ciertas racionalizaciones para excusar sus
actos, y digo excusar porque el engaño, en la mayor parte de las culturas y
civilizaciones, es un acto reprobable cuando no un delito.
Los agentes del engaño lo justifican diciendo que no tenían
alternativa, por lo general aducen a principios superiores como la seguridad,
el patriotismo, la necesidad; también alegan que lo practican porque los otros lo
hacen, porque es una actividad usual en la sociedad, sobre todo en las
relaciones internacionales, pero la gran excusa es que engañan porque nadie se
va a enterar de la mentira.
En política es común encontrarnos con el fraude como el
ocurrido recientemente con un congresista norteamericano que falsificó sus
logros y títulos profesionales para acceder al cargo, pero fue descubierto,
destituido y sujeto a procesos judiciales; para los que practican el fraude de
manera regular lo que importa es que siempre tengan la posibilidad de negar su
autoría o participación “tener siempre la espalda cubierta y una salida
disponible” por lo general con cómplices que paguen los platos rotos.
En Venezuela, en los últimos sesenta años, el fraude y los
demás tipos de engaños en política han ido creciendo no solo en complejidad y
cuantía, sino que ha ocurrido un fenómeno extraño en la sociedad, al estafador
que sale limpio y sin pena de los desfalcos y trampas, es admirado, se le
endilga como una persona “viva” e inteligente que hay que emular.
Una de las razones por la que los corruptos perseguidos por
sus estafas se han multiplicado y se encuentran en exilios dorados en países
extranjeros, es porque ya ni siquiera les importa guardar las apariencias,
dejan rastros y evidencia demasiados notorios y abandonan el país porque saben
que no serán alcanzados por el largo brazo de la ley, empezando por que el
mismo gobierno chavista los protege.
El engaño se opone a la verdad, y en una democracia no hay
nada más letal para la convivencia entre ciudadanos que la mentira y el fraude,
empezando porque la verdad es la argamasa que mantiene unidos los bloques de
una sociedad, sobre todo la de las inversiones, el comercio y la economía en
general. A Venezuela fue muy fácil quebrarla porque era una economía petrolera
y muy poco diversificada, altamente controlada por un estado centralizado en
manos de unos políticos hambrientos de riqueza, y sin ningún orden moral en sus
vidas.
Las personas en su relación con los demás esperan la
honestidad como principio imperante en los intercambios, de ideas, bienes y
servicios, no hablemos de sentimientos y de información personal donde
requerimos de seguridades, y cuando no las tenemos acostumbramos a otorgar una
confianza ciega, de cualquier manera donde se introduce el fraude y el engaño,
lo más probables es que alguien sufra las consecuencias y no pocas veces, daños
irreparables.
Hay ciertas funciones del estado y su gobierno en las que se
hace necesario acciones encubiertas, secretas y otras que tienden a confundir,
las realizan órganos policiales, los militares y los servicios de inteligencia,
para preservar el equilibrio de fuerzas y la paz, pero sus escenarios son muy
específicos como lo son el combate del crimen organizado, acciones militares
preventivas y defensa de la seguridad nacional.
Pero cuando la política se transforma en una vía para
delinquir, cuando el desempeño de un cargo público solo tiene sentido para el enriquecimiento
rápido y brutal de ese funcionario y los ciudadanos no tienen la manera de
combatirlo, ni siquiera de estar informados, pues todo se realiza en las
sombras, esa sociedad está en vías de decadencia y si no atienden a su
situación de peligro, es probable que desaparezca.
Las elecciones, cualesquiera que estas sean, son
oportunidades para llegar al consenso entre los ciudadanos de una nación-estado,
son la manera para establecer y concretar el contrato social, y es relativamente
simple, la mayoría gana, teniendo en cuenta los distintos niveles de opiniones
en contrario.
De allí la importancia de tener siempre a disposición del
país una organización electoral pulcra y eficiente, lo más abierta posible,
para permitir las auditorías que fueren necesarias y evitar los atascos y
desconfianza que pudieran traer las derrotas comiciales.
Nos dice Amartya Sen uno de los pensadores más valioso de la
izquierda democrática en el mundo, en su libro El valor de la democracia, lo siguiente:
Las elecciones
son sólo una forma—si bien muy importante— de hacer eficaces las discusiones
públicas, especialmente cuando la posibilidad de votar se combina con la
oportunidad de hablar y escuchar sin miedo a la represión. La fuerza y el
alcance de las elecciones dependen crucialmente de la existencia de un debate
público y abierto. Reducir la democracia a sólo votar resulta lamentablemente
inadecuado, como queda ampliamente ilustrado con las asombrosas victorias
electorales de las tiranías gobernantes en regímenes autoritarios; desde Stalin
en la Unión Soviética, hasta Sadam Hussein en Iraq. El problema en estos casos
reside no sólo en la presión a la que se somete a los votantes durante las
elecciones, sino a la forma en que la discusión pública se ve frustrada,
transgredida y alterada a consecuencia de la censura, la supresión de la
oposición política y la violación de los derechos civiles y de las libertades
políticas fundamentales.
En Venezuela acabamos de tener un ejemplo claro de una
supuesta elección, que aun desafiando el escrutinio público y la observación
internacional, violando los preceptos constitucionales y saltándose todos los
presupuestos del sentido común, el PSUV, el partido de gobierno del Sr. Nicolás
Maduro, se ha atribuido unos resultados en un referéndum que ha hecho caso
omiso a todas esas observaciones del Sr, Amartya Sen sobre el sentido
democrático de unas elecciones.
Se confeccionaron unas preguntas sin previo debate y
participación ciudadana, en las elecciones participó solamente el aparato del
gobierno excluyendo el concurso de otros partidos políticos, no hubo testigos
de la oposición, se utilizaron ingentes recursos económicos para llevar a cabo
una intensa campaña de propaganda, se obligó a sectores de la sociedad a
concurrir bajo amenazas a esta elección, a pesar de la evidencia pública y
notoria de una abstención masiva de los electores a este evento, las
autoridades del órgano electoral produjeron un resultado que desafían la
realidad que todos vimos de manera directa.
La maniobra política en estas elecciones del pasado 3
de diciembre, fueron tan obvias y desvergonzadas que el acto se invalida a sí
mismo como una caricatura de elecciones, pero el gobierno las impone como un
hecho consumado, la realidad es sustituida por una ficción, la mentira y la
trampa se imponen y los ciudadanos no pueden hacer nada al respecto, pues todos
los órganos jurisdiccionales están tomados por afectos y militantes del
gobierno de turno.
Esta es apenas la primera fase de un tortuoso plan
para la permanencia en el poder del actual gobierno, en medio de una crisis de
soberanía sobre un territorio en reclamación donde están actuando fuerzas e
intereses que están muy por encima de las posibilidades de nuestro país, y de
una situación de política interna donde está despertando la posibilidad de retomar
la senda democrática.
Esta situación no se hubiera podido realizar sin la
participación de un amplio sector de la llamada oposición democrática
venezolana, quienes actuando a manera de cómplices, han ayudado y apoyado esta
iniciativa para perpetuar al totalitarismo en nuestro país, las perspectivas
son ominosas y todo parece indicar que vamos a entrar de nuevo, a un vórtice de
caos e inestabilidad, pero como no creo en eso de que la historia está escrita
y que el porvenir es inmutable, estoy seguro que estamos en presencia de un “cisne
negro”, de una situación súbita e inesperada que cambiará nuestro sino de manera
definitiva.
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